El poder de la sinrazón
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Es difícil, cada día más, entender lo que está pasando en este país en el campo de la política. No me refiero a esas cosas de las políticas, que también tienen lo suyo. Hablo de los insultos y descalificaciones, como argumento, que se escuchan. Como era de esperar, han llegado a la calle y se han apropiado de ella. Lo han hecho de una forma escandalosa por sobrepasada, como puede apreciarse en las manifestaciones, como tales concebidas e inducidas, pero que han degenerado en vergonzosos espectáculos de la protesta disparatada, cada noche, ante la sede el PSOE madrileño.
Convertidas en macabros esperpentos y en una antología del despropósito, que exhiben las televisiones. Aberraciones, que hablan muy mal de esa parte de la sociedad española, que en ellas participa, y en las que se llega al insulto y a la provocación y al escarnio, como valores en sí mismos, de todo lo que se mueva. Sin dejar títere con cabeza y sin que los actores sepan muy bien lo que hacen y contra quien gritan y menos porqué.
Para colmo los partidos constitucionalistas, que no constitucionales, que en la Constitución no cabe esa forma de proceder, en un aquelarre de disparates fascistas, nazis y franquistas, se rasgan las vestiduras, ante lo que ven, pero no lo condenan como debieran. Cuando no les queda más remedio lo hacen, con un pero, tras la condena, porque lo que quieren es que se hagan y sigan, con la esperanza de sacar un beneficio, que de otra forma no consiguen.
Condenan con la boca pequeña y lo hacen mal, porque ellos son los inductores y se les escapa de las manos. Le pasó a su maestro Trump, cuando sus huestes asaltaron el Congreso. El podrá decir lo que quiera, pero, tal como han reconocido los tribunales, fue el inductor. Como está pasando en España, cuando aparece como una loca Esperanza Aguirre en medio de la calle, el presidente de Vox, que hasta abandona el Congreso, para participar en el aquelarre y el vicepresidente del Gobierno de Castilla y León, con un megáfono, en vez de un bozal, en la boca.
Podrán argumentar lo que les dé la gana. Que ellos no buscaban eso, aunque sea difícil sostenerlo, pero es lo que consiguieron. Un festín fascista, en el que se insulta a todas las autoridades. Del rey a los alcaldes, a partidos y a la misma Constitución y se invocan legalidades de la Falange, no legales y del pasado, en un impreciso límite, que los que siembran vientos recogen tempestades. De momento están en un espectáculo bochornoso, en el que la policía sale mal parada o no actúa y les deja, para que se les vea y se les oiga. Veremos si no hay que lamentar alguna desgracia, que no se ha producido, pero no porque falten papeletas.
Los insultos comenzaron hace tiempo en las Cortes, siguieron en los parlamentos autonómicos y en los plenos municipales. Difícil es entender lo de la presidenta de Madrid, sorprendida por una cámara, insultando al presidente del Gobierno. Se le ha echado la culpa a la cámara, no a la presidenta, que ya había llamado de todo al Presidente y ahora mentándole a la familia, con lenguaje tabernario, impropio de una autoridad. Todo porque el presidente Sánchez, desde la tribuna de oradores,aludió a unos hechos, que están en muchas mentes. Que los jueces no hayan visto nada es cosa de ellos. Se han pasado tanto que ya no tapan las vergüenzas. La gente lo ha visto y es lo que piensan. Que si su hermano, que si el presidente Casado… fue defenestrado, por querer saber que pasaba de una presunta corrupción de ella. Contra evidentia negatio. Decirlo no es insultar, por mucho que el PP lo acuse, que es de insulto fácil y especialmente una presidenta, a la que tanto le gusta, y se lo atribuya a los otros, sin ver lo de su casa.
En la barahúnda de los dislates de estos días, las aguas han llegado a pasar sucias. Si al líder de la oposición, o la obstrucción con más propiedad, que es lo que hace, le fallan los números, aparte de otras cosas, como señaló el candidato a la presidencia. Que no es moderado, como se dijo, ni buen gestor, como se dice, ni transparente, como pregona, no es ninguna injuria. Son datos y no agravios. Nadie tiene la culpa de que él, después de tantos meses, no haya entendido que las elecciones se ganan en votos, pero quien gobierna es el que consigue la mitad más uno de los diputados y su partido, por el mismo sistema, consiguió varios gobiernos autonómicos y alcaldías, pero no pudo conseguir el Gobierno, como lo intentó, hasta negociando con JUNTS, que se lo negó, y no fue él el que abandonó, porque no pudo. No por una milonga inventada. Que el candidato responda con risas, cabe considerarlas excesivas, pero no son impropias. Más vale que responda así y que sus carcajadas puedan ser consideradas hirientes, cuando era la respuesta más benigna a las acusaciones malintencionadas y ofensivas, que el opositor había ido sumando.
