La princesa está triste
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La princesa está triste ¿qué le pasa a la princesa? ¿es que nadie la besa y en su hogar no hay amor? Pues eso parece, que en el hogar de la princesa no había mucho amor y ella salió a la calle a buscarlo.
La realidad suele ser mucho más shocking que la ficción. Y como paradigma perfecto para ilustrar, o quizás desmentir, este postulado anda corriendo como la pólvora, por los mentideros nacionales e internaciones, un chisme real, que parece bastante autentico aunque bien podría ser irreal.
Se trata del cuento de una princesa que no era ‘real’ pero que quería a toda costa ser ‘real’, así que puso todo su empeño en ese objetivo hasta conseguir lo que quería. Siempre se dice que “quien la sigue la consigue”, y como a esta princesa ‘no real’ voluntad e intención no le faltaban dio en su afán con el príncipe realmente regio que la transformó en princesa ‘real’.
Cuando feliz y contenta ya era princesa de verdad se trasladó a vivir al palacio del príncipe, como hacen todas las novias princesas, y su vida cambió en un pis-pas. De pronto todo era nuevo y fabuloso, ahora ¡su familia era la familia real! , bueno, también tenía la suya propia, la ‘no real’ pero esta no le gustaba enseñarla mucho porque respondía a un pasado plebeyo que no le apetecía recordar.
Esta nueva princesa era, de naturaleza, una mujer muy activa, lo había sido en todos los escenarios en los que la vida le había ido colocando, cuando trabajaba quería ser la mejor en el trabajo, cuando amaba quería ser la más amada, cuando llegó a princesa quería ser la más princesa de las princesas, y cuando se entregaba al goce del sexo solicitaba una actividad sexual dinámica. Ella siempre quería lo más en todo.
Pero, ah, cuál fue su sorpresa cuando descubrió que su distinguido príncipe no encajaba demasiado bien en sus apetencias de cama. No. El gentil príncipe era sin duda alguna un notable bellezón pero, como las apariencias no enseñan todo lo que uno tiene, resultó que el apuesto real no era ni gracioso ni desenvuelto ni atrevido, era más bien un tanto soseras y no le daba juego suficiente ni en el cama ni en la vida.
A pesar de todo ella se embarazó, había que hacerlo, era un cometido imprescindible en su real papel, y tuvo una hija y al poco tiempo otra, y cumplió. Había descendencia por lo que con ello ella se garantizaba un excelente porvenir. La madre de una reina tenía asegurada una buenísima vida.
Pero eh aquí que el cuento, real o irreal, se desvía, tuerce, y va por unos derroteros un tanto oscuros, misteriosos. Cuentan que ella, la princesa real no podía concebir porque había tenido varios abortos cuando era princesa irreal, así que arregló el complicado asunto del que dependía su lograda posición embarazándose con óvulos de su hermana. Callandito, callandito, hicieron ese trasvase de células entre hermanas. Sin embargo la ambiciosa princesa no contaba con que la benéfica hermana acabara sintiendo emociones maternales por esas hijas diferidas y que su interés y necesidad de cercanía por ellas iría creciendo. Ante esa circunstancia la madre putativa, es decir la princesa real, empezó a temer que se descubriera todo el pastel y brotara a la superficie social que la verdadera madre de la futura reina no era ella sino su generosa hermana, y que ella entonces quedara fuera del juego real, así que, ni corta ni perezosa, prohibió a la hermana el acceso a palacio y por ende a las niñas, sus hijas. La hermana no pudo soportar la prohibición de perder a sus queridas hijas y a su amada hermana mayor, y entró en una depresión que la llevó al otro mundo. Una gran desgracia cayó sobre el palacio pero el tiempo logró sosegar los ánimos, y la vida para la princesa continuó.
En palacio ella se aburría, se aburría enormemente de los protocolos, de los chistes tontos y burdos del rey que era su suegro y al que tenía que aguantar sí o sí, de la reina muy seria y exigente, de las cuñadas, primos y tíos reales que la miraban como a un bicho raro, y por supuesto se aburría de su exquisito marido.
