"Jenni deja caer a Rubiales"
![[Img #65418]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2023/7368_4-dsc_9279-copia.jpg)
Todo un hallazgo del mal periodismo es esta frase, que apareció como titular en un afamado medio deportivo, para definir el fenómeno que estaba sucediendo en el mundo del deporte: “JENNI DEJA CAER A RUBIALES”. Cinco escuetas palabras que, según el diario, definían la situación, pero justo por lo contrario. Los cangilones de la noria, como el agua que se desborda, rezumaban el más rancio machismo. La frase empieza por “Jenni”, el diminutivo del nombre propio, Jennifer, tratándola como si de una amiga se tratara, para hacerla familiar y cercana, de una de las protagonistas, que en realidad era la víctima de lo que había acaecido. Sigue por “deja”, el verbo, que entraña la acción de hacer, consentir, permitir que “caiga”, es decir, que vaya hacia abajo, el otro sujeto protagonista. A este ya le trata con repeto, denominándole por su apellido, “Rubiales”, donde por la eficacia de la brevedad del lenguaje periodístico han omitido el título de señor, que estaba implícito, situándolo muy por encima. En realidad es el responsable y verdugo ejecutor de la acción que se refleja.
Para introducir más tensión en el relato el apellido parece un descalificativo, un apodo, “rubiales”, aunque la intención del gramático y del Registro en su momento, era, simplemente, dotarle de un apellido. Como quien se refiere a un mote de barrio, que es lo que, muchas veces parece. Un mozo desenfadado, con aires y prepotencia de famosillo berluscón en sus actuaciones, que en este caso era la autoridad más representativa del cotarro futbolístico y que, en función de tal, se encontraba en el puesto presidencial del evento, la Final del Campeonato Mundial del Futbol Femenino, bajo la presidencia de la mayor autoridad femenina del Estado, la reina.
Fue allí donde se produjeron los hechos. La selección femenina de futbol de España, al tiempo que medio país se enteraba que existía, se proclamaba campeona del mundo de esta destacada modalidad deportiva. Un hito que después de muchas historias y lustros había conseguido la selección masculina de España, proclamándose por primera vez campeona en Sudáfrica en 2010. Todo un acontecimiento, que lo lograban ahora las mujeres, con ese grupo de jóvenes, que habían conseguido la proeza en Sidney, Australia.
Ocurrió en esta ocasión lo que ocurrió y que así se resumía, con este titular, parodiando el “Jhonny cogió su fusil”, la antibelicista película del perseguido Dalton Trumbo. Evidencia el ínfimo nivel del periodismo del deporte del diario ‘As’, con este titular que comentamos: Jenni, como Johnny, no cogió su fusil, sino que deja caer a Rubiales. Un sujeto al que Scorsese, por su fisonomía, le hubiera elegido como sicario de la mafia. Calvo de frasco, con esa habitualidad con la que muchas mujeres, siendo morenas, se hacen ver rubias toda la vida. Con ese comportamiento de macarra de barrio, que aprovechó su posición en el lugar y espacio presidenciales para montar ese esperpento, cuando se recibía a las campeonas para felicitarlas. Con sus poderosas manos atenazó la cabeza de una y le propinó un beso tan impropio como inoportuno, en la boca, ante el estupor de las cámaras, que hicieron al mundo espectador de semejante agresión. Remató la jugada con una palmada en la baja espalda y con el gesto triunfante del gorila dispuesto: Después de esto la siguiente.
No fue lo único que hizo el ‘malandrín’ en funciones de presidente. Con el mismo orgullo machista se había mostrado cogiendo sus genitales entre sus manos, en un gesto más que masculino machista, que emulaba al poderoso león, rey de la selva, a la vista de todo el mundo. Por este gesto de exhibicionismo pidió perdón posteriormente, pero ahí estaba la imagen para quien quiera verla. Es curioso que los hombres débiles e inseguros acudan a este símbolo majestuoso del animal de apariencia imponente y melenudo, pero que es un vago redomado que lo que más hace a lo largo del día es dormir y que deja el trabajo, especialmente la caza, a las leonas de la manada y únicamente se dedica a comer y montarlas, con reiteración, para garantizar la subsistencia de la especie.
