Cubículos inviables
![[Img #67272]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2024/6426_5nuriaescanear0018-2-copia.jpg)
Al hilo de sendos artículos leídos este año entrante, correspondientes a los escritores José Luis Puerto y Antonio Manilla, me atrevo a escribir estas líneas. En los artículos nombrados se trata el tema de la precariedad de la vivienda y la crueldad humana. El de Puerto habla sobre la inaccesibilidad actual para alojarse dignamente debido a los precios abusivos de los alquileres, y el de Manilla sobre las residencias de ancianos a las que arrojamos como trapos inservibles a nuestros mayores. La cosa se pone fea y candente. Dos cuestiones que dan verdaderos escalofríos. Resulta que con lo avanzados que nos creemos en esta sociedad del ruido y la banalidad, dejamos a parte temas vitales para la dignidad del ser humano. No hay viviendas para todos porque no todos pueden pagar una vivienda, un piso, un triste rincón donde dignificarse. Los alquileres siguen subiendo cual espuma y obtener un lugar en propiedad es ya un imposible, una quimera. Más de la mitad del sueldo no es lícito que cueste un alquiler. ¿comemos aire?
La mayoría de las personas que habitan nuestra tierra cobran salarios muy por debajo del precio con que se tasa el suelo, aunque ahorren toda su vida para acceder a un piso en propiedad no lo conseguirán. Se nos ha educado con la idea de la propiedad privada y si no tienes una casa parece que no eres nadie; bueno sí, eres pobre y tu economía precaria te alejará del dorado a pasos agigantados. Te convertirás en un paria. También un alquiler, que debería ser accesible a todo bolsillo, te hundirá la vida porque no darás abasto a trabajar para mantenerte a flote incluso con dos empleos al tiempo. La vida se pone dura, fea, insoportable. Contando con que no todos somos ingenieros ni funcionarios, el grueso de la población vive en una deriva grisácea, tirando a negra, mientras miles de ancianos son desalojados de sus pisos por sus propios hijos para dar con sus huesos a una residencia donde morirán antes de tiempo de tristeza dejando sus casas vacías o malvendidas para pagar la estancia en esos atroces lugares: la crueldad del ser humano es infinita. Lo pagaremos caro.
Escrito esto, considero que compartir piso con la familia se hace imprescindible para miles de personas. Acuérdense de esas familias italianas donde todo se reparte y todos aportan lo que tienen y ganan. Les remito al neorrealismo italiano en el cine. Espacios muy necesarios donde la vida de todos es vida verdadera. Se debe regresar a ese modelo o no podremos con la risa. La gente se empeña en independizarse sin pensar que es un imposible, no se subsiste en soledad precariamente, lo estamos comprobando día a día. Ya no se habla de los desahucios, pero continúan a la orden del día. Por otra parte, ¿compensa vivir en soledad aislado de la familia en un piso triste y anodino solo por el placer de decir a los colegas que al fin te has independizado solo porque es tu ideal de vida? ¡No me tomen el pelo! Vivir solo hoy en día es un lujo inalcanzable para casi todos y compartir piso con extraños da pavor. Regresemos al ideal de la familia italiana con los abuelos, los nenes, los hermanos y la tía soltera. Hay que crear hogar, no dilapidar material humano. Se trata de vivir con más desahogo y compañía. Les aseguro que los modelos actuales ya son quimera, inviabilidad y precariedad en ciernes. Dejen que sus mayores les mimen, cuiden y ayuden, ustedes también son necesarios para ellos. ¿Quién nos ha vendido la falacia de una independencia inviable? No nos han querido nada quienes nos arrojaron a pagar alquileres de lujo en pisos- favela. Nos engañaron como chinos y jugamos al juego de la desolación y la tristeza para acabar vencidos. La familia, es la familia, y nadie que venga de afuera nos va a salvar el pellejo en caso de necesidad. La solución pasa por regresar al modelo antiguo donde toda casa era algarabía y respeto a los mayores. Volveremos a compartir pan y monedas porque no existe otro modo.
