"La multitud de hombres y mujeres empezaron a coger ramas de las palmeras..."
En la mañana de este Domingo de Ramos, desde San Pedro de Rectivía salía la procesión de la Cofradía de La Entrada de Jesús en Jerusalén con el paso de'“La Borriquilla' hacia la Plaza Mayor, donde al mediodía el obispo de Astorga, Jesús Fernández, bendijo las palmas y ramos. A continuación, la procesión continuó hasta la Catedral donde tuvo lugar la misa estacional.
Las fotografías de Eloy Rubiuo Carro están acompañadas por un fragmento de la novela 'El evangelio según el hijo' de Norman Mailer.
![[Img #62799]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/199_19dsc_9735-copia.jpg)
Como deseaba que nuestra entrada en Jerusalén diera confianza a los míos, envié por delante a dos de mis discípulos y les dije: «Id al pueblo que está delante de vosotros, y buscad un pollino que está atado, sobre el cual no ha montado todavía ningún hombre. Cuando lo encontréis, traédmelo. Decidle a su dueño que el Señor necesita a ese animal.»
Y fueron, y pronto encontraron un pollino, joven y fogoso, y lo trajeron. Monté sobre ese animal, que hasta entonces no había conocido jinete, y me agarré a su crin. Pues si no podía dominar a aquel joven animal, ¿cómo podría calmar la agitación que reinaba en los corazones de los hombres que me esperaban en el Templo?
Al cabo de un rato, el pollino dejó de saltar y soltar coces, y pudimos avanzar en procesión. Me gustaba aquel animal.
No tardé en sentir hambre, tanta como si jamás hubiera comido. Vi una higuera llena de hojas, e hice trotar al pollino hacia ella a fin de comer hasta hartarme. Pero en sus ramas no encontré ni un higo maduro.
¿Acaso un mal viento soplaba en nuestra dirección? Le dije a la higuera: «Que jamás nadie coma fruto de ti.»
Pero un peso aplastó mi corazón por maldecir aquellas raíces. «Soy el Hijo de Dios», me dije, «pero también un hombre; ¡qué poco le cuesta al hombre entregarse a la más alocada destrucción!»
![[Img #62781]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/7833_1-dsc_9451-copia.jpg)
![[Img #62785]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/831_4-dsc_9520-copia.jpg)
![[Img #62782]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6805_3-dsc_9518-copia.jpg)
Comprendí que Satanás todavía estaba al acecho, como un halcón que escruta los campos en busca de una pequeña criatura y luego cae en picado para cazarla, y por ello había castigado yo a la higuera.
Entonces la multitud de hombres y mujeres que caminaban por delante de mí empezaron a coger ramas de las palmeras que había en el camino y formaban con ellas una alfombra a mi paso. Cantaban: «¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el reino de nuestro David que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» Y algunos gritaban: «¡Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor!» Esas gentes de Jerusalén (la mayoría de las cuales jamás me habían visto) nos daban la bienvenida; en las ventanas, muchos nos saludaban. Las noticias de nuestras buenas obras habían llegado a Jerusalén antes que nosotros.
Pero no podía olvidarme de la higuera. Sus ramas debían de estar ya desnudas. Esos pensamientos me hicieron meditar acerca del fin de la ciudad de Tiro. Mil años antes había vivido un gran esplendor; era conocida por sus mesas de ébano, sus esmeraldas y sus telas púrpura, sus tenderetes de miel y bálsamo, su coral y su ágata y sus cofres de cedro. Pero el mar la arrasó. ¿Ocurriría lo mismo con Jerusalén, tan opulenta ahora como lo había sido Tiro entonces?
Contemplé aquellos enormes edificios blancos de columnas altísimas, y no supe si contemplaba un templo o la sede del gobierno romano. Me dije: «Más vale tener buen nombre que grandes riquezas», pero fueron palabras demasiado piadosas (pues mi corazón había dado un brinco al ver aquellas riquezas). De modo que también dije: «La boca de una mujer desconocida es un pozo profundo. Y una gi .m ciudad es como una mujer desconocida.»
