José del Río Sánchez
Domingo, 23 de Julio de 2023

Club El Quijote: Huellas en papel

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Aquella lejana primavera de 1971, Astorga no ofrecía a los chicos y chicas de 16, 17 y 18 años ninguna posibilidad de asociarse para satisfacer esa necesidad natural de salir de los cauces establecidos para hacer cosas nuevas, para ser ellos mismos sin tener que vincularse a ninguna ideología religiosa o política. Y, entonces, en aquella lejana primavera de 1971 surgió el club ‘El Quijote’ como una alternativa para cubrir esta deficiencia. Era una asociación juvenil promovida por la Iglesia a través de un sacerdote, D. Tomás, y un fraile redentorista, el P. Ruiz, pero, en modo alguno, se exigía a los socios ningún tipo de compromiso religioso. De hecho, la ‘tutela’ de estas personas fue muy blanda y nunca interfirieron en las iniciativas de los socios. La gestión del club la llevaba una junta elegida por votación y su financiación provenía de las cuotas de los socios y de los ingresos obtenidos por diversas actividades.

 

El club disponía de un local, propiedad de la diócesis, donde los jóvenes charlaban, tomaban algo sin alcohol, jugaban al ajedrez o a las cartas, bailaban algún domingo… y participaban en las actividades programadas por los distintos grupos que se fueron formando. El grupo de música, por ejemplo, se encargaba de comprar discos (cuando había dinero), ofrecía audiciones, elegía la música de los bailes, y también uno de sus miembros impartía gratuitamente clases de guitarra. El grupo de teatro preparó varias piezas que fueron estreno absoluto en Astorga. El grupo de radio tenía un programa semanal en la COPE. También había equipos deportivos (de chicos y de chicas) que participaban en competiciones locales. Muchos viernes programábamos una charla con un invitado externo (hoy diríamos un experto) que disertaba sobre asuntos que nos podían interesar: carreras universitarias, literatura actual, psiquiatría, drogas, delincuencia juvenil, etc. Y finalmente estaba el grupo de prensa, del que me voy a ocupar con más detalle porque de los otros se hablará en otros artículos de esta serie.

 

El grupo de prensa era el encargado de editar una revista que llamábamos Andanzas. En realidad, en las portadas figuraba la expresión Boletín informativo del club El Quijote porque, por motivos legales, no podía figurar el término ‘revista’, pero, como veremos a continuación, era mucho más que un boletín aunque su presentación fuera muy pobre porque la imprimíamos a ciclostil (no teníamos dinero para publicarla en una imprenta profesional). Entre noviembre de 1971 y julio de 1973 se publicaron 13 números que tenían entre diez y quince páginas. Afortunadamente, un miembro del club, Asunción Seco, ha conservado una colección completa, que ha sido digitalizada página por página por otro socio, J. A. Cordero, y luego mejorada su presentación por Lalo F. Mayo. Hoy puede consultarse en la web winmates.net/quijote/q00.php. Gracias a esta afortunada simbiosis he podido recuperar datos que en mi memoria habían desaparecido.

 

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Las portadas siempre tenían un dibujo diferente vinculado con el personaje idealista creado por Cervantes, que quizá era un símbolo también de  nuestras ilusiones juveniles. La primera página (así se llamaba) era el editorial, que unas veces adoptaba un tono crítico con los que nos criticaban y otras animaba a los socios a implicarse más en la vida del club. Luego venía otra página, titulada Clubidades, donde se informaba sobre las actividades de los distintos grupos. También aparecían nuestras primeras creaciones literarias (poesías, relatos), que tenían, en general, una calidad muy notable. Una sección que no solía faltar era la dedicada a la vida y la obra de personajes relevantes, muchos de los cuales no figuraban en los programas escolares: Freud, Le Corbusier, Eisenstein, Alfonso Sastre, Picasso… y Martín Vigil. El título de este último artículo no puede ser más perspicaz: Un cura que vive como un hombre o un hombre que vive como un cura. No está mal para describir a un personaje muy popular e intocable en aquellos años (aunque ahora sabemos que tocaba y se dejaba tocar por cuerpos juveniles).

 

Había también una sección de actualidad deportiva donde se hablaba, por ejemplo, del ‘rallye de Montecarlo’ o de las olimpiadas de invierno. Además de la lista con los discos más oídos, en la página de música se escribía sobre diversos temas musicales, algunos sorprendentes como el folk americano. Y no podía faltar la página de humor, que solía tener un tono satírico. Completaban la revista varias páginas dedicadas a temas candentes, unos locales (como una crítica a la especulación de los constructores que no respetaban los restos arqueológicos que hallaban al hacer los cimientos de las nuevas obras) y otros de ámbito general, como el aborto, la guerra India-Pakistán, el hambre en el mundo, etc.

 

Creo que esta sucinta descripción ofrece un panorama suficiente de lo que fue Andanzas. No he querido citar a los autores para no discriminar a nadie porque algunos artículos están firmados con seudónimo. Lo importante, me parece, es mostrar la labor colectiva, el relato de una experiencia nueva, original, inolvidable, que nos preparó para enfrentarnos a muchas de las situaciones que vendrían después.

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