Esteban Carro Celada
Domingo, 21 de Mayo de 2023

Asturica o las chicas del 19 (XVI)

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La relatividad del tiempo

 

Quizá en este detalle del tiempo y de su relatividad esté el quid de la novela. No podemos contrastarlo, porque, como digo, se interrumpe con la desaparición de ‘Asturica’. La última parte de la novela, en lo que a su publicación se refiere nos introduce un personaje femenino: el de la baronesa Solange d'Armirgny. Hizo esperar a René d'Offroy ante la luna triple de su espejo Psiquis. Se coloca su sombrero "como pareja de palomos", se toca con un kimono "nacarado, sembrado de mariposas carmesíes". Tenía un valentísimo cuerpo de amazona, con "las líneas rebosantes y audaces". El novelista astorgano ve a la baronesa, a través de Offroy en "la sinfonía del gusto, del talle, de las caderas, de las piernas, cuyo todo se erguía trémulo como un reto de pasión". d’Offroy la veía rubia en la cabellera, "con pálido rubio de ardor del vino de la galaxia y de la risa". En su tez estaba "el fuego de los trigales maduros". Y en los ojos irrecordables veía "dos lagos de sombra ambigua y fosforescente", resplandecedores como praderas, cuando se arrellana sobre el diván.

 

De la página 32, la última publicada de este relato de pasión y misterio, Extraigo la descripción del novelista astorgano, al ver a través de d’ Offroy "la contemplación de aquellos trigales óptimos del cuerpo de Solange, de aquellos campos de amapolas de su boca, de aquellas praderas, "con verdad frescas y amenas" de sus ojos, de aquella maraña de Rosales, de sus cabellos. De todo aquel paisaje lujuriante, “ebrio de savia y aroma, abrasado de sol, triunfo estival de la vida sobre una tierra de promisión".

 

Es el estilo de los incisos de Felipe Trigo. ¿Por qué a partir de esta última página, en los dos números de ‘Asturica’ que aún quedan no aparece la continuación de esta novela de folletín? Era la muerte económica. Es el caso de esta presencia singular del folletín, también en ‘Asturica’. Que de aquí, Inhiesta, esta novelilla inconclusa de ‘Max de Mirtyl’.

 

 

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Javier de Tordesillas: el director Aragón

 

De Aragón sabemos otras cosas ya dichas. En buena parte de los números se escuda él, escribiendo ‘Acuarelas’. Con caricatura de Álvaro y una silueta de joven maurista -financiero que sabemos que le gusta jugar al billar-, conocemos que ‘Javier de Tordesillas’, alias , ‘charanga’, alias ‘chunguito’, o séase, José Aragón, "ha ganado el récord de asiento ( siete horas)" jugando al ajedrez. ‘Asturica’ fue un gran empeño suyo. Pepe Aragón es maestro en Astorga, y escritor. En el número 2 publica el artículo ‘Vocación decidida’. Confiesa que a él "más que ser ermitaño y el contemplar arrobado o atonelado a las tobilleras, me impulsó siempre mi vocación a ser detective". Así, de niño descubre el sudor caballar de su nodriza o solivianta al solemne percebe que le quiere besar y le contesta: "-¡So guarro!...Viene usted de libar con sus labios pachulí barato en los de una ramera y con toda la sangre fría quiere contaminar los de un ángel". El cuentecillo humorístico continúa hasta dar alcance por su blusa de drill y los mechones negros al que creía asesino del señor Miranda.

 

El artículo siguiente ‘Castellano castizo’ se lo dedica al canónigo don Melitón Amores González, "maestro de la ironía del buen decir (aunque no me lea)". Busca derivaciones populares en el uso de "la lengua española, más dulce y sabroso que el de la lengua mechada". Así hace etimologías humorísticas y deriva entre otras cien palabras estas, de canónigo, canonizar, de perras, perrear; de vela, velador; de grano, granel; de ollas, desollar; de alguacil, corchete; de calvo, calvinista; de atrio, atril. Por eso este licenciado dice que el "Castellano (idioma) es más pueril que el juego de la peonza, más inocente que una novicia o una sopas de ajo, y más sencillo que una codorniz de cuatro goles por minuto".

 

 

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En el mismo número, ‘el amigo Melquíades’ habla de los golosos o de una galaica, o de las tabletas de aspirina de ‘Albarín’, del poseedor -zapatos charolados que caminaron en Gijón- de "un grueso paquete de cartas eróticas y románticas del noviazgo de un ‘garcíaprietista’ viudo y de una señorita muy exhibida en funciones religiosas".

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