Miguel García Bañales
Lunes, 16 de Diciembre de 2013
Al médico Ildefonso Cortés Rivas, su ideal, la mejora social de los humildes, le llevó a morir en Astorga
En Astorga, en la época republicana, hay una serie de personajes que me llaman tremendamente la atención por su dedicación y su empeño en mejorar la vida de los demás, sin menospreciar, por supuesto, a muchos otros, sean de las ideas que sean. Entre estos personajes admirables destacan el alcalde Miguel Carro, el maestro Gerardo y el médico Cortés.
Este último, Ildefonso Cortés Rivas, nace en Tarragona el 14 de julio de 1904, aunque era de origen extremeño, y empieza los estudios básicos en Toledo, ya que está allí su padre de profesor en la Academia Militar: acabará el bachiller en Oviedo; será en Barcelona donde comienza la carrera de medicina, continuándola en Salamanca y finalizándola en Madrid, que es donde obtiene la licenciatura en 1925. El ambiente que recoge Cortés en su infancia y adolescencia es el que le da su padre, Emilio Cortés Reyes, militar, profesor y escritor (escribió varios libros, sobre álgebra, balística y física) y que, además, era un gran amante de la poesía y de la música. En 1936 Emilio es teniente coronel y le coge la guerra en Madrid del lado leal, más tarde se pasará a los sublevados, acabando la guerra de coronel. Finalizada la carrera, Ildefonso prepara las oposiciones a Sanidad en Madrid, no son periódicas y por ello lleva varios años esperando los exámenes, los cuales aprueba.
Cortés es destinado a Villafranca, en 1931, y se casa con Magdalena, que es extremeña, al año siguiente: es allí, en Villafranca, donde nace su hija Soledad. En dicha villa, a Ildefonso, que era tan buena persona y tan extremadamente generoso, las monjas franciscanas le adoraban y el Sagrado Corazón, que les regaló, lo guardarán con afecto muchos años. A finales del 33 llega a Astorga como director del recién estrenado Centro de Higiene, en la de aquella, hoy también, Calle de la Libertad y es aquí donde nace, en octubre del 34, su segunda hija, Marisa. Ildefonso escribía, en revistas médicas, artículos muy comprometidos, que enriquecía con caricaturas, era un buen dibujante.
Políticamente, Cortés cuando llega a Astorga sigue la línea de Izquierda Republicana, y figurará en dicho partido de tesorero. Será, ya a mediados de 1934 y seguramente bajo la influencia del alcalde Carro Verdejo, cuando se afilia al Partido Socialista, partido en el que continuará hasta su fallecimiento en 1936. En esta época, en el 34, un amigo y compañero, Palanca, más tarde director general de Sanidad y general jefe de Sanidad Militar, le dirá que no se meta en política: creo que le decía en “su política de izquierdas”, ya que Palanca era de ideas contrarias, fue diputado por la CEDA y dicen que colaboró con la sublevación. Seguramente, también pretendía esto el obispo, eran paisanos, ya que daban largos paseos conversando por Astorga. En 1936 se vinculará mucho Cortés dando mítines y plasmará su alegría al ganar las elecciones con estas frases: “¡Dios dijo no matarás!, ¡Dios votó contra Gil Robles!”.
A Ildefonso Cortés sus frases le definen perfectamente, ya que decía que “el ahorro era una inmoralidad con el hambre que había” y que “había que atender lo mismo a los ricos que a los pobres, tengan o no tengan dinero”. Todo esto, que se podía quedar en retórica, lo plasmará, además, con sus actos ya que daba medicamentos gratis, también alimentos y seguramente dinero, y porque “no admitía ningún regalo, ni siquiera para sus niñas, ya que los devolvía”. Era tal su generosidad que “llegó a casa sin su abrigo por que se lo había dado a un pobre”, pero esto no era excepcional ya que cuentan que encontrándose un niño en la calle en malas condiciones, se lo llevó a su casa, lo duchó, lo revisó médicamente, lo vistió y le dio de comer. Su carácter enérgico, que le acarreó los problemas judiciales que ya conocemos por un artículo anterior, se refleja muy bien en una anécdota: cuentan que dos hermanas pasaban por delante del Centro de Higiene, donde se enteraron que daban pan con azúcar por lo que se pusieron en la cola que había. Al llegar su turno vieron con sorpresa que lo que hacían era vacunar a la gente. Al requerirlas Cortés para vacunarse, una de ellas, parece ser que también “se las traía”, se negó por lo que se entabló una discusión (dicen que incluso se enzarzaron o se pegaron, esto último parece un poco exagerado), pero al final Cortés consiguió que se vacunara. Dirán las dos hermanas: ¡mucho Cortés, pero poca cortesía!
