Nuestro problema es la mente
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Esta mañana mientras desayunaba -que en mi caso viene ser hacia la hora Tercia de la vida conventual de los canónigos, es decir, hacia las nueve de la mañana- leí una entrevista que me ha parecido interesante para compartir. Me gusta desayunar sola, en silencio, despertándome lentamente con la taza de té humeante entre mis manos (varias, una tetera entera acabo ingiriendo) y alguna rebanadita de pan integral tostada y rociada con aceite de oliva virgen extra, naturalmente. Es el momento del día que más necesito de intimidad mental porque mi mente a estas horas se encuentra entre el subconsciente, el consciente y el inconsciente. A medio camino entre confusión y lucidez. Momento de meditación, de valoración de los quehaceres del día y de alguna lectura interesante. Eso sólo lo podemos hacer los que no tenemos horarios laborales marcados o los que llevan una vida monástica. En mi caso es una mezcla de las dos circunstancias.
Pues, a lo que iba, esta mañana he leído unas declaraciones interesantes en el diario El Mundo, de un terapeuta especializado en meditación, Antonio Jorge Larruy se llama. Este terapeuta centra su interés en proporcionar herramientas diarias de calma y reeducación mental para conseguir “una vida de alto rendimiento”, dice. Porque según la neurociencia tenemos entre 70.000 y 100.000 pensamientos al día de los cuales más del 80% son negativos, y, este terapeuta asegura que esa es la causa de nuestra infelicidad.
Afirma que nos hemos desalineado y desconectado de la vida. Que por el influjo de la educación, nos hemos ido instalando en la mente. Que estamos sustituyendo las realidades y las experiencias por conceptos e ideas y eso nos adentra en el mundo mental y nos aísla de lo que es realmente la vida y, por ende, la felicidad. Asegura que estamos inmersos en un mundo mental disparado, porque estamos constantemente interpretándolo todo y eso nos lleva a no ser capaces de percibir abiertamente las cosas. Que hemos olvidado la experiencia real de la vida. Que los seres vivos están instalados en la vida, pero nosotros estamos encarcelados en nuestras mentes y no hay nada más frágil que una idea para llegar a pensamientos negativos. Insiste: No somos ideas, somos seres vivos.
La vida es plena, extraordinaria y maravillosa. En el mundo mental vivimos entre fantasmas y quimeras. El mundo mental nos va a conducir siempre al sufrimiento. “Yo hace años que no estoy colocado en el pensamiento. Desde que dejé de pensar, mi mente funciona muchísimo mejor, no me ocupo de ello. No doy vueltas a las cosas, procuro estar asentado en lo que veo, instalado en la consciencia, y la mente funciona realizando su labor. Y es así como todos los pensamientos disparados se han ido apagando, porque los he desatendido”.
Reclama la necesidad de recuperar lo natural, salir de esta locura, de este estado neurótico en el que nos ha metido nuestra civilización y volver a la simplicidad de la experiencia. Vivir, darnos cuenta de que estamos vivos. Aconseja dejar de pensar lo que va a pasar o dejar de pasar y vivir el instante, porque la mente está constantemente fabulando y previendo posibles peligros, lo que genera una tensión continúa. Por lo tanto tenemos que aprender a soltar el pensamiento, tanto el que promete como el que amenaza, y vivir de la experiencia.
Larruy considera que estamos en un punto social agonizante ya que las cotas de bienestar a las que se supone hemos llegado no nos dan la felicidad prometida, y es ahí cuando surgen las depresiones y las insatisfacciones. Comprobado está el hecho de que el ‘tener’ no garantiza el ser feliz. Tener no es lo mismo que Ser. Y, “la felicidad no está en tener, está en Ser”.
“Ahora mismo como humanidad nos encontramos en un punto agónico, en un final de ciclo en el cual el paradigma del tener se viene abajo y eso hace que haya muchas más crisis. Las patologías mentales y las disfunciones psíquicas han aumentado precisamente porque es el fin de un ciclo, y gracias a esto muchas personas están empezando a realizar cambios internos, abriéndose a una nueva consciencia con la intención de vivir una vida plena y auténtica.”
Advierte de que el único obstáculo para nuestra felicidad es nuestra mente, que es negativa. Y afirma que esa negatividad es aprendida en nuestra infancia cuando nos decían: “Si no haces las cosas tal y como te digo, si no haces los deberes, si no eres buena persona, no puedes ser feliz". Entonces nos negaron la felicidad, nos condicionaron lo incondicional y nos hemos quedado con este vicio. Pero la felicidad es gratuita”.