La hazaña deportiva no la había hecho él, sino las jóvenes cazadoras, que se dejaron el pellejo, para conseguir el triunfo. En lo que nada participó el león rey, dedicado en la tribuna a exhibirse, con tan poco acierto como el de esas escasas feministas que se sobrepasan y quieren ser machistas. Las que ganaron fueron ejemplares luchadoras, con la situación nada favorable, que en pocos años han escalado la cumbre y conseguido el premio. Gesta de tal magnitud que el mismo canciller español de Europa, Borrel, sorprendido, lo definió con palabras no medidas y menos acertadas, que lo habían conseguido equiparándose a los hombres.
Que más hubieran querido las ahora campeonas que haber llegado más fácilmente. Lo hicieron por un camino insoportablemente más difícil que el de los hombres, sin tantos miramientos, ni oportunidades, porque lo consiguieron como mujeres. Su hazaña les asemeja mas a los esclavos de Espartaco, otra vez Trumbo, que no Trump, que ese es más válido para Rubiales y estos mismos días se publicitaba con su foto de delincuente fichado por la policía. Me refería a los esclavos, más próximos a las jugadoras, que estas a los patricios romanos.
Que esto no nos impida ver que las mujeres españolas siguen quemando etapas, a ritmo vertiginoso, para equipararse a los hombres libres y demostrar que son tan ciudadanas como ellos, aunque no se aprecie cómo actúan y se oculte como lo consiguen. Como la hace ese horrendo titular, expresión del entorno del mundo deportivo, cuando ellas han luchado no para dejar caer al presidente Rubiales, sino que es él el sigue empeñado en despeñarse y suicidarse, acusando de que le quieren matar. ¡No es el león tan fiero como se muestra, sino cobarde!
Él ha sido el que se tiró al lodo, sin que nadie le empujara, por sus propias incapacidades. Cada uno da la medida de sí mismo. La señorita Jennifer Hermoso como víctima y sabiendo estar y el presidente, sin saber. Valiéndose de sus manos para hacer lo que no ha sabido hacer con la cabeza. Como es lo propio del mundo del pie y del esférico, la pelota, cuero o como quiera llamarse a lo que antes se llamaba balón.
Pudo haber pedido disculpas, tras el primer momento, con esa simpatía que tiene y de la que abusa, y hubiera quedado en un incidente olvidado. No lo hizo porque ni piensa que lo hecho estuviera mal y permanece en su enroque, dispuesto a cambiar el mundo para que se adapte a su visión. Después de haberle fallado su intención de una aparición conjunta con la jugadora agredida, se parapetó tras la Federación y argumentó exculpaciones fallidas, no dando cuenta de las cosas tal como sucedieron. Describió una supuesta conversación entre él y la jugadora, que fue imposible que se mantuviera. Lo evidencia lo visto, más las falsedades de los comunicados y videos manipulados y las acusaciones versionadas por el inculpado. En vez de presentar su dimisión puso todo patas arriba.
La historia ahora ya no acabará hasta que no cambie él y su mundo. De tofo esto tendrá que responder el presidente que, émulo de Trump, repartió mandobles para todos, mientras él suma los delitos. Tendrá que enfrentarse a una situación mayor, ya no la de los hechos del día de la victoria, sino los que han emergido y cojean con él, al que se suman seleccionadores, entrenadores, directivos, deportistas y otros corifeos externos, como algunos medios, y todos los machistas y viejos caducos, que encubren el mundo del deporte.
Puesto a hacer el león el presidente Rubiales se ha empeñado en chupar cámara, echando fuera a las campeonas, que son las protagonistas. Qué diríamos si el león de la Metro ocupara toda la pantalla y no nos dejara ver la película. Fuera el león y más leonas. Queremos ver a las protagonistas y solo los estúpidos se conforman con el presidente león.