Parece que lo único reprochable de Cortés es su 'excesivo' carácter enérgico que le llevan a esos asuntos judiciales ya citados, pero este carácter no debía de ser tan 'malo' cuando el Alcalde en funciones, en marzo de 1936, que no era socialista y que sustituía a Carro, le requirió para que actuara como delegado de Orden Público, que confirmó el gobernador civil, por un asunto grave que sucedió en la ciudad y que llevó a Cortés a dar la orden de detener a los extremistas de derechas, presuntamente implicados: esto le llevará a ser perseguido por estos últimos hasta su muerte.
Su generosidad, incluso intelectual, se manifiesta cuando en su carta de despedida en el Cuartel de Santocildes, días antes de fusilarlo, dirá: “¡pobre papá, él no tiene la culpa, yo soy así!” No resultará pues extraño que, pasados muchos años, un zapatero de Astorga exclamara: “¡era buenísimo!, ¡fue un mártir!”.
Ildefonso, líder puro, enérgico, firme (enfrentándose cuando la situación lo requería) e intransigente con lo injusto, de clase acomodada, profesionalmente buenísimo (lo dice todo el mundo) y muy volcado con la miseria (es lo que se mamaba siendo “buen médico”) será para los intolerantes un traidor de clase (el peor de todos): por eso le injuriaron (algunos aún siguen y continúan mirando por su embudo lo que les interesa y sin argumentos), le quisieron echar del Centro de Higiene, le persiguieron (de ahí le vienen los problemas judiciales con los falangistas), le agredieron (como el de una mujer de ideas tradicionalistas que, parece ser, intentó clavarle o le clavó unas tijeras), le amenazaron de muerte e intentaron, presuntamente, quemar su casa antes de la Guerra; y comenzada la sublevación le pusieron una bomba, también, en su casa (cuando estaban solas su mujer y sus dos hijas) y lo mataron después.
Pero aquí no acabará la infamia, si no que la eficaz propaganda, a la vista de que la muerte de Miguel Carro conmocionó la ciudad al ser muy querido, intentó buscar un “chivo expiatorio” en Cortés, diciendo que Carro había muerto por estar con Cortés, es decir que, si no hubiera estado Cortés, Carro se hubiera salvado: este mensaje caló en la ciudad, aún sigue hoy. Esto es tan falso, como la historia que contaron de lo sucedido en el Ayuntamiento, ya que cualquiera, que se maneje en estos temas, sabe que a Carro, como líder político que era, había orden de Mola de eliminarlo, e incluso, si lo hubieran absuelto en el procedimiento, seguramente sería paseado después: si lo hicieron con el sacerdote Bernardo Blanco y con el director del Instituto Curiel, que eran tan inocuos y tan intrascendentes para el Glorioso Movimiento, ¿qué no harían con Carro? Pero, además, cuando Carro muere y se recuerda el intento de los mineros asturianos de arrasar la ciudad y, en especial, los templos, lo cual impidió el alcalde, el pueblo clamará y llorará (muchos físicamente) por él: ¡salvó la ciudad y lo mataron! Sin quitarle un ápice de mérito a Carro, ya sabemos que el que se enfrenta directamente a los mineros es Cortés (otra vez el carácter enérgico) diciendo: ¡qué culpa tienen los templos! Por los sucesos del Ayuntamiento, también sabemos que Cortés está en éste por que le requirió con urgencia el alcalde, por que Carro estaba sólo y Cortés estaba descansando, ya que llevaba varios días sin dormir: si no lo hubiera llamado, no estaría allí. Cortés y Carro, Carro y Cortés, la energía y la prudencia, la templanza y la firmeza, es un binomio inseparable para entender lo que sucedió en la ciudad: incluso serán enterrados muy próximos (al lado) después de fusilarlos y, mientras estuvieron juntos, juntos fueron recordados.