El caso es que aquello que tanto anhelaba de ser princesa real no le estaba resultado como se había imaginado. Los cuentos eran cuentos. Averiguó que los palacios eran demasiado grandes y desapacibles, y que sus habitantes reales eran soberbios y fríos, y empezó a sentirse más sola que una rana en el desierto. Así que poco a poco fue retomando el acercamiento hacia aquel fogoso novio al que renunció para casarse con el príncipe. La ambición primero y la cúspide del escalafón social prioritario. Y resultó que aquel novio abandonado, todavía perdidamente enamorado, ante la llamada urgente de su princesa, volvió feliz y contento a su lado.
El novio/amante era todo lo contario al marido/príncipe, era un tipo despierto, rápido, resuelto, original, creativo y muy buen amante. A este tipo sagaz, para facilitarse la entrada en palacio con soltura, se le ocurrió utilizar de camuflaje a la única hermana que le quedaba a la princesa, así que decidió casarse con ella. Ya eran cuñados, esto facilitaba la proximidad y con ello la facilidad para encontrar momentos íntimos.
El affaire entre princesa y cuñado-amante fue subiendo en intensidad, el amor fue creciendo en la cercanía y la fascinación del sexo fue enriqueciéndose con la práctica y ante el morbo de la habilidad para el engaño. Aprovechaban los viajes del príncipe en sus ocupaciones oficiales para encontrarse en palacio que como era tan grande podían escabullirse del personal. También se organizaron ‘niditos de amor ‘en varias ciudades para las escapadas de ella. Manejaba buena maña para disfrazarse y no ser reconocida. Y entonces, la princesa triste ya no estaba triste, recuperó su alegría y feliz y contenta paseaba por la vida. Ya se la veía con otra cara en los actos públicos. Y el amor llegó a crecer tanto entre los amantes que hasta ella decidió dejarlo todo (familia real y palacios) y escapar con su enamorado. Ya había probado lo aburrido que era ser princesa y ahora se le ofrecía una vida llena de vida.
Pero de pronto la situación en palacio dio un giro importante a la historia amorosa. Al rey, que era bastante tarambana, le echaron de su trono de rey y el príncipe pasó a ocupar su puesto. Ahora su príncipe era el rey y ella pasaba a ser reina. De nuevo el eterno enamorado se enfrentaba a la incontrolable ambición de ella. Lo de ser reina era ya otra cosa, adquiría más don de mando, más visibilidad, más aceptación, más poder. No podía perder esa posibilidad de ser la primera dama del país. Así que volvió a dejar al enamorado sin amor y se quedó con su príncipe transformado en rey.
El enamorado, de nuevo menospreciado y abandonado, se divorció de la hermana de la princesa, ahora ya digna reina, y se marchó a vivir su vida por el mundo dejando atrás todos los proyectos que con tanto entusiasmo había preparado con su amada.
La reina siguió su vida en palacio, ahora con poder de reina, un papel que lo llevaba muy bien porque se esforzaba en ser la mejor reina de todas las reinas. Aguantaba la sosería del rey con total estoicismo mientras se empeñaba en que sus hijas fueran las mejores princesas del mundo. Todo a cambio de perder esa chispa de la vida tan brillante, cálida, juguetona y divertida que le proporcionaba su siempre querido amante.
Pero la vida da muchas vueltas y las personas muchos giros en la cabeza. Y así llega de repente un día en que al amante despechado le da un vuelco la cabeza y seguramente el corazón también, y empieza a contar públicamente, a bombo y platillo, sus amores con su querida princesa. Publica fotos privadas de ella diciéndole lo mucho que le ama y cuenta intimidades con pelos y señales, dónde tenían alquilados picaderos en distintas ciudades, dónde, cómo y cuándo viajaban, los proyectos de divorcio de ella de su príncipe, el soso, para irse a vivir con él, etc… Cuenta, cuenta, cuenta y amenaza con contar mucho más, todo, en un libro.
