Conversaciones con Lidia (2). El Kremlin
![[Img #64888]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2023/4263_2-lidia-en-su-casa-219-copia.jpg)
Lidia ha llegado, finalmente, a Traperos de Emaús, situado en las afueras de Pamplona. La reciben con agrado. Es la única mujer que va a vivir en esta comunidad y la tratan con respeto. Se trata de una asociación dedicada a la acogida de gente necesitada, sin ningún tipo de distinción, ni religiosa, ni política, ni de origen, que viven en comunidad y hacen un trabajo de recogida de donaciones de enseres para luego venderlos en un rastro; de eso viven. Su principio es la economía social y solidaria. Enseguida Lidia encuentra que ese es su sitio, el lugar que necesita en este momento para vivir, le dan casa, comida y algo de dinero a cambio de trabajar clasificando y vendiendo las donaciones. No le queda más remedio que claudicar en una de sus grandes aspiraciones de vida, ‘vivir sin trabajar’, pero la situación que vive con su marido no le deja otra salida para hacerle forzar un cambio a su favor. Piensa con optimismo que la reacción positiva de Pepín va a ser rápida, pero acabó viviendo con los Traperos dos años y medio.
-“Y mientras, Pepín ¿no te reclamaba?”
-Él es muy orgulloso. Bien, yo quería decirle a dónde voy. Cuando me preguntaba dónde voy y yo le decía, él me dijo: “Lidia te tengo envidia”.
-Yo le digo: ¿Cómo? ¿Qué envidia?
-Él me dice: Te tengo envidia. Primero como eres joven puedes hacer una cosa como esta, y segundo, tu poder de decisión es admirable.
Y realmente desde aquel momento él me empezó a admirar porque en una situación sin salida yo he encontrado una salida óptima. Yo sola encontré donde vivir y trabajar, la comida y todo gratis, y la ropa podía coger lo que quisiera…
-¿Y te pagaban algo?
-Me pagaban dinero de bolsillo. 14.000 pesetas al mes, más todo el mantenimiento.
-14.000 suena mucho dinero porque es una cifra muy alta, pero claro, nuestra cabeza se va a euros y estamos hablando de pesetas.
-No, era muy poco dinero.
-Naturalmente, Pepín nunca ha venido ahí, nunca. Solamente cuando yo estaba en el hospital, donde estuve dos meses porque me operaron ahí, en Pamplona Y es porque vinieron M.José y Edgar a Pamplona (sobrinos de Pepín) a algún reconocimiento médico de esos, de gente rica, entonces él aprovechó. No es que no se atrevía, es que le costaba su orgullo, o lo que quieras. Entonces vino al hospital, pero una cosa curiosa, muy de él. Yo estaba operada de varices en aquel momento, antes me habían operado de hernia como cosa del trabajo porque ahí había cargado cosas muy pesadas, cargaba cosas de cincuenta kilos de peso. No todos los días, pero cuando había que hacerlo... Entonces me salió hernia de ombligo. Pero la operación de varices ha salido mal por la anestesia epidural por mi problema con los músculos. Vino Pepín entonces, y como él no quería estar en hotel y como yo tenía derecho a una cama de acompañante, porque yo estaba por Adeslas, porque yo tenía ese seguro, él se instaló en el sofá de acompañante y me invadió toda la habitación. Bien, Pepín era así. Está ahí un día, hasta conoció a alguna gente de la comunidad que vinieron a verme mientras tanto al hospital. Pero lo que me sorprendió es que él se marchaba del hospital, yo ahí postrada en la cama, y no me preguntó ‘si necesitas algún dinero, si quieres algún dinero’, algo.
-¿Nada?. Nada, nada de Nada. Qué fuerte.
-Una persona ajena totalmente como esa Jalinka, que en paz descanse, u otras personas que no quiero mencionar, se interesan en esas circunstancias, hasta en un momento Alfredito y Sole (otro sobrino de Pepín) me querían dar 50.000 pesetas cuando yo estaba en Madrid buscando los Traperos de Emaús. Yo tenía cierta amistad con ellos y me dijeron: "Lidia nosotros no podemos darte mucho pero si 50.000 pesetas". Yo en esas circunstancias y él no me ofreció nada. Nada.
-¿Y no te dijo que te llevaba para casa?
-No, no, sólo vino a verme porque estaba enferma Me había escrito varias cartas diciendo ‘si quieres volver bienvenida seas’.
