La gata Layla (y 3)
![[Img #65928]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2023/6971_5-max-dsc_0315-copia.jpg)
Escribí que Layla aludía a las ausencias del dominio de la mentira por las mismas y eso era una frase muy oscura y nada evidente. Me lo ha recordado un amable lector. Dije más de lo que decía y explicaba. Como tampoco aludí a otros comportamientos de Layla. Mi hijo permanecía ausente de su domicilio por una repentina y grave dolencia que le sobrevino. En su cuarto habían quedado unas zapatillas de deporte y Layla se acostumbró, al constatar su inexplicable, para ella, ausencia, a entrar a olisquearlas y a llorar, modulando sus maullidos como si quisiera hablar. Sin saberse si porque intuía lo que pasaba o como protesta porque la había abandonado.
Tuvo otros comportamientos extraños, como el de esconderse y desparecer y negarse a comer. Poco a poco fue acentuándose su comportamiento. Ella no acababa de entender lo que estaba pasando, pero había decidido no aceptarlo, protestar y no callarse. En este sentido decía lo de las mentiras. Cuando tenemos una postura común respecto a lo que sucede, sin atemperarnos a si es verdad o lo que imaginamos.
Ella lo justificaba con sus ausencias como castigo, que estaban fundamentadas en la mentira que ella había establecido. Cuando David regresó, indudablemente se alegró, pues dejó sus lloros lastimeros, pero decidió castigarle. Aparecía a la puerta de su cuarto y no entraba, a pesar de que este la llamara. No acudía a él, como siempre había hecho, sino que aparentaba ignorarle. Quería así patentizar su castigo, por hablarle castigado a ella. Que quedara claro que era muy gata. Esto evidencia que interpretar la realidad con lo que no es verdad puede llevarnos a extraños comportamientos, que no son lógicos, ni lo que corresponde.
A estas alturas creo que ya está bien y sus comportamientos zaborreros no dan más de sí. Son lo que son y no hay más cera que la que arde. Huidiza y escurridiza, manteniéndose oculta para no enfrentarse a la realidad. Castigadora de quien cree que la ha ofendido, sin ofenderla, y por último entregada a la corrupción de los chuches, prueba inequívoca de la pérdida de los valores, en los tiempos en los que no valen. Son valores y lo que prima es el juego de la oportunidad, como la misma Layla ha evidenciado renunciando a sus principios bajo el reclamo de las chuches. Total, que ella se vendió por mucho menos que un plato de lentejas, humeantes y olorosas, como recién cocinadas. De eso nada. Complemente chuches, hechas a máquina.
Por eso abandono mi empecinamiento y regreso al cariñoso, dadivoso y mimoso Chus. Nada que decir con la gran alegría con la que me recibió cuando me vio regresar. Ningún reproche y ni la pérdida de un minuto para las lamentaciones. Con la lección aprendida de que la vida es así y nadie la cambia. Para él todo es positivo y por eso nada de perder el tiempo en llorar, ni rebanarse por lo que se perdió. Lo tiene claro. Hay que celebrarlo y aquí paz y después gloria.
Eso son los comportamientos positivos de gozar sin reblar, que no hay tiempo que perder. Lo de Layla allá ella, que las penas con gusto parecen menores, pero es más lo que se rabia. Ni malas modos, ni malas caras. Todo al gusto de Chus. Con alegría y sonrisas del buen rollo recuperado. Sin perder el tempo para los reproches, ni regocijarse en el desconsuelo. Esa es la otra dimensión de la vida, en la que siguen primando los valores. De lo que hay y de lo que se tiene. Sin concesiones a lo perdido, ni pérdidas por los lamentos.
Al mismo tiempo superada la lucidez perdida, que si de godos o visigodos. Humor centrado al reino de la paz y la armonía. Que Chus se alegra con su pienso de todos los días y sin pesares. Solo disfrutando que estamos juntos y es lo que tenemos. De lo negativo a lo positivo. Menos Layla y más Chus, anqué tuviera su encanto, pero a fin de cuentas perdido con su actitud.
Ahora no es soñar despierto, sino vivir y gozar con lo que se tiene, el tiempo perfecto el ‘bene vivere’ al que hemos vuelto, pero siempre me quedará la duda si no tendrá la razón Layla al preocuparse de las cosas como se preocupaba. Dos formas de entender la vida y de encararla. Se acabaron las fiestas, se fue Rubiales y llegó la paz y la ciudad tiene su ritmo, lento, y su marcha. Y un nuevo Ayuntamiento, que no sabemos que nos va a traer, ni tan siquiera si nos traerá algo. De entrada, los nuevos munícipes se subieron los sueldos, después de pregonar lo contrario, y se fueron de merecidas vacaciones, que no han parado. Ahora volverán con nuevas energías para hacer, aunque no sea todo, algo de lo que prometieron, algo de lo pendiente y mucho de lo que negaron y los demás que lo veamos.
Eso sí, antes de irse han cacareado la buena amistad y el deseo de colaboración entre las corporaciones de la Bañeza y Astorga, por el bien de sus ciudadanos, que para eso les votamos y les pagamos. Antes no era así, por el recelo de la Bañeza y su alcalde, porque la corporación de Astorga era de otro signo. Que ahora firmen la paz fumando una pipa, a lo sioux, nos parece muy bien, pero que no nos vendan la ‘afoto’, en la que aparecen con caras de cretinos, para decirnos que van a hacer lo que no hacían y debían. Menos diferencias y rencillas, que son las suyas y nada más. De los políticos y no de los ciudadanos, que les votan y les pagan por lo que trabajan. No por lo que se pelean. ¿Menos Layla y más Chus o menos Chus y más Layla?
