Mario Obrero o El Bosco poético en el ¿Jardín de las delicias?
![[Img #65537]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2023/6180_1-dsc_8164-copia.jpg)
“…no hay nada tan plural como el somos”
escribe Mario Obrero(Madrid 2003) observando bajo mirada ucrónica, políglota y aguda, desde el jardín/mundo sensual de El Bosco, este otro mundo/jardín virtualmente ajardinado, dulzón y atractivamente engañadizo. El poeta desmenuza con imaginación destellante, como la de El Bosco, con refinada ironía, crítica audaz y asentado en principios éticos que no cotizan en parqué bursátil de valores variables: “Los ojos desnudos quieren plantar cerezas sobre la muerte // dijeron al párpado del sediento y al que bajo la exactitud de los puentes bebe el licor de la conciencia // la guerra ha acabado sea impuesta la mortaja del olvido // y el candado del invernáculo la cometa el estruendo” (De ‘Cerezas sobre la muerte’, 2022). El lenguaje, como colores enmarcados o en revuelo, “ha de ser un espacio de trabajo, donde alterar, perforar y reformular los materiales”. La palabra en libertad y la voz de los poetasse impondrán frente al candado del olvido para defender “lo pequeño y lo minorizado”, lo aparentemente inútil. La poesía, escribe Juan Carlos Mestre, presente “para dignificar la condición humana…Está hecha de los materiales de la memoria y de las voces de cuantos, sin saberlo, sostuvieron con brazos anónimos el peso del universo”.
Entre color y cuerpos flexibles al goce, el pintor va indagando mundos y esferas oníricas que adelantan unos siglos a Freud y los sueños. El poeta, de mirada migrante, con la ilimitada amplitud de la creación artística, sin aduanas ni peajes, se adentra, escudriñador, hasta el límite de la realidad otra, “vengo de una tierra con pocos ríos // … // de donde vengo tenemos marineros que humedecen sus helechos y madres que recogen ramitas de tojo después de medianoche // … // soy el ratón que despierta matas de tomates y viste mandarinas con plumas de naranja” (Threetranslations I, de Peachthree City). Desobedecer la costumbre, no escuchar rimas o medidas impuestas agranda lo imaginado hasta lo desconocido. Hay que “reconciliarse con la capacidad de no entender y con la posibilidad de que haya cosas que no quepan” racional ni lógicamente en nuestros conocimientos, añade el poeta.
Mario Obrero publica ‘Carpintería de armónicos’ en 2018; consigue con ese poemario el Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, -“Era el aire un volcán / y el soneto de lluvia gorgonea en el Olimpo. / Aquellos tan arriba que ni les llueve / solo envían estatuillas de mujer sin mariposas / y la esquela de otoños que guarda el río”-. Un año después aparece ‘Ese ruido ya pájaro’; en este libro el dibujo es compañía extendida del texto, -“mi tierra aplaude a los hombres esmeralda que se posan a hacer alfombras en el alféizar de las notarías enciendo un pequeño insecto que carcome la piel del melocotón”. Con ‘Peachtree City’, publicado en 2021 recibe el XXXIII Premio Loewe a la Creación Joven. ‘Cerezas sobre la muerte’ (2022), texto literario más reciente, es un único poema con Addenda escrito a partir del encuentro Ruta del Exilio organizado por el INJUVE y el Observatorio Europeo de Memorias; está ‘hablado’ en cinco lenguas: castellano, “el catalá, el euskera, el asturianu o el galego”; lo completan dibujos con fotografías a modo de collaje. El poeta reivindica la (i)lógica poética que se mueve libre entre la irracionalidad y la (in)existencia, alejada de ‘tediosa realidad’ o territorio con un manojo de luces destellantes y cegadoras sin nada más al fondo.
Mario Obrero elige como compañeros de viaje a quienes le abrieron un camino iniciado con su primer poema a los siete años. “Enarbolo a Lorca como amigo, como poeta y como persona querida y que forma parte de mi desarrollo vital”; nos acercamos, asegura, a los poetas a través de la lectura “y acaban siendo amigos. También me ocurre con Juan Carlos Mestre”. Agranda día a día y se expande el cenáculo: Whitman, Ginsberg, Rimbaud, Plath, Pessoa, León Felipe…
La escritura poética de Mario Obrero es “un ejercicio de inteligencia”, de imaginación e imaginería sin límites, de mirada penetrante hasta el fondo para exhumar “todo aquello que está presente pero enterrado, que palpita pero no tiene presencia” y acabará viendo la luz en el poema. Su poesía llega con estética irracional y “originalidad fascinante”, distanciada de caminos ya recorridos y arraigada en posicionamientos éticos nunca condescendientes con órdenes ni preceptos impuestos. Tan libre, que las señales ortográficas no suelen acudir invitadas a sus poemas. El uso indistinto del género gramatical, la inclusión de palabras y expresiones en otras lenguas, lo inesperado sorprenderán al lector a la vuelta de cada verso.
Poemas y versos, cada palabra de Mario Obrero llevan consigo un rico caudal desbordante de mundos visionarios que corre por cauces insospechados, tal vez suficientes para el riego, para encalmar la sed de cualquier tiempo. “Yo estaré en algún sitio esperando con un racimo de uvas sin semillas”. La poesía, su poesía nos espera donde no sospechamos, ya en la página que sigue.