-Pero no te dijo: perdona, te hago las estanterías, te hago lo que necesites…
-No, no, no. Bien, cuando yo volví ha hecho eso. Ha hecho el Kremlin, ha hecho un baño porque yo no tenía ni donde ducharme siquiera. Agua fría en todos los sitios porque como él no necesita porque no se ducha. El hacía sólo cosas que él necesitaba.
-Un egoísta funcional.
-Totalmente. Naturalmente, yo ya volví porque él estaba enfermo. Tú sabes, yo estaba pendiente de Pepín. Volví porque Pepín empezó a estar enfermo y no había nadie con él. Y yo en mis promesas cuando hablamos de varias cosas, yo le prometí que le voy a cuidar en su vejez, en su muerte y en su todo. Y yo siempre tenía esto presente. También he venido a verle en varias ocasiones desde Traperos de Emaús.
Yo, ya en Pamplona, podía encontrar otro trabajo porque a pesar de todo la gente se reconoce y yo tenía ya amistades en la Universidad de Pamplona, gente culta, gente que viene a Traperos y me ven a mí, pues les extraña, hablan conmigo, vienen algún domingo a buscarme y me llevan a comer. No sé, unas relaciones diferentes.
Pero Pepín, por la edad empezó a enfermar. Él tenía siempre una muchacha que ya quería marcharse, Petronila, que ya era mayor, y yo le pedí que se quede, por favor no se marche, no podemos marcharnos las dos, ‘Ya pero usted se marcha’. Sí pero eso no tiene que ver con nada, yo marcho porque tengo que marchar.
Entonces Pepín, tragando su orgullo ha escrito varias cartas donde me decía ‘si quieres volver, que ese no es un sitio para ti, bienvenida seas…’ Pero yo no tenía ninguna prisa porque me dejó en el hospital sin preguntarme si necesitaba algún dinero
Pero en un momento dado empezó a estar enfermo, hasta me llamó a Traperos de Emaús un vecino y me dice: 'Lidia, no sé si sabes, quería decirte que Pepín está mal, está enfermo, está en la cama'. Entonces yo vine a verle y efectivamente fuimos a hospital porque tenía la tensión alta, o sea descomposición de muchas cosas. Fuimos por Urgencias a León, al hospital, estuvimos dos semanas o no sé cuánto, y cuando volvimos a Brimeda yo marché otra vez a Traperos, pero él ya me insiste, ‘Lidia ¿por qué no vuelves?’, no me dijo ya te haré estanterías, pero bien, él está enfermo y yo tenía que volver. Porque él no cumplió sus promesas pero yo sí, yo las tenía en cuenta.
-¿Cuando volviste ya te había hecho el Kremlin?
-Sí, ante todo yo cuando me marché y él empezó a vivir solo puso calefacción, porque sabes, aquí con frío, con una estufita, un brasero, tres años sentada como una tonta en la camilla. Para él era suficiente un brasero con el televisor o pintando.
-Se apañaba.
-Se apañaba con un frío horroroso. Con una estufa que casi por dos veces quemamos la casa. Pero mientras yo estaba en Traperos de Emaús puso calefacción, muchos radiadores hasta en mi alcoba que era la más grande. Empezó a cocinar para entretenerse, compró libros de cocina y ha comprado utensilios de cocina magníficos, que antes yo no podía ni conseguir una sartén. Entonces sartenes, neveras, microondas, hornos…. Así que cuando él se puso a cocinar ha tenido de todo. Si cuando yo volví había hecho eso y también el Kremlin.
El Kremlin es una habitación muy espaciosa, enorme, la más grande de la casa, la más grande y más soleada, con buenos ventanales al sur. Allí instaló Lidia su biblioteca, su filmoteca, su hemeroteca y su pinacoteca. Todos sus tesoros acumulados a lo largo de sus cuarenta años, que eran muchos. Eran el testimonio de su vida pasada antes de llegar a España. Todo menos su paquete de cartas personales, testimonio de su vida de estudiante en San Petesburgo, que le confiscaron los rusos al pasar la frontera hacia Polonia cuando se casó con su compañero universitario polaco, Jan, para salir de la Rusia soviética que la asfixiaba.
Y en el Kremlin, Lidia se refugiaba para sentirse ella con sus raíces y su vida. Y allí, en el Kremlin, como ella bautizó a su espacioso espacio, pasó muchas y muchas horas, era el refugio desde donde llevaba la dirección de su vida. Oía música, veía infinidad de películas, leía, escribía, hacia sus artísticos colages, y recibía a sus amistades más íntimas. Gracias al Kremlin ella pudo gobernar el resto de su existencia en Brimeda.
