Una visita a Lidia
![[Img #63065]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3904_4-lidia-en-su-casa-297-copia.jpg)
Fui a ver a mi amiga Lidia a las siete de la tarde. Le he comprado una empanada de carne que sé que le gustan.
Llevo dos días llamándola y no me coge el teléfono, es raro porque me suele contestar la llamada, así que decido ir a verla. Hace ya mucho tiempo que no sale de casa porque apenas puede moverse por lo que se ha abandonado al sillón todo. No estoy muy asustada , sólo pienso que no lo coge porque no lo oye o porque lo oye y no puede responder porque sus dedos llenos de callosidades de la gota no le dejan hacerlo. También puede que haya ido al médico con su taxista particular. Lo intento por si acaso.
Efectivamente está en casa. Según me voy acercando desde la carretera veo luz en las ventanas del Kremlin (así llama Lidia a su despacho haciendo honor a su origen y a su admirado Putin). Me da alegría y tranquilidad confirmar que está. El portalón que da paso al zaguán, y al patio, lo tiene abierto así que entro sin llamar.
Avanzo por la casa diciendo su nombre en alto para que sepa que soy yo que voy entrando. No la encuentro en su sillón del saloncito donde suele estar a estas horas. Me sorprende. Subo las escaleras y la encuentro sentada en un sillón nuevo, en un sitio nuevo, al lado del ascensor que tiene para poder subir y bajar de sus aposentos y Kremlin a la planta baja donde tiene la zona de más uso: el salón, comedor y cocina. Escaleras para ella imposibles de usar. Me sorprende el verla allí sentada porque Lidia es una persona de costumbres domésticas (y no domésticas) muy firmes, pocos cambios le gustan.
El caso es que ha comprado un sillón de esos mecánicos que se estiran y se levantan por partes lo ha instalado en la pequeña galería que da el sol buena parte del día. Ese mecanismo le viene muy bien para su volumen, su peso y sus piernas. No sé cuánto pesará pero muchísimo y sus piernas aunque adecuadas a su volumen en tamaño a duras penas la sostienen, y todavía menos pueden hacer el esfuerzo de levantar el peso de Lidia del apoltronamiento del sillón. O tiene a alguien que le ayude en ese impulso o no hay manera de que se pueda levantar. Y como la ayuda que tiene en casa tiene un horario no muy extenso pues ella sola ni modo. Así que me enseña encantada el sillón de nueva adquisición y el resorte que tiene para levantarla del asiento y catapultarla hacia adelante para que pueda ponerse en pie sin gran esfuerzo por su parte.
Encuentro a mi amiga escuchando noticias en una tablet. Organización tecnológica básica de un amigo joven.
Me dice que sonaba el teléfono en la tablet pero que no sabe cómo funciona para atender la llamada. “Menos mal que has venido “, me dice, “No entiendo esto y me pone muy nerviosa. A veces pienso tirarlo por la ventana como hacía mi padre”.
“Mi padre tiró tres o cuatro aparatos de radio por la ventana”. Me cuenta. “Cuando vivíamos en la península de Kamchatka y luego en la isla de Sajalín, en el mar del Japón, mi padre todos los días trataba de conectar con la Voz de América en la radio. Algunas veces conseguía oír algo pero normalmente las emisoras locales emitían ruidos para que no se pudiera captar las ondas de la emisora americana. La censura de cualquier cosa del exterior era implacable. Mi padre cuando llegaba borracho a casa y se ponía a buscar en el dial de la radio La Voz de América y no lo conseguía se ponía furioso y tiraba la radio por la ventana. Mi padre era una persona muy infeliz. Toda su vida fue infeliz. Yo creo que una persona tan infeliz no debería engendrar hijos porque les amarga la vida”.
Yo- Pero tenía razones para ser infeliz si Stalin le metió en la cárcel por trotskista a los 17 años, y además le expulsó de Moscú donde vivía con su familia y le prohibió vivir en las grandes ciudades e ir a la Universidad. Si fue apartado de todo lo que le interesaba, y nunca pudo estudiar, es normal que estuviera amargado.
Lidia – Sí pero no. Él era así por naturaleza, un hombre muy infeliz, por eso se emborrachaba con mucha frecuencia. Mi hermana, que era una persona muy buena le perdonaba pero yo no le he perdonado nunca. Ahora no le perdono.
Y- Bueno, ¿cómo te encuentras?