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Escribí que Layla aludía a las ausencias del dominio de la mentira por las mismas y eso era una frase muy oscura y nada evidente. Me lo ha recordado un amable lector. Dije más de lo que decía y explicaba. Como tampoco aludí a otros comportamientos de Layla. Mi hijo permanecía ausente de su domicilio por una repentina y grave dolencia que le sobrevino. En su cuarto habían quedado unas zapatillas de deporte y Layla se acostumbró, al constatar su inexplicable, para ella, ausencia, a entrar a olisquearlas y a llorar, modulando sus maullidos como si quisiera hablar. Sin saberse si porque intuía lo que pasaba o como protesta porque la había abandonado.
Tuvo otros comportamientos extraños, como el de esconderse y desparecer y negarse a comer. Poco a poco fue acentuándose su comportamiento. Ella no acababa de entender lo que estaba pasando, pero había decidido no aceptarlo, protestar y no callarse. En este sentido decía lo de las mentiras. Cuando tenemos una postura común respecto a lo que sucede, sin atemperarnos a si es verdad o lo que imaginamos.
Ella lo justificaba con sus ausencias como castigo, que estaban fundamentadas en la mentira que ella había establecido. Cuando David regresó, indudablemente se alegró, pues dejó sus lloros lastimeros, pero decidió castigarle. Aparecía a la puerta de su cuarto y no entraba, a pesar de que este la llamara. No acudía a él, como siempre había hecho, sino que aparentaba ignorarle. Quería así patentizar su castigo, por hablarle castigado a ella. Que quedara claro que era muy gata. Esto evidencia que interpretar la realidad con lo que no es verdad puede llevarnos a extraños comportamientos, que no son lógicos, ni lo que corresponde.
A estas alturas creo que ya está bien y sus comportamientos zaborreros no dan más de sí. Son lo que son y no hay más cera que la que arde. Huidiza y escurridiza, manteniéndose oculta para no enfrentarse a la realidad. Castigadora de quien cree que la ha ofendido, sin ofenderla, y por último entregada a la corrupción de los chuches, prueba inequívoca de la pérdida de los valores, en los tiempos en los que no valen. Son valores y lo que prima es el juego de la oportunidad, como la misma Layla ha evidenciado renunciando a sus principios bajo el reclamo de las chuches. Total, que ella se vendió por mucho menos que un plato de lentejas, humeantes y olorosas, como recién cocinadas. De eso nada. Complemente chuches, hechas a máquina.
Por eso abandono mi empecinamiento y regreso al cariñoso, dadivoso y mimoso Chus. Nada que decir con la gran alegría con la que me recibió cuando me vio regresar. Ningún reproche y ni la pérdida de un minuto para las lamentaciones. Con la lección aprendida de que la vida es así y nadie la cambia. Para él todo es positivo y por eso nada de perder el tiempo en llorar, ni rebanarse por lo que se perdió. Lo tiene claro. Hay que celebrarlo y aquí paz y después gloria.
Eso son los comportamientos positivos de gozar sin reblar, que no hay tiempo que perder. Lo de Layla allá ella, que las penas con gusto parecen menores, pero es más lo que se rabia. Ni malas modos, ni malas caras. Todo al gusto de Chus. Con alegría y sonrisas del buen rollo recuperado. Sin perder el tempo para los reproches, ni regocijarse en el desconsuelo. Esa es la otra dimensión de la vida, en la que siguen primando los valores. De lo que hay y de lo que se tiene. Sin concesiones a lo perdido, ni pérdidas por los lamentos.
Al mismo tiempo superada la lucidez perdida, que si de godos o visigodos. Humor centrado al reino de la paz y la armonía. Que Chus se alegra con su pienso de todos los días y sin pesares. Solo disfrutando que estamos juntos y es lo que tenemos. De lo negativo a lo positivo. Menos Layla y más Chus, anqué tuviera su encanto, pero a fin de cuentas perdido con su actitud.
Ahora no es soñar despierto, sino vivir y gozar con lo que se tiene, el tiempo perfecto el ‘bene vivere’ al que hemos vuelto, pero siempre me quedará la duda si no tendrá la razón Layla al preocuparse de las cosas como se preocupaba. Dos formas de entender la vida y de encararla. Se acabaron las fiestas, se fue Rubiales y llegó la paz y la ciudad tiene su ritmo, lento, y su marcha. Y un nuevo Ayuntamiento, que no sabemos que nos va a traer, ni tan siquiera si nos traerá algo. De entrada, los nuevos munícipes se subieron los sueldos, después de pregonar lo contrario, y se fueron de merecidas vacaciones, que no han parado. Ahora volverán con nuevas energías para hacer, aunque no sea todo, algo de lo que prometieron, algo de lo pendiente y mucho de lo que negaron y los demás que lo veamos.
Eso sí, antes de irse han cacareado la buena amistad y el deseo de colaboración entre las corporaciones de la Bañeza y Astorga, por el bien de sus ciudadanos, que para eso les votamos y les pagamos. Antes no era así, por el recelo de la Bañeza y su alcalde, porque la corporación de Astorga era de otro signo. Que ahora firmen la paz fumando una pipa, a lo sioux, nos parece muy bien, pero que no nos vendan la ‘afoto’, en la que aparecen con caras de cretinos, para decirnos que van a hacer lo que no hacían y debían. Menos diferencias y rencillas, que son las suyas y nada más. De los políticos y no de los ciudadanos, que les votan y les pagan por lo que trabajan. No por lo que se pelean. ¿Menos Layla y más Chus o menos Chus y más Layla?






