Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 18 de Noviembre de 2023

Hablando con Lidia (14)

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“Es verdad Lidia que, como tú dices, he tenido amigas realmente raras,  bastantes amigas raras, raras y  malas amigas o amigas poco amigas. Y tú crees que eres la menos rara de mis amigas, sí, menos rara, pero tu punto de rareza también es considerable, además de tu extravagancia particular.

 

Sí, sí, claro Mercedes, todos somos un poco raros pero tus amigas además de ser raras te han hecho muchas faenas. ”Es verdad, me han hecho muchas faenas, y tú también me hiciste alguna.  Tú no lo quieres ver pero me has fallado algunas veces. Ya lo hemos hablado. Tú no me has apoyado en algunos momentos importantes para mí. Si a ti te hace alguien una faena yo salgo en tu defensa con la espada en alto, como he hecho, no lo consiento, pero cuando me han hecho a mí alguna gran faena tú has escondido la cabeza debajo del ala y te has dado por no enterada. Eso me ha parecido feo y me gustó muy poco, me dolió. Ya te lo dije en su momento.  Tus excusas de que no te enteraste no eran válidas porque lo viviste a mi lado. No, simplemente te desentendiste. Es otra manera de considerar la amistad, supongo que una manera de supervivencia”.

 

Bien, Mercedes, yo a veces no me doy cuenta de las cosas, no lo hago de mala fe es que no me entero, o no entiendo. Te voy a contar una anécdota que me pasó con una amiga mía, para que veas.

 

Yo he leído muchos libros prohibidos en Rusia que se pasaban clandestinamente.  Cuando estaba en Polonia tenía una amiga rusa que me pasaba los libros rusos prohibidos. Ella vivía en Varsovia muy cerca de mi casa y nos veíamos mucho, era mi amiga rusa, no polaca como todos mis amigos. Nos hicimos íntimas, nos queríamos mucho. Pasábamos muchas horas juntas en su casa hablando de nuestras cosas y de literatura. Yo siempre creía, y creo, en lo que me dicen, nunca se me ocurrió pensar que esta amistad suya no fuera tan personal como a mí me parecía. Estando yo ya en España, y después de que en Polonia se instaló Solidaridad, se supo que mi íntima amiga rusa de Varsovia era una importante agente de la KGB, que había llegado a coronel del servicio secreto mientras que oficialmente ella trabajaba como bibliotecaria en una bibliotecas de libros en ruso y también daba clases de ruso en las escuelas superiores de Varsovia.

 

Cuando volví a  Varsovia para recoger mis cosas, después de siete años de estar en España, en Polonia estaba instalado un régimen militar. Mi amiga había prosperado muchísimo, tenía coche, algo que muy pocos tenían, y tenía casa de campo. Su hija también tenía apartamento propio en el centro de Varsovia y enseñaba ruso e ideología en una escuela del partido comunista polaco.

 

Cuando supe todo esto de mi amiga íntima pensé en nuestra amistad y me di cuenta de que en su vida existieron algunas cosas que yo no pude imaginar qué podían significar. Por ejemplo ella trataba personalmente con muy poca gente. Muy pocas personas la visitaban y casi nunca salía de casa por estar ocupada haciendo, supuestamente, traducciones para congresos políticos. Nunca quería conocer a gente nueva. Pero yo no sospeché nada porque nunca sospecho de nadie excepto de la homosexualidad de algún hombre, y cuando lo sospecho (intuición) casi nunca me equivoco, por lo menos hasta ahora. Hay una soledad en un homosexual que es diferente de cualquier otra soledad, es eso lo que yo capturo y capto.

 

“Sí, hay cosas que son muy difíciles de detectar, o que el énfasis en la confianza y  entusiasmo de la amistad no te deja ver más allá de lo que se ve. Una amistad leal, de esas que sabes que te va a responder siempre, que puedes contar con ella para lo que sea, que no te va a engañar nunca, es difícil pero existe. Yo, a pesar de lo que tú dices tengo felizmente alguna amistad de esas, aparte de ti, claro, que aunque me hayas fallado todavía tengo alguna confianza en tu lealtad. Tú ahora tampoco tienes muchas amigas aparte de mí, y te aguanto bastantes cosas raras eh, que lo tengas en cuenta”.