El interés sanitario de Cortés en Astorga fue elevadísimo y que se reflejará en especial con los niños, ya que su mortalidad bajará al 50% en 1935 y seguirá cercana a estos números en 1936, aunque ya influenciada por la guerra. El abandono que sufría la infancia era muy acusado y es lo que llevará al alcalde Carro a la inauguración del comedor infantil que será dirigido maravillosamente por el maestro Gerardo Fernández Moreno (fantástica persona, se ve en la memoria que hizo). La finalidad de este comedor era dar, por lo menos, una comida equilibrada (platos variados, frutas) a los niños de las familias que tenían menos recursos económicos, en Europa esto ya venía de lejos, y a los cuales se les imponía la única y férrea condición de que fueran a clase, que Gerardo exigía estrictamente.
Cortés nunca antepuso nada a su profesión, ni dinero, ni política… e incluso 'sacrificó' a su familia: su ideario la mejora de los humildes. Para el doctor Cortés Rivas fue todo como un sueño, que nunca existió, porque no quisieron…los de siempre…los intolerantes, que de aquella le llamaban “la caverna”.
En fin, el 'malvado' carácter enérgico, que dijeron algunos, a la vista de las circunstancias que fue superando (incluida la parcialidad de las autoridades judiciales y policiales), parece encomiable: me recuerda a Balbina de Paz, otra joya humana e histórica (la entereza de Balbina hasta el final es impresionante, ¡vaya ejemplo!). Es curioso que, cuando analizamos un personaje de estos para dignificarlo, ya que les “arrancaron todo”, le exigimos tremendamente (la izquierda intelectual es más escrupulosa, la derecha lo tiene más claro), basados, quizás, por la educación recibida, tanto por la influencia religiosa (ha de ser un santo), como por la militar (ha de ser un héroe). Pero los verdaderos santos o héroes son aquellos que superando sus debilidades, son personas y no son perfectas, se mantienen, día a día, minuto a minuto, firmes en lo que creen e incluso llegan a dar la vida, movidos por la defensa de una idea o de los demás: esto se llama valor moral. Este valor, antagónico con el valor físico (es decir con el inconsciente, el intrépido), que lleva a la superación del miedo, que sí lo tienen: es el verdadero valor. Olvidémonos, por tanto, de aquellos antiguos héroes de leyenda (el capitán Trueno, el Jabato,…), que no existen, y que tan bien explicó Oriana Fallaci en sus libros. Glorifiquemos, pues, a estos 'héroes o/y mártires imperfectos' con los homenajes que se merecen y que se merecían hace tiempo.
Aquellos tristes y desastrosos sucesos, para superarlos, hay que conocerlos, y sólo conociéndolos podremos, por fin, superarlos, pero nunca, nunca, debemos olvidarlos y mucho menos silenciarlos: “sólo el silencio engendra el olvido y el olvido de los que tanto dieron es la peor, la más insoportable de las mentiras” (Vicepresidenta De la Vega, El País 2010).
Para terminar, esos maravillosos versos, que creo que decían así, no los recuerdo bien: El silencio, en el silencio está la palabra de los muertos, de los desaparecidos, de los que no pudieron hablar,…
No sólo te mueve el alma con su escultura, con su pintura, si no también con su palabra…
A Ildefonso, a Miguel, a Gerardo y a Balbina, ¿no se puede poner una rosa en san Andrés?
Ya en 1933 y estando en Villafranca Ildefonso, se editaba por la Inspección de Sanidad de la provincia el folleto 'La salud es lo primero', ilustrado por Cortés, buscando, pedagógicamente, la educación sanitaria. Estas son algunas de sus páginas, en la última está su firma, solía firmar Alfonso, no Ildefonso.
