Esteban Carro Celada
Sábado, 14 de Octubre de 2023

Los alegres días de ‘El Fresco’ (4)

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Bartolillo el alguacilito

 

Al número tercero, es decir, con el bicho de esa enumeración -tres bichos, la mitad de una tarde taurina- salen con nuevo director. Una cosa es la verdad jurídica y otra la ficción festiva. En lo jurídico quien firma este número y todos los demás, hasta el 16, es Guillermo Otero con letra de Revillo. En el hueco de la cabecera se utiliza para siempre la fórmula ambigua: "Hay un director". Y constituyen a "Bartolillo, el alguacilito" como director del periódico tan lleno de "coña" contra el Ayuntamiento.

 

Cuentan la constitución del jurado: "En el centro de la mesa una Luz y por la ventana se filtraban los resplandores de ‘El Faro’ que guía a la ‘Región Maragata' hacia un elevado ‘Pensamiento’ y espíritu de Cultura”.

 

Con tales antecedentes se abrió la solicitud, color caramelo, que traía recomendación del Alcalde. Estaba en verso aunque presentado como prosa: "Quién la presente suscribe, y al mismo tiempo se exhibe, en plena mayor edad, alguacil de presidencia, contando con la licencia de la dicha autoridad, solicita dirigir este modo de vivir que alegra las existencias, que amargan las subsistencias, pues tranquilo subo y bajo y, aunque como no trabajo, como también lo hace Juan sin haber visto Silván, como el ínclito Aragón que se fue para León diciendo que cultivaba lo que nada más regaba: las lechugas del Alcalde, pues no ha de tenerse en balde a la puerta de su casa, viendo a la gente que pasa. Espero sin dilación me otorguen la dirección, pues les prometo decir cosas que harán de reír. Y si no atienden mi ruego plantearé el dilema luego o bien les detengo El Fresco o les muelo todo eso. Pues aunque no esté Aragón yo no pierdo la ocasión: rompo un hueso al sustituto, pues yo soy así… . Bartolillo el alguacilito".

 

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'Don Natalio' nos introduce en el Ayuntamiento de entonces: Román y Bernardo, Concejales de obra prima. Natalio tocaba el flautín, aunque a sus señores lo que les gusta es el bombo. El ordenanza Cabezas "es una especie de pertiguero municipal. Lleva… Trae… Vamos, un Paco sin peluca". Saluda con frases de mantequilla de propia cosecha y siempre con dobleces de espinazo como un fuelle picado. Don Emilio, "que por no haber cuartos que contar pasadas horas contando las medallas que se expendieron durante el Centenario de los Sitios. Y muy cerquita el inteligente don Paulino, que da la última mano al nuevo contrato de la Eléctrica, con la colaboración de técnicos… reservados. Este es un asunto de muchos perendengues". “Monteserín lo arregla todo. Es como el ‘sinteticón’ para las encoladuras o como la ‘revalenta arábiga’ para la salud de los ciudadanos. Aún para los catarros resulta también infalible. No hay quién tosa en el municipio delante de él". Monteserin es el padre del pintor-escritor. También aparece "Bartolo, alguacil, hortelano y ahora director nuestro, todo en una pieza".

 

En la calle La Cruz, zafras de aceite bajo la luz de la lechuza.

 

¿Qué se dice de El Fresco? En León se reúnen los astorganos en 'Iris' para hacer una lectura colectiva y chispeante en torno a su antiguo director Aragón. Se ha hablado de que las aguas de Fontoria se propagaban en contaminación paratífica y que el vino subió de precio. Otros, "ridículos, mentecatos e ignorantes" propalan endechas de que estos jovencillos hablan por boca de ganso, es decir que, tras de ellos, están los caciques locales envenenando contra los concejales. El 'Concurso de belleza' no lo fallan porque alguien ha llevado estaca para aporrear, si no sale su propia novia o amorcillo. Debió haber sus problemas y por eso lo celaron encubridoramente.

 

En el bicho cuarto anuncian con un 'tararíii' nuevos acontecimientos. En el orden técnico los reactores han encontrado un caricaturista que es todo un 'hito'. Baste decirles que Monteserín con ser "de metro y medio" de largo, no le llega al hombro.

 

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Esta vez, firmado por 'Armando la Gorda', se abre a la luz de la luna un nocturnal, fantasmagórico, acontecimiento con lechuzas que tiene por protagonista "la parte de la muralla adosada la calle de la Cruz". Y, en vez de ver una persona con la soga al cuello -escena casi filibustera-, "se elevaba con tiento a la muralla una oronda zafra de aceite. Y después subió otra por el mismo procedimiento de la polea".

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