El Solito Trovador
Lunes, 16 de Diciembre de 2013
Tierra de cuento y leyenda
Y el mundo se detuvo en Jaca. El tiempo comenzó a hablar con la voz del otoño que se acercaba al Alto Aragón para regar de colores y aromas a pueblo y leña; a bosque y leyenda. Hay lugares en los que la historia late con humildad y orgullo y se expresa a través de las miradas de sus gentes. Hay lugares -y este es uno-donde la atmósfera que se respira conserva la esencia de un ayer legendario y vivo.
Cuentan que en Uruel, el monte que reina al sur de Jaca y que en las noches de luna llena se muestra desafiante ante cualquiera que desde el sur trate de amenazar la paz de la jacetania, como si quisiera recordar que allí comenzó la reconquista aragonesa en tiempos de oscuridad, superstición y fanatismos varios -tiempos tal vez parecidos a estos- un dragón escondía un tesoro allí arriba, en la cima. El monstruo habitaba, vivía en una cueva y aterrorizaba a la población, secuestrando doncellas y quizás hasta devorando niños. Había por la zona un caballero al que de algún modo castigaban -destierro, prisión... juzguen o elijan lo que más seduzca para configurar el guión que más les plazca- por ayudar a las brujas. Se le ofreció el perdón a cambio de acabar con el dragón, y allá que fue. Astuto y conocedor de las artes de la vida, el caballero sabía algo obvio, que los dragones matan con la mirada. Decidió así colocar a la puerta de la cueva un espejo. El alado y hoy extinto animal, al salir de su madriguera, murió fulminado por su propia penetrantre mirada.
Entre leyendas de esa índole y pinceladas de la historia de los orígenes de un reino, viven las gentes de estas tierras mágicas, donde sienten con orgullo lo suyo y lo saben regalar al forastero, al que miran con curiosidad "el leonés que se va de viaje", me llamaban.
Aquí toqué en dos locales que conservan la esencia de lo de siempre pero miran como nunca al futuro sabiendo hacer las cosas bien en el presente. Salí encantado de Alaniés y de Acicate.
Tocando en las calles conocí gente peculiar, tanto que estuve de fiesta con un mercenario de las petrolíferas francesas que había acabado con los hijos de Gadafi. El resto de las gentes eran también interesantes, aunque sus historias tal vez tuvieran una dosis menor de imaginación o de delirio. El jefe de la policía de Jaca me lo puso muy fácil para tocar por ahí. No solo fue amable, sino que usó el sentido común y me demostró que aún quedan -aunque quizás pocos- personajes con poder o autoridad con los que se puede hablar sin que parezca que tienes delante un muro infranqueable e ignorante en el que pone "yo soy la ley y tú la cumples sin rechistar". En la plaza de Biscos me regalaron un reloj, me trajeron zumo, unos mejicanos entendieron perfectamente los versos mayas de In Lake'ch y hasta se vendieron veleros a la deriva.
Fue una semana de setas, rutas y paseos, gente auténtica y crecimiento personal. Un descanso previo a la aventura europea.
Detrás, al sur, el monte Oroel, una peregrinación, un punto de partida; al este, la luna llena, cargada de emoción, de fuerza y magnetismo en un cielo vivo y sincero; al oeste, una puesta de sol inolvidable que acariciaba mi tierra y al norte... los Pirineos y detrás de ellos, el mundo. Habría que recorrer una parte.
![[Img #6845]](upload/img/periodico/img_6845.jpg)
Y el mundo se detuvo en Jaca. El tiempo comenzó a hablar con la voz del otoño que se acercaba al Alto Aragón para regar de colores y aromas a pueblo y leña; a bosque y leyenda. Hay lugares en los que la historia late con humildad y orgullo y se expresa a través de las miradas de sus gentes. Hay lugares -y este es uno-donde la atmósfera que se respira conserva la esencia de un ayer legendario y vivo.
Cuentan que en Uruel, el monte que reina al sur de Jaca y que en las noches de luna llena se muestra desafiante ante cualquiera que desde el sur trate de amenazar la paz de la jacetania, como si quisiera recordar que allí comenzó la reconquista aragonesa en tiempos de oscuridad, superstición y fanatismos varios -tiempos tal vez parecidos a estos- un dragón escondía un tesoro allí arriba, en la cima. El monstruo habitaba, vivía en una cueva y aterrorizaba a la población, secuestrando doncellas y quizás hasta devorando niños. Había por la zona un caballero al que de algún modo castigaban -destierro, prisión... juzguen o elijan lo que más seduzca para configurar el guión que más les plazca- por ayudar a las brujas. Se le ofreció el perdón a cambio de acabar con el dragón, y allá que fue. Astuto y conocedor de las artes de la vida, el caballero sabía algo obvio, que los dragones matan con la mirada. Decidió así colocar a la puerta de la cueva un espejo. El alado y hoy extinto animal, al salir de su madriguera, murió fulminado por su propia penetrantre mirada.
Entre leyendas de esa índole y pinceladas de la historia de los orígenes de un reino, viven las gentes de estas tierras mágicas, donde sienten con orgullo lo suyo y lo saben regalar al forastero, al que miran con curiosidad "el leonés que se va de viaje", me llamaban.
Aquí toqué en dos locales que conservan la esencia de lo de siempre pero miran como nunca al futuro sabiendo hacer las cosas bien en el presente. Salí encantado de Alaniés y de Acicate.
Tocando en las calles conocí gente peculiar, tanto que estuve de fiesta con un mercenario de las petrolíferas francesas que había acabado con los hijos de Gadafi. El resto de las gentes eran también interesantes, aunque sus historias tal vez tuvieran una dosis menor de imaginación o de delirio. El jefe de la policía de Jaca me lo puso muy fácil para tocar por ahí. No solo fue amable, sino que usó el sentido común y me demostró que aún quedan -aunque quizás pocos- personajes con poder o autoridad con los que se puede hablar sin que parezca que tienes delante un muro infranqueable e ignorante en el que pone "yo soy la ley y tú la cumples sin rechistar". En la plaza de Biscos me regalaron un reloj, me trajeron zumo, unos mejicanos entendieron perfectamente los versos mayas de In Lake'ch y hasta se vendieron veleros a la deriva.
Fue una semana de setas, rutas y paseos, gente auténtica y crecimiento personal. Un descanso previo a la aventura europea.
Detrás, al sur, el monte Oroel, una peregrinación, un punto de partida; al este, la luna llena, cargada de emoción, de fuerza y magnetismo en un cielo vivo y sincero; al oeste, una puesta de sol inolvidable que acariciaba mi tierra y al norte... los Pirineos y detrás de ellos, el mundo. Habría que recorrer una parte.