Como nuestra mente es la que nos llena de razones, juicios y limitaciones Larruy insiste en que tenemos que aprender a pasar olímpicamente de la mente. El problema siempre es la mente. Si queremos vivir algo no hay que buscarlo ni cuestionarlo, hay que vivirlo desde dentro y luego expresarlo y expandirlo.
“Para vivir la vida lo primero que hay que hacer es ser consciente de la vida, salir del encierro mental. Darse cuenta de que las palabras representan realidades, que hay que escuchar y contemplar las cosas. Hay que conectarse con la presencia y actividad de la vida. Exprimir la vida significa conectarse con el presente, descolgarse del pasado y no dejarse presionar por el futuro.
Y para exprimir la vida hay que entregarse. “Dime lo que quieres vivir y te diré lo que tienes que dar. ¿Quieres vivir el amor? Ama. ¿Quieres vivir la alegría? Irrádiala. ¿Quieres vivir comprensión? Comprende. Eso es exprimir la vida. Sacar tu potencial. “No estés pendiente de lo que recibes, no estés a la espera. Quien espera, desespera”. “Para vivir bien hay que estar dispuesto a morir dándolo todo, como un gladiador, como un artista, como cualquier persona entregada a su labor. Esto es plenitud. La felicidad son estos instantes de entrega en los que se pierde el tiempo y el mundo de vista. Exprimir la vida requiere presencia, entrega y autenticidad. Vivir con transparencia, dejando de impostar para quedar bien. Sé tú mismo. Tu valor radica en lo que eres, no en lo que tienes o pareces”.
Las consideraciones del terapeuta Larruy me parecen muy interesantes a tener en cuenta porque parece que cuando paramos estamos perdiendo el tiempo, o que cuando no producimos estamos perdiendo dinero, o cuando nos aislamos estamos perdiendo oportunidades, o cuando nos ensimismamos estamos perdiendo facultades…, y ese sentimiento de pérdida de cuestiones exteriores suele llenarnos de insatisfacciones. Ahora, lo de eliminar los pensamientos me parece más difícil. Hace tiempo que yo me puse en el camino de la vida contemplativa y reconozco que me siento muy feliz de vivir contemplando y saboreando la vida desde mi espacio interior. Es gratificante sentir que yo paso por la vida, no que la vida pasa por mí. En eso estoy, avanzando. Y lo recomiendo yo también, como el terapeuta Larruy.
Oh témpora o mores
Esta mañana mientras desayunaba -que en mi caso viene ser hacia la hora Tercia de la vida conventual de los canónigos, es decir, hacia las nueve de la mañana- leí una entrevista que me ha parecido interesante para compartir. Me gusta desayunar sola, en silencio, despertándome lentamente con la taza de té humeante entre mis manos (varias, una tetera entera acabo ingiriendo) y alguna rebanadita de pan integral tostada y rociada con aceite de oliva virgen extra, naturalmente. Es el momento del día que más necesito de intimidad mental porque mi mente a estas horas se encuentra entre el subconsciente, el consciente y el inconsciente. A medio camino entre confusión y lucidez. Momento de meditación, de valoración de los quehaceres del día y de alguna lectura interesante. Eso sólo lo podemos hacer los que no tenemos horarios laborales marcados o los que llevan una vida monástica. En mi caso es una mezcla de las dos circunstancias.
Pues, a lo que iba, esta mañana he leído unas declaraciones interesantes en el diario El Mundo, de un terapeuta especializado en meditación, Antonio Jorge Larruy se llama. Este terapeuta centra su interés en proporcionar herramientas diarias de calma y reeducación mental para conseguir “una vida de alto rendimiento”, dice. Porque según la neurociencia tenemos entre 70.000 y 100.000 pensamientos al día de los cuales más del 80% son negativos, y, este terapeuta asegura que esa es la causa de nuestra infelicidad.
Afirma que nos hemos desalineado y desconectado de la vida. Que por el influjo de la educación, nos hemos ido instalando en la mente. Que estamos sustituyendo las realidades y las experiencias por conceptos e ideas y eso nos adentra en el mundo mental y nos aísla de lo que es realmente la vida y, por ende, la felicidad. Asegura que estamos inmersos en un mundo mental disparado, porque estamos constantemente interpretándolo todo y eso nos lleva a no ser capaces de percibir abiertamente las cosas. Que hemos olvidado la experiencia real de la vida. Que los seres vivos están instalados en la vida, pero nosotros estamos encarcelados en nuestras mentes y no hay nada más frágil que una idea para llegar a pensamientos negativos. Insiste: No somos ideas, somos seres vivos.
