Catalina Tamayo
Sábado, 14 de Octubre de 2023

Mentirosa

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“Mira el Moncayo azul y blanco; dame

Tu mano y paseemos.”

(Antonio Machado)

 

Cuando le pregunto si se acuerda de aquel paseo, me dice que sí se acuerda, pero yo sé que miente y que no se acuerda de nada. ¡Ha pasado ya tanto tiempo! A veces, yo mismo, dudo si éramos nosotros, esas dos personas, las que hace casi treinta años caminábamos por aquel camino blanco que, flanqueado a trechos por álamos, ya dorados, iba bordeando la orilla del río; dos personas, tan jóvenes, tan alegres, que conversaban amable, educadamente, mientras allá lejos, en las montañas, todavía azules, se ponía el sol. Hablaban… No recuerdo ya de qué hablaban; quizá de estudios, de trabajo, de libros, de música, del cielo, de los árboles, del otoño; de ellos mismos; del porvenir; de todo y de nada; de cualquier cosa. ¿De amor? Es posible que también dijeran algo del amor. Pero el amor, la verdad, no es cualquier cosa. Conversaban. Eran dos jóvenes que conversaban distraídamente. No dejaban de conversar. Se escuchaban. Se preguntaban. No se juzgaban. No discutían. No pretendía cargarse de razón. Se esforzaban por comprenderse el uno al otro. Escogían las palabras: las más livianas y fugaces, las más cálidas, las más bellas, las mejores. No había vanidad. Todo era fácil y sencillo. Dulce. De película. Como en los sueños. Hermoso. Y así, con naturalidad, como se respira, se despidieron para siempre, aquel atardecer de primeros de octubre, en aquella esquina, aparados ya en las primeras sombras de la noche. Para siempre, sabiendo, sin embargo, que al día siguiente volverían a quedar. Para pasear. Para conversar. Para conocerse. Para disfrutar. Se llamarían, tal vez, ya esa misma noche. Tampoco ella se acuerda de esto. Pero si, por alguna razón, le preguntara, me diría, estoy seguro, que sí. Mentirosa.

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