Comprender es conocer
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¿Te conoces? ¿Me conoces? Con las largas conversaciones que mentalmente tengo contigo llega el momento de ponerme ante el papel y ya no encuentro nada que decir, me da la sensación de que me voy a repetir, de que ya lo he dicho todo. De todas maneras trataré de explicarte algo que me gustaría que sepas. Me gustaría explicarte muchas pequeñas cosas de las que tú estás indigesto pero que para mí son importantes para conocer y llegar a comprender.
No es mezquindad cuando busco en el pasado, es necesidad de encontrar los datos que me sirvan para explicar el presente. Esos exhaustivos análisis de los episodios me son útiles para comprender tanto tus procedimientos como los míos.
Sí, hace dos años que le doy vueltas a la pelota, y te quejas, pero era una bola tan grande que había que ir quitándole capas. Ahora creo que estamos llegando al centro.
Crees que tengo síndrome de víctima y no es cierto, no tengo síndrome, creo sinceramente que he sido la victima de esta larga e insostenible relación. Creo que tu carácter ha friccionado con el mío, y en el encuentro de dos caracteres muy distintos, casi opuestos, uno pragmático y arrollador y el otro sentimental y sosegado; uno ha fagocitado al otro, lo ha enquistado.
Son rasgos de tu carácter contestar airadamente (por ejemplo) si alguien te dice algo que no te gusta oír, aunque sepas que es cierto. También es parte de tu naturaleza querer ser siempre el primero, velar por ti y luego, en segunda instancia, por los otros, pero primero y sobre todo por ti; ser excesivamente egoísta (derivado de esa genética inclinación a ser el primero) aunque puedes ser generoso en ciertos momentos muy concretos; tener una desmesurada estimación de ti mismo que lleva muchas veces implícito la desvalorización o subestimación del de al lado…, y así podría seguir analizando la naturaleza de tu carácter pero me llevaría demasiado tiempo. A donde quiero llegar es a mi reacción frente a esas actitudes, a los efectos que ha producido en mí, a la convivencia de mi naturaleza con la tuya.
Yo me muevo en el exterior en un plano superficial, una manera de preservar mi identidad. Doy muchas y diferentes imágenes de mi misma, lo sé, y depende de los ambientes y del rasgo que en ese momento potencie de una manera consciente o inconsciente.
Es una necesidad de preservación, de protección, y esconde tres rasgos fundamentales de mi íntima manera de ser. Soy extremadamente sensible, muy tímida y excesivamente bondadosa, tres componentes de los que una de sus manifestaciones más profundas y constantes es la inclinación de dar siempre prioridad al de al lado, y tratar de procurarle satisfacción. Y eso no necesariamente es estupendo, ni bueno tan siquiera, en realidad es un defecto enorme porque se pasa de la línea de equilibrio entre dos personas.
Estas características de nuestras personalidades se pueden traducir en muchas pequeñas cosas que en nuestra relación han terminado por ser friccionantes. El exceso de dos personalidades totalmente contrarias. Estas características de personalidad que menciono, tanto las tuyas como las mías son como un sustrato constante en la manera de ser de cada uno.
Siempre he tenido sensación de ser diferente, de perseguir otros intereses que los del común, de moverme en otro plano, en otro nivel que nada tiene que ver con los de al uso; de buscar la verdad de las cosas y las personas; de odiar la envidia, los celos, la incomprensión, la vulgaridad, la transacción de intereses y todo lo que en esta sociedad sirve para trepar, para llegar y ser considerado, según unos parámetros muy poco claros, una persona honorable.
Esos distintivos, nada prácticos, me convierten en presa fácil de los usos y costumbres. Por eso con intuición, no con una estrategia razonada, desarrollé dos maneras totalmente contrarias de relacionarme: una muy superficial, de cara al exterior, y otra profunda y más abierta para un uso más restringido. Esto explica muchas de mis actitudes y maneras de comportamiento.
En este caso, nuestro caso, las protecciones desaparecieron como por arte de magia, y mis puntos débiles quedaron totalmente al descubierto.
