De gigantes y cabezudos y la gata Layla
![[Img #65309]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2023/8458_5-max-11-dsc_0167-copia-2.jpg)
Antes de que las fiestas acaben ha habido de todo. Desde el estallido inicial con las doce campanadas de la espadaña del Ayuntamiento, pautadas por Juan Zancuda y Colasa, el trueno de los cohetes y los ritmos de las músicas y la primera carrera de los Gigantes y Cabezudos, y la salida, en la mañana del domingo, de la maragatada, camino de Santa Marta para la misa de la patrona, con más Gigantes y Cabezudos, acompañando el cortejo municipal de la Corporación, bajo mazas, con el Alcalde paseando su vara de mando en plaza, junto con las autoridades civiles y militares, seguidas de la banda municipal, cuando el último antes iba ‘Tano’, tocando el chispún de los platillos, y ahora los pendones de la ciudad, para que no falte ni el gato.
Atrás han quedado los gorjeos de Peneque y Gorgorito y el palo y tente tieso de las risas infantiles, que año tras años no escasean. Las mismas que se derraman en los juegos. Más las voces alteradas de los adolescentes en la decenaria Vuelta Chapista y en el campeonato de Ajedrez que se celebró solemne en el Casino. Más las voces graves y ausentes de los mayores, bien en el Pregón, en el teatro, en el campeonato de Billar o en los otros variados eventos deportivos.
Atrás han quedado las exhaustivas presentaciones de libros de hasta el diplomático, Javier Rupérez, pontificando sobre la caída del orden internacional. Las figuras de Alfonso VIII o IX, con toda la carga que entraña, y de Antonio Gaudí, evocadas por el astorgano J. F Chimeno. Las logias masónicas de Astorga o la familiar de Las Chicas de la Guerra y hasta los recorridos de los ferrocarriles centenarios, cuyos pitidos todavía resuenan y la gastronomía del Camino de Santiago con Pucheros y Zurrones del estudioso Tomás Álvarez.
Hubo también tiempo para la poesía de Emilio Pedro Gómez y los versos sueltos de Alberto Delgado, que cuenta con contrato para volver el año que viene. Hubo también varias exposiciones. Recorridos por la ciencia en Astorga y las instalaciones científicas de Europa y España, que no está muy por la labor, del profesor Manuel Tello, en su cita anual en el Casino, que quiere ser casa de todos los que se la merezcan.
Todo ello con fuerza y con brío, entre los paseos reiterados de los Gigantes y Cabezudos en decadencia, que nada más remontar por Pio Gullón hacen una primera parada en la calle Doctoral y se descabezan, sin gracia ni magia, para tomar un refresco, sin saber que recuerdan cuando antaño acudían a la casa de lo que ahora es Casa Tepa, donde en la intimidad del jardín, se mantenía la magia y la dueña les agasajaba con un piscolabis. Hay cosas que permanecen, sin saberlo, pero con más pena que gloria.
Todo lo demás llegará antes de los fuegos artificiales y antes de que estalle el último petardo de la traca final. Con las calles y la restauración a tope. Mi primo Juan Andrés, maestro de cocidos, se queja de haberse visto desbordado pero no, ni mucho menos, del negocio, como lo hacen los labradores llorones. Si a ellos, los restauradores, les va bien a todos nos va bien y siempre nos quedarán los Juanines y hasta Miguel Miku sonríe. Las fiestas todas son buenas. Pueden ser mejores o peores, pero no malas. Luego viene el resto del año, sin gigantones, pero con algo de cabezudos ciudadanos defendiendo sus posiciones en las polémicas municipales.
Yo no sé si el mercado semanal está mejor en su actual emplazamiento o en el anterior. Antes lo tenía más cerca de casa, pero reconozco que está mejor instalado en su nuevo emplazamiento. Con más espacio y buena sombra para los visitantes. Acostumbro a visitarlo siempre que puedo, aunque soy mal cliente. Solo compro productos dañinos como torrijas, no por la calidad sino por el consumo en exceso, o productos imperecederos, como libros viejos. Para los cabezudos del año la polémica está abierta. Que si es mejor para los comercios, que no lo parece, o para quien sea. Como para los vecinos de Rectivía, que están bien contentos con albergarlo, o para los deseos de la nueva Corporación de descentralizar la ciudad, aunque se contradiga metiéndolo para adentro. Como no cambiario a los lunes cuando los martes son festivos. La verdad nunca se sabrá, como cuando se pagan intereses de Estado y la propaganda domina sobre la información, en los tiempos en los que se llevan tanto más las mentiras y la verdad, como la gata Layla, está ausente.
En esta polémica de cabezudos vuelven a surgir bulos y medias verdades y hasta se dice que en el último mercado en festivo habían subido los robos de carteras, hasta tres, con denuncia en comisaría. Otros cabezudos porfían por la perrera. Unos que si es un gasto impropio y otros que mayor es el gasto en sueldos para otros animales municipales, aunque estos sean, teóricamente, racionales. El que siembra vientos recoge tempestades y el que acuña malos modos los sufre como los godos.
Que haya polémicas y debates no es malo. Lo que sobra son los modales y más los ataques personales a la muy buena concejala Chayo, que con seguridad es de mejor pata que el atacante, con que a eliminarlos. En general los ediles son personas que trabajan con generosidad por los demás. Se dan por pagados cuando pasean presuntuosos en los desfiles corporativos. Como a mí, que me gusta escribir entre ironías, raramente con sarcasmo. Tenemos lo principal, la preocupación por los asuntos del común, que es lo bueno. Superemos lo malo, que son los palos. Para eso hace falta que vuelva la gata Layla y para eso tiene que dar el primer paso el que la secuestró. Es más difícil, pero tiene que hacerlo, porque las cosas mal hechas mal parecen. Como el chocolate a la taza, si no se hace con agua.
