Isabel Llanos
Sábado, 18 de Marzo de 2023

El piso vacío

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Esta tarde llamaron por error al timbre de la puerta de mi piso. No es infrecuente, porque queda al lado del ascensor y son recurrentes las mudanzas que se suceden en el edificio en el que llevo casi ya un cuarto de siglo viviendo, en una céntrica y turística zona de Barcelona. A lo largo de estos años he conocido muchos inquilinos y muchas historias. Y he visto renovarse la vida en cada nueva ocupación de vivienda: el escritor argentino del quinto, que impartía talleres de escritura entre plantas y ganaba premios como guionista de comics en Japón; la pareja madura que se soportaba con dignidad de puertas para afuera en compensación de la que se ausentaba dentro; la activa mujer de cabellos blancos que se recuperó de un ictus para acabar decayendo física y cognitivamente hasta anularse en la dependencia total; una joven y muy ardiente pareja con horarios sistemáticos para el acto: seis de la tarde, cuatro de la madrugada y nueve de la mañana, con el café; otra pareja con bastante diferencia de edad, él con uniforme azul y ella con demasiadas ganas de alentar sus celos bebiendo en el bar de enfrente que acababan a golpes cuando la violencia de género no era perseguible de oficio; la madurita de ojos maquillados a lo egipcio, siempre con vida sana y hábitos saludables que se tuvo que cambiar a compartir piso cuando la pensión no le daba para seguir con su vida independiente; los recién casados argentinos a los que les robaron su equipo de trabajo de fotógrafos y todo el dinero del regalo de la boda que guardaban en el piso al poco de mudarse para empezar una nueva vida en un nuevo país y tuvieron que regresar sin medios y sin forma de ganarse la vida…

 

Ya no está mi vecina María Rosa. Cuando esta tarde llamaron a mi timbre y revisé por la mirilla vi que entraban en el que fue su piso hasta hace poco más de un mes.  Eran los de la inmobiliaria dándole un nuevo aspecto para alquilarlo más caro todavía. A ella la han trasladado apenas un mes antes de que yo regresara, a sus 94 años, a la fuerza y contra su voluntad (como imagino que son todos los internamientos) a una residencia geriátrica que hay en la esquina. “Total, está aquí al lado”, me dicen todos cuando pregunto por ella. Tan cerca y tan lejos. Porque esta señora gustaba de salir a comer fuera cada día, de quedarse escuchando la radio hasta las tantas y de no perderse un partido del Barça del que era tremendamente forofa como cualquier jovencita. Recuerdo cuántas veces me llamaba al timbre a horas intempestivas: “Nena, mira a ver que no sé que he tocado en la TV que no se oye”, “Nena, que el teléfono no me deja llamar”, “Nena, ¿no tendrás el número del señor que te vino a hacer los arreglos… la escalera… tienes luz… te traga el fregadero, mira que son malas las tuberías….”. Cuando la pandemia, se me presentaba en mi casa sin avisar, sin mascarilla, con más vida social que cualquiera: la comida a domicilio del restaurante, el repartidor de la farmacia… y me decía que, a ella, que había vivido la guerra pero que no le había faltado de nada porque sus padres antes de que bloquearan Barcelona la habían enviado a Huesca con unos tíos y que comida no le faltó, no la iba a matar el bicho, y que, si lo hacía, pues que total ya la tocaba, que ya había vivido lo suyo. Yo sabía que se moría por los dulces, tremendamente golosa, y la tentaba con pastelitos que la traía de vez en cuando. Ella me recogía los paquetes de los mensajeros y me custodiaba una copia de las llaves de mi casa que nunca sabía dónde tenía.

 

Paso por la puerta de la residencia que “total, está aquí al lado” caminado aún torpe con mis muletas y miro dentro y la veo sentada en la fila de sillas que enfocan a la calle con cuerpos desgastados y miradas sin brillo ni esperanza. La contemplo desde lejos y le hago un gesto, me mira raro y no me reconoce. Un mes fuera de su entorno y el deterioro cognitivo es ya tremendo. Y yo me quedo pensando si esa evasión de la realidad, en el fondo, no es sino un regalo de nuestra mente para poder sobrellevar este último tramo del camino.

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