Y desde aquí, desde este punto de partida, quiero explicar qué ha pasado entre nuestras dos personalidades tan complementarias como incompatibles. Complementarias porque tú eres la forma y yo el fondo, tú eres el agua y yo un canto rodado, tú vas por la superficie y yo me muevo en las profundidades, tú estás acostumbrado a ir a la defensiva y yo voy al descubierto, tú utilizas con facilidad la agresividad y yo procuro mantenerme en la suavidad, tú vas rápido y yo voy lento, tu soberbia asoma con naturalidad y mi comedimiento aflora con asiduidad, tu autoestima y supervaloración chocan con mi naturaleza más modesta. Todas estas virtudes y defectos no son absolutos ni totales pero sí habituales y los menciono y contrapongo para entender nuestras fisuras.
Evidentemente los rasgos más característicos de nuestras personalidades chocan, friccionan entre sí, podrían ser complementarios y potenciadores pero algo ha fallado en el intento, ¿ha habido intento? Por eso, muchos, y tantos episodios que para ti han pasado como el viento, como una manera particularmente ligera de hacer las cosas que ya ni te acuerdas, para mí han supuesto un agravio y un enorme sufrimiento. Tu pragmatismo ha chocado con mi sensibilidad. En unos casos tu desconsideración me ha dejado perpleja, en otros me han herido intensamente.
La sensibilidad que tengo puede que sea extrema, exagerada e inusual, pero fue la clave de nuestro encuentro, por lo que no he conseguido comprender el porqué de los modos y maneras que has ido utilizando para su destrucción. Realmente fuiste sincero cuando me dijiste “no te duelas porque yo soy así y no voy a cambiar”. Y cierto, tu eres así y nunca cambiaste. Y todos y tantos pequeños y abundantes episodios de desencuentros profundos, sutiles, íntimos, de convivencia o sociales, que podrían parecer pequeñeces, han ido tejiendo a nuestro alrededor una red tan densa que me ha dejado boqueando con mucha dificultad.
Buceando, buceando, he llegado a conocerte y a conocerme mucho mejor que el largo tiempo de convivencia y … ¿quizás mejor no conocer? Fue bonito cuando brillaban las sonrisas, latían acelerados los corazones, temblaba la piel en los roces, crecía la admiración en las pretensiones y no había dobleces en las intenciones. En la línea de salida los tiempos son siempre de brillante júbilo, no existen nubarrones, ni existen ni se les espera, en eso reside la felicidad.
La felicidad es siempre ingenua.
O témpora, o mores
¿Te conoces? ¿Me conoces? Con las largas conversaciones que mentalmente tengo contigo llega el momento de ponerme ante el papel y ya no encuentro nada que decir, me da la sensación de que me voy a repetir, de que ya lo he dicho todo. De todas maneras trataré de explicarte algo que me gustaría que sepas. Me gustaría explicarte muchas pequeñas cosas de las que tú estás indigesto pero que para mí son importantes para conocer y llegar a comprender.
No es mezquindad cuando busco en el pasado, es necesidad de encontrar los datos que me sirvan para explicar el presente. Esos exhaustivos análisis de los episodios me son útiles para comprender tanto tus procedimientos como los míos.
Sí, hace dos años que le doy vueltas a la pelota, y te quejas, pero era una bola tan grande que había que ir quitándole capas. Ahora creo que estamos llegando al centro.
Crees que tengo síndrome de víctima y no es cierto, no tengo síndrome, creo sinceramente que he sido la victima de esta larga e insostenible relación. Creo que tu carácter ha friccionado con el mío, y en el encuentro de dos caracteres muy distintos, casi opuestos, uno pragmático y arrollador y el otro sentimental y sosegado; uno ha fagocitado al otro, lo ha enquistado.
Son rasgos de tu carácter contestar airadamente (por ejemplo) si alguien te dice algo que no te gusta oír, aunque sepas que es cierto. También es parte de tu naturaleza querer ser siempre el primero, velar por ti y luego, en segunda instancia, por los otros, pero primero y sobre todo por ti; ser excesivamente egoísta (derivado de esa genética inclinación a ser el primero) aunque puedes ser generoso en ciertos momentos muy concretos; tener una desmesurada estimación de ti mismo que lleva muchas veces implícito la desvalorización o subestimación del de al lado…, y así podría seguir analizando la naturaleza de tu carácter pero me llevaría demasiado tiempo. A donde quiero llegar es a mi reacción frente a esas actitudes, a los efectos que ha producido en mí, a la convivencia de mi naturaleza con la tuya.
Yo me muevo en el exterior en un plano superficial, una manera de preservar mi identidad. Doy muchas y diferentes imágenes de mi misma, lo sé, y depende de los ambientes y del rasgo que en ese momento potencie de una manera consciente o inconsciente.
