"En los ojos de los prestamistas, la avaricia era tan aguda como la punta de una lanza"
Al mediodía de este Viernes Santo salía de San Andrés la procesión del Bendito Cristo de los Afligidos camino de la Catedral, donde tuvo lugar el Sermón de 'Las Siete Palabras de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz'. La procesión finalizaba con el emotivo acto de la entrada del Cristo y el reparto de 'El pan del Cristo” a todos los cofrades.
El reportaje fotográfico de Eloy Rubio Carro va acompañado por el fragmento de la novela de Normal Mailer 'El evangelio según el hijo'.
![[Img #63024]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3629_13-dsc_1528-copia.jpg)
Pero en cuanto mi vista lo abarcó, supe que el futuro de su magnificencia estaba en peligro. En los años venideros ejércitos enemigos hendirían aquellos muros hasta que sólo quedara uno. Pocas piedras permanecerían en pie. Y todo ello ocurriría a no ser que los sacerdotes del Templo comprendieran que mi mensaje procedía del Señor.
Sentado sobre el pollino, lloré abiertamente al ver por primera vez aquella mañana el Gran Templo. Era hermoso, pero no eterno. Y recordé las palabras de Amos: «Serán derribadas las casas de marfil.» Entonces desmonté y seguí a pie.
Subí la escalinata principal y entré en el Templo propiamente dicho. Tras la primera puerta había un gran patio donde todo el mundo intercambiaba dinero y mercancías. ¡Y eran de admirar las barbas de aquellos hombres de Mammón! Se las habían rizado con un hierro caliente, y parecían orgullosas de ser tan inmaculadamente limpias y perfectas. Aquellos prestamistas parecían pavos reales. Y los sacerdotes también parecían pavos reales mientras iban y venían entre ellos. Todo era vanidad. Ellos se sentaban a mesas opulentas mientras los pobres poblaban los apestosos callejones de la ciudad.
![[Img #63023]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/475_12-dsc_1522-copia.jpg)
![[Img #63025]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5886_14-dsc_1532-copia.jpg)
![[Img #63026]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5422_15-dsc_1431-copia.jpg)
Hice que el silencio me envolviera como si fuera una tela santa que los demás no osaran tocar. Me senté solo en un banco de piedra y observé la actitud de la gente cuando echaba una limosna en el cepillo. Había ricos que daban mucho dinero. Y entonces llegó una pobre mujer con un chal muy raído; arrojó una moneda. Me dio un vuelco el corazón.
Llamé a los discípulos que estaban más cerca y les dije: «Esa pobre mujer ha dado más que todos los ricos. Éstos dejan sólo parte de lo que les sobra, pero ella ha dado su sustento, y así ha convertido el dinero en un tributo al Señor. Los ricos sólo dan para impresionarse mutuamente.»
Pensé en el dinero, esa odiosa bestia. Consumía todo lo que le ofrecían. ¡Qué repugnante era tanta avaricia! Pensé en los ricos, que se asfixian por el peso del oro y en cuyos jardines no brota fruto que los satisfaga. El perfume que impregna el aire de los jardines de los ricos es opresivo, y sus flores no traen la felicidad. Porque los ricos siempre envidian el oro de sus semejantes, y creen que sus vecinos son aún más pudientes que ellos y sus jardines más hermosos.
![[Img #63014]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/4932_1dsc_1433-copia.jpg)
![[Img #63012]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5475_2-dsc_1434-copia.jpg)
![[Img #63013]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/860_3-dsc_1439-copia.jpg)
![[Img #63015]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3533_4-dsc_1445-copia.jpg)
En el patio exterior del templo, rodeado de aquellos prestamistas, hablé a todo el mundo, y mi voz era la mía. Dije: «No se puede servir a dos amos. Pues uno siempre se aferra al que le reporta mayor provecho, y desdeña al otro. No se puede servir a Dios y a Mammón.»
A continuación el Diablo me habló por primera vez desde que estuve con él en la montaña. Me dijo: «Tiempo habrá en que los ricos también te posean. Colgarán tu imagen de todas las paredes. Las limosnas recogidas en tu nombre engrosarán las arcas de poderosas iglesias; y el día en que me pertenezcas a mí tanto como a El será cuando los hombres más te adorarán. Lo que es justo. Pues soy Su igual.» Y rió. Tenía bien estudiado lo que diría a continuación:
«Dices que la avaricia es una bestia, pero ¡mira esto! Sus defecaciones valen su peso en oro. ¿No es oro el color del sol, que da vida a todas las cosas?»
