Ángel Alonso Carracedo
Sábado, 03 de Junio de 2023

El día después

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Polémica parece la jornada de reflexión en vísperas de unas elecciones. Las ha habido que no han cumplido con este mandato legal y nada pasó en materia coercitiva. Una demostración más de cómo la política hace papel mojado de su escritura. Convengo que no sé muy bien qué puede aportar  ese silencio impuesto, de solo veinticuatro horas, en campañas de dos o tres semanas atizadas sin descanso por verborrea de patio de recreo.

 

Voy a pecar de iluso. Si se trata de reflexionar, me quedo con hacerlo el día después. Muy conveniente es digerir los resultados electorales en clave de silencio, sobre todo cuando se producen batacazos de la magnitud de las recientes elecciones municipales y autonómicas, donde el partido del Gobierno Central ha sido arrasado por el de la oposición. El silencio es balsámico en la victoria y en la derrota.

 

Imposible. Lo sé. Me he entregado a una utopía que sería demostración palpable de madurez social. Pero un proceso electoral al hispánico modo mueve vísceras y no razones, máxime tras campañas electorales cuyos berridos van in crescendo, y dejan para la jornada previa de reflexión sabor a acíbar. El paréntesis de opinión y valoraciones a posteriori debe concederse la tregua mínima de apaciguar euforias y decepciones. Ni una ni otra conceden a la lengua el valor de la opinión cocinada a fuego lento.

 

Viene esto a cuento por la decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de no concederse ni conceder al electorado veinticuatro horas de calma. Convoca comicios generales en plena canícula veraniega, en pleno corazón del calendario de ocio de los españoles. Quiero entender que estaba ya en su mente mucho antes de abrirse las urnas. Que el zumbido del tábano de las encuestas tras la oreja era ensordecedor. Pero esa impaciencia de ni llegar a ocho en la cuenta de protección para recuperar aire,  es señal manifiesta de prisas  que dejan rastros de desesperación detectables hasta por un aprendiz de boyscout.

 

Quiera o no, el todavía jefe del Ejecutivo, parte con la señal de perdedor escrita en la frente. Anticipa un programa electoral de iniciativas que van a sonar irrealizables en los oídos de los votantes, incluidos los más afines. No va a cumplirlas porque se sabe oposición, y eso se limita a lo que es lo propio…oponerse.  La  decisión es la imagen plena de realismo del salvamento de los restos del naufragio del pasado 28 de mayo.

 

Es la asimilación de una pataleta de niño consentido, no del estadista que se puede esperar de un jefe de Gobierno, de un capitán de la nave que, en el vórtice de la tormenta, se comporta como el marino avezado y templado que espera tripulación y pasaje, y no como un grumete. Ha perdido el rango de liderazgo internacional que con tanto ahínco ha perseguido en su mandato, justo cuando España tenía que presentar credenciales de país puntero en la Unión Europea. Este anticipo electoral, en plena presidencia semestral del Club de los 27, zarandeado por una guerra en uno de los portales de su geografía, reduce la credibilidad de nuestro país como socio de la UE en un momento clave de cambios geopolíticos de orden mundial, en los que nuestro entorno continental es bocado apetecible de las reyertas entre EEUU y China.

 

Pedro Sánchez, un político autoproclamado de izquierdas y progresista, acaba de dar una patada en la entrepierna a la futura maniobrabilidad de su orientación política. El apresuramiento lamina una opción próxima a su ideología en fase fundacional. Un posible aliado aritmético en la nueva realidad de coaliciones que es la política española. Una necesidad para contrarrestar la simbiosis de utilidad coyuntural o estructural, según convenga, de la dualidad PP-Vox. La obliga a cocinarse en el microondas. Será, si es, un recalentado, nunca el guiso de sabrosa esperanza para los muchos españoles que creen en el protagonismo de las políticas sociales como equilibrio a la preeminencia ya avisada de las alternativas financieras y especulativas que se esperan. No hay tiempo para zurcir un buen cosido de sensibilidades y egos a flor de piel. Sin la opción de Sumar como izquierda de valor añadido real, la soledad del PSOE será tétrica. Sus amistades peligrosas le han pasado una factura de auténtico puyazo.  Repetir jugada sería insensatez supina.

 

La espantada de Sánchez viene a dar la razón a las descalificaciones que ha recibido como ejemplo de frivolidad política. Ha ahondado en el profundo déficit de credibilidad que le ha llevado a que muchas de las decisiones convertidas en leyes durante su gobierno, tendentes a reducir desigualdades de renta, apenas hayan tenido eco en la ciudadanía. Injusto, vale. Pero si vende desde el mejor puesto del mercado, el de la firma en el BOE, es obligado que la tienda y los tenderos se perciban impecables.

 

No ha esperado al día después que ayuda a serenar el cuerpo después de un tortazo de semejante calibre. En caliente no se nota el dolor de la herida. Así ha obrado.  Las heridas duelen más en frío, pero el dolor es aviso a navegantes. A la asunción de su fracaso le ha faltado tiempo de cocción. Está crudo.

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