En la cuerda floja
![[Img #63177]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/5274_p4-az-dsc_0039-2-copia.jpg)
Fue el filósofo existencialista Heidegger el que dijo que el ser humano está arrojado al mundo y, más que ser algo, es pura posibilidad. Lo que no sé si dijo es que ese mundo al que fue arrojado el Ser es una cuerda floja tan cautivadora y sorprendente como dura e intemperante de recorrer.
El arte del funambulismo es la vida paso a paso poniendo a prueba nuestra maestría como equilibristas. Exige concentración y si logramos alcanzar grandes alturas nos enfrenta con el vértigo, pues subir causa terror y caer más.
Detrás de la magia del funambulismo se esconde una realidad dura y exigente. Es un desafío físico y mental que precisa tener una increíble fuerza física y resistencia para sostenerse en la cuerda durante largos períodos de tiempo. Para no caer al vacío necesita una gran concentración y enfoque mental para bloquear todo el ruido y las distracciones del mundo exterior.
La vida, por su parte, también tiene su lado oscuro. En primer lugar, la vida es un lapso solitario en la medida en que la línea que recorremos nadie más la puede andar por nosotros. Podemos cargar sobre nuestros hombros o ser la carga, pero el pacto honrado con la soledad del que hablaba García Márquez será el único capaz de afinar nuestras habilidades. El riesgo es una fuente de constante estrés. Un paso en falso, el constante escrutinio del público y los propios desafíos personales requieren una buena dosis de valentía y determinación. Y, a pesar de todo, encontrar el sentido del propósito. La constante sensación de estar en el aire, equilibrando el cuerpo y mente en esa línea fina, es algo que no se puede describir con palabras.
El funambulismo es la metáfora de la vida. Todos estamos en una cuerda floja, tratando de equilibrar las diferentes áreas de nuestras vidas. Sugiere la importancia de concentrarnos en el momento presente y tener en cuenta los riesgos y los retos que enfrentamos cada día.
En 1859, El Gran Blondin, tuvo la osadía de cruzar las cataratas del Niágara sobre un cable de acero de 335 metros de largo a cincuenta metros de altura. Y no lo hizo una sola vez, sino que repitió en más ocasiones y siempre añadiendo una nueva dificultad: con zancos, empujando una carretilla, guisando una tortilla o cargando con un hombre sobre sus espaldas.Quince años después de que Blondin lo lograra, la italiana María Spelterini repitió la hazaña con solo veintiún años. Y no contenta con traspasar las cataratas desde el lado norteamericano hasta el canadiense, agregó variaciones para complicar el paseo. Primero lo hizo con un cubo en cada pie; luego, con grilletes en las manos y los pies. Superar dificultades como esas le valió ser conocida como la Heroína del Niágara.
La incertidumbre, la pasión por nuestra forma de entender la belleza, la libertad, la responsabilidad individual, la toma de decisiones y el constante cambio forman nuestra propia cuerda floja. Cada paso cuenta y no hay forma de volver atrás.
En la cuerda floja, el miedo es nuestro peor enemigo. Conviene aprender a controlarlo y convertirlo en una fuerza positiva que nos impulse hacia adelante. Las dificultades vendrán siempre sin preaviso, no las elegiremos como las eligen los funambulistas. El viento de cada punto cardinal nos zarandeará y estaremos muchas veces a punto de caer. El miedo es mayor cuando la cuerda parece terminar porque no hay otras cuerdas, no podemos probar a repetir la experiencia, no hay ensayo previo ni segunda oportunidad. Si enfermamos, si nos derrotan, si fracasamos la cuerda se estrecha, la caída se aproxima.
Cuando era niña jugaba con mi hermana a imaginar que éramos trapecistas de un circo. Entonces aún no sabía que lo más reseñable de mi vida residiría en mi madera de equilibrista. Y, sin embargo, no he sido otra cosa. Y, sin embargo, repito, soy como todos volatinera y también títere cuyo destino está sujeto, en parte, vete a saber por qué hilos.
Puro existencialismo de un mundo que debe lidiar con la realidad de la muerte y la nada, y yo en él con mi incertidumbre y fragilidad aceptando el trance de la caída como parte del número final para vivir con verdadera plenitud. Ya que como dijo el propio Heidegger todo lo grande lo encontramos en medio de la tempestad.