Fuera con éllos que le han aclamado, porque son más de lo mismo. Adelante los ciudadanos que no se han callado. Desde el feminismo, al que calificó de falso, como si fuera llamado a entenderlo o a explicarlo. De España y del extranjero, porque el drama que él se empeña en continuar afecta ya a todos, sin ver el vigón de sus ojos. Le quieren matar, afirma con descaro, mientras se propina crueles puñaladas y se adentra en la cuerda floja sobre el precipicio. A partir de ahora no solo es responsable de su propia caída. Las cosas las ha llevado hasta tal punto, que son muchos los que le acompañan. No solo la claque de la Asamblea aplaudiendo sus palabras calumniosas y autoexculpatorias.
Él es la cabeza, inconfundiblemente calva, del alfiler que sustenta ese mundo tan falso como un decorado. Con machismo desbocado y olé. Los machistas son especies menos crueles y sanguinarias que los estalinistas, pero igualmente dolorosas para sus víctimas y tan obsoletas como abominables. Con otra diferencia muy clara, mientras la deportista ha mantenido su privacidad, el presidente, por encima del mandato de la FIFA de no acudir a terceros, ha hecho todo lo contrario, parapetado tras todas las mujeres de su vida, menos su esposa, indigno que es de ellas, de su madre, sus hijas y sus primas incluidas.
Ya no solo es Rubiales, quien a sí mismo se ha cortado la cabeza. Es todo eso malo que hay y que tiene que caer con él. En su proclama evidenció lo que es y hasta donde llega. Con una versión muy suya de los hechos, escrita por un letrado que quería confundir al juez y desagraviar al delincuente. Se desmontó por su estrategia, obligándonos a ver lo que no era posible. Temporalmente lo logró, con la magia de lo inminente, que es para lo que sirve la magia, que enseguida se desvanece. Con el paso de las horas el embrujo se fue esfumando y los elementos se fueron volviendo en su contra, para mostrar todas sus vergüenzas. Ya no le es posible sostenerse. Ha empezado su caída, con todos los que están en la misma causa. No pueden cobrar, con lo que la ofensa se hace pública, por vender la marca España, cuando han hecho lo que han hecho para hundirla.
A todo esto… dónde está la gata Layla. Como siempre ignorado la ley e imponiendo su ausencia, porque sale tarifada cuando la mentira se impone y domina.
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Todo un hallazgo del mal periodismo es esta frase, que apareció como titular en un afamado medio deportivo, para definir el fenómeno que estaba sucediendo en el mundo del deporte: “JENNI DEJA CAER A RUBIALES”. Cinco escuetas palabras que, según el diario, definían la situación, pero justo por lo contrario. Los cangilones de la noria, como el agua que se desborda, rezumaban el más rancio machismo. La frase empieza por “Jenni”, el diminutivo del nombre propio, Jennifer, tratándola como si de una amiga se tratara, para hacerla familiar y cercana, de una de las protagonistas, que en realidad era la víctima de lo que había acaecido. Sigue por “deja”, el verbo, que entraña la acción de hacer, consentir, permitir que “caiga”, es decir, que vaya hacia abajo, el otro sujeto protagonista. A este ya le trata con repeto, denominándole por su apellido, “Rubiales”, donde por la eficacia de la brevedad del lenguaje periodístico han omitido el título de señor, que estaba implícito, situándolo muy por encima. En realidad es el responsable y verdugo ejecutor de la acción que se refleja.
Para introducir más tensión en el relato el apellido parece un descalificativo, un apodo, “rubiales”, aunque la intención del gramático y del Registro en su momento, era, simplemente, dotarle de un apellido. Como quien se refiere a un mote de barrio, que es lo que, muchas veces parece. Un mozo desenfadado, con aires y prepotencia de famosillo berluscón en sus actuaciones, que en este caso era la autoridad más representativa del cotarro futbolístico y que, en función de tal, se encontraba en el puesto presidencial del evento, la Final del Campeonato Mundial del Futbol Femenino, bajo la presidencia de la mayor autoridad femenina del Estado, la reina.
Fue allí donde se produjeron los hechos. La selección femenina de futbol de España, al tiempo que medio país se enteraba que existía, se proclamaba campeona del mundo de esta destacada modalidad deportiva. Un hito que después de muchas historias y lustros había conseguido la selección masculina de España, proclamándose por primera vez campeona en Sudáfrica en 2010. Todo un acontecimiento, que lo lograban ahora las mujeres, con ese grupo de jóvenes, que habían conseguido la proeza en Sidney, Australia.
