Se acabó la Navidad
![[Img #67118]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2024/5239_5-max-escanear0001-copia.jpg)
Hace dos semanas me ocupé del emocionado homenaje que en León se le había tributado al astorgano hombre de luz Emilio Geijo. En mi comentario sobre él y su permanencia en Astorga daba un dato, la miserable denuncia que sufrió de un cura, que era el director del Instituto de la ciudad, en el que trabajaba. Alguien de las fuerzas vivas -o hay que decir muertas-, que todavía quedan en la bimilenaria, se apresuró a echarme en cara que me había pasado dando el nombre del acusador.
Siempre he pensado que la verdad es mejor cuando más cristalina, pero la ligereza de la duda se me disipó cuando otros dos astorganos me hicieron saber que ellos también se habían marchado de la ciudad, por culpa de aquel réprobo cura llamado Manuel Pérez Barreiros. Por eso lo repito, hay que hacerlo, en estos tiempos en los que la censura, en manos de ayuntamientos, está volviendo y son ellos los que deciden, con su escasa preparación, lo que es bueno y lo que es malo, en vez de propiciar que los ciudadanos tengan criterio para conducirse. Por eso reitero lo del mal cura, porque lo que hizo no fue cultivarse él, sino expulsar talento de nuestra ciudad.
Eso me lleva a recordar el incidente provocado desde el Ayuntamiento de la ciudad, alineándose los nuevos gestores con la barbarie e insultando, sin sentido, a los elitistas ‘culturetas’, en su lenguaje zafio, para justificar su atropello del Museo de la Casa Panero, metiendo en sus salas las calabazas, que tanto aprecian, estos nuevos munícipes.
La respuesta fue inmediata y unos centenares de ‘culturetas’ de toda España, saltaron a una poniendo, para nuestra desgracia, a la nueva Corporación en su sitio, mientras ella se ocupó de poner el nombre de Astorga por los suelos, cuando es lo contrario por lo que están remunerados.
Lo ocurrido me confirma que estas cosas hay que denunciarlas. El nombre de los curas acusadores, cuando lo son, que no son tantos frente a los honestos, aunque estos se equivoquen callándose, y de las políticas y políticos que confunden la cultura con una calabaza, porque estas les gustan como si fueran un balón. Ellos a lo suyo y los demás a lo nuestro, aunque soplen aires de volver a las andadas, cuando los fascistas se ensañan con un muñeco, que es el presidente del Gobierno democráticamente elegido. Aunque ellos no lo condenen, porque tampoco son demócratas, y pueden aprovecharse de los que sí que lo son y les dejan. Ellos nunca les hubieran dejado. No es necesario decir si es odio, lo que muestran las imágenes de esa bochornosa estampa de unos energúmenos, que, a lo Ortega Smith, exhiben fuerza y violencia, pero nada de inteligencia. Por eso repugnan.
Esto me lleva a volver a la cultura. En los comienzos del siglo pasado, exactamente en el año 1910, se creó la Cámara de Comercio de Astorga, en coincidencia con otras muchas provinciales, Esto fue posible porque se dieron una serie de factores coincidentes. Era un momento propicio, cuando a pesar de las circunstancias nada favorables, la ciudad estaba en expansión comercial. Gracias a contar con políticos nacionales, empeñados en favorecer a su patria chica, cuando la ciudad contaba con un ambiente cultural inusitado, que no se ha repetido, con aquel alcance.
Contaba, como base, con personajes tan importantes como Marcelo Macías y Martínez Salazar, Félix Cuquerella, los Alonso Garrote, los Aragón o Martínez Moreda, señala Martín Martínez. El ambiente de los periódicos de la ciudad La Luz de Astorga, de Nicesio Fidalgo, El Faro Astorgano, de Porfirio López, y El pensamiento Astorgano de Magín González Revillo, que oficiaban como santones de las letras. Porfirio López fue el promotor, impulsor y factótum de la creación de la Cámara y contaron con un fabuloso valedor, que fue Manuel Gullón, que la salvó de perecer acogotada en más de una ocasión, más los comerciantes e industriales del momento, que suyo fue el mérito por lo que hicieron.
Algo parecido a esto lo escribió José Luis López G. Díaz, el creador, a sus expensas, del Museo del Chocolate, cuando escribió que estos industriales y comerciantes, junto con su quehacer profesional, aportaron sus aficiones artísticas, proporcionando a la ciudad ese fondo cultural, que ha seguido disfrutando, marcada por hombres como Venancio Velasco y su teatro. Ángel Julián y sus experiencias teatrales y musicales. Pompeyo Pérez, comerciante, y Francisco Ramos, farmacéutico, los dos autores teatrales. Florentino Francisco y Ángel Nistal, pintor y dibujante, y tantos otros, que se movieron en el mundo del teatro y marcaron una época.
Digo esto, e insisto, porque para cuatro gatos que somos no podemos andar a la greña, insultos y despropósitos por medio, cuando todos somos necesarios y, menos, cuando unos, por su mal carácter son los que insultan, siempre los mismos, y no se hacen responsables de sus actos, al modelo Galicia y sus deliciosos, según ellos, pellets.
De aquellos tiempos no se dice nada de los políticos municipales, que se mantuvieron al margen, dejando hacer y favoreciendo lo que se estaba haciendo, la creación de La Cámara, que tantos beneficios y prosperidad nos trajo, aunque se pretenda ignorar. Fueron los ciudadanos, es decir la ciudad, la que la creara y se beneficiara. Para eso están unos y otros. A diferencia de lo que últimamente se dice, de una forma políticamente incorrecta. El que haya tirado la primera piedra que la recoja y después paz y gloria para todos, que la Navidad no fue cosa de unos días, sino que continúa. Ladrar solo deben hacerlo los perros.