¿Qué le ha pasado a este hombre que de pronto empieza a soltar lastre y a poner a su princesa/reina en una situación muy comprometida, difícil, desastrosa para su imagen de reina? No es dinero lo que busca porque él tiene bastante. ¿Es venganza? Muy feo, y después de tantos años es una venganza sorprendente y puñetera. Quizás su princesa/reina le había prometido algo para un futuro que nunca le ha llegado y se ha cansado de esperar. Quizás, Quizás…
Lo que no sabía la princesa es que cuando se escapaba ella sola con la disculpa de plan de amigas para en realidad verse con su amante, el príncipe que es soso pero no tonto, le había puesto un detective que le informaba de todas sus correrías aquí y allá. El príncipe no quiso escándalos y decidió hacer un arreglo sostenible para la corona, no quería perderla. Esa época coincide con la que ella aparecía siempre en público con cara de palo, como de mal humor, agria. La habían pillado y estaba soportando la situación con dignidad pero enfurecida. Pero en seguida sucedió lo de ser reina y ya el panorama en la Casa Real cambió y ella pasó de princesa a reina, y como reina comenzó otro objetivo interesante para su ambición vital que le obligó a pasar del amor.
El amante despechado dice que no va a parar, eso dice. Dice también que él no ha sido el único amante, que él sabe que ha habido más. Bueno la princesa/reina tenía que divertirse y darle un poco de vidilla al cuerpo y alegría a la vida, pues si la vida llena de protocolos y obligaciones vista desde fuera no es muy atractiva, vista desde dentro debe ser mucho menos.
Ahora la princesa vuelve a estar triste ¿Qué le pasa a la princesa? Le pasa que ya nadie la besa y que en su vida no hay amor sino una traición. Pobre Reina. Con qué facilidad el enamorado se convierte en villano y el amor en traición. Aquel a quien tanto amaba acaba de destrozar su corazón.
Y colorín colorado este cuento no se ha acabado.
O tempora o mores
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La princesa está triste ¿qué le pasa a la princesa? ¿es que nadie la besa y en su hogar no hay amor? Pues eso parece, que en el hogar de la princesa no había mucho amor y ella salió a la calle a buscarlo.
La realidad suele ser mucho más shocking que la ficción. Y como paradigma perfecto para ilustrar, o quizás desmentir, este postulado anda corriendo como la pólvora, por los mentideros nacionales e internaciones, un chisme real, que parece bastante autentico aunque bien podría ser irreal.
Se trata del cuento de una princesa que no era ‘real’ pero que quería a toda costa ser ‘real’, así que puso todo su empeño en ese objetivo hasta conseguir lo que quería. Siempre se dice que “quien la sigue la consigue”, y como a esta princesa ‘no real’ voluntad e intención no le faltaban dio en su afán con el príncipe realmente regio que la transformó en princesa ‘real’.
Cuando feliz y contenta ya era princesa de verdad se trasladó a vivir al palacio del príncipe, como hacen todas las novias princesas, y su vida cambió en un pis-pas. De pronto todo era nuevo y fabuloso, ahora ¡su familia era la familia real! , bueno, también tenía la suya propia, la ‘no real’ pero esta no le gustaba enseñarla mucho porque respondía a un pasado plebeyo que no le apetecía recordar.
Esta nueva princesa era, de naturaleza, una mujer muy activa, lo había sido en todos los escenarios en los que la vida le había ido colocando, cuando trabajaba quería ser la mejor en el trabajo, cuando amaba quería ser la más amada, cuando llegó a princesa quería ser la más princesa de las princesas, y cuando se entregaba al goce del sexo solicitaba una actividad sexual dinámica. Ella siempre quería lo más en todo.
Pero, ah, cuál fue su sorpresa cuando descubrió que su distinguido príncipe no encajaba demasiado bien en sus apetencias de cama. No. El gentil príncipe era sin duda alguna un notable bellezón pero, como las apariencias no enseñan todo lo que uno tiene, resultó que el apuesto real no era ni gracioso ni desenvuelto ni atrevido, era más bien un tanto soseras y no le daba juego suficiente ni en el cama ni en la vida.