Que siga sin entenderlo, es su problema. Los datos se podrán decir y nunca serán insultos, que eso son otras cosas. Que un diputado aluda a un juez y enumere los dudosos casos en los que se ha visto involucrado, no es ningún desacato, sino una vergüenza para el juez, y no insulto, por mucho que lo pretenda su portavoz.
El tema es así de interminable. Cuando el consejero de la Presidencia, tras el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León dice que la Junta acepta el resultado de la elección del presidente del Gobierno de España es un dato. Si añade la coletilla de que espera que gobierne para todos los españoles, no solo para los nacionalistas, es una opinión irónica nada fina, cuando es de esperar que así sea. Como se espera del Gobierno autonómico que gobierne para todos los castellanos y leoneses y no lo hace, cuando el vicepresidente de todos se va como activista a manifestaciones de partido, o hace otras de sus provocaciones, o cuando el presidente de su Gobierno no gobierna para todos y mira para otro lado, cuando escucha insultos y provocaciones.
Como cuando se consiente que la bandera, que es de todos, se la apropien unos, y la usen como un trapo de cocina, sin ningún respeto, y hasta se envuelvan en ella como un sayo. Se la quitan a los demás, que también es suya. Difícil es de entender el lenguaje del insulto y la apropiación, cuando se dice hablar en nombre de todos, como suele hacer el señor Feijoo, y la mitad más uno ha dicho con su voto que no están en su todos. No respetarlo es no ser demócrata, y eso hay que hacérselo mirar y más, si no se es capaz de entenderlo, porque también le fallan las matemáticas. Con lo que está pasando, habrá que pensar en la refundación del propio partido, que, a lo mejor es lo que es necesario, como le pasó a los ya olvidados Ribera y Arrimadas con sus Ciudadanos, para no seguir chapoteando en el barro y no hacer las cosas tan difíciles de entender, que ya es imposible entenderlas. No se tratadel poder de la razón, sino simplemente de la sinrazón, en estado puro, que es la que impera. Sin razones, Con opiniones, que son sentimientos oscuros y malsanos, que es lo que se vomita contra todo. Así se miente y se ofende, cuando no se tiene qué decir, aunque irrespetuosamente, se ponga a Dios por medio. Nadie se hace responsable, pero todos lo son. No lo mismo, sino que es peor, si unos se pasan y abusan más que los otros.
Es difícil, cada día más, entender lo que está pasando en este país en el campo de la política. No me refiero a esas cosas de las políticas, que también tienen lo suyo. Hablo de los insultos y descalificaciones, como argumento, que se escuchan. Como era de esperar, han llegado a la calle y se han apropiado de ella. Lo han hecho de una forma escandalosa por sobrepasada, como puede apreciarse en las manifestaciones, como tales concebidas e inducidas, pero que han degenerado en vergonzosos espectáculos de la protesta disparatada, cada noche, ante la sede el PSOE madrileño.
Convertidas en macabros esperpentos y en una antología del despropósito, que exhiben las televisiones. Aberraciones, que hablan muy mal de esa parte de la sociedad española, que en ellas participa, y en las que se llega al insulto y a la provocación y al escarnio, como valores en sí mismos, de todo lo que se mueva. Sin dejar títere con cabeza y sin que los actores sepan muy bien lo que hacen y contra quien gritan y menos porqué.
Para colmo los partidos constitucionalistas, que no constitucionales, que en la Constitución no cabe esa forma de proceder, en un aquelarre de disparates fascistas, nazis y franquistas, se rasgan las vestiduras, ante lo que ven, pero no lo condenan como debieran. Cuando no les queda más remedio lo hacen, con un pero, tras la condena, porque lo que quieren es que se hagan y sigan, con la esperanza de sacar un beneficio, que de otra forma no consiguen.
Condenan con la boca pequeña y lo hacen mal, porque ellos son los inductores y se les escapa de las manos. Le pasó a su maestro Trump, cuando sus huestes asaltaron el Congreso. El podrá decir lo que quiera, pero, tal como han reconocido los tribunales, fue el inductor. Como está pasando en España, cuando aparece como una loca Esperanza Aguirre en medio de la calle, el presidente de Vox, que hasta abandona el Congreso, para participar en el aquelarre y el vicepresidente del Gobierno de Castilla y León, con un megáfono, en vez de un bozal, en la boca.
Podrán argumentar lo que les dé la gana. Que ellos no buscaban eso, aunque sea difícil sostenerlo, pero es lo que consiguieron. Un festín fascista, en el que se insulta a todas las autoridades. Del rey a los alcaldes, a partidos y a la misma Constitución y se invocan legalidades de la Falange, no legales y del pasado, en un impreciso límite, que los que siembran vientos recogen tempestades. De momento están en un espectáculo bochornoso, en el que la policía sale mal parada o no actúa y les deja, para que se les vea y se les oiga. Veremos si no hay que lamentar alguna desgracia, que no se ha producido, pero no porque falten papeletas.
