Nicolás Pérez Hidalgo
Jueves, 05 de Diciembre de 2013

Luz … ¡cómo si no costara!

De un tiempo a esta parte no hay ayuntamiento que se 'precie' (en su mediocre gestión) que no esté propagandeando que está reduciendo gastos. Lo normal es que el necio del alcalde o del concejal de turno, sea tan poco listo que ni si quiera piense que con su anuncio no provoca una 'profunda reflexión' en el oyente o lector: …¡o sea que antes despilfarraban!

Comentar que ahora va a montar una 'Central de Compras' para adquirir bolígrafos en cantidad suficiente como para que suponga un ahorro, implica que antes cada cual bajaba al quiosco a comprar un bolígrafo cada vez que se le terminaba. Además, tendría alguna lógica si quien lo 'cacarea' no ha gobernado antes, pero roza el ridículo y el esperpento cuando quien lo publicita es quien lleva más de 20 años al frente del gobierno municipal de turno.

Una de esas cosas de las que alardean los ayuntamientos (grandes y pequeños) es que ahora están reduciendo gastos en iluminación. Incluso hasta se plantean planes provinciales para trabajar en la sustitución 'comunal' de las luces viejas por otras nuevas más eficientes y ahorradoras. Pero lo que no cuentan es cuándo, cómo y por qué colocaron antes luminarias como si no costara.

Bien es sabido, que el objetivo de todo político es ser votado en las elecciones cada cuatro años y vivir del cuento. El por qué y para qué no es lo importante. Lo importante es que la gente vea cuatro días antes de las elecciones que ha hecho algo. Lo habitual era el tradicional asfaltado de calles meses antes del día D, pero en épocas recientes lo que más se llevaba era la colocación de farolas a diestro y siniestro sin ningún rigor ni control.

Disfrazados de sesudos y técnicos proyectos, y financiados con cargo a subvenciones de instituciones públicas, los ayuntamientos llenaron de luces ciudades y pueblos. Kilómetros de aceras que unían pueblos también llevaron sus desfases luminosos y en no pocas ocasiones la ausencia de dos dedos de frente sirvió para iluminar tejados, fachadas y copas de árboles … todo menos lo que tenían que iluminar: las aceras y las calles. Alardearon de lo mucho y bueno que hacían, e incluso se llegaron a hacer fotos al lado de nuevas subestaciones eléctricas como si eso fuera la panacea del progreso.

Ahora alguna munícipe pasea por las calles eligiendo cuidadosamente los sitios donde mandará apagar las farolas al operario de turno, procurando eso sí, que no sea en la parte noble de la ciudad, pero sí dirigiendo su dedo divino hacia aquellos barrios donde la gente no protesta o si protestan son pocos. Y si alguien se queja se le vuelve a poner, pero solo a la puerta del protestón…. ¡todo ello con criterio y buen hacer!

Pocas luces demuestra tener ahora quién quita las luminarias sin ningún control ni estudio técnico, pero menos luces tuvieron quienes las colocaron alegremente sin importarles el coste y sí pensando sólo en su propio beneficio. 

Desgraciadamente cada día que leo en la prensa me viene a la mente la frase que repetía siempre un paisano de mi pueblo: “dónde den de comer… hacer y deshacer”. Y en eso están la mayoría de nuestros políticos: haciendo y deshaciendo al calor, y a la luz, de lo público.


Nota. Esta reflexión también podría titularse ¿Sabemos cómo nos roban? (III)

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