Ángel Francisco Casado
Domingo, 30 de Julio de 2023

Promesas

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Promesas, puras y cándidas promesas eran  las de aquellos que esgrimían sus plumas y llevaban al papel sus, un tanto impostadas, emociones, sus  incipientes delirios líricos. Fueron no pocos los osados que entregaron sus versos (generalmente versículos) al ciclostil, en textos próximos a la normativa escolar, con predominio de la adjetivación y el adorno, propios de quienes se iniciaban en la literatura bajo un magisterio un tanto anquilosado en tiempos pretéritos.

           

Aquellos bachilleres, casi con un pie en la universidad, dieron a conocer sus algo remilgados textos en la revista ANDANZAS, publicada en el seno de El Club Quijote y de la que, con notable esfuerzo, salieron a la luz trece números (y no creció, para hacer bueno el famoso refrán, ”mal número”…); trece números ilusionantes con la ingenua pretensión de ser prensa al lado de otra prensa que usaba sendas rotativas (‘El Pensamiento Astorgano’, ‘La Luz de Astorga’, ‘Día 7’…), mientras ella rotaba en torno a un ciclostil que producía textos impresos de difícil lectura, devorados con buena voluntad.

           

Aquellos preuniversitarios de la clerical y amurallada (diríase encorsetada) ciudad de Astorga, se reunían en los bajos, ni más ni menos, de la Casa Sacerdotal y, desde dentro, lanzaban sus opiniones y sus escasos versos, germen de futuros trabajos, es decir, ‘promesas’ que luego cristalizaron en sendos poemarios, a la sombra de los poetas astorganos precedentes (los Panero, los Carro…) y en labores periodísticas que, con el tiempo, ya maduras, aparecerían en diversas publicaciones nacionales.

           

En aquel famoso Club comenzó la fragua, casi siempre tutelada por algún clérigo, de futuros periodistas y poetas. Aquellos primeros balbuceos literarios, animados desde la primera carta agónica (en el sentido unamuniano de esta palabra) del presidente del club, fueron los cimientos de posteriores trabajos, siempre paralelos a otros principales, generalmente desarrollados en el ámbito de la enseñanza.

           

En ANDANZAS, la revista, entre otras secciones, estaba la denominada ‘Apuntes’, en la que aparecían versos un tanto opacos (porque en aquel entonces se enseñaba a ser más oscuro que claro y sencillo). Aunque se paladeaba en las escuelas y los institutos la poesía de los clásicos, aquellos jóvenes se adentraban en la nueva poesía, apenas entrevista, con versículos libres y hasta libérrimos: se apuntaban aquellos ‘quijotes’ a las nuevas tendencias literarias menos encorsetadas, en busca de nuevos caminos, como si quisieran desarrollar sus ideas por otros cauces formales. ”Algo sin fuerza quiere andar”, decía uno de aquellos versos, y llegaban los puntos suspensivos, abiertos a lo mucho que quedaba por escribir.

           

Por entonces se organizaron un par de concursos literarios, uno de los cuales contó, como premio, con estupendas tallas del Quijote con un libro en las manos, obra del mejor tallista de la ciudad de Astorga: Moro, padre de uno de los componentes del Club. Y, al lado de estas propuestas literarias, también se desarrolló la música, con clases de guitarra y audiciones dirigidas por el redentorista, magnífico compositor y animador de coros, Ángel Barja. Aquella música también dio  frutos que cristalizaron en algún cantautor y en armonías corales.

      

 

Para ir concluyendo, el Club Quijote, entre otras cosas de las que no toca hablar en este artículo, fue  ANDANZAS, la revista con la que echó a andar: se estaba en el camino, en la promesa…

           

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