O témpora o mores.
Lidia ha llegado, finalmente, a Traperos de Emaús, situado en las afueras de Pamplona. La reciben con agrado. Es la única mujer que va a vivir en esta comunidad y la tratan con respeto. Se trata de una asociación dedicada a la acogida de gente necesitada, sin ningún tipo de distinción, ni religiosa, ni política, ni de origen, que viven en comunidad y hacen un trabajo de recogida de donaciones de enseres para luego venderlos en un rastro; de eso viven. Su principio es la economía social y solidaria. Enseguida Lidia encuentra que ese es su sitio, el lugar que necesita en este momento para vivir, le dan casa, comida y algo de dinero a cambio de trabajar clasificando y vendiendo las donaciones. No le queda más remedio que claudicar en una de sus grandes aspiraciones de vida, ‘vivir sin trabajar’, pero la situación que vive con su marido no le deja otra salida para hacerle forzar un cambio a su favor. Piensa con optimismo que la reacción positiva de Pepín va a ser rápida, pero acabó viviendo con los Traperos dos años y medio.
-“Y mientras, Pepín ¿no te reclamaba?”
-Él es muy orgulloso. Bien, yo quería decirle a dónde voy. Cuando me preguntaba dónde voy y yo le decía, él me dijo: “Lidia te tengo envidia”.
-Yo le digo: ¿Cómo? ¿Qué envidia?
-Él me dice: Te tengo envidia. Primero como eres joven puedes hacer una cosa como esta, y segundo, tu poder de decisión es admirable.
Y realmente desde aquel momento él me empezó a admirar porque en una situación sin salida yo he encontrado una salida óptima. Yo sola encontré donde vivir y trabajar, la comida y todo gratis, y la ropa podía coger lo que quisiera…
-¿Y te pagaban algo?
-Me pagaban dinero de bolsillo. 14.000 pesetas al mes, más todo el mantenimiento.
-14.000 suena mucho dinero porque es una cifra muy alta, pero claro, nuestra cabeza se va a euros y estamos hablando de pesetas.
-No, era muy poco dinero.
-Naturalmente, Pepín nunca ha venido ahí, nunca. Solamente cuando yo estaba en el hospital, donde estuve dos meses porque me operaron ahí, en Pamplona Y es porque vinieron M.José y Edgar a Pamplona (sobrinos de Pepín) a algún reconocimiento médico de esos, de gente rica, entonces él aprovechó. No es que no se atrevía, es que le costaba su orgullo, o lo que quieras. Entonces vino al hospital, pero una cosa curiosa, muy de él. Yo estaba operada de varices en aquel momento, antes me habían operado de hernia como cosa del trabajo porque ahí había cargado cosas muy pesadas, cargaba cosas de cincuenta kilos de peso. No todos los días, pero cuando había que hacerlo... Entonces me salió hernia de ombligo. Pero la operación de varices ha salido mal por la anestesia epidural por mi problema con los músculos. Vino Pepín entonces, y como él no quería estar en hotel y como yo tenía derecho a una cama de acompañante, porque yo estaba por Adeslas, porque yo tenía ese seguro, él se instaló en el sofá de acompañante y me invadió toda la habitación. Bien, Pepín era así. Está ahí un día, hasta conoció a alguna gente de la comunidad que vinieron a verme mientras tanto al hospital. Pero lo que me sorprendió es que él se marchaba del hospital, yo ahí postrada en la cama, y no me preguntó ‘si necesitas algún dinero, si quieres algún dinero’, algo.
-¿Nada?. Nada, nada de Nada. Qué fuerte.
-Una persona ajena totalmente como esa Jalinka, que en paz descanse, u otras personas que no quiero mencionar, se interesan en esas circunstancias, hasta en un momento Alfredito y Sole (otro sobrino de Pepín) me querían dar 50.000 pesetas cuando yo estaba en Madrid buscando los Traperos de Emaús. Yo tenía cierta amistad con ellos y me dijeron: "Lidia nosotros no podemos darte mucho pero si 50.000 pesetas". Yo en esas circunstancias y él no me ofreció nada. Nada.
-¿Y no te dijo que te llevaba para casa?
-No, no, sólo vino a verme porque estaba enferma Me había escrito varias cartas diciendo ‘si quieres volver bienvenida seas’.