 

Es que, Mercedes, la gente mayor no  quiere tratarse ni con parientes ni con amigos porque está continuamente irritada, irritada con hijos, sobrinos, amigos…, realmente se enfada contra la muerte que ya la ven cercana y no quieren morir, y eso es lo que me pasa a mí también. Esto es una agresividad contra la muerte que se acerca ya. En mi caso yo no tengo hijos ni sobrinos y por eso yo ahora solo quiero ver gente de servicio.

 

Una amiga me hablaba de su suegra que no quiere comer ni nada y me preguntaba qué hay que hacer;  pues no obligar, no hacer nada. La invitan a comer y si no quiere ir pues no pasa nada, si no quiere ir no quiere, no hay que dar más vueltas al asunto. No es que ahí hay algo peligroso o algo, no.

 

Yo ahora, también, no quiero ver a nadie ni ir a ningún sitio necesariamente, sólo quiero relacionarme con gente de servicio que hacen cosas concretas para mí. No como esa gente que quiere seguir siendo importante y muchas veces se ponen en ridículo. Sí, y no sólo esa gente que tenía unos puestos importantes, sino en la vida normal de gente normal y corriente, pues esto también pasa, en qué sentido, que quieren imponerse con sus pensamientos o con sus cosas, protestan siempre, pase lo que pase siempre protestan.

 

Yo me acuerdo de una anécdota en la vida. Una amiga hablaba del padre de otra amiga. Mi amiga había estado de fin de semana en casa de esa amiga y estaban los padres, padre viejo, madre vieja, y todo esto, entonces ella me decía. ’Bien, de verdad, ese padre de esta amiga ¡qué maravilla!, un hombre mayor que está en todo, no protesta, es muy llevadero estar con él, y hasta agradable.’  Pasó algún tiempo y yo tenía que ir con esa amiga que tenía un padre viejo tan maravilloso a un concierto. Es cuando yo iba a Zamora a esos festivales de fados. Ella era una mujer de Zamora. Yo la encuentro en Zamora y ‘Ah, qué bien mañana quedamos y tomamos algo’. Ella vivía con su padre, con su fabuloso padre que ni protesta ni nada, y cuando ella viene a este concierto me dice ‘imagínate  Lidia yo he tenido que salir por la ventana para venir a este concierto porque mi padre desde la mañana está dando guerra’.  Así es como se ven unas cosas por fuera y cómo son en realidad. Ja, ja, ja, ha tenido que salir por la ventana con ese padre tan fantástico.  Esa es la agresividad hacia la gente que trata con gente vieja.

 

Me pasa también con mi amiga Pilar, me llama de vez en cuando y tengo un problema. “¿Por qué, no la entiendes? “No, es que no tengo nada de qué hablar con ella. “Ah, es cosa del tema, ya”. Ella me llama y, tú sabes, mi vida no tiene acontecimientos y ella no tiene un tema para hablar, sólo me cuenta detalles cotidianos. Es lo que he hablado contigo otras veces, ella se ha reducido de tal modo que no puedo sacar un tema intelectual y parece como que no quiero hablar con ella. ‘¿Qué tal?’ ‘Bien normal…’,  y me siento en apuro porque ella espera que le de conversación pero ¿qué puedo contar yo a ella?  Tenemos unas vivencias comunes pero eso se acabó y me siento incómoda porque parece que no quiera contarle algo y se enfada.

 

“Eso pasa con los mayores, muy mayores,  y con los enfermos. Lo he visto mucho en los enfermos que arremeten contra los que está cerca cuidándoles. Yo lo he vivido con mi hermano enfermo, me decía barbaridades cuando le cuidaba, pero es una agresividad que es comprensible, se entiende por esa rabia que sienten por estar en la situación de que se les acaba la vida o que ya no pueden manejarse en la vida o manejar su vida. Es una rabia con el mundo  pero lo pagan con el mundo que tienen a su alcance. Sí, es rabia, y siempre con los más cercanos, o los cuidadores, porque son en los que ven el contraste de su deterioro frente a la salud, por eso no hay que dolerse por ello, es una reacción de irritación por la situación en la que se encuentran. Hay que tenerles en mucha consideración y  desarrollar mucha paciencia.  Así que Lidia a partir de tu próximo cumpleaños te dejo desquitarte conmigo y dirigirme tus cóleras que no te lo voy a tener en cuenta”. Sí, mira, estáis todos advertidos.

 

O témpora o mores

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