L- Me estoy pudriendo. Sí, sí, de verdad, me estoy pudriendo. Me salen muchas llagas en el cuerpo, en todas las zonas con dobleces, y tengo muchos dobleces: debajo del pecho, en las axilas, en la ingle, en los muslos… y me duelen, me duelen mucho. Además no me encuentro nada bien, me duele el bajo vientre y es un dolor que no me gusta, puede ser grave.
Y – ¡Pero tendrás que ir al médico!
L – Sí, pero voy a esperar a la semana que viene que me encuentre mejor para poder ir porque al médico se va cuando uno se encuentra bien.
Y – Vaya teoría. Esa es una teoría muy tuya pero no sé si muy exacta.
L- Sí, sí, yo no puedo ir si me encuentro mal así que tendré esperar a encontrarme mejor.
Y – Yo te puedo llevar cuando lo necesites. Vengo con el coche a por ti en cuanto me llames.
L – No, no, tú no, que tú no puedes conmigo.
Y – Pero no hay que llevarte en brazos, digo yo.
L – Sí, sí, recuerda cuando me quisiste ayudar a levantarme y nos caímos las dos para atrás y acabamos por los suelos. Si me tengo que apoyar en ti tú te caes y nos caemos las dos. No, no. Yo tengo a mi gente que me puede llevar. El taxista y el hombre que me cuida por las noches. Felizmente ahora tengo servicio.
Y – En qué momento más bueno heredaste, cuando más lo necesitas. Cómo se nota ahora la casa caliente. Qué gusto te dará con el frío que has pasado tantos años. Ahora estarás en la gloria. Se me olvida que ahora tu casa está caliente y me sigo abrigando el doble para venir a verte. Ahora mismo me estoy achicharrando porque he venido forrada. Cuéntame cómo lo tienes organizado con ‘tu servicio’.
L – Viene Lorena todas las mañanas. Me lava o me ducha, según el día, me viste, me prepara el desayuno, hace la compra al camión ese que viene porque yo no puedo estar de pie tanto rato, y me deja la comida hecha. Dos días por la tarde viene la asistenta social y plancha y se ocupa de llevar el control de las medicinas, de comprarlas y de que me las tome. Y a las doce de la noche viene mi apuesto hombre a lavarme y untarme de cremas por todo el cuerpo. Lo hace estupendamente, y sin intenciones ¡eh!. Me pone el camisón y me deja acostada.
Y - Pero qué placer ¿no? A mí también me gustaría que un hombre apuesto me untara todo el cuerpo de cremas.
L – Bueno, apuesto, apuesto…, no, no es un adonis. Me gustaría que lo fuera pero realmente es muy feo, aunque me voy acostumbrando. Va muy limpio y huele muy bien. Me gustaría que viniera más tiempo pero no puede, trabaja y sólo puede venir a esa hora de la noche, justo para acostarme. También viene los fines de semana por las mañanas a vestirme porque no viene Lorena, pero tampoco se puede quedar todo el día porque tiene que ocuparse de su casa y sus animales. Es que sabes, yo ya no llego al cuarto de baño. He puesto asientos con orinal en varios sitios de la casa para poder llegar, como al lado de la cama, pero aun así casi nunca llego.
Yo necesitaría a alguien que viviera aquí conmigo porque por la noche a veces me entra el miedo, no de que entre alguien sino de que me encuentre en mal estando sola. Necesitaría a alguien todo el día y que durmiera. Estoy tratando de encontrar a alguien pero no es fácil.
Yo - Sí, es difícil. Tus amigas rusas ¿no vienen a estar contigo cómo antes?
L – No porque dicen que ya no les intereso. Que no les gusta mi sistema de vida.
Y – ¡Ah! Y ¿cuál es tu sistema de vida?
L – Pues estar en el sillón y esperar que alguien me venga a ver. Ya no tengo vista para leer. Me paso todo el día oyendo noticias en la tablet que me ha enseñado a utilizar Antonio. Pero no entiendo muy bien a los locutores, hablan muy deprisa y me cuesta entenderles, pero es lo único que me queda para entretenerme.
Y – Pero cómo, ¿no ves películas, con todo lo que te gustan? Tantas que veías antes, que te pasabas el día viendo películas.
L – No, sólo me interesan documentales y noticias, porque como me voy durmiendo a cada rato y las noticias son cortas, y además se repiten todo el rato, me va bien, porque si me duermo no importa. Ya no tengo paciencia para ver una película, es demasiado larga. Oigo las noticias. Por cierto qué bien que ya se ha acaba la guerra, que el chulo, el cómico grosero ese, se retira.
Y – Con eso de ‘chulo grosero’ ¿te refieres al presidente Zelenski?
