Nuria Viuda
Sábado, 21 de Octubre de 2023

Otoñalidad o lo salvaje

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¡Qué pronto pasa el tiempo! Es una obviedad, lo sé y aún así lo afirmo. Ya otro otoño se ha instalado entre cárceles y bancos, entre la ruina y la astucia de unos cuantos. Aquí en provincias, el amarillo de las hojas es más brillante en el descenso y más demoledor en sus ocres tonalidades. Vamos hacia la oscuridad, hacia los días más cortos donde la luz es un milagro matutino.

 

¡Qué pereza ponerse capas de ropa y botas altas cuando los pies aún no se acostumbran a esas esclavitudes después de haber vivido su largo y cálido verano! Pies de gitano. Pies curtidos en la libertad del agua y de la roca. Pies morenos en su intrínseca belleza del quejido. Pies de plata y de romance apalabrado por la sal. ¡Nos ha costado tanto esta transformación para perderla ahora por unos cuantos aguaceros!

 

Realizamos el salto cargados de recuerdos luminosos, de albricias que el estío depositó en nuestros bolsillos interiores. Han sido tantos y tantos los momentos dichosos, que duele muy adentro saber que ya serán recuerdo, perla blanca, beso de océano que se repliega. Nacer. Nacer de nuevo, eso ha sido este verano para muchos: caer de bruces ante la belleza estrepitosa de unos ojos amarillos que te vuelan en la cara como abejas prodigiosas.Habrá que pertrecharse en la hermosura flotante de los días venideros. Es necesario que el viento despeine los cabellos, que la lluvia empape las quimeras, que la nieve y las heladas se hagan cargo del bagaje de los pensamientos que ruedan famélicos hacia los angulosos horizontes de la renovación. Ante un futuro incierto para todos, y una desolación en ristre por los acontecimientos que nos inundan la esperanza, nada mejor que aceptar el otoño como la estación del estallido inverso, la decadencia como plenitud, los amarillos como poderosa metáfora de una cálida y ventosa deflagración que la naturaleza nos brinda gratuitamente, cuando ya nada ni nadie es gratis; todo se paga, todos exigen su peaje. Unos billetes, el sabor de tu carne tostada en el verano, tu alma o tu tiempo que se esfuma en su insaciable codicia. En esta gratuidad de los elementos hemos de complacernos, revolcándonos como niños salvajes sobre las hojas caducas que el bosque brinda a nuestro entero capricho. Dioses diminutos somos. Avellanas de consolación para nuestro rango nos son ofrecidas. Disfrutemos el regalo.

 

Todo posee su ‘tempo’ y sucede. Todos necesitamos la belleza, como apunta la escritora Samantha Walton en su delicioso ensayo publicado por Siruela y titulado del mismo modo. Leer, suceder, otoño, tres palabras que se me antojan sinónimas para escalar una vez más la cima de lo posible. La cima del más difícil todavía.

 

“Cuando alcanzo el sendero que me llevará a las montañas, la escarcha se empieza a ablandar sobre la hierba, y el sol es apenas visible sobre los oteros que dan al este.

Si el agua es un medio de transformación, entonces las montañas son las alturas en las que confiamos alcanzar nuestros propios límites, erigirnos sobre ellos, transcenderlos. Es aquí donde experimentamos lo sublime, la gloria de la cima."

TODOS NECESITAMOS LA BELLEZA

(Samantha Walton)Ediciones Siruela 2022.

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