Tomás-Néstor Martínez Álvarez
Domingo, 30 de Julio de 2023

Infancia de (en)sueño entre Toro Sentado y Buffalo Bill

El viernes, 28 de julio, finalizó la XV edición del ciclo literario de Veguellina, ‘Poesía a Orillas del Órbigo’, con la intervención de Juan Velasco Moreno (Madrid, 1961)

Juan Velasco Moreno es responsable de la edición de la antología ¡Under the Fifth Sun: Latino Literature from California¡ (Berkeley, Heyday Books 2022), y de ‘Las fronteras móviles: tradición, modernidad y la búsqueda de ‘lo mexicano’ en la literatura chicana contemporánea’ (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2003). Es también el autor de la novela ‘Enamorado, historia del príncipe Bodhidharma’ (Madrid, Ediciones Miraguano, 2000), y de ‘Call Me When I Am Gone’. De 2011 es ‘La masacre de los soñadores’ (Madrid, Editorial Polibea), una colección de poemas sobre el Oeste americano. Su última obra hasta la fecha es ‘Collective Identity and Cultural Resistance in Contemporary Chicana/o Autobiography ‘(Palgrave Mcmillan, 2016)

Ofrecemos aquí el prólogo a la antología que se repartió entre los asistentes al acto.

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Matadme,” decía, “uno de estos

poemas tiene que matarme.”

 

…y allá en el lejano Oeste “…sacaba el lápiz, la libreta de anillas, / y se mataba una y otra vez, / sin explicaciones”. Era de película, o de ensueño, el niño Custodio. Con montañas y sacos de palabras pintaba murales de la excusa, pero nunca la verdad. Compartía la soledad con Esperanza, “Ella tenía doce años y él diez /…sus caras tenían la edad del viento, / la edad de las montañas”. Dueños y hermanos del silencio, de la expectación; haz y envés de una conmoción infantil. Custodio y Esperanza: una sola realidad, dos sueños, dos voces silenciosas, niño y niña, y un único soñador. Han decidido dejarse llevar hasta los límites del desierto en el lejano Oeste y alojarse en La masacre de los soñadores (2011). En trance de dormición, por los ojos de los niños, de mirada asombrada, viajan Toro Sentado -TatankaIyotanka (c.1831-1890) y Buffalo Bill -William Frederik (1846-1917)-. Esperan una aparición, la llegada de ambos a su desierto. Aún soñadores, no caminarán por separado, hasta bostezan el mismo bostezo: “Dirigíamos silenciosas preguntas al unísono, / nos habíamos apoderado de la soledad / como si fuera un pájaro gemelo y / en él habíamos depositado / la totalidad de la tristeza”. En el lejano Oeste la palabra escasamente hablada apenas acallará al silencio.

     

La obra de Juan Velasco (Madrid, 1961) abarca el ensayo, ‘Las fronteras móviles: tradición, modernidad y la búsqueda de lo ”mexicano” en la literatura chicana contemporánea’ (2003); la novela, ‘Enamorado. La historia del príncipe Bodhidharma’ (2000); la poesía, ‘La masacre de los soñadores’ (2011); el libro de viajes ‘1988:NY-LA’ (Crónica de un viaje a América). Relatos y poemas suyos aparecen recogidos en numerosas antologías. Es coautor de ‘In Xóchitl in Cuícatl: Floricanto. Cien años de poesía chicanx/latinx’ (1920-2020). “El acto de escribir está profundamente conectado con el acto de compartir la curación y la justicia social en todo el mundo”, comenta el poeta. Con ese objetivo en 2007 imprimió un hermoso ‘vademécum’ sin tinta ni papel, ni artilugio digital, con dos únicas palabras en portada: solidaridad-compromiso, la ONG ‘Programa Velasco en El Salvador’; otra forma de ‘escribir’ poesía, poesía transcendente, de versos inacabados.

 

A la belleza en los poemas del poeta madrileño la seducen dos niños al borde de un instante, “al borde del crujido de la madera”, en el límite de la noche y el silencio en su Oeste, “Al borde del desierto danzan / entrelazados al sol, a la mañana, / y desvanecidos retornan y se despiertan, / y saben que todavía estarán ahí”. Entre tanto, en otros cuentos, reyes, príncipes y nobles “se han desabrochado las hebillas” sin asomarse a límite alguno.

 

Esperanza y Custodio, “Los Hijos del Águila”, esperan la visita de Toro Sentado, cuyos ojos son “oscuros puntos de luz celeste” e inquietantes, la presencia de Buffalo Bill, de voz rugosa –“He bebido leche de serpientes”-, rostro de acero y Winchester de plata. Sucederán las noches sin pausa para la luz. Sueña Custodio que el perro negro vuelve al desierto para quedar. Ellos...dormían / con el perro negro a su lado, vigilante / “… No había límites, / ni tiempo, ni reglas”. Los soñadores desconocían la duración de los sueños; confiaban en la protección de Toro Sentado. Custodio, no obstante, “lo escribía todo en la mañana, en el sueño escribía / la confesión de las imágenes / sin nombre”. Quedaba a resguardo en la memoria el tiempo de la infancia. Le diría Alejandra Pizarnik a Custodio: “… necesitas / un lugar / en donde sea lo que no es”. Creación y alivio antes o después del caos.

 

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En el recorrido por el poemario pequeñas cosas de la vida cotidiana -la libreta de anillas, el lapicero, autobuses con turistas, marionetas, sogas…-aparecen entreveradasen el ámbito del sueño, convertidas así en símbolo y elementos de referencia al despertar, anuncio previo de la masacre.

 

Para los dos hermanos tanto desasosiego entre imágenes veladas por las líneas curvas del tiempo mantiene la angustia y el terror porque “Había un perro / negro de dientes turbios y podridos”. A destiempo aparecían “unas manos de cal que matan” .Duros los insomnios, real el miedo al regreso al desierto.

    

Mienten las películas del Oeste ya que se esconden en los hoteles, “Las películas de Hollywood… /…se apoderan / De lo que ya no les pertenece…/ Los desiertos mienten…/ … Papá Noel tiene manos de cal.” ¿Y los héroes de aquellas películas? “Están hechos de plástico transparente”. Comenzaba la travesía sin películas ni enredo.

 

Juan Velasco muestra en ‘La masacre de los soñadores’ gran riqueza luminosa y vibrante de imágenes poéticas, siempre simbólicas. Da vida a un territorio aparentemente inhóspito; ahí coloca a una ‘criatura’ infantil con dos nombres y un mismo sentir. Deja caer un pizco de ironía salpimentando Los Ángeles, San Francisco, American Airlines, Wall Street, McDonalds –“El templo de las cajetillas vacías / de los lápices sin punta”-. ¡Cuánto más esconde el poemario en sus cruces de caminos! Estas líneas han transitado apenas unos tramos. El poemario acaso sea una gran metáfora de tantas infancias sin esperanza ni custodia: “Al cruzar la edad de la montaña hay niños / De pies cansados que mandan mensajes, páginas / Llenas de horas, el índice de la amenaza / Les prohíbe la luz brillando tras la puerta”. Bastaría conechar una mirada a cualquier mapa.

     

Nueva York tiene muchos poetas cantores, mas solo un ‘Poeta en Nueva York’. ¿Cuántos poetas habrán ‘cantado’ al lejano y legendario Oeste? ‘La masacre de los soñadores’ es el mejor ‘canto’ contemporáneo que he escuchado.

 

                             

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