L - Sí claro, el cómico putero que va con muchas mujeres. Un don nadie ordinario, inculto, soez y vulgar. ¿Qué hace un cómico de presidente? Nada que ver con Putin que es una persona inteligente y con mucha experiencia de poder.
Y – Pero Zelenski no es nada de eso, es un tío que lo está haciendo muy bien. Además ¿de dónde has sacado esa noticia? La guerra no ha terminado.
L - Sí, sí ha terminado, que lo he oído yo por la radio. ¡Claro que lo he oído! ayer por la noche. Que se retira Zelenski porque los europeos y Estados Unidos han decidido que ya no le dan más armas porque no tienen más, que le han mandado todas las que tenían y se han quedado sin armas para defenderse, así que ya no le mandan, y como no tiene armas se retira y cede a los rusos lo que ellos quieren.
Y - Pero eso no es cierto. Yo también oigo las noticias y no he oído eso en ningún momento.
L - Sí, sí, sí, yo lo oigo todo el rato y eso es lo que dicen las noticias. Es que tú no las oyes tanto como yo.
Y - Vale, será así. Lidia me tengo que ir ya, se me está haciendo tarde.
L – ¿No te quedas a tomar un caldito conmigo?
Y – Hoy no puedo, lo siento. Otro día vengo a tomar el caldito contigo. ¿Cuánto tiempo queda para que llegue ‘tu hombre’? ¿dos horas? Si quieres que te haga algo dime porque si no me marcho.
L - No gracias. Ya espero a que venga mi ‘apuesto hombre’.
Y – Por cierto, para tu cumpleaños tendremos que hacer algo, que ya se va acercando. ¿Cuantos años cumples 82 o 83 o ya 84?
L – Sí, sí, ya celebraremos. Cumplo 83.
Salgo de su casa afectada, como siempre. Con lo activa que era, con la cantidad de fantásticos hechos con los que hemos llenado nuestros últimos veinte años, con lo que leía, con lo que le gustaban las películas… Qué puñetero es el deterioro, qué infeliz la vejez.
La vejez es un naufragio escribió Chateaubriand. Pero hay visiones algo más optimistas de la vejez, como la del filósofo Pániker que considera a la vejez como un allegro ma non tanto. Me gustaría quedarme con la de Pániker, aunque en este caso se ajusta más la de Chateaubriand.
O témpora o mores
![[Img #63065]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/3904_4-lidia-en-su-casa-297-copia.jpg)
Fui a ver a mi amiga Lidia a las siete de la tarde. Le he comprado una empanada de carne que sé que le gustan.
Llevo dos días llamándola y no me coge el teléfono, es raro porque me suele contestar la llamada, así que decido ir a verla. Hace ya mucho tiempo que no sale de casa porque apenas puede moverse por lo que se ha abandonado al sillón todo. No estoy muy asustada , sólo pienso que no lo coge porque no lo oye o porque lo oye y no puede responder porque sus dedos llenos de callosidades de la gota no le dejan hacerlo. También puede que haya ido al médico con su taxista particular. Lo intento por si acaso.
Efectivamente está en casa. Según me voy acercando desde la carretera veo luz en las ventanas del Kremlin (así llama Lidia a su despacho haciendo honor a su origen y a su admirado Putin). Me da alegría y tranquilidad confirmar que está. El portalón que da paso al zaguán, y al patio, lo tiene abierto así que entro sin llamar.
Avanzo por la casa diciendo su nombre en alto para que sepa que soy yo que voy entrando. No la encuentro en su sillón del saloncito donde suele estar a estas horas. Me sorprende. Subo las escaleras y la encuentro sentada en un sillón nuevo, en un sitio nuevo, al lado del ascensor que tiene para poder subir y bajar de sus aposentos y Kremlin a la planta baja donde tiene la zona de más uso: el salón, comedor y cocina. Escaleras para ella imposibles de usar. Me sorprende el verla allí sentada porque Lidia es una persona de costumbres domésticas (y no domésticas) muy firmes, pocos cambios le gustan.
El caso es que ha comprado un sillón de esos mecánicos que se estiran y se levantan por partes lo ha instalado en la pequeña galería que da el sol buena parte del día. Ese mecanismo le viene muy bien para su volumen, su peso y sus piernas. No sé cuánto pesará pero muchísimo y sus piernas aunque adecuadas a su volumen en tamaño a duras penas la sostienen, y todavía menos pueden hacer el esfuerzo de levantar el peso de Lidia del apoltronamiento del sillón. O tiene a alguien que le ayude en ese impulso o no hay manera de que se pueda levantar. Y como la ayuda que tiene en casa tiene un horario no muy extenso pues ella sola ni modo. Así que me enseña encantada el sillón de nueva adquisición y el resorte que tiene para levantarla del asiento y catapultarla hacia adelante para que pueda ponerse en pie sin gran esfuerzo por su parte.