![[Img #6844]](upload/img/periodico/img_6844.jpg)
En Astorga, en la época republicana, hay una serie de personajes que me llaman tremendamente la atención por su dedicación y su empeño en mejorar la vida de los demás, sin menospreciar, por supuesto, a muchos otros, sean de las ideas que sean. Entre estos personajes admirables destacan el alcalde Miguel Carro, el maestro Gerardo y el médico Cortés.
Este último, Ildefonso Cortés Rivas, nace en Tarragona el 14 de julio de 1904, aunque era de origen extremeño, y empieza los estudios básicos en Toledo, ya que está allí su padre de profesor en la Academia Militar: acabará el bachiller en Oviedo; será en Barcelona donde comienza la carrera de medicina, continuándola en Salamanca y finalizándola en Madrid, que es donde obtiene la licenciatura en 1925. El ambiente que recoge Cortés en su infancia y adolescencia es el que le da su padre, Emilio Cortés Reyes, militar, profesor y escritor (escribió varios libros, sobre álgebra, balística y física) y que, además, era un gran amante de la poesía y de la música. En 1936 Emilio es teniente coronel y le coge la guerra en Madrid del lado leal, más tarde se pasará a los sublevados, acabando la guerra de coronel. Finalizada la carrera, Ildefonso prepara las oposiciones a Sanidad en Madrid, no son periódicas y por ello lleva varios años esperando los exámenes, los cuales aprueba.
Cortés es destinado a Villafranca, en 1931, y se casa con Magdalena, que es extremeña, al año siguiente: es allí, en Villafranca, donde nace su hija Soledad. En dicha villa, a Ildefonso, que era tan buena persona y tan extremadamente generoso, las monjas franciscanas le adoraban y el Sagrado Corazón, que les regaló, lo guardarán con afecto muchos años. A finales del 33 llega a Astorga como director del recién estrenado Centro de Higiene, en la de aquella, hoy también, Calle de la Libertad y es aquí donde nace, en octubre del 34, su segunda hija, Marisa. Ildefonso escribía, en revistas médicas, artículos muy comprometidos, que enriquecía con caricaturas, era un buen dibujante.
Políticamente, Cortés cuando llega a Astorga sigue la línea de Izquierda Republicana, y figurará en dicho partido de tesorero. Será, ya a mediados de 1934 y seguramente bajo la influencia del alcalde Carro Verdejo, cuando se afilia al Partido Socialista, partido en el que continuará hasta su fallecimiento en 1936. En esta época, en el 34, un amigo y compañero, Palanca, más tarde director general de Sanidad y general jefe de Sanidad Militar, le dirá que no se meta en política: creo que le decía en “su política de izquierdas”, ya que Palanca era de ideas contrarias, fue diputado por la CEDA y dicen que colaboró con la sublevación. Seguramente, también pretendía esto el obispo, eran paisanos, ya que daban largos paseos conversando por Astorga. En 1936 se vinculará mucho Cortés dando mítines y plasmará su alegría al ganar las elecciones con estas frases: “¡Dios dijo no matarás!, ¡Dios votó contra Gil Robles!”.
A Ildefonso Cortés sus frases le definen perfectamente, ya que decía que “el ahorro era una inmoralidad con el hambre que había” y que “había que atender lo mismo a los ricos que a los pobres, tengan o no tengan dinero”. Todo esto, que se podía quedar en retórica, lo plasmará, además, con sus actos ya que daba medicamentos gratis, también alimentos y seguramente dinero, y porque “no admitía ningún regalo, ni siquiera para sus niñas, ya que los devolvía”. Era tal su generosidad que “llegó a casa sin su abrigo por que se lo había dado a un pobre”, pero esto no era excepcional ya que cuentan que encontrándose un niño en la calle en malas condiciones, se lo llevó a su casa, lo duchó, lo revisó médicamente, lo vistió y le dio de comer. Su carácter enérgico, que le acarreó los problemas judiciales que ya conocemos por un artículo anterior, se refleja muy bien en una anécdota: cuentan que dos hermanas pasaban por delante del Centro de Higiene, donde se enteraron que daban pan con azúcar por lo que se pusieron en la cola que había. Al llegar su turno vieron con sorpresa que lo que hacían era vacunar a la gente. Al requerirlas Cortés para vacunarse, una de ellas, parece ser que también “se las traía”, se negó por lo que se entabló una discusión (dicen que incluso se enzarzaron o se pegaron, esto último parece un poco exagerado), pero al final Cortés consiguió que se vacunara. Dirán las dos hermanas: ¡mucho Cortés, pero poca cortesía!
