Ni truco ni trato: sobre la celebración de Halloween en la casa de los Panero
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La noticia de que la casa de los Panero, lugar musealizado y de indudable importancia en nuestra historia ycultura contemporáneas, va a alojar una “casa del terror” al estilo de Halloween en estas fiestas de noviembre es preocupante; pero tanto o más es el argumento de que se hace para rebajar un supuesto elitismo en nombre de un malinterpretado sentido igualador. El hecho de que haya llegado a los principales medios nacionales y haya movilizado a un número muy significativo de gentes de la cultura señala la importancia del problema. Recomiendo, en este sentido, la lectura de los artículos de Julio Llamazares (en El Periódico) y de Pedro Trapiello (en el Diario de León).
No se me interprete mal. He vivido más de una década en EEUU y he celebrado con entusiasmo esta fiesta, cuya popularidad en el país americano se debe fundamentalmente a que sustituye al carnaval. Está muy bien y es muy divertida pero jamás la he visto celebrarse en un museo. De cualquier manera, cuando excepcionalmente los museos acogen celebraciones de este cariz se acogen en los exteriores de los edificios, o en salas habilitadas para ello, por razones de carácter técnico y de seguridad. Se ha aducido el ejemplo del Museo del Prado, sin decir que, además de esta actividad eventual, allí se organizan exposiciones temporales, conciertos, recitales poéticos, representaciones teatrales, algunas de ellas dirigidas a los más pequeños. Es decir, todo aquello que los actuales mandatarios del Ayuntamiento de Astorga califican de actividades elitistas.
A la par, no se me ocurre nada más democrático que mostrar la obra de los grandes poetas, escritores y pintores de un lugar a la gente que vive en él y la Casa Panero lleva años haciendo esta labor de manera encomiable. Entre otros aspectos de interés, la casa de los Panero alberga la única estancia que existe en Europa en honor del gran poeta peruano César Vallejo. Vallejo es uno de los tres grandes poetas del siglo XX en América Latina junto a Neruda y Huidobro, y es una figura comparable a estos (o a Lorca, Guillén, Alberti…). Estuvo en dos ocasiones distintas en Astorga en la casa de su amigo Leopoldo, e introdujo aspectos culturales de sus viajes a León en su obra. Con motivo de la apertura de esta sala, a la que asistió el premio Cervantes Antonio Gamoned, mi familia donó una serie de materiales personales de mi padre, Julio Vélez, que fuera uno de los mayores especialistas en el poeta. No estoy seguro de que se honre la memoria de Panero, de Vallejo e indirectamente la de mi padre con un “truco a trato”.
Por otro lado, la sugerencia de que Vallejo y los Panero son representantes de un sentido elitista de la cultura es de escarnio público. El “cholo” Vallejo es, posiblemente, el poeta más popular de la América hispana, el que le da hálito poético a la voz de los indígenas y desamparados. Su teatro presenta, además, una denuncia constante de los abusos de los poderes económicos y políticos. Un gran poeta y ensayista que murió en la pobreza difícilmente puede ser una élite. Por último, resulta especialmente inquietante que se utilice un templo de la cultura para celebrar una festividad de carácter foráneo. Tener la imaginación colonizada no es sinónimo de pertenecer al pueblo: lo es defender un bastión de la cultura propia.
Ni “truco ni trato”, cultura popular y democrática.
La noticia de que la casa de los Panero, lugar musealizado y de indudable importancia en nuestra historia ycultura contemporáneas, va a alojar una “casa del terror” al estilo de Halloween en estas fiestas de noviembre es preocupante; pero tanto o más es el argumento de que se hace para rebajar un supuesto elitismo en nombre de un malinterpretado sentido igualador. El hecho de que haya llegado a los principales medios nacionales y haya movilizado a un número muy significativo de gentes de la cultura señala la importancia del problema. Recomiendo, en este sentido, la lectura de los artículos de Julio Llamazares (en El Periódico) y de Pedro Trapiello (en el Diario de León).
No se me interprete mal. He vivido más de una década en EEUU y he celebrado con entusiasmo esta fiesta, cuya popularidad en el país americano se debe fundamentalmente a que sustituye al carnaval. Está muy bien y es muy divertida pero jamás la he visto celebrarse en un museo. De cualquier manera, cuando excepcionalmente los museos acogen celebraciones de este cariz se acogen en los exteriores de los edificios, o en salas habilitadas para ello, por razones de carácter técnico y de seguridad. Se ha aducido el ejemplo del Museo del Prado, sin decir que, además de esta actividad eventual, allí se organizan exposiciones temporales, conciertos, recitales poéticos, representaciones teatrales, algunas de ellas dirigidas a los más pequeños. Es decir, todo aquello que los actuales mandatarios del Ayuntamiento de Astorga califican de actividades elitistas.
A la par, no se me ocurre nada más democrático que mostrar la obra de los grandes poetas, escritores y pintores de un lugar a la gente que vive en él y la Casa Panero lleva años haciendo esta labor de manera encomiable. Entre otros aspectos de interés, la casa de los Panero alberga la única estancia que existe en Europa en honor del gran poeta peruano César Vallejo. Vallejo es uno de los tres grandes poetas del siglo XX en América Latina junto a Neruda y Huidobro, y es una figura comparable a estos (o a Lorca, Guillén, Alberti…). Estuvo en dos ocasiones distintas en Astorga en la casa de su amigo Leopoldo, e introdujo aspectos culturales de sus viajes a León en su obra. Con motivo de la apertura de esta sala, a la que asistió el premio Cervantes Antonio Gamoned, mi familia donó una serie de materiales personales de mi padre, Julio Vélez, que fuera uno de los mayores especialistas en el poeta. No estoy seguro de que se honre la memoria de Panero, de Vallejo e indirectamente la de mi padre con un “truco a trato”.
Por otro lado, la sugerencia de que Vallejo y los Panero son representantes de un sentido elitista de la cultura es de escarnio público. El “cholo” Vallejo es, posiblemente, el poeta más popular de la América hispana, el que le da hálito poético a la voz de los indígenas y desamparados. Su teatro presenta, además, una denuncia constante de los abusos de los poderes económicos y políticos. Un gran poeta y ensayista que murió en la pobreza difícilmente puede ser una élite. Por último, resulta especialmente inquietante que se utilice un templo de la cultura para celebrar una festividad de carácter foráneo. Tener la imaginación colonizada no es sinónimo de pertenecer al pueblo: lo es defender un bastión de la cultura propia.
Ni “truco ni trato”, cultura popular y democrática.