Encuentro a mi amiga escuchando noticias en una tablet. Organización tecnológica básica de un amigo joven.
Me dice que sonaba el teléfono en la tablet pero que no sabe cómo funciona para atender la llamada. “Menos mal que has venido “, me dice, “No entiendo esto y me pone muy nerviosa. A veces pienso tirarlo por la ventana como hacía mi padre”.
“Mi padre tiró tres o cuatro aparatos de radio por la ventana”. Me cuenta. “Cuando vivíamos en la península de Kamchatka y luego en la isla de Sajalín, en el mar del Japón, mi padre todos los días trataba de conectar con la Voz de América en la radio. Algunas veces conseguía oír algo pero normalmente las emisoras locales emitían ruidos para que no se pudiera captar las ondas de la emisora americana. La censura de cualquier cosa del exterior era implacable. Mi padre cuando llegaba borracho a casa y se ponía a buscar en el dial de la radio La Voz de América y no lo conseguía se ponía furioso y tiraba la radio por la ventana. Mi padre era una persona muy infeliz. Toda su vida fue infeliz. Yo creo que una persona tan infeliz no debería engendrar hijos porque les amarga la vida”.
Yo- Pero tenía razones para ser infeliz si Stalin le metió en la cárcel por trotskista a los 17 años, y además le expulsó de Moscú donde vivía con su familia y le prohibió vivir en las grandes ciudades e ir a la Universidad. Si fue apartado de todo lo que le interesaba, y nunca pudo estudiar, es normal que estuviera amargado.
Lidia – Sí pero no. Él era así por naturaleza, un hombre muy infeliz, por eso se emborrachaba con mucha frecuencia. Mi hermana, que era una persona muy buena le perdonaba pero yo no le he perdonado nunca. Ahora no le perdono.
Y- Bueno, ¿cómo te encuentras?
L- Me estoy pudriendo. Sí, sí, de verdad, me estoy pudriendo. Me salen muchas llagas en el cuerpo, en todas las zonas con dobleces, y tengo muchos dobleces: debajo del pecho, en las axilas, en la ingle, en los muslos… y me duelen, me duelen mucho. Además no me encuentro nada bien, me duele el bajo vientre y es un dolor que no me gusta, puede ser grave.
Y – ¡Pero tendrás que ir al médico!
L – Sí, pero voy a esperar a la semana que viene que me encuentre mejor para poder ir porque al médico se va cuando uno se encuentra bien.
Y – Vaya teoría. Esa es una teoría muy tuya pero no sé si muy exacta.
L- Sí, sí, yo no puedo ir si me encuentro mal así que tendré esperar a encontrarme mejor.
Y – Yo te puedo llevar cuando lo necesites. Vengo con el coche a por ti en cuanto me llames.
L – No, no, tú no, que tú no puedes conmigo.
Y – Pero no hay que llevarte en brazos, digo yo.
L – Sí, sí, recuerda cuando me quisiste ayudar a levantarme y nos caímos las dos para atrás y acabamos por los suelos. Si me tengo que apoyar en ti tú te caes y nos caemos las dos. No, no. Yo tengo a mi gente que me puede llevar. El taxista y el hombre que me cuida por las noches. Felizmente ahora tengo servicio.
Y – En qué momento más bueno heredaste, cuando más lo necesitas. Cómo se nota ahora la casa caliente. Qué gusto te dará con el frío que has pasado tantos años. Ahora estarás en la gloria. Se me olvida que ahora tu casa está caliente y me sigo abrigando el doble para venir a verte. Ahora mismo me estoy achicharrando porque he venido forrada. Cuéntame cómo lo tienes organizado con ‘tu servicio’.
L – Viene Lorena todas las mañanas. Me lava o me ducha, según el día, me viste, me prepara el desayuno, hace la compra al camión ese que viene porque yo no puedo estar de pie tanto rato, y me deja la comida hecha. Dos días por la tarde viene la asistenta social y plancha y se ocupa de llevar el control de las medicinas, de comprarlas y de que me las tome. Y a las doce de la noche viene mi apuesto hombre a lavarme y untarme de cremas por todo el cuerpo. Lo hace estupendamente, y sin intenciones ¡eh!. Me pone el camisón y me deja acostada.
Y - Pero qué placer ¿no? A mí también me gustaría que un hombre apuesto me untara todo el cuerpo de cremas.