![[Img #62784]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/155_5-dsc_9530-copia.jpg)
![[Img #62786]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6968_6-dsc_9533-copia.jpg)
![[Img #62783]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/4494_2-dsc_9503-copia.jpg)
Aunque, ¿quién era yo para hacerle ascos a Jerusalén? El pueblo de Israel vivía ahora con la misma magnificencia que en la época del rey Salomón, cuando se hizo cons- truir un palanquín de cedro del Líbano, con los pilares de plata y la base de oro. El asiento era púrpura, y había sido recamado con piedras preciosas por las hijas de Jerusalén. Esplendorosa fue Jerusalén en tiempos de Salomón, y esplendorosa era ahora.
Pero mis seguidores poco compartían ese esplendor. Vi a un noble romano detenerse ante nuestra procesión y contemplar a mis seguidores, que avanzaban de dos en dos, de tres en tres y de cuatro en cuatro por las calles. Algunos iban bien vestidos, pero la mayoría llevaban ropas sencillas, o harapos.
Y yo también contemplé a aquella multitud que me pertenecía. El pueblo de Jerusalén se unía a nosotros en gran número, y veía tantas caras como aspectos del hombre hay. Entre aquellos que me seguían había muchos que, más que creyentes, debían ser considerados curiosos, atormentados o cínicos, y estos últimos nos acompañaban para mofarse de los fariseos y así vengarse de antiguas reprimendas.
![[Img #62790]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/9533_10-dsc_9606-copia.jpg)
![[Img #62789]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/277_9-dsc_9559-copia.jpg)
![[Img #62788]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/9875_7-dsc_9556-copia.jpg)
![[Img #62792]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1744_12-dsc_9626-copia.jpg)
Algunos de mis nuevos seguidores tenían un aire solemne. En sus ojos brillaba la esperanza de que yo pudiera traerles una nueva devoción menos opresiva que la antigua, que se había vuelto ya monótona en sus corazones de tanto repetir las mismas plegarias. Y había niños que miraban a todas partes y reían ante el prodigio de la munificencia de Dios por lo que se refería a las caras de la gente; eran los más cercanos a la alegría. También había hombres que en el ceño llevaban grabada la temible insatisfacción del hastío.
Y también estaban los pobres. En sus ojos vi una gran necesidad, y una nueva esperanza, y un gran pesar; muchas decepciones habían conocido. Y les hablé a todos, a los buenos y malos por igual, como si fueran uno, pues los cambios a mejor pueden ocurrir rápidamente en ocasiones como ésa. En un hombre malo, el mal se transforma en bien, y viceversa, mucho más rápidamente que en un hombre bueno; los hombres malos conocen sus pecados, pues a menudo la lucha los agota tanto que no tienen fuerzas para rechazar el remordimiento.
A medida que aumentaba la multitud, también el pollino se iba llenando de malos espíritus, pero eran jóvenes y sin los repugnantes olores de otros diablos más expertos. Pero el animal corcoveaba, y comprendí que deseaba arrojarme por encima de su cabeza a las piedras del camino. Pero le domeñé. Era mi pollino. Y en ese momento me sentí dueño del bien y el mal.
![[Img #62787]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1528_8-dsc_9558-copia.jpg)
![[Img #62791]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/894_11-dsc_9619-copia.jpg)
![[Img #62795]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6111_17-dsc_9715-copia.jpg)
Pero sólo en ese momento. Pues a medida que me acercaba al Templo la solemnidad y un temor reverencial se adueñaron de mí. No podía creerme que fuera algo más que un modesto judío que se aproximaba a un edificio imponente y consagrado. Nos acercábamos al Templo de los Templos, y lo habían construido sobre un monte.
Antes de llegar recordé que sus escalinatas ascendían de patio en patio, donde había capillas cada vez más augustas y santuarios más sacros, y que había una cámara en la que sólo el Sumo Sacerdote podía entrar, y sólo un día concreto del año. Era el Santo de los Santos. Yo era el Hijo de Dios, pero también hijo de mi madre, por lo que a cada momento mi respeto por el Templo se hacía mayor que el impulso de cambiar todo lo que había dentro. Me estremecí cuando los que iban delante de mí, al subir una cuesta del camino, comenzaron a dar gritos de alegría, y enseguida vi también los muros del Templo.