El Señor decidió replicarle en mi otro oído: «Todo lo que dice tiene sentido hasta que deja de tenerlo. Les habla a todos los que llaman su atención, y sólo se fija en los mejores, los más hermosos, aquellos en quienes he puesto las mayores esperanzas. Desdeña a los que son modestos pero siguen conmigo.»
![[Img #63017]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3479_5-dsc_1450-copia.jpg)
![[Img #63016]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/2317_6-dsc_1457-copia.jpg)
![[Img #63018]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/6799_7-dsc_1483-copia.jpg)
Mi Padre jamás me había hablado tanto de Satanás, pero en aquel momento ello no contribuyó a reforzar mi fe. ¿Hablaba mi Padre bien de los mansos porque eran los únicos que seguían leales a Él y a mí? ¡Qué deprimente era esa idea! Se apoderó de mí una ira mayor que la que nunca había sentido.
En los ojos de los prestamistas, la avaricia era tan aguda como la punta de una lanza; me poseyó la cólera de Isaías. Grité sus mismas palabras: «Estas mesas son una charca de vómito. ¡Nada hay limpio en esta inmundicia!»
Y volqué todas las mesas que se me pusieron por delante. Eché por tierra el dinero que había en ellas, y me sentí exultante al oír los quejidos de las monedas al golpear las piedras del patio. Todos aquellos prestamistas corrían tras sus monedas como los cerdos de Gadara al precipitarse al mar.
Volqué los asientos de los que vendían palomas y abrí las jaulas. Al oír aquella conmoción de alas, la multitud que me acompañaba avanzó y vitoreó aquel desafío a la usura.
![[Img #63019]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3754_8dsc_1490-copia.jpg)
![[Img #63020]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3123_9-dsc_1491-copia.jpg)
![[Img #63021]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/2353_10-dsc_1493-copia.jpg)
![[Img #63022]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5969_11-dsc_1507-copia.jpg)
Dije: «Mi casa tenía que ser llamada casa de oración por todas las naciones- Pero vosotros, hombres de Mammón, la habéis convertido en una cueva de ladrones.»
Y era cierto. Los seguidores de Mammón eran ladrones. Y lo eran aun cuando jamás hubieran robado una medida de trigo. Su avaricia arrancaba la virtud de todos los que los emulaban.
Pronto los sacerdotes hablarían de lo que acababa de hacer en todos los santuarios del Gran Templo. Pues ellos, al igual que los prestamistas, llevaban las cuentas con Dios separadas de las cuentas con Mammón. ¡Y con qué prontitud regaban las vides de codicia que crecían en un lado de su alma!
NORMAN MAILER. El evangelio según el hijo
El reportaje fotográfico de Eloy Rubio Carro va acompañado por el fragmento de la novela de Normal Mailer 'El evangelio según el hijo'.
![[Img #63024]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3629_13-dsc_1528-copia.jpg)
Pero en cuanto mi vista lo abarcó, supe que el futuro de su magnificencia estaba en peligro. En los años venideros ejércitos enemigos hendirían aquellos muros hasta que sólo quedara uno. Pocas piedras permanecerían en pie. Y todo ello ocurriría a no ser que los sacerdotes del Templo comprendieran que mi mensaje procedía del Señor.
Sentado sobre el pollino, lloré abiertamente al ver por primera vez aquella mañana el Gran Templo. Era hermoso, pero no eterno. Y recordé las palabras de Amos: «Serán derribadas las casas de marfil.» Entonces desmonté y seguí a pie.
Subí la escalinata principal y entré en el Templo propiamente dicho. Tras la primera puerta había un gran patio donde todo el mundo intercambiaba dinero y mercancías. ¡Y eran de admirar las barbas de aquellos hombres de Mammón! Se las habían rizado con un hierro caliente, y parecían orgullosas de ser tan inmaculadamente limpias y perfectas. Aquellos prestamistas parecían pavos reales. Y los sacerdotes también parecían pavos reales mientras iban y venían entre ellos. Todo era vanidad. Ellos se sentaban a mesas opulentas mientras los pobres poblaban los apestosos callejones de la ciudad.