Al hilo de sendos artículos leídos este año entrante, correspondientes a los escritores José Luis Puerto y Antonio Manilla, me atrevo a escribir estas líneas. En los artículos nombrados se trata el tema de la precariedad de la vivienda y la crueldad humana. El de Puerto habla sobre la inaccesibilidad actual para alojarse dignamente debido a los precios abusivos de los alquileres, y el de Manilla sobre las residencias de ancianos a las que arrojamos como trapos inservibles a nuestros mayores. La cosa se pone fea y candente. Dos cuestiones que dan verdaderos escalofríos. Resulta que con lo avanzados que nos creemos en esta sociedad del ruido y la banalidad, dejamos a parte temas vitales para la dignidad del ser humano. No hay viviendas para todos porque no todos pueden pagar una vivienda, un piso, un triste rincón donde dignificarse. Los alquileres siguen subiendo cual espuma y obtener un lugar en propiedad es ya un imposible, una quimera. Más de la mitad del sueldo no es lícito que cueste un alquiler. ¿comemos aire?
La mayoría de las personas que habitan nuestra tierra cobran salarios muy por debajo del precio con que se tasa el suelo, aunque ahorren toda su vida para acceder a un piso en propiedad no lo conseguirán. Se nos ha educado con la idea de la propiedad privada y si no tienes una casa parece que no eres nadie; bueno sí, eres pobre y tu economía precaria te alejará del dorado a pasos agigantados. Te convertirás en un paria. También un alquiler, que debería ser accesible a todo bolsillo, te hundirá la vida porque no darás abasto a trabajar para mantenerte a flote incluso con dos empleos al tiempo. La vida se pone dura, fea, insoportable. Contando con que no todos somos ingenieros ni funcionarios, el grueso de la población vive en una deriva grisácea, tirando a negra, mientras miles de ancianos son desalojados de sus pisos por sus propios hijos para dar con sus huesos a una residencia donde morirán antes de tiempo de tristeza dejando sus casas vacías o malvendidas para pagar la estancia en esos atroces lugares: la crueldad del ser humano es infinita. Lo pagaremos caro.
Escrito esto, considero que compartir piso con la familia se hace imprescindible para miles de personas. Acuérdense de esas familias italianas donde todo se reparte y todos aportan lo que tienen y ganan. Les remito al neorrealismo italiano en el cine. Espacios muy necesarios donde la vida de todos es vida verdadera. Se debe regresar a ese modelo o no podremos con la risa. La gente se empeña en independizarse sin pensar que es un imposible, no se subsiste en soledad precariamente, lo estamos comprobando día a día. Ya no se habla de los desahucios, pero continúan a la orden del día. Por otra parte, ¿compensa vivir en soledad aislado de la familia en un piso triste y anodino solo por el placer de decir a los colegas que al fin te has independizado solo porque es tu ideal de vida? ¡No me tomen el pelo! Vivir solo hoy en día es un lujo inalcanzable para casi todos y compartir piso con extraños da pavor. Regresemos al ideal de la familia italiana con los abuelos, los nenes, los hermanos y la tía soltera. Hay que crear hogar, no dilapidar material humano. Se trata de vivir con más desahogo y compañía. Les aseguro que los modelos actuales ya son quimera, inviabilidad y precariedad en ciernes. Dejen que sus mayores les mimen, cuiden y ayuden, ustedes también son necesarios para ellos. ¿Quién nos ha vendido la falacia de una independencia inviable? No nos han querido nada quienes nos arrojaron a pagar alquileres de lujo en pisos- favela. Nos engañaron como chinos y jugamos al juego de la desolación y la tristeza para acabar vencidos. La familia, es la familia, y nadie que venga de afuera nos va a salvar el pellejo en caso de necesidad. La solución pasa por regresar al modelo antiguo donde toda casa era algarabía y respeto a los mayores. Volveremos a compartir pan y monedas porque no existe otro modo.