La vida es plena, extraordinaria y maravillosa. En el mundo mental vivimos entre fantasmas y quimeras. El mundo mental nos va a conducir siempre al sufrimiento. “Yo hace años que no estoy colocado en el pensamiento. Desde que dejé de pensar, mi mente funciona muchísimo mejor, no me ocupo de ello. No doy vueltas a las cosas, procuro estar asentado en lo que veo, instalado en la consciencia, y la mente funciona realizando su labor. Y es así como todos los pensamientos disparados se han ido apagando, porque los he desatendido”.
Reclama la necesidad de recuperar lo natural, salir de esta locura, de este estado neurótico en el que nos ha metido nuestra civilización y volver a la simplicidad de la experiencia. Vivir, darnos cuenta de que estamos vivos. Aconseja dejar de pensar lo que va a pasar o dejar de pasar y vivir el instante, porque la mente está constantemente fabulando y previendo posibles peligros, lo que genera una tensión continúa. Por lo tanto tenemos que aprender a soltar el pensamiento, tanto el que promete como el que amenaza, y vivir de la experiencia.
Larruy considera que estamos en un punto social agonizante ya que las cotas de bienestar a las que se supone hemos llegado no nos dan la felicidad prometida, y es ahí cuando surgen las depresiones y las insatisfacciones. Comprobado está el hecho de que el ‘tener’ no garantiza el ser feliz. Tener no es lo mismo que Ser. Y, “la felicidad no está en tener, está en Ser”.
“Ahora mismo como humanidad nos encontramos en un punto agónico, en un final de ciclo en el cual el paradigma del tener se viene abajo y eso hace que haya muchas más crisis. Las patologías mentales y las disfunciones psíquicas han aumentado precisamente porque es el fin de un ciclo, y gracias a esto muchas personas están empezando a realizar cambios internos, abriéndose a una nueva consciencia con la intención de vivir una vida plena y auténtica.”
Advierte de que el único obstáculo para nuestra felicidad es nuestra mente, que es negativa. Y afirma que esa negatividad es aprendida en nuestra infancia cuando nos decían: “Si no haces las cosas tal y como te digo, si no haces los deberes, si no eres buena persona, no puedes ser feliz". Entonces nos negaron la felicidad, nos condicionaron lo incondicional y nos hemos quedado con este vicio. Pero la felicidad es gratuita”.
Como nuestra mente es la que nos llena de razones, juicios y limitaciones Larruy insiste en que tenemos que aprender a pasar olímpicamente de la mente. El problema siempre es la mente. Si queremos vivir algo no hay que buscarlo ni cuestionarlo, hay que vivirlo desde dentro y luego expresarlo y expandirlo.
“Para vivir la vida lo primero que hay que hacer es ser consciente de la vida, salir del encierro mental. Darse cuenta de que las palabras representan realidades, que hay que escuchar y contemplar las cosas. Hay que conectarse con la presencia y actividad de la vida. Exprimir la vida significa conectarse con el presente, descolgarse del pasado y no dejarse presionar por el futuro.
Y para exprimir la vida hay que entregarse. “Dime lo que quieres vivir y te diré lo que tienes que dar. ¿Quieres vivir el amor? Ama. ¿Quieres vivir la alegría? Irrádiala. ¿Quieres vivir comprensión? Comprende. Eso es exprimir la vida. Sacar tu potencial. “No estés pendiente de lo que recibes, no estés a la espera. Quien espera, desespera”. “Para vivir bien hay que estar dispuesto a morir dándolo todo, como un gladiador, como un artista, como cualquier persona entregada a su labor. Esto es plenitud. La felicidad son estos instantes de entrega en los que se pierde el tiempo y el mundo de vista. Exprimir la vida requiere presencia, entrega y autenticidad. Vivir con transparencia, dejando de impostar para quedar bien. Sé tú mismo. Tu valor radica en lo que eres, no en lo que tienes o pareces”.
Las consideraciones del terapeuta Larruy me parecen muy interesantes a tener en cuenta porque parece que cuando paramos estamos perdiendo el tiempo, o que cuando no producimos estamos perdiendo dinero, o cuando nos aislamos estamos perdiendo oportunidades, o cuando nos ensimismamos estamos perdiendo facultades…, y ese sentimiento de pérdida de cuestiones exteriores suele llenarnos de insatisfacciones. Ahora, lo de eliminar los pensamientos me parece más difícil. Hace tiempo que yo me puse en el camino de la vida contemplativa y reconozco que me siento muy feliz de vivir contemplando y saboreando la vida desde mi espacio interior. Es gratificante sentir que yo paso por la vida, no que la vida pasa por mí. En eso estoy, avanzando. Y lo recomiendo yo también, como el terapeuta Larruy.
Oh témpora o mores