-Pero no te dijo: perdona, te hago las estanterías, te hago lo que necesites…
-No, no, no. Bien, cuando yo volví ha hecho eso. Ha hecho el Kremlin, ha hecho un baño porque yo no tenía ni donde ducharme siquiera. Agua fría en todos los sitios porque como él no necesita porque no se ducha. El hacía sólo cosas que él necesitaba.
-Un egoísta funcional.
-Totalmente. Naturalmente, yo ya volví porque él estaba enfermo. Tú sabes, yo estaba pendiente de Pepín. Volví porque Pepín empezó a estar enfermo y no había nadie con él. Y yo en mis promesas cuando hablamos de varias cosas, yo le prometí que le voy a cuidar en su vejez, en su muerte y en su todo. Y yo siempre tenía esto presente. También he venido a verle en varias ocasiones desde Traperos de Emaús.
Yo, ya en Pamplona, podía encontrar otro trabajo porque a pesar de todo la gente se reconoce y yo tenía ya amistades en la Universidad de Pamplona, gente culta, gente que viene a Traperos y me ven a mí, pues les extraña, hablan conmigo, vienen algún domingo a buscarme y me llevan a comer. No sé, unas relaciones diferentes.
Pero Pepín, por la edad empezó a enfermar. Él tenía siempre una muchacha que ya quería marcharse, Petronila, que ya era mayor, y yo le pedí que se quede, por favor no se marche, no podemos marcharnos las dos, ‘Ya pero usted se marcha’. Sí pero eso no tiene que ver con nada, yo marcho porque tengo que marchar.
Entonces Pepín, tragando su orgullo ha escrito varias cartas donde me decía ‘si quieres volver, que ese no es un sitio para ti, bienvenida seas…’ Pero yo no tenía ninguna prisa porque me dejó en el hospital sin preguntarme si necesitaba algún dinero
Pero en un momento dado empezó a estar enfermo, hasta me llamó a Traperos de Emaús un vecino y me dice: 'Lidia, no sé si sabes, quería decirte que Pepín está mal, está enfermo, está en la cama'. Entonces yo vine a verle y efectivamente fuimos a hospital porque tenía la tensión alta, o sea descomposición de muchas cosas. Fuimos por Urgencias a León, al hospital, estuvimos dos semanas o no sé cuánto, y cuando volvimos a Brimeda yo marché otra vez a Traperos, pero él ya me insiste, ‘Lidia ¿por qué no vuelves?’, no me dijo ya te haré estanterías, pero bien, él está enfermo y yo tenía que volver. Porque él no cumplió sus promesas pero yo sí, yo las tenía en cuenta.
-¿Cuando volviste ya te había hecho el Kremlin?
-Sí, ante todo yo cuando me marché y él empezó a vivir solo puso calefacción, porque sabes, aquí con frío, con una estufita, un brasero, tres años sentada como una tonta en la camilla. Para él era suficiente un brasero con el televisor o pintando.
-Se apañaba.
-Se apañaba con un frío horroroso. Con una estufa que casi por dos veces quemamos la casa. Pero mientras yo estaba en Traperos de Emaús puso calefacción, muchos radiadores hasta en mi alcoba que era la más grande. Empezó a cocinar para entretenerse, compró libros de cocina y ha comprado utensilios de cocina magníficos, que antes yo no podía ni conseguir una sartén. Entonces sartenes, neveras, microondas, hornos…. Así que cuando él se puso a cocinar ha tenido de todo. Si cuando yo volví había hecho eso y también el Kremlin.
El Kremlin es una habitación muy espaciosa, enorme, la más grande de la casa, la más grande y más soleada, con buenos ventanales al sur. Allí instaló Lidia su biblioteca, su filmoteca, su hemeroteca y su pinacoteca. Todos sus tesoros acumulados a lo largo de sus cuarenta años, que eran muchos. Eran el testimonio de su vida pasada antes de llegar a España. Todo menos su paquete de cartas personales, testimonio de su vida de estudiante en San Petesburgo, que le confiscaron los rusos al pasar la frontera hacia Polonia cuando se casó con su compañero universitario polaco, Jan, para salir de la Rusia soviética que la asfixiaba.
Y en el Kremlin, Lidia se refugiaba para sentirse ella con sus raíces y su vida. Y allí, en el Kremlin, como ella bautizó a su espacioso espacio, pasó muchas y muchas horas, era el refugio desde donde llevaba la dirección de su vida. Oía música, veía infinidad de películas, leía, escribía, hacia sus artísticos colages, y recibía a sus amistades más íntimas. Gracias al Kremlin ella pudo gobernar el resto de su existencia en Brimeda.
O témpora o mores.