Fue el filósofo existencialista Heidegger el que dijo que el ser humano está arrojado al mundo y, más que ser algo, es pura posibilidad. Lo que no sé si dijo es que ese mundo al que fue arrojado el Ser es una cuerda floja tan cautivadora y sorprendente como dura e intemperante de recorrer.
El arte del funambulismo es la vida paso a paso poniendo a prueba nuestra maestría como equilibristas. Exige concentración y si logramos alcanzar grandes alturas nos enfrenta con el vértigo, pues subir causa terror y caer más.
Detrás de la magia del funambulismo se esconde una realidad dura y exigente. Es un desafío físico y mental que precisa tener una increíble fuerza física y resistencia para sostenerse en la cuerda durante largos períodos de tiempo. Para no caer al vacío necesita una gran concentración y enfoque mental para bloquear todo el ruido y las distracciones del mundo exterior.
La vida, por su parte, también tiene su lado oscuro. En primer lugar, la vida es un lapso solitario en la medida en que la línea que recorremos nadie más la puede andar por nosotros. Podemos cargar sobre nuestros hombros o ser la carga, pero el pacto honrado con la soledad del que hablaba García Márquez será el único capaz de afinar nuestras habilidades. El riesgo es una fuente de constante estrés. Un paso en falso, el constante escrutinio del público y los propios desafíos personales requieren una buena dosis de valentía y determinación. Y, a pesar de todo, encontrar el sentido del propósito. La constante sensación de estar en el aire, equilibrando el cuerpo y mente en esa línea fina, es algo que no se puede describir con palabras.
El funambulismo es la metáfora de la vida. Todos estamos en una cuerda floja, tratando de equilibrar las diferentes áreas de nuestras vidas. Sugiere la importancia de concentrarnos en el momento presente y tener en cuenta los riesgos y los retos que enfrentamos cada día.
En 1859, El Gran Blondin, tuvo la osadía de cruzar las cataratas del Niágara sobre un cable de acero de 335 metros de largo a cincuenta metros de altura. Y no lo hizo una sola vez, sino que repitió en más ocasiones y siempre añadiendo una nueva dificultad: con zancos, empujando una carretilla, guisando una tortilla o cargando con un hombre sobre sus espaldas.Quince años después de que Blondin lo lograra, la italiana María Spelterini repitió la hazaña con solo veintiún años. Y no contenta con traspasar las cataratas desde el lado norteamericano hasta el canadiense, agregó variaciones para complicar el paseo. Primero lo hizo con un cubo en cada pie; luego, con grilletes en las manos y los pies. Superar dificultades como esas le valió ser conocida como la Heroína del Niágara.
La incertidumbre, la pasión por nuestra forma de entender la belleza, la libertad, la responsabilidad individual, la toma de decisiones y el constante cambio forman nuestra propia cuerda floja. Cada paso cuenta y no hay forma de volver atrás.
En la cuerda floja, el miedo es nuestro peor enemigo. Conviene aprender a controlarlo y convertirlo en una fuerza positiva que nos impulse hacia adelante. Las dificultades vendrán siempre sin preaviso, no las elegiremos como las eligen los funambulistas. El viento de cada punto cardinal nos zarandeará y estaremos muchas veces a punto de caer. El miedo es mayor cuando la cuerda parece terminar porque no hay otras cuerdas, no podemos probar a repetir la experiencia, no hay ensayo previo ni segunda oportunidad. Si enfermamos, si nos derrotan, si fracasamos la cuerda se estrecha, la caída se aproxima.
Cuando era niña jugaba con mi hermana a imaginar que éramos trapecistas de un circo. Entonces aún no sabía que lo más reseñable de mi vida residiría en mi madera de equilibrista. Y, sin embargo, no he sido otra cosa. Y, sin embargo, repito, soy como todos volatinera y también títere cuyo destino está sujeto, en parte, vete a saber por qué hilos.
Puro existencialismo de un mundo que debe lidiar con la realidad de la muerte y la nada, y yo en él con mi incertidumbre y fragilidad aceptando el trance de la caída como parte del número final para vivir con verdadera plenitud. Ya que como dijo el propio Heidegger todo lo grande lo encontramos en medio de la tempestad.