Ángel Alonso Carracedo
Viernes, 02 de Junio de 2023
PERSONAJES DE AQUÍ

Un estudioso del terreno

 

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Dicho así, estudioso del terreno, bien puede ser una descripción tópica de suposiciones en cajón de sastre donde cabe todo. Pero si decimos topografía y topógrafo, fuera imprecisiones y el lenguaje de la ciencia, como es obligado, hace el trabajo de poner en su  lugar, nunca mejor dicho, las materias y los expertos

 

Porque sí, porque la topografía y sus topógrafos son técnica y técnicos que estudian el terreno con las debidas acotaciones, sin terminología vaporosa que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Que quede claro, topografía viene del griego ‘tópos’, lugar, es decir estudio o experiencia del contorno. Y en consonancia, la Real Academia Española (RAE) dictamina que se trata de la “técnica de describir y delinear detalladamente la superficie de un terreno”. Solventada la concreción habrá que quedar en que un topógrafo es un experto o estudioso del terreno con la sanción del lenguaje sin dobleces.

 

 

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ORÍGENES REMOTOS

 

En Astorga, a poco que uno mire o conecte el oído, hay soberbias pistas de personajes que merecen el retrato en letra y papel. Me ha ocurrido con Guillermo Delás, un profesional de esta técnica que, según unos, data del Egipto faraónico, cuando Heródoto, padre de la historia, da cuenta de la necesidad de establecer las lindes de cada parcela que ha de cederse al faraón. Los encargados de las medidas eran llamados tendedores de cuerda y hacían la tarea con periodicidad anual, pues las crecidas del Nilo borraban las huellas de las delimitaciones anteriores. Otros apuntan a Grecia, donde Anaximandro y Tales de Mileto (sí, el del famoso teorema matemático) elaboran las primeras cartas geográficas, lo que viene a demostrar el estrecho parentesco entre la topografía y la cartografía. Pero sin fechas, ni procedencias geográficas, una opinión determinante la ofrece el topógrafo francés P. Merlin, quien afirma que “la topografía nace al mismo tiempo que la propiedad privada”. De ahí su importancia en la fijación de espacios en los ámbitos rural y urbano y su recurso constante en la ingeniería, arquitectura, e incluso la actividad militar.

 

Guillermo Delás ha promovido en Astorga una exposición, abierta al público en los locales de la antigua Pensión García, de los aparatos que se ha valido esta técnica durante siglos. Ha reunido más de un centenar entre teodolitos, alidadas de pínulas, grafómetros, niveles, goniómetros, clinómetros, brújulas, relojes de sol, sextantes, clitógrafos, telémetros, facsímiles de mapas antiguos…nombres que me son facilitados para su conocimiento, porque éste, de esto…ni chapa.

 

Para nuestro personaje de aquí, la topografía es la consecuencia directa de la necesidad del ser humano de orientarse y situarse en el espacio. Así surgieron los mapas y planos, y con ellos, la instrumentación para crearlos y hacerlos más precisos.

 

Delás arranca confesiones afirmando que “acabé en la topografía de rebote. En una época que coincidieron en Astorga bastantes obras públicas, la A-6, entre ellas. Vimos un buen nicho para empezar a trabajar. Aquí fue donde empecé, primero en obra, y luego en consultoría. Cuando se fueron terminando las obras, a primeros de los noventa, extendí mi profesión a toda España. En 2001 creé mi empresa, llamada Delta Ingeniería y Gestión, cuyo nombre cambió en 2011 a Geobit Consulting, más centrada en las nuevas tecnologías: scanner, 3-D y drones.

 

 

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LA ESPOLETA DE LA COLECCCIÓN, UN CAPRICHO

 

La colección de aparatos, un monumento a la curiosidad hasta en los más legos fue, para Guillermo Delás, una especie de capricho, una añoranza de estudiante, de poseer algunos de los aparatos con los que se había formado en la profesión. Bien lo aclara: “trabajando en Asturias conocí una chatarrería que tenía estos instrumentos a precio de… chatarra. Me resultaron atractivos, y empecé a comprar. Cuando tuve acceso a un objeto valioso a través de internet, ahí se desató mi afición de coleccionista”.

 

El portal de compras e-bay le ayuda a extender su labor de búsqueda fuera de España, principalmente por países centroeuropeos y recuerda que no se sacaba precio, se conseguían con suma facilidad. En España, añade, apenas había comercio, y lo que había, no se valoraba. “Eran aparatos de desván”, concluye.

 

La colección empezó a crecer –ya está lanzado- un poco sin orden ni concierto. Pero cuando alcancé un determinado número, comencé a buscar aparatos que tuvieran significado de verdadera colección, que aportaran algo a la didáctica de la profesión. Me volví mucho más selectivo. Así he llegado a reunir 120 aparatos y otro tanto de accesorios como brújulas, compases, mapas, pie de rey, reglas, relojes de sol… Compañeros y colegas de profesión me han ayudado con donaciones”.

 

Los caprichos informáticos  le jugaron una mala pasada hace treinta años. Le borró de un plumazo todo el catálogo instrumental. Impotente, cabreado, decidió olvidarlos en una metáfora de baúl de los recuerdos. Paralizó compras y aquello quedó en el limbo. Así, durante veinte años.