Ocurrió en esta ocasión lo que ocurrió y que así se resumía, con este titular, parodiando el “Jhonny cogió su fusil”, la antibelicista película del perseguido Dalton Trumbo. Evidencia el ínfimo nivel del periodismo del deporte del diario ‘As’, con este titular que comentamos: Jenni, como Johnny, no cogió su fusil, sino que deja caer a Rubiales. Un sujeto al que Scorsese, por su fisonomía, le hubiera elegido como sicario de la mafia. Calvo de frasco, con esa habitualidad con la que muchas mujeres, siendo morenas, se hacen ver rubias toda la vida. Con ese comportamiento de macarra de barrio, que aprovechó su posición en el lugar y espacio presidenciales para montar ese esperpento, cuando se recibía a las campeonas para felicitarlas. Con sus poderosas manos atenazó la cabeza de una y le propinó un beso tan impropio como inoportuno, en la boca, ante el estupor de las cámaras, que hicieron al mundo espectador de semejante agresión. Remató la jugada con una palmada en la baja espalda y con el gesto triunfante del gorila dispuesto: Después de esto la siguiente.
No fue lo único que hizo el ‘malandrín’ en funciones de presidente. Con el mismo orgullo machista se había mostrado cogiendo sus genitales entre sus manos, en un gesto más que masculino machista, que emulaba al poderoso león, rey de la selva, a la vista de todo el mundo. Por este gesto de exhibicionismo pidió perdón posteriormente, pero ahí estaba la imagen para quien quiera verla. Es curioso que los hombres débiles e inseguros acudan a este símbolo majestuoso del animal de apariencia imponente y melenudo, pero que es un vago redomado que lo que más hace a lo largo del día es dormir y que deja el trabajo, especialmente la caza, a las leonas de la manada y únicamente se dedica a comer y montarlas, con reiteración, para garantizar la subsistencia de la especie.
La hazaña deportiva no la había hecho él, sino las jóvenes cazadoras, que se dejaron el pellejo, para conseguir el triunfo. En lo que nada participó el león rey, dedicado en la tribuna a exhibirse, con tan poco acierto como el de esas escasas feministas que se sobrepasan y quieren ser machistas. Las que ganaron fueron ejemplares luchadoras, con la situación nada favorable, que en pocos años han escalado la cumbre y conseguido el premio. Gesta de tal magnitud que el mismo canciller español de Europa, Borrel, sorprendido, lo definió con palabras no medidas y menos acertadas, que lo habían conseguido equiparándose a los hombres.
Que más hubieran querido las ahora campeonas que haber llegado más fácilmente. Lo hicieron por un camino insoportablemente más difícil que el de los hombres, sin tantos miramientos, ni oportunidades, porque lo consiguieron como mujeres. Su hazaña les asemeja mas a los esclavos de Espartaco, otra vez Trumbo, que no Trump, que ese es más válido para Rubiales y estos mismos días se publicitaba con su foto de delincuente fichado por la policía. Me refería a los esclavos, más próximos a las jugadoras, que estas a los patricios romanos.
Que esto no nos impida ver que las mujeres españolas siguen quemando etapas, a ritmo vertiginoso, para equipararse a los hombres libres y demostrar que son tan ciudadanas como ellos, aunque no se aprecie cómo actúan y se oculte como lo consiguen. Como la hace ese horrendo titular, expresión del entorno del mundo deportivo, cuando ellas han luchado no para dejar caer al presidente Rubiales, sino que es él el sigue empeñado en despeñarse y suicidarse, acusando de que le quieren matar. ¡No es el león tan fiero como se muestra, sino cobarde!
Él ha sido el que se tiró al lodo, sin que nadie le empujara, por sus propias incapacidades. Cada uno da la medida de sí mismo. La señorita Jennifer Hermoso como víctima y sabiendo estar y el presidente, sin saber. Valiéndose de sus manos para hacer lo que no ha sabido hacer con la cabeza. Como es lo propio del mundo del pie y del esférico, la pelota, cuero o como quiera llamarse a lo que antes se llamaba balón.
