Javier Gutiérrez (Saberius)
Sábado, 13 de Mayo de 2023

Fernando Franco. A propósito de 'La Consagración de la Primavera'

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El laconismo y hieratismo de los personajes que aparecen en sus películas se transfiere a la personalidad del realizador. Conciso, escueto en sus respuestas, directo y de una honestidad abrumadora, Fernando Franco detalla los entresijos de su última película casi como una prolongación de su anterior puesta de largo en San Sebastián con ‘La herida’.

  

‘La consagración de la primavera’, al igual que la pintura renacentista, aunque más próxima a un Tintoretto que a un Boticcelli, nos muestra, casi al más puro estilo del ‘cinema verité’ inspirador de parte de las propuestas de la ‘nouvelle vague’, bajo las directrices del ‘cine-ojo’ de Zdiga Vertov, un fresco sobre la complejidad de las relaciones de los estudiantes universitarios iniciados en su mayoría de edad, que arrastran las mismas dudas, idéntica personalidad contradictoria y a un tiempo de una coherencia lacerante, desde las dificultades para la comunicación y la expresión de los sentimientos amorosos hasta su facilidad para adentrarse en el espacio del otro, incluso en terrenos hasta el momento casi vedados para el conocimiento según las propias experiencias y el entorno social… Es precisamente en este territorio donde Fernando Franco mejor se mueve, en la recreación de esa burbuja de relación amorosa casi secreta en la que los dos jóvenes, ella estudiante de químicas y él aquejado de parálisis cerebral, inician sus primeros escarceos de una forma tan evidente como la satisfacción de la necesidad sexual, para internarse en su mutuo conocimiento…

 

 

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El realizador otorga, de nuevo, una confianza absoluta en el dúo actoral prácticamente debutante en el mundo de la interpretación, pero dotado de una intuición y espontaneidad fuera de lo común para lograr un díptico capaz de integrarse en un sólo ser afectivo, a pesar de su inicial distancia no sólo física, sino en apariencia igualmente emocional, y explorar mediante sus propios sentimientos, ese difícil retrato sociológico y generacional.

   

El propio Fernando Franco nos explicaba cómo era necesario lograr el clímax adecuado para que los personajes pudieran interactuar con completa naturalidad y soltura, permitiendo así que afloraran los recursos más recónditos de la interpretación. Cualquier pequeño error, un devaneo impropio, podían arruinar irremediablemente la secuencia, ya que la distancia entre la naturalidad y el exceso se hallaban en esta propuesta mucho más cercanas que lo que el espectador pudiera imaginar…

  

Lograr, por tanto, el estado de gracia actoral de una forma constante, era un reto agudizado por la extensión de sus planos secuencia, por la escasez de tomas montadas al corte, por la prolongación en el tiempo de sus planos y la altura emocional que requería cada momento…

 

 

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De nuevo un personaje femenino central cuya existencia en cierta forma condicionada y coartada (una joven universitaria que debe transigir con permanecer en un estricto Colegio Mayor para corresponder con el coste de su carrera sufragado por la propia familia) que acaba conociendo el amor en la figura de un joven igualmente limitado físicamente y en sus recursos expresivos y comunicativos, capaces de conectar más allá de las propias palabras, mediante la mirada, el gesto, el abrazo, el placer, la sensualidad…     

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