A pesar de todo ella se embarazó, había que hacerlo, era un cometido imprescindible en su real papel, y tuvo una hija y al poco tiempo otra, y cumplió. Había descendencia por lo que con ello ella se garantizaba un excelente porvenir. La madre de una reina tenía asegurada una buenísima vida.
Pero eh aquí que el cuento, real o irreal, se desvía, tuerce, y va por unos derroteros un tanto oscuros, misteriosos. Cuentan que ella, la princesa real no podía concebir porque había tenido varios abortos cuando era princesa irreal, así que arregló el complicado asunto del que dependía su lograda posición embarazándose con óvulos de su hermana. Callandito, callandito, hicieron ese trasvase de células entre hermanas. Sin embargo la ambiciosa princesa no contaba con que la benéfica hermana acabara sintiendo emociones maternales por esas hijas diferidas y que su interés y necesidad de cercanía por ellas iría creciendo. Ante esa circunstancia la madre putativa, es decir la princesa real, empezó a temer que se descubriera todo el pastel y brotara a la superficie social que la verdadera madre de la futura reina no era ella sino su generosa hermana, y que ella entonces quedara fuera del juego real, así que, ni corta ni perezosa, prohibió a la hermana el acceso a palacio y por ende a las niñas, sus hijas. La hermana no pudo soportar la prohibición de perder a sus queridas hijas y a su amada hermana mayor, y entró en una depresión que la llevó al otro mundo. Una gran desgracia cayó sobre el palacio pero el tiempo logró sosegar los ánimos, y la vida para la princesa continuó.
En palacio ella se aburría, se aburría enormemente de los protocolos, de los chistes tontos y burdos del rey que era su suegro y al que tenía que aguantar sí o sí, de la reina muy seria y exigente, de las cuñadas, primos y tíos reales que la miraban como a un bicho raro, y por supuesto se aburría de su exquisito marido.
El caso es que aquello que tanto anhelaba de ser princesa real no le estaba resultado como se había imaginado. Los cuentos eran cuentos. Averiguó que los palacios eran demasiado grandes y desapacibles, y que sus habitantes reales eran soberbios y fríos, y empezó a sentirse más sola que una rana en el desierto. Así que poco a poco fue retomando el acercamiento hacia aquel fogoso novio al que renunció para casarse con el príncipe. La ambición primero y la cúspide del escalafón social prioritario. Y resultó que aquel novio abandonado, todavía perdidamente enamorado, ante la llamada urgente de su princesa, volvió feliz y contento a su lado.
El novio/amante era todo lo contario al marido/príncipe, era un tipo despierto, rápido, resuelto, original, creativo y muy buen amante. A este tipo sagaz, para facilitarse la entrada en palacio con soltura, se le ocurrió utilizar de camuflaje a la única hermana que le quedaba a la princesa, así que decidió casarse con ella. Ya eran cuñados, esto facilitaba la proximidad y con ello la facilidad para encontrar momentos íntimos.
El affaire entre princesa y cuñado-amante fue subiendo en intensidad, el amor fue creciendo en la cercanía y la fascinación del sexo fue enriqueciéndose con la práctica y ante el morbo de la habilidad para el engaño. Aprovechaban los viajes del príncipe en sus ocupaciones oficiales para encontrarse en palacio que como era tan grande podían escabullirse del personal. También se organizaron ‘niditos de amor ‘en varias ciudades para las escapadas de ella. Manejaba buena maña para disfrazarse y no ser reconocida. Y entonces, la princesa triste ya no estaba triste, recuperó su alegría y feliz y contenta paseaba por la vida. Ya se la veía con otra cara en los actos públicos. Y el amor llegó a crecer tanto entre los amantes que hasta ella decidió dejarlo todo (familia real y palacios) y escapar con su enamorado. Ya había probado lo aburrido que era ser princesa y ahora se le ofrecía una vida llena de vida.