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“…no hay nada tan plural como el somos”
escribe Mario Obrero(Madrid 2003) observando bajo mirada ucrónica, políglota y aguda, desde el jardín/mundo sensual de El Bosco, este otro mundo/jardín virtualmente ajardinado, dulzón y atractivamente engañadizo. El poeta desmenuza con imaginación destellante, como la de El Bosco, con refinada ironía, crítica audaz y asentado en principios éticos que no cotizan en parqué bursátil de valores variables: “Los ojos desnudos quieren plantar cerezas sobre la muerte // dijeron al párpado del sediento y al que bajo la exactitud de los puentes bebe el licor de la conciencia // la guerra ha acabado sea impuesta la mortaja del olvido // y el candado del invernáculo la cometa el estruendo” (De ‘Cerezas sobre la muerte’, 2022). El lenguaje, como colores enmarcados o en revuelo, “ha de ser un espacio de trabajo, donde alterar, perforar y reformular los materiales”. La palabra en libertad y la voz de los poetasse impondrán frente al candado del olvido para defender “lo pequeño y lo minorizado”, lo aparentemente inútil. La poesía, escribe Juan Carlos Mestre, presente “para dignificar la condición humana…Está hecha de los materiales de la memoria y de las voces de cuantos, sin saberlo, sostuvieron con brazos anónimos el peso del universo”.
Entre color y cuerpos flexibles al goce, el pintor va indagando mundos y esferas oníricas que adelantan unos siglos a Freud y los sueños. El poeta, de mirada migrante, con la ilimitada amplitud de la creación artística, sin aduanas ni peajes, se adentra, escudriñador, hasta el límite de la realidad otra, “vengo de una tierra con pocos ríos // … // de donde vengo tenemos marineros que humedecen sus helechos y madres que recogen ramitas de tojo después de medianoche // … // soy el ratón que despierta matas de tomates y viste mandarinas con plumas de naranja” (Threetranslations I, de Peachthree City). Desobedecer la costumbre, no escuchar rimas o medidas impuestas agranda lo imaginado hasta lo desconocido. Hay que “reconciliarse con la capacidad de no entender y con la posibilidad de que haya cosas que no quepan” racional ni lógicamente en nuestros conocimientos, añade el poeta.
Mario Obrero publica ‘Carpintería de armónicos’ en 2018; consigue con ese poemario el Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, -“Era el aire un volcán / y el soneto de lluvia gorgonea en el Olimpo. / Aquellos tan arriba que ni les llueve / solo envían estatuillas de mujer sin mariposas / y la esquela de otoños que guarda el río”-. Un año después aparece ‘Ese ruido ya pájaro’; en este libro el dibujo es compañía extendida del texto, -“mi tierra aplaude a los hombres esmeralda que se posan a hacer alfombras en el alféizar de las notarías enciendo un pequeño insecto que carcome la piel del melocotón”. Con ‘Peachtree City’, publicado en 2021 recibe el XXXIII Premio Loewe a la Creación Joven. ‘Cerezas sobre la muerte’ (2022), texto literario más reciente, es un único poema con Addenda escrito a partir del encuentro Ruta del Exilio organizado por el INJUVE y el Observatorio Europeo de Memorias; está ‘hablado’ en cinco lenguas: castellano, “el catalá, el euskera, el asturianu o el galego”; lo completan dibujos con fotografías a modo de collaje. El poeta reivindica la (i)lógica poética que se mueve libre entre la irracionalidad y la (in)existencia, alejada de ‘tediosa realidad’ o territorio con un manojo de luces destellantes y cegadoras sin nada más al fondo.
Mario Obrero elige como compañeros de viaje a quienes le abrieron un camino iniciado con su primer poema a los siete años. “Enarbolo a Lorca como amigo, como poeta y como persona querida y que forma parte de mi desarrollo vital”; nos acercamos, asegura, a los poetas a través de la lectura “y acaban siendo amigos. También me ocurre con Juan Carlos Mestre”. Agranda día a día y se expande el cenáculo: Whitman, Ginsberg, Rimbaud, Plath, Pessoa, León Felipe…
La escritura poética de Mario Obrero es “un ejercicio de inteligencia”, de imaginación e imaginería sin límites, de mirada penetrante hasta el fondo para exhumar “todo aquello que está presente pero enterrado, que palpita pero no tiene presencia” y acabará viendo la luz en el poema. Su poesía llega con estética irracional y “originalidad fascinante”, distanciada de caminos ya recorridos y arraigada en posicionamientos éticos nunca condescendientes con órdenes ni preceptos impuestos. Tan libre, que las señales ortográficas no suelen acudir invitadas a sus poemas. El uso indistinto del género gramatical, la inclusión de palabras y expresiones en otras lenguas, lo inesperado sorprenderán al lector a la vuelta de cada verso.
Poemas y versos, cada palabra de Mario Obrero llevan consigo un rico caudal desbordante de mundos visionarios que corre por cauces insospechados, tal vez suficientes para el riego, para encalmar la sed de cualquier tiempo. “Yo estaré en algún sitio esperando con un racimo de uvas sin semillas”. La poesía, su poesía nos espera donde no sospechamos, ya en la página que sigue.