L – Bueno, apuesto, apuesto…, no, no es un adonis. Me gustaría que lo fuera pero realmente es muy feo, aunque me voy acostumbrando. Va muy limpio y huele muy bien. Me gustaría que viniera más tiempo pero no puede, trabaja y sólo puede venir a esa hora de la noche, justo para acostarme. También viene los fines de semana por las mañanas a vestirme porque no viene Lorena, pero tampoco se puede quedar todo el día porque tiene que ocuparse de su casa y sus animales. Es que sabes, yo ya no llego al cuarto de baño. He puesto asientos con orinal en varios sitios de la casa para poder llegar, como al lado de la cama, pero aun así casi nunca llego.
Yo necesitaría a alguien que viviera aquí conmigo porque por la noche a veces me entra el miedo, no de que entre alguien sino de que me encuentre en mal estando sola. Necesitaría a alguien todo el día y que durmiera. Estoy tratando de encontrar a alguien pero no es fácil.
Yo - Sí, es difícil. Tus amigas rusas ¿no vienen a estar contigo cómo antes?
L – No porque dicen que ya no les intereso. Que no les gusta mi sistema de vida.
Y – ¡Ah! Y ¿cuál es tu sistema de vida?
L – Pues estar en el sillón y esperar que alguien me venga a ver. Ya no tengo vista para leer. Me paso todo el día oyendo noticias en la tablet que me ha enseñado a utilizar Antonio. Pero no entiendo muy bien a los locutores, hablan muy deprisa y me cuesta entenderles, pero es lo único que me queda para entretenerme.
Y – Pero cómo, ¿no ves películas, con todo lo que te gustan? Tantas que veías antes, que te pasabas el día viendo películas.
L – No, sólo me interesan documentales y noticias, porque como me voy durmiendo a cada rato y las noticias son cortas, y además se repiten todo el rato, me va bien, porque si me duermo no importa. Ya no tengo paciencia para ver una película, es demasiado larga. Oigo las noticias. Por cierto qué bien que ya se ha acaba la guerra, que el chulo, el cómico grosero ese, se retira.
Y – Con eso de ‘chulo grosero’ ¿te refieres al presidente Zelenski?
L - Sí claro, el cómico putero que va con muchas mujeres. Un don nadie ordinario, inculto, soez y vulgar. ¿Qué hace un cómico de presidente? Nada que ver con Putin que es una persona inteligente y con mucha experiencia de poder.
Y – Pero Zelenski no es nada de eso, es un tío que lo está haciendo muy bien. Además ¿de dónde has sacado esa noticia? La guerra no ha terminado.
L - Sí, sí ha terminado, que lo he oído yo por la radio. ¡Claro que lo he oído! ayer por la noche. Que se retira Zelenski porque los europeos y Estados Unidos han decidido que ya no le dan más armas porque no tienen más, que le han mandado todas las que tenían y se han quedado sin armas para defenderse, así que ya no le mandan, y como no tiene armas se retira y cede a los rusos lo que ellos quieren.
Y - Pero eso no es cierto. Yo también oigo las noticias y no he oído eso en ningún momento.
L - Sí, sí, sí, yo lo oigo todo el rato y eso es lo que dicen las noticias. Es que tú no las oyes tanto como yo.
Y - Vale, será así. Lidia me tengo que ir ya, se me está haciendo tarde.
L – ¿No te quedas a tomar un caldito conmigo?
Y – Hoy no puedo, lo siento. Otro día vengo a tomar el caldito contigo. ¿Cuánto tiempo queda para que llegue ‘tu hombre’? ¿dos horas? Si quieres que te haga algo dime porque si no me marcho.
L - No gracias. Ya espero a que venga mi ‘apuesto hombre’.
Y – Por cierto, para tu cumpleaños tendremos que hacer algo, que ya se va acercando. ¿Cuantos años cumples 82 o 83 o ya 84?
L – Sí, sí, ya celebraremos. Cumplo 83.
Salgo de su casa afectada, como siempre. Con lo activa que era, con la cantidad de fantásticos hechos con los que hemos llenado nuestros últimos veinte años, con lo que leía, con lo que le gustaban las películas… Qué puñetero es el deterioro, qué infeliz la vejez.
La vejez es un naufragio escribió Chateaubriand. Pero hay visiones algo más optimistas de la vejez, como la del filósofo Pániker que considera a la vejez como un allegro ma non tanto. Me gustaría quedarme con la de Pániker, aunque en este caso se ajusta más la de Chateaubriand.
O témpora o mores






