Samuel Yebra Pimentel
Sábado, 05 de Agosto de 2023

El minuto de silencio

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No es solo por respeto, por el duelo, es para poder pensar sobre la algarabía, el tumulto, los chillidos.

 

Silenciar este silencio es prolongar el vocerío, el grito perturbador, el escarnio sin sentido, el murmullo que acalla y que, quiéranlo o no, consiente.

 

Ese minuto en que callamos, al poner entre paréntesis la cotidianidad, es el ‘espesamiento del silencio’, como  barruntar un terremoto o cuando se acalla la tormenta. Es convocatoria de ausencias concretas, situadas, lo que las preña de sentido. Obliga a repensar los modos de nuestra vida. Silencio voluntario, casi numinoso, palabra fiel a su silencio.

 

Callar un minuto es gritar desde ese minuto la palabra que barre toda la palabrería, pues es la suprema consumación del lenguaje y de la conciencia, como comenta Jean Marie le Clecio en 'L'extase matériélle'. Ese minuto remite a cada cual al juicio de su conciencia contra la grita de la plaza, que sigue como si nada en su libertad de cervecita, sigue en sí misma, ensimismada y narcisista, sin interioridad.

 

Ya en el libro de los Proverbios está dicho: "Entonces me llamarán y no responderé". No se bailará la música de las terrazas, sino ese minuto de silencio.

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