Pudo haber pedido disculpas, tras el primer momento, con esa simpatía que tiene y de la que abusa, y hubiera quedado en un incidente olvidado. No lo hizo porque ni piensa que lo hecho estuviera mal y permanece en su enroque, dispuesto a cambiar el mundo para que se adapte a su visión. Después de haberle fallado su intención de una aparición conjunta con la jugadora agredida, se parapetó tras la Federación y argumentó exculpaciones fallidas, no dando cuenta de las cosas tal como sucedieron. Describió una supuesta conversación entre él y la jugadora, que fue imposible que se mantuviera. Lo evidencia lo visto, más las falsedades de los comunicados y videos manipulados y las acusaciones versionadas por el inculpado. En vez de presentar su dimisión puso todo patas arriba.
La historia ahora ya no acabará hasta que no cambie él y su mundo. De tofo esto tendrá que responder el presidente que, émulo de Trump, repartió mandobles para todos, mientras él suma los delitos. Tendrá que enfrentarse a una situación mayor, ya no la de los hechos del día de la victoria, sino los que han emergido y cojean con él, al que se suman seleccionadores, entrenadores, directivos, deportistas y otros corifeos externos, como algunos medios, y todos los machistas y viejos caducos, que encubren el mundo del deporte.
Puesto a hacer el león el presidente Rubiales se ha empeñado en chupar cámara, echando fuera a las campeonas, que son las protagonistas. Qué diríamos si el león de la Metro ocupara toda la pantalla y no nos dejara ver la película. Fuera el león y más leonas. Queremos ver a las protagonistas y solo los estúpidos se conforman con el presidente león.
Fuera con éllos que le han aclamado, porque son más de lo mismo. Adelante los ciudadanos que no se han callado. Desde el feminismo, al que calificó de falso, como si fuera llamado a entenderlo o a explicarlo. De España y del extranjero, porque el drama que él se empeña en continuar afecta ya a todos, sin ver el vigón de sus ojos. Le quieren matar, afirma con descaro, mientras se propina crueles puñaladas y se adentra en la cuerda floja sobre el precipicio. A partir de ahora no solo es responsable de su propia caída. Las cosas las ha llevado hasta tal punto, que son muchos los que le acompañan. No solo la claque de la Asamblea aplaudiendo sus palabras calumniosas y autoexculpatorias.
Él es la cabeza, inconfundiblemente calva, del alfiler que sustenta ese mundo tan falso como un decorado. Con machismo desbocado y olé. Los machistas son especies menos crueles y sanguinarias que los estalinistas, pero igualmente dolorosas para sus víctimas y tan obsoletas como abominables. Con otra diferencia muy clara, mientras la deportista ha mantenido su privacidad, el presidente, por encima del mandato de la FIFA de no acudir a terceros, ha hecho todo lo contrario, parapetado tras todas las mujeres de su vida, menos su esposa, indigno que es de ellas, de su madre, sus hijas y sus primas incluidas.
Ya no solo es Rubiales, quien a sí mismo se ha cortado la cabeza. Es todo eso malo que hay y que tiene que caer con él. En su proclama evidenció lo que es y hasta donde llega. Con una versión muy suya de los hechos, escrita por un letrado que quería confundir al juez y desagraviar al delincuente. Se desmontó por su estrategia, obligándonos a ver lo que no era posible. Temporalmente lo logró, con la magia de lo inminente, que es para lo que sirve la magia, que enseguida se desvanece. Con el paso de las horas el embrujo se fue esfumando y los elementos se fueron volviendo en su contra, para mostrar todas sus vergüenzas. Ya no le es posible sostenerse. Ha empezado su caída, con todos los que están en la misma causa. No pueden cobrar, con lo que la ofensa se hace pública, por vender la marca España, cuando han hecho lo que han hecho para hundirla.
A todo esto… dónde está la gata Layla. Como siempre ignorado la ley e imponiendo su ausencia, porque sale tarifada cuando la mentira se impone y domina.






