María José Cordero
Sábado, 01 de Julio de 2023

La muerte o la vida: la inoperancia de los responsables

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La pasada Semana Santa fue mi verdadera Semana de Pasión. Empecé el martes con dolor abdominal, vómitos y sin pizca de ganas de comer y, lo poco que comía, salía rápidamente por la boca. En una situación física calamitosa, apenas podía andar del dolor, y ayudada por un amigo nos encaminamos al Centro de Salud de Astorga, servicio de urgencias. Allí nos atendió, todo un eufemismo, una doctora que sin sacarse las manos de los bolsillos de la bata decidió ponerme un calmante en vena y ¡p’a casa! “A ver si mañana se encuentra mejor” –dijo. Exploración prácticamente nula y el ecógrafo bien guardadito en el armario.

           

Hace años la doctora Victorina Alonso reclamó para la unidad de Astorga el ansiado aparato que facilita los diagnósticos, pero he aquí que la Junta de Castilla y León envía el ecógrafo pero no un técnico que enseñe a los médicos a manejarlo. Toda una inutilidad. ¿Para qué está entonces? La doctora Alonso, por decisión personal, abonó de su propio bolsillo unos cursos de formación, durante unos meses, en Madrid; con todos los gastos que supone el traslado a la capital de España durante bastantes fines de semana.

           

Volvamos al que pudo ser “Mi último viaje”, gracias a la pésima atención recibida en Astorga, la falta absoluta de interés y la profesionalidad inexistente. La noche del jueves fue delirante, me desmayé del dolor, vomitaba, aunque mi estado no era febril, pero algo no pintaba nada bien. Quizá fue la intuición, o el pánico que me hizo reaccionar, y el viernes de mañana me acercaron –yo no hubiera podido- al Hospital del Bierzo, entre otras cosas porque conozco a un excelente cirujano y amigo, y tengo familia en esa localidad. Directamente a urgencias, en donde esperé cinco horas, y me realizaron diversas analíticas, una ecografía, -en donde cantó hasta La Traviata, por lo que me condujeron al escáner, ya que les alarmó lo que se veía en la prueba anterior-. Diagnóstico: Apendicitis aguda gangrenosa con perforación en 1/3 inferior. Peritonitis purulenta.

           

Hay dos tipos de reflexiones que me he hecho en estos días, una, que esto que me ocurrió a mí, no puede volver a pasar, y como decíamos en un juego infantil: “Por mí y por todos mis compañeros”. Por lo tanto, reclamación presentada en el Centro de Salud de Astorga. Esto no queda así. La siguiente reflexión, del todo alarmante es: ¿Para qué se envía un ecógrafo que nadie sabe manejar? ¿Era, en ese momento, una cuestión electoral? ¿Los asuntos de los señores políticos están por encima de la salud de los ciudadanos? ¿A quién le importa, entonces, si el ecógrafo se utiliza o no? ¿Dónde está la responsabilidad de los “responsables”? Y, la doctora en cuestión, que tan mal me atendió, qué consecuencias va a tener su falta de interés y su nula ética profesional? Ni siquiera aplicó el protocolo de actuación en estos casos, que no es otro que enviarme al hospital de inmediato. Me libré por los pelos. La inutilidad de algunos pudo costarme la vida. Y, según la Ley, aunque presente denuncia por mala praxis, como no fallecí, no hay nada que hacer ni que reclamar. ¡País! 

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