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![[Img #63025]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5886_14-dsc_1532-copia.jpg)
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Hice que el silencio me envolviera como si fuera una tela santa que los demás no osaran tocar. Me senté solo en un banco de piedra y observé la actitud de la gente cuando echaba una limosna en el cepillo. Había ricos que daban mucho dinero. Y entonces llegó una pobre mujer con un chal muy raído; arrojó una moneda. Me dio un vuelco el corazón.
Llamé a los discípulos que estaban más cerca y les dije: «Esa pobre mujer ha dado más que todos los ricos. Éstos dejan sólo parte de lo que les sobra, pero ella ha dado su sustento, y así ha convertido el dinero en un tributo al Señor. Los ricos sólo dan para impresionarse mutuamente.»
Pensé en el dinero, esa odiosa bestia. Consumía todo lo que le ofrecían. ¡Qué repugnante era tanta avaricia! Pensé en los ricos, que se asfixian por el peso del oro y en cuyos jardines no brota fruto que los satisfaga. El perfume que impregna el aire de los jardines de los ricos es opresivo, y sus flores no traen la felicidad. Porque los ricos siempre envidian el oro de sus semejantes, y creen que sus vecinos son aún más pudientes que ellos y sus jardines más hermosos.
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![[Img #63015]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3533_4-dsc_1445-copia.jpg)
En el patio exterior del templo, rodeado de aquellos prestamistas, hablé a todo el mundo, y mi voz era la mía. Dije: «No se puede servir a dos amos. Pues uno siempre se aferra al que le reporta mayor provecho, y desdeña al otro. No se puede servir a Dios y a Mammón.»
A continuación el Diablo me habló por primera vez desde que estuve con él en la montaña. Me dijo: «Tiempo habrá en que los ricos también te posean. Colgarán tu imagen de todas las paredes. Las limosnas recogidas en tu nombre engrosarán las arcas de poderosas iglesias; y el día en que me pertenezcas a mí tanto como a El será cuando los hombres más te adorarán. Lo que es justo. Pues soy Su igual.» Y rió. Tenía bien estudiado lo que diría a continuación:
«Dices que la avaricia es una bestia, pero ¡mira esto! Sus defecaciones valen su peso en oro. ¿No es oro el color del sol, que da vida a todas las cosas?»
El Señor decidió replicarle en mi otro oído: «Todo lo que dice tiene sentido hasta que deja de tenerlo. Les habla a todos los que llaman su atención, y sólo se fija en los mejores, los más hermosos, aquellos en quienes he puesto las mayores esperanzas. Desdeña a los que son modestos pero siguen conmigo.»
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Mi Padre jamás me había hablado tanto de Satanás, pero en aquel momento ello no contribuyó a reforzar mi fe. ¿Hablaba mi Padre bien de los mansos porque eran los únicos que seguían leales a Él y a mí? ¡Qué deprimente era esa idea! Se apoderó de mí una ira mayor que la que nunca había sentido.
En los ojos de los prestamistas, la avaricia era tan aguda como la punta de una lanza; me poseyó la cólera de Isaías. Grité sus mismas palabras: «Estas mesas son una charca de vómito. ¡Nada hay limpio en esta inmundicia!»
Y volqué todas las mesas que se me pusieron por delante. Eché por tierra el dinero que había en ellas, y me sentí exultante al oír los quejidos de las monedas al golpear las piedras del patio. Todos aquellos prestamistas corrían tras sus monedas como los cerdos de Gadara al precipitarse al mar.
Volqué los asientos de los que vendían palomas y abrí las jaulas. Al oír aquella conmoción de alas, la multitud que me acompañaba avanzó y vitoreó aquel desafío a la usura.
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Dije: «Mi casa tenía que ser llamada casa de oración por todas las naciones- Pero vosotros, hombres de Mammón, la habéis convertido en una cueva de ladrones.»
Y era cierto. Los seguidores de Mammón eran ladrones. Y lo eran aun cuando jamás hubieran robado una medida de trigo. Su avaricia arrancaba la virtud de todos los que los emulaban.
Pronto los sacerdotes hablarían de lo que acababa de hacer en todos los santuarios del Gran Templo. Pues ellos, al igual que los prestamistas, llevaban las cuentas con Dios separadas de las cuentas con Mammón. ¡Y con qué prontitud regaban las vides de codicia que crecían en un lado de su alma!
NORMAN MAILER. El evangelio según el hijo






