La belleza desborda la oscuridad de los festejos

Marcharon por esos cielos las Fiestas Patronales de Astorga. Con esa traca final previsible, pero contundente, con ese cohete definitivo que desafía la estrellería reciente. Tranquilidad de lumbre: lumbres en lucha y coro. Poniente contra la noche. En torno, forma a forma, la vida cotidiana se reanuda tras la explosión, es otra. La evidencia difunde con todo el esplendor el nuevo curso. Recomienza el ciclo.

Esos blancos tan rubios. Blancos, rosas. Azules casi en veta, retraídos, mentales. Puntos de luz latente dan señales de una sombra secreta…Formas que se alumbran, formas amarillas, compuestas nada más de curvas, de espirales combadas que engalanan Astorga. El amarillo en el fractal de la rosa, de la palmera, del sauce. Es la luz de estos árboles la que redondea esta ciudad que despierta, que brilla con variantes de amarillos –gualdas, anaranjados, verdes- florecientes sobre la piel que erizan. El negror final queda ensuciado por la ‘humaresca’. Tanta belleza nos haría mejores el año que comienza.