El manantial del color
![[Img #63271]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/4179_4-nuria-viuda-copia.jpg)
Ha regresado el trompetista a su banco del parque. Con sigilo, como quien abre una puerta después de la tormenta. Pétalos de estrella y polen lo reciben como si jamás se hubiese ido del escenario idóneo. El trompetista es calmado, paciente, y luce barba larga como los patriarcas.Ameniza el paseo de los que caminan entre bancos y hiedra. Su presencia suscita una emoción imborrable en quienes lo escuchan, y a veces sonríe antes de posar sus frágiles labios sobre la boquilla. La primavera, que asalta con su esplendoroso manto todos los parterres, parece aclamar cada nota con una nueva flor, un nuevo color dramático que es imposible de obtener en la paleta del pintor. Porque los colores que estallan por doquier en primavera son así, siempre dramáticos y sorpresivos, intensos y cegadores como un poema de Rubén Darío:
¡Aleluya!
Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
Corolas frescas y frescos
ramos, ¡ Alegría!
Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos ,
dulzura. ¡Alegría!
El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena
y el de esa negra, ¡Alegría!
Y el vientre de esa pequeña
De quince años, y sus brazos
armoniosos, ¡Alegría!
Y el aliento de la selva virgen
Y el de las vírgenes hembras,
Y las dulces rimas de la Aurora,
¡Alegría, Alegría Alegría!
El trompetista lo sabe y lo alimenta. No deja de acudir cada mañana a su cita del parque. Sabe que es esperado por el rumor del agua en el estanque, por los patos que nadan sumergiendo su pico, por las gatas que paren su nueva prole escondidas entre rocas y arbustos. Por los pavos reales, más reales que nunca, con las aristocráticas colas desplegadas anhelando un romance. Así, el trompetista también se transforma en el más seductor y deseado de los hombres; con la mirada entornada y reflexiva. Profunda y despoblada.
Primavera en el parque. La verdad absoluta del tiempo y de la vida estalla en la retina. El amor como causa y estruendo. Como liberación del hombre que se cuela por los intrincados laberintos del mundo buscando una respuesta, y la respuesta no es otra que el manantial del color brotando en el abismo.
Ha regresado el trompetista a su banco del parque. Con sigilo, como quien abre una puerta después de la tormenta. Pétalos de estrella y polen lo reciben como si jamás se hubiese ido del escenario idóneo. El trompetista es calmado, paciente, y luce barba larga como los patriarcas.Ameniza el paseo de los que caminan entre bancos y hiedra. Su presencia suscita una emoción imborrable en quienes lo escuchan, y a veces sonríe antes de posar sus frágiles labios sobre la boquilla. La primavera, que asalta con su esplendoroso manto todos los parterres, parece aclamar cada nota con una nueva flor, un nuevo color dramático que es imposible de obtener en la paleta del pintor. Porque los colores que estallan por doquier en primavera son así, siempre dramáticos y sorpresivos, intensos y cegadores como un poema de Rubén Darío:
¡Aleluya!
Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
Corolas frescas y frescos
ramos, ¡ Alegría!
Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos ,
dulzura. ¡Alegría!
El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena
y el de esa negra, ¡Alegría!
Y el vientre de esa pequeña
De quince años, y sus brazos
armoniosos, ¡Alegría!
Y el aliento de la selva virgen
Y el de las vírgenes hembras,
Y las dulces rimas de la Aurora,
¡Alegría, Alegría Alegría!
El trompetista lo sabe y lo alimenta. No deja de acudir cada mañana a su cita del parque. Sabe que es esperado por el rumor del agua en el estanque, por los patos que nadan sumergiendo su pico, por las gatas que paren su nueva prole escondidas entre rocas y arbustos. Por los pavos reales, más reales que nunca, con las aristocráticas colas desplegadas anhelando un romance. Así, el trompetista también se transforma en el más seductor y deseado de los hombres; con la mirada entornada y reflexiva. Profunda y despoblada.
Primavera en el parque. La verdad absoluta del tiempo y de la vida estalla en la retina. El amor como causa y estruendo. Como liberación del hombre que se cuela por los intrincados laberintos del mundo buscando una respuesta, y la respuesta no es otra que el manantial del color brotando en el abismo.