Pero en cuanto mi vista lo abarcó, supe que el futuro de su magnificencia estaba en peligro. En los años venideros ejércitos enemigos hendirían aquellos muros hasta que sólo quedara uno. Pocas piedras permanecerían en pie. Y todo ello ocurriría a no ser que los sacerdotes del Templo comprendieran que mi mensaje procedía del Señor.
Sentado sobre el pollino, lloré abiertamente al ver por primera vez aquella mañana el Gran Templo. Era hermoso, pero no eterno. Y recordé las palabras de Amos: «Serán derribadas las casas de marfil.» Entonces desmonté y seguí a pie.
![[Img #62793]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/949_14-dsc_9654-copia.jpg)
![[Img #62794]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1529_15-dsc_9689-copia.jpg)
![[Img #62796]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5120_16-dsc_9696-copia.jpg)
Subí la escalinata principal y entré en el Templo propiamente dicho. Tras la primera puerta había un gran patio donde todo el mundo intercambiaba dinero y mercancías. ¡Y eran de admirar las barbas de aquellos hombres de Mammón! Se las habían rizado con un hierro caliente, y parecían orgullosas de ser tan inmaculadamente limpias y perfectas. Aquellos prestamistas parecían pavos reales. Y los sacerdotes también parecían pavos reales mientras iban y venían entre ellos. Todo era vanidad. Ellos se sentaban a mesas opulentas mientras los pobres poblaban los apestosos callejones de la ciudad.
Hice que el silencio me envolviera como si fuera una tela santa que los demás no osaran tocar. Me senté solo en un banco de piedra y observé la actitud de la gente cuando echaba una limosna en el cepillo. Había ricos que daban mucho dinero. Y entonces llegó una pobre mujer con un chal muy raído; arrojó una moneda. Me dio un vuelco el corazón.
![[Img #62797]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/2270_18-dsc_9725-copia.jpg)
![[Img #62799]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/199_19dsc_9735-copia.jpg)
![[Img #62798]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1531_20-dsc_9746-copia.jpg)
Llamé a los discípulos que estaban más cerca y les dije: «Esa pobre mujer ha dado más que todos los ricos. Estos dejan sólo parte de lo que les sobra, pero ella ha dado su sustento, y así ha convertido el dinero en un tributo al Señor. Los ricos sólo dan para impresionarse mutuamente».
S
Las fotografías de Eloy Rubiuo Carro están acompañadas por un fragmento de la novela 'El evangelio según el hijo' de Norman Mailer.
![[Img #62799]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/199_19dsc_9735-copia.jpg)
Como deseaba que nuestra entrada en Jerusalén diera confianza a los míos, envié por delante a dos de mis discípulos y les dije: «Id al pueblo que está delante de vosotros, y buscad un pollino que está atado, sobre el cual no ha montado todavía ningún hombre. Cuando lo encontréis, traédmelo. Decidle a su dueño que el Señor necesita a ese animal.»
Y fueron, y pronto encontraron un pollino, joven y fogoso, y lo trajeron. Monté sobre ese animal, que hasta entonces no había conocido jinete, y me agarré a su crin. Pues si no podía dominar a aquel joven animal, ¿cómo podría calmar la agitación que reinaba en los corazones de los hombres que me esperaban en el Templo?
Al cabo de un rato, el pollino dejó de saltar y soltar coces, y pudimos avanzar en procesión. Me gustaba aquel animal.
No tardé en sentir hambre, tanta como si jamás hubiera comido. Vi una higuera llena de hojas, e hice trotar al pollino hacia ella a fin de comer hasta hartarme. Pero en sus ramas no encontré ni un higo maduro.
¿Acaso un mal viento soplaba en nuestra dirección? Le dije a la higuera: «Que jamás nadie coma fruto de ti.»
Pero un peso aplastó mi corazón por maldecir aquellas raíces. «Soy el Hijo de Dios», me dije, «pero también un hombre; ¡qué poco le cuesta al hombre entregarse a la más alocada destrucción!»
