Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 10 de Junio de 2023

Ancianos, no, gracias. Seniors, sí, por favor

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El anciano ya no  existe, ahora existen personas mayores. Anciano es una palabra que hay que eliminar del vocabulario. La palabra anciano viene arrastrando una carga un tanto peyorativa. Un anciano parece que tiene que ser alguien que ya sirve para poco, que está esperando irse al otro mundo (suponiendo que haya otro mundo), una persona que ya no tiene ningún predicamento en ningún tipo de sociedad, ni la familiar ni la social; alguien a quien  se le agotó el tiempo de ser alguien y ha pasado a ser nadie. Según el diccionario de Oxford Languages, “anciano es una persona que tiene una edad avanzada y está en el último periodo de la vida,  después de la madurez”. Pero ¿cuál es el último periodo de la vida? ¿Quién puede saberlo?

 

¿Por qué alguien, de ser,  con todo su bagaje de vida, tiene que pasar a simplemente a estar? ¿De ser un árbol con toda su riqueza, sus ramas y sus raíces, a ser un tronco en espera de ser quemado en la hoguera?

 

Los conocimientos acumulados a lo largo de una vida, sean de la clase que sean, deberían considerase un gran valor en este sistema competitivo en el que vivimos.

 

 No. La palabra  anciano (hombre  marginado a  punto de irse de este mundo)  hay que eliminarlo del vocabulario y cambiarla por ‘señor mayor’, en moderno, ‘senior’; que según una de las definiciones de la Real Academia de la Lengua  significa “superior en categoría y experiencia a quienes desempeñan la misma profesión o cargo”.

 

Viendo algunos trazos de evolución que han tenido los ‘seniors’, mal llamados ancianos, a lo largo de la Historia, nos podemos encontrar con distintas situaciones, por lo general, no demasiado halagüeñas.

 

En la prehistoria, la vida era muy dura, pocos llegaban a los 30 años y los que llegaban se suponía que era gracias a algún suceso sobrenatural, por lo que eran consideradas personas de gran sabiduría, trasmisoras de conocimiento esencial para  la supervivencia del grupo. Eran los chamanes y brujos, y ocupaban los lugares más altos en la jerarquía social. También las mujeres de mayor edad eran consideradas trasmisoras de sabiduría y experiencias.

 

Pasamos luego a Egipto en donde también el anciano representaba sabiduría y ejemplo para los más jóvenes. La mujer no gozaba del mismo estatus del hombre, se la consideraba un complemento.

 

Los griegos. En Atenas se daba mucha importancia al respeto a los padres a pesar del culto a la juventud, al cuerpo y a la belleza. Esparta respetaba y admiraba la sabiduría de los ancianos, tuvo un Senado con 28 miembros de más de 60 años. La mujer estaba excluida de participación en la vida pública, su papel estaba en la vida doméstica y el cuidado de los demás.

 

Los ancianos hebreos asumieron un papel fundamental dirigiendo al pueblo hebreo y constituyendo un Consejo de Ancianos con gran poder de decisión en cuestiones jurídicas y religiosas,  aunque más adelantes este Consejo de Ancianos perdió su poder de decisión y su participación social se redujo a ser consejeros y portadores de sabiduría y experiencia. La mujer seguía reducida al cuidado de los ancianos y la familia.

 

Durante la época romana, los ancianos sufrieron desprestigio por ser considerados una autoridad amenazante y temida. Los ancianos llegaron a ser menospreciados. Con el cristianismo también los ancianos acaban siendo rechazados por la sociedad. En la Edad Media el anciano es básicamente considerado un débil y la Iglesia lo posiciona entre los enfermos y desvalidos.

 

Durante el Renacimiento  se vuelven los ojos hacia la Grecia Antigua  y a valorar sobre todo la juventud, belleza y la perfección, por lo que se impone  el rechazo a la imperfección, la fealdad y,  naturalmente, a la vejez. Las personas mayores vuelven a ser prescindibles y rechazadas. La mujer vieja es representada exageradamente fea y llena de arrugas. Y en la Edad Moderna, ante el progreso  de  la imprenta, la transmisión oral comienza a desaparecer y con ello la importancia de la memoria de los mayores, uno de sus principales valores.

 

En el Mundo Contemporáneo aparece ya el método de jubilación que otorga una dignidad al trabajador cuando el sistema considera su edad ‘no apta’ para un buen rendimiento laboral.  Pero en la actualidad, la calidad  y  esperanza de vida han ido cambiando. Los 30 años, tope de vida, de la prehistoria son  los 100 de ahora. Los ‘seniors’ de hoy, jubilados por el sistema, están en plenas facultades físicas y mentales para afrontar cualquier reto vital.

 

La esperanza de vida es larga. Hoy es normal llegar a la década de los noventa en considerable plena forma física y mental. Las enfermedades, o mejor llamamos achaques, que se tienen a esas edades están suavizadas por una buena dosis de pastillas que las hacen crónicas pero no agresivas. Por lo que el anciano ya no es anciano, es ‘senior’, señor mayor, con sus capacidades macerando sus experiencias de vida, conociendo mucho más de lo que aparenta y  observando e interpretando mucho mejor de lo que le suponen. Una persona con 70 años está en plena forma.

 

Y aquí aparece SECOT (‘Seniors’ Españoles para la Cooperación Técnica), una Asociación fundamentalmente creada por empresarios y profesionales ‘seniors’ (jubilados pero no ancianos) que ponen al servicio de la sociedad, de manera voluntaria y altruista, sus conocimientos, experiencias y tiempo, para ayudar, apoyar y asesorar a jóvenes emprendedores a desarrollar y facilitar la puesta en marcha de sus proyectos. Ingenieros, catedráticos, directivos de empresas y personas talentosas…., expertas en todo tipo de profesiones, que están encantados de dedicar su tiempo y sus conocimientos a los jóvenes que estén deseando emprender su camino profesional. Una importante ayuda (verdadero lujo) para la inexperiencia de los jóvenes y una gran satisfacción (ofrecer sus conocimientos) de los expertos ‘seniors’.

 

SECOT lleva diez años trabajando en León, y su provincia, apoyando proyectos empresariales e impartiendo formación práctica a través de la Escuela de Emprendedores. Acciones totalmente gratuitas y con una dedicación plena. La generosidad de los seniors, SECOT, es un excelente ejemplo de cómo estructurar una sociedad equilibrada, justa, inteligente, sensata y feliz, desde los cimientos hasta la cubierta.

 

Los mayores tienen la sabiduría del final del camino y los jóvenes el impulso de comenzar a caminar. Una buena armonía la conexión y cooperación de ambos extremos.  No hay ancianos sin ganas, hay ‘seniors’ con muchas ganas.

 

O témpora o mores

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