No solo de pan vive el perro
![[Img #63939]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2023/2688_1-conkan-copia.jpg)
Por estos días me tocó permanecer en una larga fila o cola de vehículos para surtir gasolina (Al menos la noche está fresca y sopla una grata brisa), pensaba mientras observaba el paso de un solitario perro que husmeaba entre el matorral de basura buscando algo para comer. De un vehículo salió una joven samaritana y partió su pan que tenía entre las manos y lanzó un pedazo al famélico can. –Al menos tiene buenos reflejos. La muchacha sonrió mientras el perro, moviendo su cola, se iba a un lado del matorral, con el medio pan entre sus dientes, para terminar de disfrutar tan exquisito manjar.
Esta mañana fui temprano a la estación de servicio cercana a mi casa para hacer la respectiva cola esperando surtir gasolina. Ya antes de las siete la gente estaba medio alborotada al igual que los perros. –Le tuve que comprar una empanada porque estaba muerto de hambre. Pensé que hablaban de una persona. Cuando giré la cabeza, encontré a un joven regordete, dicharachero y buena gente acariciando a un ‘cacri’ (especie de perro callejero mestizo), que se acercaba y se acostaba al lado de nosotros. El buen can, ya saciado, cerró sus ojos y se quedó un rato reposando su desayuno.
Esto que menciono lo he visto otras veces mientras estoy en la calle, bien esperando entrar a algún negocio, mientras camino por alguna acera o en las ‘divertidas’ colas kilométricas para surtir gasolina. En general quienes se apiadan de estos seres de la calle son personas humildes, jóvenes desinteresados y hasta ancianos que deambulan por los perímetros del centro de la ciudad. Nunca falta un perro buscando comida cerca de donde están las colas de gasolina o las interminables filas de personas, con su bombona, para recargar su cilindro con gas doméstico.
La calidad de vida de estos animales, así como la de gatos, conforman un cierto ‘termómetro social’ que nos indica el grado de satisfacción o desamparo de una sociedad, las carencias en su alimentación y su sanidad, material y psicológica. Desde hace varios años la presencia de perros callejeros va en aumento y desde hace dos años su número ha crecido considerablemente. Existen los de siempre, los alegres, flacos hasta vérseles el costillar, que nacieron en la calle y así han vivido. Pero ahora se le agregan los que están siendo abandonados a su suerte después de haber tenido un hogar humano. Gente que simplemente los desecha como muebles viejos e inservibles. Unos porque abandonan el país, otros porque no pueden mantenerlos, y otros, porque se van de vacaciones y a la vuelta, prefieren comprar ‘uno nuevo’
He visto como estos seres se apegan a los humanos que viven en las calles, también como ellos, abandonados a su suerte. Seres humanos, muchos de ellos ancianos, otros con enfermedades mentales, y otros forzados a la vida en las calles, como cierto abuelito que fue abandonado en un rincón de una agencia comercial, por sus propios familiares, en el pueblo de Upata.
Es tan doloroso ver el abandono de quienes no tienen a nadie que les ofrezca una mano solidaria. Las instituciones dedicadas al rescate de animales en situación de calle, lo mismo que a ancianos y niños, todos viviendo en precarias condiciones, cada día crece y se evidencia en nuestra cotidianidad. Y como siempre, aparecen los desalmados, esos seres que desprecian al semejante vulnerable y abandonado a su suerte. Esto que escribo importa. Todo ser vivo importa.
–No sólo de pan vive el perro. Le comenté a la joven que brevemente alimentó al famélico animal. Discretamente sonreí en agradecimiento por su solidaridad mientras ella regresaba a su vehículo. También hay mucho desconocimiento de la complejidad de vida psicológica, anímica de estos amigos de los humanos. Ellos sufren cuando se les echa del hogar donde fueron criados, formados. Esa es una responsabilidad que debe honrarla quien la asuma. También y con mayor consciencia, quien tenga bajo su responsabilidad un anciano o un niño.