Pero de pronto la situación en palacio dio un giro importante a la historia amorosa. Al rey, que era bastante tarambana, le echaron de su trono de rey y el príncipe pasó a ocupar su puesto. Ahora su príncipe era el rey y ella pasaba a ser reina. De nuevo el eterno enamorado se enfrentaba a la incontrolable ambición de ella. Lo de ser reina era ya otra cosa, adquiría más don de mando, más visibilidad, más aceptación, más poder. No podía perder esa posibilidad de ser la primera dama del país. Así que volvió a dejar al enamorado sin amor y se quedó con su príncipe transformado en rey.
El enamorado, de nuevo menospreciado y abandonado, se divorció de la hermana de la princesa, ahora ya digna reina, y se marchó a vivir su vida por el mundo dejando atrás todos los proyectos que con tanto entusiasmo había preparado con su amada.
La reina siguió su vida en palacio, ahora con poder de reina, un papel que lo llevaba muy bien porque se esforzaba en ser la mejor reina de todas las reinas. Aguantaba la sosería del rey con total estoicismo mientras se empeñaba en que sus hijas fueran las mejores princesas del mundo. Todo a cambio de perder esa chispa de la vida tan brillante, cálida, juguetona y divertida que le proporcionaba su siempre querido amante.
Pero la vida da muchas vueltas y las personas muchos giros en la cabeza. Y así llega de repente un día en que al amante despechado le da un vuelco la cabeza y seguramente el corazón también, y empieza a contar públicamente, a bombo y platillo, sus amores con su querida princesa. Publica fotos privadas de ella diciéndole lo mucho que le ama y cuenta intimidades con pelos y señales, dónde tenían alquilados picaderos en distintas ciudades, dónde, cómo y cuándo viajaban, los proyectos de divorcio de ella de su príncipe, el soso, para irse a vivir con él, etc… Cuenta, cuenta, cuenta y amenaza con contar mucho más, todo, en un libro.
¿Qué le ha pasado a este hombre que de pronto empieza a soltar lastre y a poner a su princesa/reina en una situación muy comprometida, difícil, desastrosa para su imagen de reina? No es dinero lo que busca porque él tiene bastante. ¿Es venganza? Muy feo, y después de tantos años es una venganza sorprendente y puñetera. Quizás su princesa/reina le había prometido algo para un futuro que nunca le ha llegado y se ha cansado de esperar. Quizás, Quizás…
Lo que no sabía la princesa es que cuando se escapaba ella sola con la disculpa de plan de amigas para en realidad verse con su amante, el príncipe que es soso pero no tonto, le había puesto un detective que le informaba de todas sus correrías aquí y allá. El príncipe no quiso escándalos y decidió hacer un arreglo sostenible para la corona, no quería perderla. Esa época coincide con la que ella aparecía siempre en público con cara de palo, como de mal humor, agria. La habían pillado y estaba soportando la situación con dignidad pero enfurecida. Pero en seguida sucedió lo de ser reina y ya el panorama en la Casa Real cambió y ella pasó de princesa a reina, y como reina comenzó otro objetivo interesante para su ambición vital que le obligó a pasar del amor.
El amante despechado dice que no va a parar, eso dice. Dice también que él no ha sido el único amante, que él sabe que ha habido más. Bueno la princesa/reina tenía que divertirse y darle un poco de vidilla al cuerpo y alegría a la vida, pues si la vida llena de protocolos y obligaciones vista desde fuera no es muy atractiva, vista desde dentro debe ser mucho menos.
Ahora la princesa vuelve a estar triste ¿Qué le pasa a la princesa? Le pasa que ya nadie la besa y que en su vida no hay amor sino una traición. Pobre Reina. Con qué facilidad el enamorado se convierte en villano y el amor en traición. Aquel a quien tanto amaba acaba de destrozar su corazón.
Y colorín colorado este cuento no se ha acabado.
O tempora o mores