Antes de que las fiestas acaben ha habido de todo. Desde el estallido inicial con las doce campanadas de la espadaña del Ayuntamiento, pautadas por Juan Zancuda y Colasa, el trueno de los cohetes y los ritmos de las músicas y la primera carrera de los Gigantes y Cabezudos, y la salida, en la mañana del domingo, de la maragatada, camino de Santa Marta para la misa de la patrona, con más Gigantes y Cabezudos, acompañando el cortejo municipal de la Corporación, bajo mazas, con el Alcalde paseando su vara de mando en plaza, junto con las autoridades civiles y militares, seguidas de la banda municipal, cuando el último antes iba ‘Tano’, tocando el chispún de los platillos, y ahora los pendones de la ciudad, para que no falte ni el gato.
Atrás han quedado los gorjeos de Peneque y Gorgorito y el palo y tente tieso de las risas infantiles, que año tras años no escasean. Las mismas que se derraman en los juegos. Más las voces alteradas de los adolescentes en la decenaria Vuelta Chapista y en el campeonato de Ajedrez que se celebró solemne en el Casino. Más las voces graves y ausentes de los mayores, bien en el Pregón, en el teatro, en el campeonato de Billar o en los otros variados eventos deportivos.
Atrás han quedado las exhaustivas presentaciones de libros de hasta el diplomático, Javier Rupérez, pontificando sobre la caída del orden internacional. Las figuras de Alfonso VIII o IX, con toda la carga que entraña, y de Antonio Gaudí, evocadas por el astorgano J. F Chimeno. Las logias masónicas de Astorga o la familiar de Las Chicas de la Guerra y hasta los recorridos de los ferrocarriles centenarios, cuyos pitidos todavía resuenan y la gastronomía del Camino de Santiago con Pucheros y Zurrones del estudioso Tomás Álvarez.
Hubo también tiempo para la poesía de Emilio Pedro Gómez y los versos sueltos de Alberto Delgado, que cuenta con contrato para volver el año que viene. Hubo también varias exposiciones. Recorridos por la ciencia en Astorga y las instalaciones científicas de Europa y España, que no está muy por la labor, del profesor Manuel Tello, en su cita anual en el Casino, que quiere ser casa de todos los que se la merezcan.
Todo ello con fuerza y con brío, entre los paseos reiterados de los Gigantes y Cabezudos en decadencia, que nada más remontar por Pio Gullón hacen una primera parada en la calle Doctoral y se descabezan, sin gracia ni magia, para tomar un refresco, sin saber que recuerdan cuando antaño acudían a la casa de lo que ahora es Casa Tepa, donde en la intimidad del jardín, se mantenía la magia y la dueña les agasajaba con un piscolabis. Hay cosas que permanecen, sin saberlo, pero con más pena que gloria.
Todo lo demás llegará antes de los fuegos artificiales y antes de que estalle el último petardo de la traca final. Con las calles y la restauración a tope. Mi primo Juan Andrés, maestro de cocidos, se queja de haberse visto desbordado pero no, ni mucho menos, del negocio, como lo hacen los labradores llorones. Si a ellos, los restauradores, les va bien a todos nos va bien y siempre nos quedarán los Juanines y hasta Miguel Miku sonríe. Las fiestas todas son buenas. Pueden ser mejores o peores, pero no malas. Luego viene el resto del año, sin gigantones, pero con algo de cabezudos ciudadanos defendiendo sus posiciones en las polémicas municipales.
Yo no sé si el mercado semanal está mejor en su actual emplazamiento o en el anterior. Antes lo tenía más cerca de casa, pero reconozco que está mejor instalado en su nuevo emplazamiento. Con más espacio y buena sombra para los visitantes. Acostumbro a visitarlo siempre que puedo, aunque soy mal cliente. Solo compro productos dañinos como torrijas, no por la calidad sino por el consumo en exceso, o productos imperecederos, como libros viejos. Para los cabezudos del año la polémica está abierta. Que si es mejor para los comercios, que no lo parece, o para quien sea. Como para los vecinos de Rectivía, que están bien contentos con albergarlo, o para los deseos de la nueva Corporación de descentralizar la ciudad, aunque se contradiga metiéndolo para adentro. Como no cambiario a los lunes cuando los martes son festivos. La verdad nunca se sabrá, como cuando se pagan intereses de Estado y la propaganda domina sobre la información, en los tiempos en los que se llevan tanto más las mentiras y la verdad, como la gata Layla, está ausente.
En esta polémica de cabezudos vuelven a surgir bulos y medias verdades y hasta se dice que en el último mercado en festivo habían subido los robos de carteras, hasta tres, con denuncia en comisaría. Otros cabezudos porfían por la perrera. Unos que si es un gasto impropio y otros que mayor es el gasto en sueldos para otros animales municipales, aunque estos sean, teóricamente, racionales. El que siembra vientos recoge tempestades y el que acuña malos modos los sufre como los godos.
Que haya polémicas y debates no es malo. Lo que sobra son los modales y más los ataques personales a la muy buena concejala Chayo, que con seguridad es de mejor pata que el atacante, con que a eliminarlos. En general los ediles son personas que trabajan con generosidad por los demás. Se dan por pagados cuando pasean presuntuosos en los desfiles corporativos. Como a mí, que me gusta escribir entre ironías, raramente con sarcasmo. Tenemos lo principal, la preocupación por los asuntos del común, que es lo bueno. Superemos lo malo, que son los palos. Para eso hace falta que vuelva la gata Layla y para eso tiene que dar el primer paso el que la secuestró. Es más difícil, pero tiene que hacerlo, porque las cosas mal hechas mal parecen. Como el chocolate a la taza, si no se hace con agua.