Asturica o las chicas del 19 (XVIII)
![[Img #63957]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2023/1216_3.jpg)
El reloj de Astorga
"Perspectivas grises de…" está igualmente escrito bajo la influencia de los ‘noventaiochistas’. Así vemos la Astorga de entonces, también gris, "con el mismo desgraciado menestral que siempre transcurre su vida, un día y otro día, del mismo modo siempre; es el búlgarote y zafio burgués que, como mulo de recua, no sabe variar el paso de su metódica vida; es el mismo ensonatado clérigo con sus mismas horas y que mide los mismos pasos. Es un sincronismo la vida del pueblo que parece medido por un solo reloj; un reloj gigantesco que es dueño de todas las acciones". En el mismo número, Javier de Tordesillas ha de salir al paso de la suspicacia de un periódico local, que cree inmoralidad un artículo de ‘Asturica’. Subraya que no fue tal la intención del autor y de la revista, porque este semanario siempre siente "respeto a las cosas que por su dignidad e importancia son dignas de él".
Cuando termina la encuesta que se ha provocado ante las señoritas astorganas para que definan lo que piensan sobre el feminismo, el resumen lo redacta al mismo Javier de Tordesillas. Por tanto, la mujer pensada por Aragón al ser, a más de religiosa e instruida, sabedora del coser, del planchar, del hacer vestidos… “Las astorganas deben de ser buenas reposteras y saber que él 'duro' consta de 500 céntimos y que el algodón y la lana son más caros que la seda; el saber elegir un trabajador en mangas de camisa, a siete petimetres, etcétera…”
![[Img #63955]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2023/171_2.jpg)
Los astorganos, personajes goyescos del cupón
El foco o centro del penúltimo artículo 'Acuarela', publicada por Aragón en ‘Asturica’, "Hacia la conquista del 'Vellocino de oro', es una romántica apelación a la aldea, tema constante en su escribir. Está sorprendido en el momento en que el emigrante va a dejar la puntita de la espadaña del campanario, "olvidando un terruño, un hogar y una familia, tres sagrados amores que dejaba sumidos en la bruma de la montaña y del recuerdo".
Posiblemente el de más garra sea el último. En 'Rincones de mi pueblo' se adivinan algunos aspectos de la Astorga ‘casimeril’ de entonces. Los ingenieros 'vaigas' y otros semejantes. Son personajes goyescos que viven de la poda del cupón, "sin ideal ni sociabilidad, sin egolatría", atemorizados en la era socialista de que se les prive de su capitalejo o de su tute diario. Les iluminan brazos y aparatos de luz de bronce, que han sido esplendor de las fiestas. Sobre los divanes descoloridos se sientan ellos, donde se han sentado los amores tórtolos. Aquellos arrullan sus ronquidos. Pero hay una mesa al lado de estas siestas en que se "gesticula, habla y grita", tienen léxico gozoso, de buena salsa. Hablan de 'triunfos', de 'encajastes', y, a su vera, jóvenes lingüistas "toman nota". Puede ser don Daniel uno de estos ejemplares de 'mi pueblo', militar retirado que conserva de sus más felices tiempos el malhumor; ignorantón, toda su cultura es el caudal que le proporcionan los embolados del periódico radical que lee con fruición. Todo lo discute con ignorante y pedantesca autoridad y no entiende nada; es intransigente, con esa intransigencia propia de los ignorantes".
‘Manuelín’, es otro de esos especímenes que nos muestra el Aragón. Es "obeso y propietario, sencillo e ignorante. Se levanta se acuesta y disfruta a ratos del jardín".
Suelen proporcionar cómodas conversaciones a los guasones, estos tipos astorganos que ha captado tan certeramente Javier de Tordesillas, es decir, José Aragón Escacena.
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El reloj de Astorga
"Perspectivas grises de…" está igualmente escrito bajo la influencia de los ‘noventaiochistas’. Así vemos la Astorga de entonces, también gris, "con el mismo desgraciado menestral que siempre transcurre su vida, un día y otro día, del mismo modo siempre; es el búlgarote y zafio burgués que, como mulo de recua, no sabe variar el paso de su metódica vida; es el mismo ensonatado clérigo con sus mismas horas y que mide los mismos pasos. Es un sincronismo la vida del pueblo que parece medido por un solo reloj; un reloj gigantesco que es dueño de todas las acciones". En el mismo número, Javier de Tordesillas ha de salir al paso de la suspicacia de un periódico local, que cree inmoralidad un artículo de ‘Asturica’. Subraya que no fue tal la intención del autor y de la revista, porque este semanario siempre siente "respeto a las cosas que por su dignidad e importancia son dignas de él".
Cuando termina la encuesta que se ha provocado ante las señoritas astorganas para que definan lo que piensan sobre el feminismo, el resumen lo redacta al mismo Javier de Tordesillas. Por tanto, la mujer pensada por Aragón al ser, a más de religiosa e instruida, sabedora del coser, del planchar, del hacer vestidos… “Las astorganas deben de ser buenas reposteras y saber que él 'duro' consta de 500 céntimos y que el algodón y la lana son más caros que la seda; el saber elegir un trabajador en mangas de camisa, a siete petimetres, etcétera…”
![[Img #63955]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2023/171_2.jpg)
Los astorganos, personajes goyescos del cupón
El foco o centro del penúltimo artículo 'Acuarela', publicada por Aragón en ‘Asturica’, "Hacia la conquista del 'Vellocino de oro', es una romántica apelación a la aldea, tema constante en su escribir. Está sorprendido en el momento en que el emigrante va a dejar la puntita de la espadaña del campanario, "olvidando un terruño, un hogar y una familia, tres sagrados amores que dejaba sumidos en la bruma de la montaña y del recuerdo".
Posiblemente el de más garra sea el último. En 'Rincones de mi pueblo' se adivinan algunos aspectos de la Astorga ‘casimeril’ de entonces. Los ingenieros 'vaigas' y otros semejantes. Son personajes goyescos que viven de la poda del cupón, "sin ideal ni sociabilidad, sin egolatría", atemorizados en la era socialista de que se les prive de su capitalejo o de su tute diario. Les iluminan brazos y aparatos de luz de bronce, que han sido esplendor de las fiestas. Sobre los divanes descoloridos se sientan ellos, donde se han sentado los amores tórtolos. Aquellos arrullan sus ronquidos. Pero hay una mesa al lado de estas siestas en que se "gesticula, habla y grita", tienen léxico gozoso, de buena salsa. Hablan de 'triunfos', de 'encajastes', y, a su vera, jóvenes lingüistas "toman nota". Puede ser don Daniel uno de estos ejemplares de 'mi pueblo', militar retirado que conserva de sus más felices tiempos el malhumor; ignorantón, toda su cultura es el caudal que le proporcionan los embolados del periódico radical que lee con fruición. Todo lo discute con ignorante y pedantesca autoridad y no entiende nada; es intransigente, con esa intransigencia propia de los ignorantes".
‘Manuelín’, es otro de esos especímenes que nos muestra el Aragón. Es "obeso y propietario, sencillo e ignorante. Se levanta se acuesta y disfruta a ratos del jardín".
Suelen proporcionar cómodas conversaciones a los guasones, estos tipos astorganos que ha captado tan certeramente Javier de Tordesillas, es decir, José Aragón Escacena.























