Tomás-Néstor Martínez Álvarez. Fotos: Eloy Rubio Carro
Domingo, 09 de Julio de 2023

¿La vida en la palabra o la palabra en la vida? Sobre la poesía de Pereira

El viernes tuvo lugar en Veguellina de Órbigo, a la brisa del río, y con motivo de la celebración del 'Centenario Antonio Pereira' una representación protagonizada por Juan Carlos Mestre y Ester Folgueral, ambos acompañados por el acordeon de 'Cuco Pérez'. La representación servía de apertura a la XV edición de 'Poesía a Orillas del örbigo', capitaneada por Tomás Néstor Mártinez.
Es buena costumbre en 'Poesía a Orillas del órbigo' repartir a los asistentes un pequeño librito con lo allí recitado. En esta ocasión el libro contiene una selección poética de Antonio Pereira, con el prólogo que abajo reproducimos, de Tomás Néstor Martínez.

En los sucesivos viernes del mes de julio intervendrán por este orden: Luz Pichel, Mario Obrero y Juan Velasco Moreno.

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La respuesta acaso esté no solo en el viento cargado de noroeste o poniente, ni en las copas de oporto que nublan la mirada de milord, ni en la tabla de multiplicar susurrada al oído de una rusa, ni en la Plaza Mayor de Villafranca del Bierzo o plaza del mundo guardada y presidida por el pintor Norberto Beberide, sino, y sobre todo, en la vida que acoge la Palabra a la que el poeta en vigilia y a la espera dará ‘voz’ en su encuentro con ella.

  

Saludando al alba, las farolas ya en dormición, aguardan en sintonía emocional poeta y Antonio Pereira, “Yo, con vosotros. Dando cada día / testimonio de cómo entre los hielos / abre el amor sus minas imborrables”. Cada poema, cada relato de Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923 – León, 2009) es un respiro de la memoria, de lo (re)vivido, acaso de lo soñado o inventado; lo que uno inventa, asegura E. Ionesco, es cierto, “las invenciones, por su propia naturaleza, no pueden ser mentira”.

 

 

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Con cuatro ingenuos primeros versos para una niña de Bilbao, Lagrimitas de mujer, / perlas de mi corazón, / que venís a entristecer / las delicias del amor, el aún niño de nueve o diez años comenzaba sin saberlo el camino hacia la escritura: texto periodístico, verso o prosa; unidad creativa siempre. Porque eres poeta, le comentaba Antonio Gamoneda, “escribes una prodigiosa narrativa breve”; y añadiría, no se puede “distinguir entre la narrativa y la poesía en A. Pereira”, no se trata de realidades distintas, sino que “Hay una modulación diferente”, no realidad diferente: creación en/con palabras. Él mismo consideraba desajustado “el relegamiento de mi poesía. Me alegra reivindicar mis versos cuando la ocasión llega”.

 

Y van apareciendo los poemarios. El regreso (1964), el primero; seguirán Del monte y los caminos (1966), Cancionero de Sagres (1969), Dibujo de figura (1972) y Viva voz (2006) entre otros. El poeta villafranquino, sin embargo, tiene “la impresión de que ha escrito y sigue escribiendo “un único libro”, lo mismo cuando hace versos que cuando redacta cuentos o novelas, “todo ello alrededor de unas ideas y sentimientos sustentadores””, apunta Miguel Dolç. Cada libro de poemas es una etapa en el camino, un detenerse a mirar atentamente cómo “Los hombres van dejando en los carriles / un reguero de vida que se pierde / como grano menudo entre las peñas / y ya nunca será trigo ni verde” (II Del monte y los caminos -2-). No caen en el olvido los otros, ni la población de  desheredados ante las fronteras, ni cuantos llevan “con sudor escritas / en la memoria sus señales”: profundo el compromiso ético de Pereira y su oficio de mirar desde cualquiera de los puntos cardinales, “¡Pido un camino para hacer más corto / el grito que pelea hacia la vida!”. Al detenerse en los mapas se da cuenta de cuántos desdibujados han quedado fuera, tantos que ni siquiera caben en los márgenes. Acuden para incardinarse aquí y ahora unosversos de Luz Pichel que palpitan, con los de Pereira, el mismo Poniente galaico-portugués, evocador de vida y sentimientos,“Siempre se puede / se debe escribir una autobiografía de los otros / de lo otro, de lo que nos circunda”. Los otros, lo otro, cuanto nos rodea también soy yo, termina diciendo la poeta gallega de Alén.

 

     

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En respuesta epistolar a Pereira agradeciendo el envío de ‘Contar y seguir’ 1962-1972 Jorge Guillén retrata el alma del poeta berciano, “Le veo a usted vivir; caminar, llevarse consigo pueblos, semillas, paisajes. Me gusta sentirle “leonés” no de León y Castilla, sí de León y Galicia, de León y Portugal. Montes, caminos, Sagres, Lisboa y los amigos: la vida en la palabra”.

 

Desde la mirada nunca ociosa Pereira comprende el vivir y la vida arraigada a la tierra y a tantas tierras; ahí engarza los sentimientos y emociones del ser humano, “El hombre habla hacia dentro y se contempla / en el espejo cóncavo del alma”, sobre todo en el silencio, “El hombre en soledad aprende a oírse / el corazón, la sangre y sus oráculos”. El humo de una chimenea, un tren sencillo, un rostro, las manos duras, hoces, la ferretería, las herramientas “no pañuelos / bordados de batista”, “los clavos sobre el platillo / de la balanza cayendo / y el choque de las caderas / redondas de los pucheros”, Portugal y Ribatejo, una copa de oporto, y el pudor: cotidianeidad salpimentada con ironía –“y me gusta su ironía” decía Guillén en la carta-, o mejor, con ‘retranca’”.

 

 

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“Poesía desnuda”, escribió Antonio G. de Lama comentando los poemas  del poeta berciano, en ellos la emoción “es más pura y la expresión más verdadera. Como A. Machado, ha querido dar solamente “unas pocas palabras verdaderas”. Palabras que son alma, que toman la realidad y la transfiguran y la exprimen, haciéndolas rezumar su esencia íntima, su verdad entrañable, su poesía”. Sin duda, la obra poética de Antonio Pereira merece mayor (re)conocimiento. ¡Perdido quedará quien no llegue a ella!

 

La poesía, aseguraba, “es para mí una tregua de consolación”.

 

La vida en la palabra; la palabra en la vida: ¿qué más puede pedirse a un poeta?, ¡¡conciencia perenne de la humanidad!!                                                                            

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