Los insultos comenzaron hace tiempo en las Cortes, siguieron en los parlamentos autonómicos y en los plenos municipales. Difícil es entender lo de la presidenta de Madrid, sorprendida por una cámara, insultando al presidente del Gobierno. Se le ha echado la culpa a la cámara, no a la presidenta, que ya había llamado de todo al Presidente y ahora mentándole a la familia, con lenguaje tabernario, impropio de una autoridad. Todo porque el presidente Sánchez, desde la tribuna de oradores,aludió a unos hechos, que están en muchas mentes. Que los jueces no hayan visto nada es cosa de ellos. Se han pasado tanto que ya no tapan las vergüenzas. La gente lo ha visto y es lo que piensan. Que si su hermano, que si el presidente Casado… fue defenestrado, por querer saber que pasaba de una presunta corrupción de ella. Contra evidentia negatio. Decirlo no es insultar, por mucho que el PP lo acuse, que es de insulto fácil y especialmente una presidenta, a la que tanto le gusta, y se lo atribuya a los otros, sin ver lo de su casa.
En la barahúnda de los dislates de estos días, las aguas han llegado a pasar sucias. Si al líder de la oposición, o la obstrucción con más propiedad, que es lo que hace, le fallan los números, aparte de otras cosas, como señaló el candidato a la presidencia. Que no es moderado, como se dijo, ni buen gestor, como se dice, ni transparente, como pregona, no es ninguna injuria. Son datos y no agravios. Nadie tiene la culpa de que él, después de tantos meses, no haya entendido que las elecciones se ganan en votos, pero quien gobierna es el que consigue la mitad más uno de los diputados y su partido, por el mismo sistema, consiguió varios gobiernos autonómicos y alcaldías, pero no pudo conseguir el Gobierno, como lo intentó, hasta negociando con JUNTS, que se lo negó, y no fue él el que abandonó, porque no pudo. No por una milonga inventada. Que el candidato responda con risas, cabe considerarlas excesivas, pero no son impropias. Más vale que responda así y que sus carcajadas puedan ser consideradas hirientes, cuando era la respuesta más benigna a las acusaciones malintencionadas y ofensivas, que el opositor había ido sumando.
Que siga sin entenderlo, es su problema. Los datos se podrán decir y nunca serán insultos, que eso son otras cosas. Que un diputado aluda a un juez y enumere los dudosos casos en los que se ha visto involucrado, no es ningún desacato, sino una vergüenza para el juez, y no insulto, por mucho que lo pretenda su portavoz.
El tema es así de interminable. Cuando el consejero de la Presidencia, tras el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León dice que la Junta acepta el resultado de la elección del presidente del Gobierno de España es un dato. Si añade la coletilla de que espera que gobierne para todos los españoles, no solo para los nacionalistas, es una opinión irónica nada fina, cuando es de esperar que así sea. Como se espera del Gobierno autonómico que gobierne para todos los castellanos y leoneses y no lo hace, cuando el vicepresidente de todos se va como activista a manifestaciones de partido, o hace otras de sus provocaciones, o cuando el presidente de su Gobierno no gobierna para todos y mira para otro lado, cuando escucha insultos y provocaciones.
Como cuando se consiente que la bandera, que es de todos, se la apropien unos, y la usen como un trapo de cocina, sin ningún respeto, y hasta se envuelvan en ella como un sayo. Se la quitan a los demás, que también es suya. Difícil es de entender el lenguaje del insulto y la apropiación, cuando se dice hablar en nombre de todos, como suele hacer el señor Feijoo, y la mitad más uno ha dicho con su voto que no están en su todos. No respetarlo es no ser demócrata, y eso hay que hacérselo mirar y más, si no se es capaz de entenderlo, porque también le fallan las matemáticas. Con lo que está pasando, habrá que pensar en la refundación del propio partido, que, a lo mejor es lo que es necesario, como le pasó a los ya olvidados Ribera y Arrimadas con sus Ciudadanos, para no seguir chapoteando en el barro y no hacer las cosas tan difíciles de entender, que ya es imposible entenderlas. No se tratadel poder de la razón, sino simplemente de la sinrazón, en estado puro, que es la que impera. Sin razones, Con opiniones, que son sentimientos oscuros y malsanos, que es lo que se vomita contra todo. Así se miente y se ofende, cuando no se tiene qué decir, aunque irrespetuosamente, se ponga a Dios por medio. Nadie se hace responsable, pero todos lo son. No lo mismo, sino que es peor, si unos se pasan y abusan más que los otros.