Paz Martínez
Sábado, 30 de Diciembre de 2023

Cavilaciones a las puertas del año nuevo

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¿Qué tal? ¿Cómo van? Menos mal que ya se termina el año ¿cierto? Otra nueva oportunidad para los nuevos propósitos. Otra sí, pero ¿nueva? Parece ser la misma de siempre, con los mismos propósitos que se repiten cada año y nunca se cumplen. Este año al gimnasio, este año aprendo inglés, este año viajaré más, disfrutaré más, trataré de ser más feliz. Este año voy a ser más paciente, mas tolerante, mejor persona. Hay que darse prisa que apenas quedan cuatro días para que se nos olvide todo y vuelta a empezar el año que viene. Dicen que la definición de la locura es esto, repetir un mismo patrón de manera continua esperando diferentes resultados. ¡Qué locos estamos!

 

Menos mal que por unos pocos días nos sentimos solidarios. Que al menos los anuncios como el de la lotería, tan emotivos, nos revivieron las ganas de compartir. Y menos mal que pudimos aplacar estas ganas y lavar nuestra mala conciencia en las mesas que recogen comida en la Operación Kilo de cada año. “No hay mayor suerte que la de tenernos”. Los más necesitados solo pasan hambre una vez al año, cuando los supermercados suben los precios en Navidad y nosotros nos abalanzamos a comprar como si no hubiera un mañana. Donamos nuestro paquete de galletas, nuestro litro de aceite, nuestro cartón de leche y listo, salimos disparados a gastarnos la extraordinaria,en los grandes centros comerciales, en cosas que hasta hace pocos días no necesitábamos para nada.

 

¡Y qué gusto da ver cómo creyentes y ateos nos dejamos arrastrar por la magia de la Navidad!¡Qué contento tiene que estar el Niño Jesús! Menos mal que vino al mundo hace dos mil años. Si llega a nacer hoy no alcanza a cumplir los treinta y tres. Si llega a nacer hoy posiblemente José y María no hubieran llegado a Belén sanos y salvos. Posiblemente los Reyes Magos hubieran equivocado el camino pues los habrían desorientado los fogonazos de las bombas en la Franja de Gaza. Eso sí, podríamos seguir celebrando Los Santos Inocentes pues, aunque ya no reina Herodes, los niños inocentes por allí cerca tienen el mismo destino. Si llega a nacer hoy, probablemente, no se sintiera muy orgulloso de pertenecer al Estado de Israel.

 

Y hablando de Belén: para este frívolo mundo se me antoja casi una entelequia, un lugar bucólico con pastores durmiendo bajo las estrellas, ángeles descendiendo de los cielos, posadas, bueyes, vacas y burritos soplando su aliento cálido sobre un pesebre para dar calor a un rubicundo niño recién nacido. Sin embargo, Belén existe, es un lugar en Cisjordania ocupado militarmente por Israel, como el resto de Palestina, cuya mayoría poblacional es musulmana. Así que como viene dándose por Oriente Próximo ni mucha noche de paz ni tampoco de amor, y a los ángeles parece que tampoco se les escucha cantar.

 

Pero la magia de la Navidad, que todo lo puede, nos ayuda a ignorar todos estos pequeños detalles.  Que para eso nos hemos esforzado tanto en hacer del Mesías un personaje occidental, para alejarlo lo necesario de sus orígenes teológicos y que no nos incomoden. Yeshua bar Yosef (Jesús hijo de José) de Galilea de los Gentiles, podría incluso no ser judío pues en la época Galilea se llamaba así porque parece ser que se la consideraba pagana, con gentes difíciles de gobernar y no judías.

 

Pero gracias a esta magia navideña, a esta entelequia, ya que nos llenan las calles con luces de colores que nos aportan calidez, nos juntamos cada año alrededor de una mesa, tomamos vino y dulces, expresamos nuestros mejores deseos, nos aseguramos de terminar bien el año y nos juramos empezar el nuevo cambiando. Porque una sola cosa es cierta: algo en estos días, cuando se acerca el uno de enero, nos hace tener fe y esperanza en nosotros mismos, aunque sea solo por un par de días. Por lo demás,el milagro de la Navidad es superar el reto que supone para la salud mental el aumento de los niveles de estrés gracias a las prisas, gastos, reuniones y recuerdos melancólicos en contra punto con el espejismo de la perfección, la ilusión de querer creer por un segundo en un mundo mejor.

 

¿Y si en este segundo, en este nuevo inicio, permitimos que la resaca festiva nos encienda la chispa de la conciencia? ¿Y si me doy esta oportunidad para cambiar, aprender y crecer?¿Y si construyo mi propio puente sin esperar por nadie más y exploro otras culturas, otras religiones, otras personas distintas? Ya, demasiado turrón ¿no? Demasiado desligado del entorno. Quizás, pero como dijo Max De Pree, no podemos convertirnos en lo que queremos ser si permanecemos en lo que somos.

 

¿No les parece un tentador punto de partida?

 

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