Hace dos semanas me ocupé del emocionado homenaje que en León se le había tributado al astorgano hombre de luz Emilio Geijo. En mi comentario sobre él y su permanencia en Astorga daba un dato, la miserable denuncia que sufrió de un cura, que era el director del Instituto de la ciudad, en el que trabajaba. Alguien de las fuerzas vivas -o hay que decir muertas-, que todavía quedan en la bimilenaria, se apresuró a echarme en cara que me había pasado dando el nombre del acusador.
Siempre he pensado que la verdad es mejor cuando más cristalina, pero la ligereza de la duda se me disipó cuando otros dos astorganos me hicieron saber que ellos también se habían marchado de la ciudad, por culpa de aquel réprobo cura llamado Manuel Pérez Barreiros. Por eso lo repito, hay que hacerlo, en estos tiempos en los que la censura, en manos de ayuntamientos, está volviendo y son ellos los que deciden, con su escasa preparación, lo que es bueno y lo que es malo, en vez de propiciar que los ciudadanos tengan criterio para conducirse. Por eso reitero lo del mal cura, porque lo que hizo no fue cultivarse él, sino expulsar talento de nuestra ciudad.
Eso me lleva a recordar el incidente provocado desde el Ayuntamiento de la ciudad, alineándose los nuevos gestores con la barbarie e insultando, sin sentido, a los elitistas ‘culturetas’, en su lenguaje zafio, para justificar su atropello del Museo de la Casa Panero, metiendo en sus salas las calabazas, que tanto aprecian, estos nuevos munícipes.
La respuesta fue inmediata y unos centenares de ‘culturetas’ de toda España, saltaron a una poniendo, para nuestra desgracia, a la nueva Corporación en su sitio, mientras ella se ocupó de poner el nombre de Astorga por los suelos, cuando es lo contrario por lo que están remunerados.
Lo ocurrido me confirma que estas cosas hay que denunciarlas. El nombre de los curas acusadores, cuando lo son, que no son tantos frente a los honestos, aunque estos se equivoquen callándose, y de las políticas y políticos que confunden la cultura con una calabaza, porque estas les gustan como si fueran un balón. Ellos a lo suyo y los demás a lo nuestro, aunque soplen aires de volver a las andadas, cuando los fascistas se ensañan con un muñeco, que es el presidente del Gobierno democráticamente elegido. Aunque ellos no lo condenen, porque tampoco son demócratas, y pueden aprovecharse de los que sí que lo son y les dejan. Ellos nunca les hubieran dejado. No es necesario decir si es odio, lo que muestran las imágenes de esa bochornosa estampa de unos energúmenos, que, a lo Ortega Smith, exhiben fuerza y violencia, pero nada de inteligencia. Por eso repugnan.
Esto me lleva a volver a la cultura. En los comienzos del siglo pasado, exactamente en el año 1910, se creó la Cámara de Comercio de Astorga, en coincidencia con otras muchas provinciales, Esto fue posible porque se dieron una serie de factores coincidentes. Era un momento propicio, cuando a pesar de las circunstancias nada favorables, la ciudad estaba en expansión comercial. Gracias a contar con políticos nacionales, empeñados en favorecer a su patria chica, cuando la ciudad contaba con un ambiente cultural inusitado, que no se ha repetido, con aquel alcance.
Contaba, como base, con personajes tan importantes como Marcelo Macías y Martínez Salazar, Félix Cuquerella, los Alonso Garrote, los Aragón o Martínez Moreda, señala Martín Martínez. El ambiente de los periódicos de la ciudad La Luz de Astorga, de Nicesio Fidalgo, El Faro Astorgano, de Porfirio López, y El pensamiento Astorgano de Magín González Revillo, que oficiaban como santones de las letras. Porfirio López fue el promotor, impulsor y factótum de la creación de la Cámara y contaron con un fabuloso valedor, que fue Manuel Gullón, que la salvó de perecer acogotada en más de una ocasión, más los comerciantes e industriales del momento, que suyo fue el mérito por lo que hicieron.
Algo parecido a esto lo escribió José Luis López G. Díaz, el creador, a sus expensas, del Museo del Chocolate, cuando escribió que estos industriales y comerciantes, junto con su quehacer profesional, aportaron sus aficiones artísticas, proporcionando a la ciudad ese fondo cultural, que ha seguido disfrutando, marcada por hombres como Venancio Velasco y su teatro. Ángel Julián y sus experiencias teatrales y musicales. Pompeyo Pérez, comerciante, y Francisco Ramos, farmacéutico, los dos autores teatrales. Florentino Francisco y Ángel Nistal, pintor y dibujante, y tantos otros, que se movieron en el mundo del teatro y marcaron una época.
Digo esto, e insisto, porque para cuatro gatos que somos no podemos andar a la greña, insultos y despropósitos por medio, cuando todos somos necesarios y, menos, cuando unos, por su mal carácter son los que insultan, siempre los mismos, y no se hacen responsables de sus actos, al modelo Galicia y sus deliciosos, según ellos, pellets.
De aquellos tiempos no se dice nada de los políticos municipales, que se mantuvieron al margen, dejando hacer y favoreciendo lo que se estaba haciendo, la creación de La Cámara, que tantos beneficios y prosperidad nos trajo, aunque se pretenda ignorar. Fueron los ciudadanos, es decir la ciudad, la que la creara y se beneficiara. Para eso están unos y otros. A diferencia de lo que últimamente se dice, de una forma políticamente incorrecta. El que haya tirado la primera piedra que la recoja y después paz y gloria para todos, que la Navidad no fue cosa de unos días, sino que continúa. Ladrar solo deben hacerlo los perros.