![[Img #62781]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/7833_1-dsc_9451-copia.jpg)
![[Img #62785]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/831_4-dsc_9520-copia.jpg)
![[Img #62782]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6805_3-dsc_9518-copia.jpg)
Comprendí que Satanás todavía estaba al acecho, como un halcón que escruta los campos en busca de una pequeña criatura y luego cae en picado para cazarla, y por ello había castigado yo a la higuera.
Entonces la multitud de hombres y mujeres que caminaban por delante de mí empezaron a coger ramas de las palmeras que había en el camino y formaban con ellas una alfombra a mi paso. Cantaban: «¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el reino de nuestro David que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» Y algunos gritaban: «¡Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor!» Esas gentes de Jerusalén (la mayoría de las cuales jamás me habían visto) nos daban la bienvenida; en las ventanas, muchos nos saludaban. Las noticias de nuestras buenas obras habían llegado a Jerusalén antes que nosotros.
Pero no podía olvidarme de la higuera. Sus ramas debían de estar ya desnudas. Esos pensamientos me hicieron meditar acerca del fin de la ciudad de Tiro. Mil años antes había vivido un gran esplendor; era conocida por sus mesas de ébano, sus esmeraldas y sus telas púrpura, sus tenderetes de miel y bálsamo, su coral y su ágata y sus cofres de cedro. Pero el mar la arrasó. ¿Ocurriría lo mismo con Jerusalén, tan opulenta ahora como lo había sido Tiro entonces?
Contemplé aquellos enormes edificios blancos de columnas altísimas, y no supe si contemplaba un templo o la sede del gobierno romano. Me dije: «Más vale tener buen nombre que grandes riquezas», pero fueron palabras demasiado piadosas (pues mi corazón había dado un brinco al ver aquellas riquezas). De modo que también dije: «La boca de una mujer desconocida es un pozo profundo. Y una gi .m ciudad es como una mujer desconocida.»
![[Img #62784]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/155_5-dsc_9530-copia.jpg)
![[Img #62786]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6968_6-dsc_9533-copia.jpg)
![[Img #62783]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/4494_2-dsc_9503-copia.jpg)
Aunque, ¿quién era yo para hacerle ascos a Jerusalén? El pueblo de Israel vivía ahora con la misma magnificencia que en la época del rey Salomón, cuando se hizo cons- truir un palanquín de cedro del Líbano, con los pilares de plata y la base de oro. El asiento era púrpura, y había sido recamado con piedras preciosas por las hijas de Jerusalén. Esplendorosa fue Jerusalén en tiempos de Salomón, y esplendorosa era ahora.
Pero mis seguidores poco compartían ese esplendor. Vi a un noble romano detenerse ante nuestra procesión y contemplar a mis seguidores, que avanzaban de dos en dos, de tres en tres y de cuatro en cuatro por las calles. Algunos iban bien vestidos, pero la mayoría llevaban ropas sencillas, o harapos.
Y yo también contemplé a aquella multitud que me pertenecía. El pueblo de Jerusalén se unía a nosotros en gran número, y veía tantas caras como aspectos del hombre hay. Entre aquellos que me seguían había muchos que, más que creyentes, debían ser considerados curiosos, atormentados o cínicos, y estos últimos nos acompañaban para mofarse de los fariseos y así vengarse de antiguas reprimendas.
![[Img #62790]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/9533_10-dsc_9606-copia.jpg)
![[Img #62789]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/277_9-dsc_9559-copia.jpg)
![[Img #62788]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/9875_7-dsc_9556-copia.jpg)
![[Img #62792]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1744_12-dsc_9626-copia.jpg)
Algunos de mis nuevos seguidores tenían un aire solemne. En sus ojos brillaba la esperanza de que yo pudiera traerles una nueva devoción menos opresiva que la antigua, que se había vuelto ya monótona en sus corazones de tanto repetir las mismas plegarias. Y había niños que miraban a todas partes y reían ante el prodigio de la munificencia de Dios por lo que se refería a las caras de la gente; eran los más cercanos a la alegría. También había hombres que en el ceño llevaban grabada la temible insatisfacción del hastío.
