Max Alonso
Sábado, 30 de Septiembre de 2023

La gata Layla (1)

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A la gata Layla me he referido últimamente cuando hablaba de Gigantes y Cabezudos, Jennifer y Rubiales o Astorga y el Festival, sin que la haya presentado, y aludía a sus ausencias, al dominio de la mentira por las mismas y reconociéndole una existencia, que la tiene. La gata Layla es la gata de mi hijo y es huidiza y timorata, todo lo contrario que mi gato Chus que es un quedón cariñoso.

 

Layla cuando llega alguien de visita a la casa se esconde debajo de una cama y no reaparece mientras permanezca la visita. Chus, sin embargo, cuando llega alguien extraño se toma un par de minutos para olerle y estudiarle y enseguida le adopta y lo convierte en el nuevo amor de su vida. Tengo una amiga, Mercedes, que tiene dos gatos Yin y Yang, entre otros animales, pues tiene casa para todos,que, cuando eran gatitos eran tan inseparables como Zipi y Zape y se movían a la par, como si vieras doble. De adultos evolucionaron su carácter y se posicionaron como verdaderos yin y yang, en la teoría china de los opuestos, viven vidas cruzadas y no se juntan ni para comer.

 

Lo que se pueda decir sobre el carácter y comportamiento de los gatos, siempre será ambiguo, porque cada uno es único y solo hace lo que le da la real gana. Así, son, como reyes, que, aunque tengan el mismo nombre y se distinguen en cada dinastía por los palotes que le siguen como apellido, cada uno es como le da la gana y se reconocen más por el sobrenombre que les ha calificado, el Fuerte, el Gotoso, El Cruel…. Exactamente como los gatos. Una subespecie animal domesticada para convivir entre los humanos, que suma múltiples calificaciones genéricas como minino o michino hasta micifuz, epónimo que proviene de la Gatomaquia de Lope de Vega.

 

Con superiores sentidos del olfato y del oído a los nuestros y que padecen, muy especialmente, enfermedades psicológicas como el estrés y desarrollan defensas especiales, comportamientos neuróticos, como el de Layla, que posiblemente, como sucedía entre los egipcios, se cree que tiene propiedades místicas y capacidad para ahuyentar los espíritus malignos y en eso anda. Al menos ella se lo cree.

 

Lo que está claro es que los gatos no son cómo los perros, por su menor tamaño, y se sienten inseguros, por lo que necesitan una aproximación más calmada y delicada. Son incomparablemente más independientes y señorones, convencidos de que la casa es suya y dentro de esta el lugar y el espacio que consideran más confortable. Son más cariñosos y hasta crean vínculos afectivos, muy especiales, con sus amos. Son a la vez más desconfiados, según la personalidad de cada uno.

 

Ha sido necesario decir todo esto para explicar a Layla. De la que hablé a propósito de Rubiales y su rocambolesca historia y su comportamiento falsamente estelar, cuando no era nada más que un cuerpo extraño dentro del sistema. Hasta que llegaron los mundiales femeninos de futbol y, en la euforia de la victoria, salió catapultado por los aires en caída libre, por lo que todavía parece que no ha alcanzado el suelo y que tras él va a saltar media cohorte del futbol, que ya venía chirriando desde los tiempos de don Gilón, el del balón, y la pléyade de directivos ladrilleros y machistas, que parece que el deporte les atrae y el futbol les junta.

 

Como decía, Layla se escurre y desparece en cuanto llega una visita y a mí me tomó como visita dos largos meses. Sucumbió cuando me aprovisioné de chuches gatunas y empecé a dárselas. Entonces, cuando se percataba que estaba, venía a mi encuentro reclamando lo suyo. No se resistía a su tendencia ante el regalo, como tantos mortales, no solo en la política, aunque sean los más señeros, que renuncian a sus convicciones y principios, ante la dádiva.

 

Lo han hecho los madrileños ante su presidenta Ayuso, que les desmonta su maravillosa sanidad púbica, pero ellos deben considerar que si lo hace es porque eso es bueno para ellos. Su gobierno o desgobierno propició los más elevados fallecimientos por la pandemia y dejó morir a siete mil ancianos y lo dieron por bueno. Reparte becas entre sus amigos ricos, vulnerables incluidos, y le ríen la gracia, como si no estuviera impidiendo la redistribución de la riqueza o aumentando la desigualdad. Es decir, todo lo contrario, a lo que le corresponde por ostentar el poder.

 

Como se cargó por la espalda a su amigo presidente Casado, porque se atrevió a importunarla con el asunto de las mascarillas, queriendo averiguar si con eso había beneficiado a su escondido hermanito, como antes ambos se habían beneficiado con unos avales concedidos por la misma Comunidad a los negocios de sus padres y de lo que nunca nada se volvió a saber, encadenando así los últimos episodios de la corrupción política, en la que está tan práctica, como los jueces, sin ser un modelo de perspicacia, han evidenciado.

 

Ahora está claro que puede volver a sacar las garras de gatita felina contra su presidente sucesor, que vino de Galicia por la gatera del motín de los barones y anda durmiéndose en el desconcierto de no dar una. A cambio, a los madrileños les sumerge en el sueño de la libertad de la cerveza, otro concepto machista e impropio de una dama, y les incita a que den propinas a los camareros, en la línea de las sociedades antiguas, en vez de que sean los empresarios los que les paguen sueldos justos, como sería lo propio del siglo XXI. Por contra ellos la llevan a ella en volandas, como aquellos mismos madrileños que arrastraron la carroza del rey Felón Fernando VII, después de desenganchar a los caballos de la carroza real y ocupar su lugar para llevarle hasta el palacio Real, para que el rey les volviera a sumir en el Absolutismo.

 

Con la cerveza se mantienen las sumisiones, como la de la gata Layla por las chuches. Como dijo Facundo Cabral cuántos descerebrados hay que votan a Trump. Más de setenta millones. ¿Y entre los madrileños? Los que a su Trump le regalan las mayorías absolutas. Está por demostrar si serán los mismos en el resto España, que parece que no. El Partido Popular nos hizo creer que Feijoo iba a ser el presidente del Gobierno y ya se ha visto que no y si lo será en el futuro está más que en duda, que la gatita acecha.

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