Esta primavera
![[Img #63381]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2023/4815_1-barrizo-escanear0034-copia.jpg)
“Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos”
(Antonio Machado)
Ayer fuimos a casa. ¡Qué hermoso estaba todo! Encontramos los cerezos cuajados de flores blancas; como nevados. Bajo el cerezo de la esquina, había algunos lirios florecidos; eran morados, aunque yo prefiero los amarillos, que me parecen hechos de luz, y los veo más alegres. A lo largo de la acera, en el jardín, habían salido tres tulipanes; rojos los tres. Las dalias ya tenían los botones hinchados; uno de estos días, estallarán. También había pensamientos y narcisos. Pero tú no estabas.
Entramos en casa. Vimos el patio sembrado de pétalos blancos; los había traído –no sé cómo– el viento. La parra grande, la de las uvas negras, ya tenía algunas hojas nuevas. La otra aún permanecía desnuda; si bien, sus yemas iban crecidas, y no tardarán mucho en desplegarse, en ser pámpanos. Destapé el pozo y apenas tenía agua. Sin duda, ya se necesita que llueva. El sol de la tarde pegaba en la escalera del corredor y casi llegaba hasta el fondo del portal. La verdad es que daba gusto estar allí. Pero tú no estabas.
Salimos a la huerta. En la parra, que yo puse hace tres años porque tú te empeñaste, me pareció ver muchos más brotes que el año pasado. Las otras dos parras van más retrasadas. El grosellero, que parecía que se había secado, estaba brotado y lo vi con fuerza. En cambio, el níspero va a menos, y lo he regado otra vez para ver si tira. Con todo, no sé si sacaremos algo de él. En estos cerezos tampoco cabe una flor más. Al grande este año ya no le podremos poner la red. No hay rosas en el rosal, aún no estamos en el tiempo. En los melocotoneros apenas quedaban ya flores. Sin embargo, los manzanos –los manzanales, como tú les llamabas– estaban todavía comenzando a florecer y parecía que iban a echar bastante flor. ¡El manzano de reineta, tenías que verlo! Estaba mejor que nunca. Si no lo arruina una helada, este año nos dará mucho. Los frambuesos, no sé por qué, no acaban de agarrar, y eso que son zarzas, como decíamos tú y yo siempre. ¿No te acuerdas? El ciruelo, lo poco que le queda, también estaba muy florecido. Algunas ramas de la higuera se han secado y tendría que cortarlas. El avellano iba bien. Pero tú no estabas.
Ya había lilas. Las olí, y su aroma, intenso, penetrante, me transporto a… a aquellos años, tan felices. El próximo día cortaremos unas ramas y haremos un ramo. Después, te lo llevaremos. Al final de la tarde, cuando ya comenzaba a refrescar, cerramos la puerta y nos fuimos. Antes de meterme en el coche, miré la casa, y me pareció un barco a la deriva, naufragando, a punto de quedarse varado en la arena de una playa. Y todo porque tú ya no estabas. No estabas.
“Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos”
(Antonio Machado)
Ayer fuimos a casa. ¡Qué hermoso estaba todo! Encontramos los cerezos cuajados de flores blancas; como nevados. Bajo el cerezo de la esquina, había algunos lirios florecidos; eran morados, aunque yo prefiero los amarillos, que me parecen hechos de luz, y los veo más alegres. A lo largo de la acera, en el jardín, habían salido tres tulipanes; rojos los tres. Las dalias ya tenían los botones hinchados; uno de estos días, estallarán. También había pensamientos y narcisos. Pero tú no estabas.
Entramos en casa. Vimos el patio sembrado de pétalos blancos; los había traído –no sé cómo– el viento. La parra grande, la de las uvas negras, ya tenía algunas hojas nuevas. La otra aún permanecía desnuda; si bien, sus yemas iban crecidas, y no tardarán mucho en desplegarse, en ser pámpanos. Destapé el pozo y apenas tenía agua. Sin duda, ya se necesita que llueva. El sol de la tarde pegaba en la escalera del corredor y casi llegaba hasta el fondo del portal. La verdad es que daba gusto estar allí. Pero tú no estabas.
Salimos a la huerta. En la parra, que yo puse hace tres años porque tú te empeñaste, me pareció ver muchos más brotes que el año pasado. Las otras dos parras van más retrasadas. El grosellero, que parecía que se había secado, estaba brotado y lo vi con fuerza. En cambio, el níspero va a menos, y lo he regado otra vez para ver si tira. Con todo, no sé si sacaremos algo de él. En estos cerezos tampoco cabe una flor más. Al grande este año ya no le podremos poner la red. No hay rosas en el rosal, aún no estamos en el tiempo. En los melocotoneros apenas quedaban ya flores. Sin embargo, los manzanos –los manzanales, como tú les llamabas– estaban todavía comenzando a florecer y parecía que iban a echar bastante flor. ¡El manzano de reineta, tenías que verlo! Estaba mejor que nunca. Si no lo arruina una helada, este año nos dará mucho. Los frambuesos, no sé por qué, no acaban de agarrar, y eso que son zarzas, como decíamos tú y yo siempre. ¿No te acuerdas? El ciruelo, lo poco que le queda, también estaba muy florecido. Algunas ramas de la higuera se han secado y tendría que cortarlas. El avellano iba bien. Pero tú no estabas.
Ya había lilas. Las olí, y su aroma, intenso, penetrante, me transporto a… a aquellos años, tan felices. El próximo día cortaremos unas ramas y haremos un ramo. Después, te lo llevaremos. Al final de la tarde, cuando ya comenzaba a refrescar, cerramos la puerta y nos fuimos. Antes de meterme en el coche, miré la casa, y me pareció un barco a la deriva, naufragando, a punto de quedarse varado en la arena de una playa. Y todo porque tú ya no estabas. No estabas.