Parece que lo único reprochable de Cortés es su 'excesivo' carácter enérgico que le llevan a esos asuntos judiciales ya citados, pero este carácter no debía de ser tan 'malo' cuando el Alcalde en funciones, en marzo de 1936, que no era socialista y que sustituía a Carro, le requirió para que actuara como delegado de Orden Público, que confirmó el gobernador civil, por un asunto grave que sucedió en la ciudad y que llevó a Cortés a dar la orden de detener a los extremistas de derechas, presuntamente implicados: esto le llevará a ser perseguido por estos últimos hasta su muerte.
Su generosidad, incluso intelectual, se manifiesta cuando en su carta de despedida en el Cuartel de Santocildes, días antes de fusilarlo, dirá: “¡pobre papá, él no tiene la culpa, yo soy así!” No resultará pues extraño que, pasados muchos años, un zapatero de Astorga exclamara: “¡era buenísimo!, ¡fue un mártir!”.
Ildefonso, líder puro, enérgico, firme (enfrentándose cuando la situación lo requería) e intransigente con lo injusto, de clase acomodada, profesionalmente buenísimo (lo dice todo el mundo) y muy volcado con la miseria (es lo que se mamaba siendo “buen médico”) será para los intolerantes un traidor de clase (el peor de todos): por eso le injuriaron (algunos aún siguen y continúan mirando por su embudo lo que les interesa y sin argumentos), le quisieron echar del Centro de Higiene, le persiguieron (de ahí le vienen los problemas judiciales con los falangistas), le agredieron (como el de una mujer de ideas tradicionalistas que, parece ser, intentó clavarle o le clavó unas tijeras), le amenazaron de muerte e intentaron, presuntamente, quemar su casa antes de la Guerra; y comenzada la sublevación le pusieron una bomba, también, en su casa (cuando estaban solas su mujer y sus dos hijas) y lo mataron después.
Pero aquí no acabará la infamia, si no que la eficaz propaganda, a la vista de que la muerte de Miguel Carro conmocionó la ciudad al ser muy querido, intentó buscar un “chivo expiatorio” en Cortés, diciendo que Carro había muerto por estar con Cortés, es decir que, si no hubiera estado Cortés, Carro se hubiera salvado: este mensaje caló en la ciudad, aún sigue hoy. Esto es tan falso, como la historia que contaron de lo sucedido en el Ayuntamiento, ya que cualquiera, que se maneje en estos temas, sabe que a Carro, como líder político que era, había orden de Mola de eliminarlo, e incluso, si lo hubieran absuelto en el procedimiento, seguramente sería paseado después: si lo hicieron con el sacerdote Bernardo Blanco y con el director del Instituto Curiel, que eran tan inocuos y tan intrascendentes para el Glorioso Movimiento, ¿qué no harían con Carro? Pero, además, cuando Carro muere y se recuerda el intento de los mineros asturianos de arrasar la ciudad y, en especial, los templos, lo cual impidió el alcalde, el pueblo clamará y llorará (muchos físicamente) por él: ¡salvó la ciudad y lo mataron! Sin quitarle un ápice de mérito a Carro, ya sabemos que el que se enfrenta directamente a los mineros es Cortés (otra vez el carácter enérgico) diciendo: ¡qué culpa tienen los templos! Por los sucesos del Ayuntamiento, también sabemos que Cortés está en éste por que le requirió con urgencia el alcalde, por que Carro estaba sólo y Cortés estaba descansando, ya que llevaba varios días sin dormir: si no lo hubiera llamado, no estaría allí. Cortés y Carro, Carro y Cortés, la energía y la prudencia, la templanza y la firmeza, es un binomio inseparable para entender lo que sucedió en la ciudad: incluso serán enterrados muy próximos (al lado) después de fusilarlos y, mientras estuvieron juntos, juntos fueron recordados.
