Nuria Viuda
Sábado, 04 de Noviembre de 2023

Traiciones. Teléfonos sin batería. Vil metal.

[Img #66179]

 

 

El precio a pagar por ser usuarios de las últimas tecnologías resulta, en ocasiones, demasiado alto; tanto es así que puede incluso costarnos la vida. Una tremenda paradoja en  los tiempos que vivimos donde abunda la prisa y exigimos todo tipo de  comodidades pantallescas totalmente innecesarias, para pulular por el mundo a salvo de contrariedades. La sociedad de consumo y ruina nos engaña haciéndonos creer en un ente superior inexistente capaz de resolver nuestros problemas a golpe de botón; convenciéndonos de  usar y abusar de unas aplicaciones traicioneras que nos llevan de cabeza al precipicio en cuanto se agota la batería y llega el fundido en negro.

 

En esta tremenda esclavitud, los nuevos estafadores de la red se han convertido en expertos en robos de guante blanco. Todo va perdiendo magia; incluso es peligroso ese acto inocente de ir escaneando por doquier como si nada: han aprendido a estafarnos con unas pegatinas imitadoras de los verdaderos códigos para dejarnos sin blanca y sablearnos impunemente. Comer en un restaurante se está convirtiendo en una  batalla a librar con los camareros: se niegan a comunicarnos el menú excusándose en esos atroces códigos incomprensibles que no todos los teléfonos escanean. Niéguense, si es que aún están a tiempo, a comprar un teléfono escaneador de códigos indescifrables. Reclamen la voz de quien solícitamente les atiende para que les cante los platos y delicias que  ofrece el menú. He visto comensales abandonando mesas por este feo detalle de voces suplantadas a  golpe de tecnología.

 

Tengan cuidado. Nada es tan seguro hoy en día como llevar dinero contante y sonante en el bolsillo. Salir de casa bien pertrechados, como los tratantes de ganado, evitará el desastre.

 

Hace pocas semanas murió un chiquillo de dieciocho años porque se quedó sin batería en el móvil, sí. Incomprensible ¿verdad? Dicho así parece algo absurdo, pero no lo es, nada más lejos. El muchacho no contó con que esto le llevaría a la desgracia. Iba despistado de hora y perdió un tren: su billete era virtual, su dinero también. Si todo es virtual corres el peligro de que si te quedas sin batería en medio del paisaje no puedas realizar nada. Tristemente, sin pelas reales y palpables en el bolsillo no solucionamos gran cosa. Sin los clásicos  billetes de tren, bus o avión, en papel, está visto que tampoco, pues nos arriesgamos a sucumbir de un modo inhóspito tomando locas decisiones por el afán de arreglar como sea el despropósito de la situación desesperada en que nos encontramos. Una muerte bien evitada si este pobre chico hubiese llevado en su cartera el clásico billete y dinero en efectivo por lo que pudiera acontecerle; como comprarse uno  ‘in situ’ si su tren había zarpado ya. Él zarpó antes de tiempo. Víctima inocente del malditismo de la nueva era que nos ocupa y preocupa.

 

Por eso, amigos míos, depositen en la cartera de sus hijos, y en la propia, buen dinerito contante y sonante cuando tomen la decisión de viajar cerca o lejos de sus domicilios. Por la cuenta que nos trae y el socorrido “por si acaso”. La tecnología traiciona y nos explota en la cara como la más peligrosa de las bombas de mano.

 

 

 

 

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.