Esta también es la vida de quienes permanecemos en esta Tierra de Nadie llamada Venezuela. Mientras unos se esfuerzan en obras solidarias, la oprobiosa realidad circundante y cruel, descarga su espada de injusticias sobre nuestras cabezas. (Vida perruna esta que nos toca vivir en Venezuela)
(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis IG @camilodeasis1 FB @camilodeasis
Por estos días me tocó permanecer en una larga fila o cola de vehículos para surtir gasolina (Al menos la noche está fresca y sopla una grata brisa), pensaba mientras observaba el paso de un solitario perro que husmeaba entre el matorral de basura buscando algo para comer. De un vehículo salió una joven samaritana y partió su pan que tenía entre las manos y lanzó un pedazo al famélico can. –Al menos tiene buenos reflejos. La muchacha sonrió mientras el perro, moviendo su cola, se iba a un lado del matorral, con el medio pan entre sus dientes, para terminar de disfrutar tan exquisito manjar.
Esta mañana fui temprano a la estación de servicio cercana a mi casa para hacer la respectiva cola esperando surtir gasolina. Ya antes de las siete la gente estaba medio alborotada al igual que los perros. –Le tuve que comprar una empanada porque estaba muerto de hambre. Pensé que hablaban de una persona. Cuando giré la cabeza, encontré a un joven regordete, dicharachero y buena gente acariciando a un ‘cacri’ (especie de perro callejero mestizo), que se acercaba y se acostaba al lado de nosotros. El buen can, ya saciado, cerró sus ojos y se quedó un rato reposando su desayuno.
Esto que menciono lo he visto otras veces mientras estoy en la calle, bien esperando entrar a algún negocio, mientras camino por alguna acera o en las ‘divertidas’ colas kilométricas para surtir gasolina. En general quienes se apiadan de estos seres de la calle son personas humildes, jóvenes desinteresados y hasta ancianos que deambulan por los perímetros del centro de la ciudad. Nunca falta un perro buscando comida cerca de donde están las colas de gasolina o las interminables filas de personas, con su bombona, para recargar su cilindro con gas doméstico.
La calidad de vida de estos animales, así como la de gatos, conforman un cierto ‘termómetro social’ que nos indica el grado de satisfacción o desamparo de una sociedad, las carencias en su alimentación y su sanidad, material y psicológica. Desde hace varios años la presencia de perros callejeros va en aumento y desde hace dos años su número ha crecido considerablemente. Existen los de siempre, los alegres, flacos hasta vérseles el costillar, que nacieron en la calle y así han vivido. Pero ahora se le agregan los que están siendo abandonados a su suerte después de haber tenido un hogar humano. Gente que simplemente los desecha como muebles viejos e inservibles. Unos porque abandonan el país, otros porque no pueden mantenerlos, y otros, porque se van de vacaciones y a la vuelta, prefieren comprar ‘uno nuevo’
He visto como estos seres se apegan a los humanos que viven en las calles, también como ellos, abandonados a su suerte. Seres humanos, muchos de ellos ancianos, otros con enfermedades mentales, y otros forzados a la vida en las calles, como cierto abuelito que fue abandonado en un rincón de una agencia comercial, por sus propios familiares, en el pueblo de Upata.
Es tan doloroso ver el abandono de quienes no tienen a nadie que les ofrezca una mano solidaria. Las instituciones dedicadas al rescate de animales en situación de calle, lo mismo que a ancianos y niños, todos viviendo en precarias condiciones, cada día crece y se evidencia en nuestra cotidianidad. Y como siempre, aparecen los desalmados, esos seres que desprecian al semejante vulnerable y abandonado a su suerte. Esto que escribo importa. Todo ser vivo importa.
–No sólo de pan vive el perro. Le comenté a la joven que brevemente alimentó al famélico animal. Discretamente sonreí en agradecimiento por su solidaridad mientras ella regresaba a su vehículo. También hay mucho desconocimiento de la complejidad de vida psicológica, anímica de estos amigos de los humanos. Ellos sufren cuando se les echa del hogar donde fueron criados, formados. Esa es una responsabilidad que debe honrarla quien la asuma. También y con mayor consciencia, quien tenga bajo su responsabilidad un anciano o un niño.
Esta también es la vida de quienes permanecemos en esta Tierra de Nadie llamada Venezuela. Mientras unos se esfuerzan en obras solidarias, la oprobiosa realidad circundante y cruel, descarga su espada de injusticias sobre nuestras cabezas. (Vida perruna esta que nos toca vivir en Venezuela)
(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis IG @camilodeasis1 FB @camilodeasis