El interés sanitario de Cortés en Astorga fue elevadísimo y que se reflejará en especial con los niños, ya que su mortalidad bajará al 50% en 1935 y seguirá cercana a estos números en 1936, aunque ya influenciada por la guerra. El abandono que sufría la infancia era muy acusado y es lo que llevará al alcalde Carro a la inauguración del comedor infantil que será dirigido maravillosamente por el maestro Gerardo Fernández Moreno (fantástica persona, se ve en la memoria que hizo). La finalidad de este comedor era dar, por lo menos, una comida equilibrada (platos variados, frutas) a los niños de las familias que tenían menos recursos económicos, en Europa esto ya venía de lejos, y a los cuales se les imponía la única y férrea condición de que fueran a clase, que Gerardo exigía estrictamente.
Cortés nunca antepuso nada a su profesión, ni dinero, ni política… e incluso 'sacrificó' a su familia: su ideario la mejora de los humildes. Para el doctor Cortés Rivas fue todo como un sueño, que nunca existió, porque no quisieron…los de siempre…los intolerantes, que de aquella le llamaban “la caverna”.
En fin, el 'malvado' carácter enérgico, que dijeron algunos, a la vista de las circunstancias que fue superando (incluida la parcialidad de las autoridades judiciales y policiales), parece encomiable: me recuerda a Balbina de Paz, otra joya humana e histórica (la entereza de Balbina hasta el final es impresionante, ¡vaya ejemplo!). Es curioso que, cuando analizamos un personaje de estos para dignificarlo, ya que les “arrancaron todo”, le exigimos tremendamente (la izquierda intelectual es más escrupulosa, la derecha lo tiene más claro), basados, quizás, por la educación recibida, tanto por la influencia religiosa (ha de ser un santo), como por la militar (ha de ser un héroe). Pero los verdaderos santos o héroes son aquellos que superando sus debilidades, son personas y no son perfectas, se mantienen, día a día, minuto a minuto, firmes en lo que creen e incluso llegan a dar la vida, movidos por la defensa de una idea o de los demás: esto se llama valor moral. Este valor, antagónico con el valor físico (es decir con el inconsciente, el intrépido), que lleva a la superación del miedo, que sí lo tienen: es el verdadero valor. Olvidémonos, por tanto, de aquellos antiguos héroes de leyenda (el capitán Trueno, el Jabato,…), que no existen, y que tan bien explicó Oriana Fallaci en sus libros. Glorifiquemos, pues, a estos 'héroes o/y mártires imperfectos' con los homenajes que se merecen y que se merecían hace tiempo.
Aquellos tristes y desastrosos sucesos, para superarlos, hay que conocerlos, y sólo conociéndolos podremos, por fin, superarlos, pero nunca, nunca, debemos olvidarlos y mucho menos silenciarlos: “sólo el silencio engendra el olvido y el olvido de los que tanto dieron es la peor, la más insoportable de las mentiras” (Vicepresidenta De la Vega, El País 2010).
Para terminar, esos maravillosos versos, que creo que decían así, no los recuerdo bien: El silencio, en el silencio está la palabra de los muertos, de los desaparecidos, de los que no pudieron hablar,…
No sólo te mueve el alma con su escultura, con su pintura, si no también con su palabra…
A Ildefonso, a Miguel, a Gerardo y a Balbina, ¿no se puede poner una rosa en san Andrés?
Ya en 1933 y estando en Villafranca Ildefonso, se editaba por la Inspección de Sanidad de la provincia el folleto 'La salud es lo primero', ilustrado por Cortés, buscando, pedagógicamente, la educación sanitaria. Estas son algunas de sus páginas, en la última está su firma, solía firmar Alfonso, no Ildefonso.