Y también estaban los pobres. En sus ojos vi una gran necesidad, y una nueva esperanza, y un gran pesar; muchas decepciones habían conocido. Y les hablé a todos, a los buenos y malos por igual, como si fueran uno, pues los cambios a mejor pueden ocurrir rápidamente en ocasiones como ésa. En un hombre malo, el mal se transforma en bien, y viceversa, mucho más rápidamente que en un hombre bueno; los hombres malos conocen sus pecados, pues a menudo la lucha los agota tanto que no tienen fuerzas para rechazar el remordimiento.
A medida que aumentaba la multitud, también el pollino se iba llenando de malos espíritus, pero eran jóvenes y sin los repugnantes olores de otros diablos más expertos. Pero el animal corcoveaba, y comprendí que deseaba arrojarme por encima de su cabeza a las piedras del camino. Pero le domeñé. Era mi pollino. Y en ese momento me sentí dueño del bien y el mal.
![[Img #62787]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1528_8-dsc_9558-copia.jpg)
![[Img #62791]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/894_11-dsc_9619-copia.jpg)
![[Img #62795]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6111_17-dsc_9715-copia.jpg)
Pero sólo en ese momento. Pues a medida que me acercaba al Templo la solemnidad y un temor reverencial se adueñaron de mí. No podía creerme que fuera algo más que un modesto judío que se aproximaba a un edificio imponente y consagrado. Nos acercábamos al Templo de los Templos, y lo habían construido sobre un monte.
Antes de llegar recordé que sus escalinatas ascendían de patio en patio, donde había capillas cada vez más augustas y santuarios más sacros, y que había una cámara en la que sólo el Sumo Sacerdote podía entrar, y sólo un día concreto del año. Era el Santo de los Santos. Yo era el Hijo de Dios, pero también hijo de mi madre, por lo que a cada momento mi respeto por el Templo se hacía mayor que el impulso de cambiar todo lo que había dentro. Me estremecí cuando los que iban delante de mí, al subir una cuesta del camino, comenzaron a dar gritos de alegría, y enseguida vi también los muros del Templo.
Pero en cuanto mi vista lo abarcó, supe que el futuro de su magnificencia estaba en peligro. En los años venideros ejércitos enemigos hendirían aquellos muros hasta que sólo quedara uno. Pocas piedras permanecerían en pie. Y todo ello ocurriría a no ser que los sacerdotes del Templo comprendieran que mi mensaje procedía del Señor.
Sentado sobre el pollino, lloré abiertamente al ver por primera vez aquella mañana el Gran Templo. Era hermoso, pero no eterno. Y recordé las palabras de Amos: «Serán derribadas las casas de marfil.» Entonces desmonté y seguí a pie.
![[Img #62793]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/949_14-dsc_9654-copia.jpg)
![[Img #62794]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1529_15-dsc_9689-copia.jpg)
![[Img #62796]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5120_16-dsc_9696-copia.jpg)
Subí la escalinata principal y entré en el Templo propiamente dicho. Tras la primera puerta había un gran patio donde todo el mundo intercambiaba dinero y mercancías. ¡Y eran de admirar las barbas de aquellos hombres de Mammón! Se las habían rizado con un hierro caliente, y parecían orgullosas de ser tan inmaculadamente limpias y perfectas. Aquellos prestamistas parecían pavos reales. Y los sacerdotes también parecían pavos reales mientras iban y venían entre ellos. Todo era vanidad. Ellos se sentaban a mesas opulentas mientras los pobres poblaban los apestosos callejones de la ciudad.
Hice que el silencio me envolviera como si fuera una tela santa que los demás no osaran tocar. Me senté solo en un banco de piedra y observé la actitud de la gente cuando echaba una limosna en el cepillo. Había ricos que daban mucho dinero. Y entonces llegó una pobre mujer con un chal muy raído; arrojó una moneda. Me dio un vuelco el corazón.
![[Img #62797]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/2270_18-dsc_9725-copia.jpg)
![[Img #62799]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/199_19dsc_9735-copia.jpg)
![[Img #62798]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/1531_20-dsc_9746-copia.jpg)
Llamé a los discípulos que estaban más cerca y les dije: «Esa pobre mujer ha dado más que todos los ricos. Estos dejan sólo parte de lo que les sobra, pero ella ha dado su sustento, y así ha convertido el dinero en un tributo al Señor. Los ricos sólo dan para impresionarse mutuamente».
S