Es una necesidad de preservación, de protección, y esconde tres rasgos fundamentales de mi íntima manera de ser. Soy extremadamente sensible, muy tímida y excesivamente bondadosa, tres componentes de los que una de sus manifestaciones más profundas y constantes es la inclinación de dar siempre prioridad al de al lado, y tratar de procurarle satisfacción. Y eso no necesariamente es estupendo, ni bueno tan siquiera, en realidad es un defecto enorme porque se pasa de la línea de equilibrio entre dos personas.
Estas características de nuestras personalidades se pueden traducir en muchas pequeñas cosas que en nuestra relación han terminado por ser friccionantes. El exceso de dos personalidades totalmente contrarias. Estas características de personalidad que menciono, tanto las tuyas como las mías son como un sustrato constante en la manera de ser de cada uno.
Siempre he tenido sensación de ser diferente, de perseguir otros intereses que los del común, de moverme en otro plano, en otro nivel que nada tiene que ver con los de al uso; de buscar la verdad de las cosas y las personas; de odiar la envidia, los celos, la incomprensión, la vulgaridad, la transacción de intereses y todo lo que en esta sociedad sirve para trepar, para llegar y ser considerado, según unos parámetros muy poco claros, una persona honorable.
Esos distintivos, nada prácticos, me convierten en presa fácil de los usos y costumbres. Por eso con intuición, no con una estrategia razonada, desarrollé dos maneras totalmente contrarias de relacionarme: una muy superficial, de cara al exterior, y otra profunda y más abierta para un uso más restringido. Esto explica muchas de mis actitudes y maneras de comportamiento.
En este caso, nuestro caso, las protecciones desaparecieron como por arte de magia, y mis puntos débiles quedaron totalmente al descubierto.
Y desde aquí, desde este punto de partida, quiero explicar qué ha pasado entre nuestras dos personalidades tan complementarias como incompatibles. Complementarias porque tú eres la forma y yo el fondo, tú eres el agua y yo un canto rodado, tú vas por la superficie y yo me muevo en las profundidades, tú estás acostumbrado a ir a la defensiva y yo voy al descubierto, tú utilizas con facilidad la agresividad y yo procuro mantenerme en la suavidad, tú vas rápido y yo voy lento, tu soberbia asoma con naturalidad y mi comedimiento aflora con asiduidad, tu autoestima y supervaloración chocan con mi naturaleza más modesta. Todas estas virtudes y defectos no son absolutos ni totales pero sí habituales y los menciono y contrapongo para entender nuestras fisuras.
Evidentemente los rasgos más característicos de nuestras personalidades chocan, friccionan entre sí, podrían ser complementarios y potenciadores pero algo ha fallado en el intento, ¿ha habido intento? Por eso, muchos, y tantos episodios que para ti han pasado como el viento, como una manera particularmente ligera de hacer las cosas que ya ni te acuerdas, para mí han supuesto un agravio y un enorme sufrimiento. Tu pragmatismo ha chocado con mi sensibilidad. En unos casos tu desconsideración me ha dejado perpleja, en otros me han herido intensamente.
La sensibilidad que tengo puede que sea extrema, exagerada e inusual, pero fue la clave de nuestro encuentro, por lo que no he conseguido comprender el porqué de los modos y maneras que has ido utilizando para su destrucción. Realmente fuiste sincero cuando me dijiste “no te duelas porque yo soy así y no voy a cambiar”. Y cierto, tu eres así y nunca cambiaste. Y todos y tantos pequeños y abundantes episodios de desencuentros profundos, sutiles, íntimos, de convivencia o sociales, que podrían parecer pequeñeces, han ido tejiendo a nuestro alrededor una red tan densa que me ha dejado boqueando con mucha dificultad.
Buceando, buceando, he llegado a conocerte y a conocerme mucho mejor que el largo tiempo de convivencia y … ¿quizás mejor no conocer? Fue bonito cuando brillaban las sonrisas, latían acelerados los corazones, temblaba la piel en los roces, crecía la admiración en las pretensiones y no había dobleces en las intenciones. En la línea de salida los tiempos son siempre de brillante júbilo, no existen nubarrones, ni existen ni se les espera, en eso reside la felicidad.
La felicidad es siempre ingenua.
O témpora, o mores