Nuria Viuda
Sábado, 07 de Octubre de 2023

Pistas de baile

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¿Se imaginan morir bailando, inmersos en una melodía galáctica que les transporte levemente  al otro lado? ¿Desvanecerse cómo ángeles caídos en medio de la pista iluminada por neones morados y amarillos? Una muerte así de ensoñadora sería la adecuada puestos a elegir en el inmenso catálogo de desapariciones posibles. Yo desde luego escogería este modo de diluirme para siempre jamás  en el vacío. Una manera  hermosa de entregar el alma a  quien competa y cerrar el círculo.

 

Al fin y al cabo morir es tránsito hacia el otro lado, un paso más en nuestras azarosas vidas que deberíamos tomarnos con más naturalidad y sosiego. No hemos sido educados para cruzar ninguna línea.

 

Esta perorata viene al caso porque acabo de terminar un libro impactante con una lírica interna que apabulla. Se trata de La mala costumbre de Alana Portero y editado por Seix Barral, donde el protagonista descubre muy pronto que no habita la piel que se le ha concedido como auténtica, un personaje repleto de ansiedad y ganas de gritarle al mundo quién es realmente, quién habita su mente y sus deseos. Ella se siente muerta la mayor parte de su vida. Exceptuando sus salidas nocturnas donde se traviste de la mujer que lleva dentro y entonces baila y vibra con sus labios pintados y sus tacones de media aguja con los que se siente poderosa, pero no es suficiente, nunca lo es, porque las críticas, el peligro y la crueldad acechan a la vuelta de la madrugada y ha de desaparecer como una cenicienta moderna adentrándose en su barrio periférico y salvaje que no conoce su condición de sirena. Un personaje que divide sus días entre los ausentes y los vivos, los que vibran. Alguien que vuela, siente en voz baja su condición absolutamente femenina, y se merece una desaparición a medida de su sufrimiento.

 

No se puede vivir siempre disimulando nuestro deseo ni nuestra identidad. Existen tantas formas de estar muerto como personas habitan el mundo. Por eso la verdadera muerte debería ser un tránsito lo más hermoso posible. A la carta. Sin ambages.Travestirse de lo que realmente hemos soñado ser y probablemente nunca conseguiremos: ángel o demonio, garza o pantera, palomo cojo o águila dorada, Bella durmiente o Mary Curie, Elvis Presley, que ya está en los cielos, y que debería haber  desaparecido en una pista iluminada de resplandores dorados y amarillos tal como se merecía, al fin y al cabo fue el primer hombre del que se enamoraron millones de seres humanos con seis años y una sabe lo que desea demasiado pronto. También como deberían desaparecer los ángeles caídos y los inmortales, porque todos seremos inmortales por el simple hecho de haber habitado este mundo, y para abandonarlo qué menos que desaparecer inmersos en música y espejos.

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