Nuria Viuda
Sábado, 27 de Mayo de 2023

Las malas compañías

[Img #63850]

 

 

Resulta que los perros inundan los espacios urbanos. El censo canino aumenta a cada hora como una llamarada que se alza incontenible hacia las nubes. Todo el mundo desea su mascota particular para suplir el cariño humano, tan difícil de conseguir y regalar al prójimo. Es más cómodo acceder a un ser indefenso para explotarlo a nuestro gusto y tratarlo como si fuese tonto o muñeco de peluche.

 

En algunos edificios los animalitos lo invaden todo: escaleras, descansillo y ascensores. Sus dueños les permiten hacer pis en la puerta de su casa porque no los sacan a tiempo para hacer sus necesidades, el ascensor como aseo canino, meaditas amarillas y cositas peores. Perdonen que mi vena cursilona salga a relucir.

 

En algunos pisos habitan hasta tres perritos maltratados por sus dueños. Con esta apreciación no quiero insinuar un maltrato físico, excúsenme, me refiero al maltrato del propietario pachorro y tranquilón. Ese que como he apuntado se olvida de que su mascota come, bebe y requiere de aire puro y meadas callejeras cuatro veces al día. He reparado en  pobres perritos aguantando sus ganas de pipí, y de totó, saliendo de estampida por la puerta del edificio como si fuese un toril. Aterrados literalmente de “mearse encima.” Llegando exhaustos al primer parterre para aliviarse de tantas horas de reclusión. ¿Es esto digno para un animal? ¿O, cómo es precisamente un animal, nos erigimos en carceleros y decidimos ejercer la dictadura de nuestro egoísmo sobre estos delicados seres de luz?

 

En algunas calles se ven perrillos tristes, azuzados por sus dueños  a caminar más deprisa de lo que sus pobres patas pueden abarcar. Atosigados por la desagradable  voz de su amo que suena a condena y amenaza. Y a ellos, pobres animales, les asoma una lengüecita rosada y babeante, como un pétalo de rosa a punto de marchitarse.

 

En algunos edificios los perros sueñan con la huida.

 

En algunos pisos los perros se asoman a la ventana con las fauces repletas de algodones.

 

En algunas avenidas los perros trotan igual que caballos de carreras en los concursos hípicos.

 

En algunos sótanos los perros sudan miedo, abandono y desiertos.

 

Me has adjudicado un nombre ridículo, pero soy entraña que se queja sin voz.

Soy tu padre y tu madre. Perro.

 

Soy perro azul cansado de esperarte a la entrada de los supermercados.

 

Soy tu hijo adoptivo. Perro.

 

Soy tu luz, tu costumbre, tu mediodía anaranjado. Perro.

 

En algunas ciudades los perros ladran a su amo porque sienten la correa como un escalofrío del que no pueden desasirse.

 

 

 

 

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.