 

Pero más vale tarde que nunca. Volvió la cordura. A finales de 2022, Rafa García le ofrece el antiguo local de la Pensión García, para mostrar a la familia esa colección a la que no se había añadido objeto alguno desde el apagón informático.

 

El plan inicial –dice Guillermo- era estar quince días con la exposición, pero al ver la buena acogida de la gente decidimos prorrogar la experiencia sin fecha prevista de cierre. Han pasado por aquí (hasta abril) más de trescientas personas, todo por el boca-oído. Han venido colegios, institutos, la universidad de la experiencia, colegas”.

 

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SENTIMIENTO Y MATERIA

 

De los instrumentos que ha proahijado, los de más valor sentimental, nos revela Delás, son un pantómetro de anteojo, un grafómetro de finales del siglo XVII, un Wild T2, “que es el equipo más preciso jamás construido”, y un facsímil de mapa de un cartógrafo portugués, llamado Lázaro Luis, que data de 1563: es un portulano, porque sólo recoge los puertos conocidos de la época.

 

Sentimiento y materia no pueden dejar de confluir en una experiencia como la de Guillermo Delás, y la curiosidad del reportero se ha de posar también sobre las cosas mundanas. De este modo, no hay reparo en requerir por el instrumento más valioso en lo crematístico. El tampoco se escapa de la pregunta y me dice que el T2, ya referido en el párrafo de arriba, y un TH002, de Karl Zeiss Jena, sobre los que subraya, buscó con especial ahínco.

 

Como el valor de las cosas es algo que llama la atención del lector, no puede faltar una evaluación económica de lo reunido en la colección que, según Delás, puede estar, a valor actual entre 70.000 y 90.000 euros, si bien él precisa que su inversión no ha debido superar los 20.000, teniendo en cuenta que lleva años sin adquisiciones y que hay donaciones y regalos.

 

No han de quedar fuera elementos identificativos en edad de los aparatos. Nuestro topógrafo indica que de los objetos de su colección, el más antiguo data del siglo XVII y el más moderno de 2010. Redondea indicando que el contenido de la exposición se centra en los avances del equipamiento topográfico durante la segunda mitad del siglo XVIII hasta lo que va de siglo XXI, sobre todo en los apartados de goniometría y nivelación.

 

Algo de todo esto estaría incompleto si se quedara en el tintero lo que más llama la atención al público. Guillermo señala que todo depende del grado de conocimiento del visitante, pero gusta mucho la medición de nivel de agua y los primeros teodolitos del siglo XVIII, así como, especialmente a los niños y jóvenes, el paracaídas”.

 

Esto del paracaídas nada tiene que ver con la instrumentación topográfica. Es una prueba del valor estratégico de la topografía, un elemento anexo. En la II Guerra Mundial, las fuerzas aéreas podían lanzar aparataje topográfico a las tropas en retaguardia, para conocer los accidentes del terreno que se disponían a ocupar, misión imposible sin el concurso de estos paracaídas.

 

 

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REFLEXIÓN FINAL

 

Hay que volver a la didáctica de Guillermo Delás para no perdernos en un relato arduo en tecnicismos, aunque sean inevitables. Miedo al error del relator por la sospecha a confundirse con facilidad en conceptos y cuestiones en los que se considera neófito. Nos define la palabra teodolito, identidad clave de esta técnica, como instrumentos “basados en el principio de medición de ángulos horizontales y verticales. Los que miden las distancias se llaman taquímetros y los que miden ángulos son los goniómetros”.

 

El hoy de la topografía está sujeto al avance tecnológico. No podía ser menos. “Se ha avanzado mucho –precisa-, sobre todo, en los grandes volúmenes de datos y la información y cartografía digitalizada, a partir de la fotogrametría, un campo que ha emergido de forma espectacular. Y con los drones….”.

 

Sin embargo, Guillermo, quita importancia al agente principal: el topógrafo. Dice al respecto: “nuestra vida es monótona. Trabajamos mucho, pero siempre hacemos lo mismo. Igual es replantear una finca que una central nuclear”.

 

Vale, será así. Pero no puedo ocultar que disfruté como un niño con las descripciones de Guillermo de muchos de sus aparatos. Me acompañó en la experiencia mi nieto de once años, que no perdió ripio de las explicaciones y juegos que hacía con ellos este profesional con vocación de colono en la popularización de una actividad poco conocida, pero tan esencial en lo cotidiano. Incentivó su curiosidad. Perdí la cuenta de las preguntas que hizo el chiquillo inquiriendo más información de la que salía de la boca de Delás. Éste, crecido por el interés de mi nieto, me lo comentó con cierta euforia: “nunca pensé que esta iniciativa pudiera agradar tanto. Tengo novios institucionales para mi colección que han aparecido de repente”.

 

Final con palabra de topógrafo, experto en los terrenos que pisa. Ahora sí con ese poco de ambigüedad que necesariamente llama a la reflexión.  ¿Es un aviso en las coordenadas de lo humanístico? Ahí va el cierre de una cátedra. “El rendimiento ha progresado exponencialmente junto a la comodidad del empleo. De la precisión no puede decirse lo mismo. Es la comparación entre la delicada artesanía de antaño y el actual trabajo en serie”. Pongan oídos, por favor.

                                                                                                                      

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