Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 03 de Febrero de 2024

Hablando con Lidia (17)

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Noviembre 2013

 

Lidia - La estoy calentando para que esté hirviendo porque la sopa hay que tomarla muy caliente que no pase lo del otro día que la vimos hervir y luego, en la mesa, estaba fría.

 

Yo - Es que se enfría muy rápido en los platos porque están fríos. Habría que calentar los platos antes de servirlos. No te he contado, viniendo en el tren y llega una llamada, “Hola soy Laura”, ¿Laura? Sí Laura. La mujer de Carlos, ¿no te acuerdas de ella?  Ah sí, sí, me acuerdo. Han venido al molino muchas veces porque les encantaba.

 

 

L - Mira te sirvo la típica sopa de tomate polaca mejorada por mí, pásame el plato.

 

Y - Ya sabes que murió su suegro hace unos días. Pues resulta que Carlos la ha dejado por una rumana jovencita con un hijo. Estaba hecha polvo. Falta tu plato de abajo.

 

L - Ah, coge uno de ahí abajo. “¿este de oros?”. Sí. Quizás falte sal. “Ay sí, seguro que a mí me falta porque soy muy sosa”.

 

Y - Bueno, pues resulta que Carlos la ha dejado, y me cuenta con pelos y señales el desagradable suceso. Mmmm que rica, está muy caliente, está estupenda. Pues lo típico, entra en la casa una jovencita de algún país en vías de salir de la pobreza, desparpajada y con ganas de ‘pillar’. Estas mujeres con ganas  por lo general pillan al que ven con patrimonio que suelen ser hombres mayores.

 

Lo que le ha pasado a Laura es un caso ‘de libro’. Ella, muy entregada, se ha ocupado de los padres de él durante mucho tiempo. El suegro con una larga enfermedad en cama y la suegra víctima de una situación que no sabe llevar. Llevaban 20 años juntos, Carlos y Laura, no los padres. Ella es enfermera y de esas mujeres muy entregadas, muy consciente de su inferioridad intelectual y social frente a su familia política, por lo tanto muy servicial, tratando siempre de agradar, siempre ofertándose a la familia de él. Entonces me cuenta que ella había estado cuidando al suegro  hasta el último momento, cambiándole, atendiéndole, muy dedicada a él todo el tiempo que estuvo en cama hasta que murió. Y ella ahí muy pendiente de él.

 

Pero para los tiempos en que Laura no podía estar por cuestión de su trabajo contrataron a esta rumana alegre y desenvuelta. Y en mal momento hizo la elección. La joven de unos treinta años entró en el ‘paraíso’, una casa muy boyante, con unos propietarios en vías de irse al otro mundo y un solo hijo heredero que le doblaba en edad, pero eso era lo de menos. La diferencia para el hijo entre las dos mujeres que tenía a su alcance le resultaba realmente abismal. Mientras su mujer Laura arrastraba un cansancio de ánimo y  de cuerpo entre tanto trabajo aquí y allá, hospital y suegros, situación sombría y dolorosa  por el amor y admiración a estos mayores y, además, que desde hacía tiempo no aportaba momentos excitantes a su vida. En el mismo ambiente fúnebre que le rodeaba estaba en danza el espíritu jovial, dinámico, alegre y divertido de la rumana. Sí, realmente se daba una diferencia externa importante para el hijo único que asistía a los acontecimientos un poco como oyente y otro poco como parte de una comparsa en la que de momento era un figurante que contaba poco en la dinámica de los acontecimientos, que no quiere decir que no penara por ellos, pero con la profunda certeza de que en poco tiempo sería el protagonista, y eso cambiaría radicalmente su situación.

 

Y así fue. Murió el padre, famoso y rico, y a él, como único hijo, le llegó a sus manos una gran herencia. Y con la herencia le llegaron las ganas de salir de la rutina de su trabajo y de sus veinte años de pareja. Ella era buena, servicial pero nada apasionante. Así que hizo aquello de ‘coge el dinero y corre’ y cogió el dinero y se fue a Rumania con la jovencita rumana y su hijo y compró en el lejano país de Drácula un castillo en lo alto de una colina (el dinero daba mucho más de sí en aquel país) para disfrutar sin reparos con y de su jovencita.

 

Todo eso me contaba Laura por teléfono con angustia de desamparo. Te puedes imaginar mi sorpresa y rabia. Es un caso típico de la pitopausia. Carlos me pareció siempre un poco sinsorga, algo bobón, nada parecido a su padre, pero es un tío de muy buena presencia y simpático. A ella, después de 20 años de estar siempre en danza servicial y muy pendiente de agradarle, cuando le llega el momento de disfrutar de una holgadísima economía va el heredero y la deja plantada de la noche a la mañana. Fue coger el dinero y marcharse con la joven. ¡Qué suerte tuvo la rumana!

 

Bueno y ahora te cuento el encuentro con mi amigo Oscar en Madrid. Otro caso de actitud  humana sorprendente. Resulta que me llama insistentemente para vernos para comer después de un porrón de años. No me dice el motivo Me sorprende el interés repentino por venos pero me provoca mucha curiosidad. Voy a la cita. Vamos a un restaurante así como de comida de funcionario. De entrada ya me desagrada pero estoy más concentrada en el misterio de la urgencia que la puesta en escena. Y con verdadero agobio me cuenta que su mujer le ha dejado, así, de pronto, después de 40 años. No me lo esperaba. Le consuelo como puedo. Me cuenta que la mujer le dice que le han dicho a ella que él le ha engañado ¡hace 20 años! con una persona cercana.

 

Qué sentido tiene sacar merda del pasado y colocártela sobre la mesa como si acabara de pasar y, además, resuelves de mala manera, porque esas cosas se resuelven hablando, valorando, pero no soltando y zanjando de repente una vida. Me parece una consecución psicológica bastante fea, no, horrible. Claro él está confundido y sobrepasado de estupor.

 

L -  Ahora todo el mundo va a un terapeuta. Yo no digo que siempre esté bien, yo no he podido nunca hacerlo, he vivido unas situaciones a solas muy conflictivas sin ningún tipo de ayuda, así desde fuera, que alguien pueda ver otro punto de vista del que veo yo es muy útil.

 

Y – Yo creo que es útil porque te hace ganar tiempo. Me pasa a mí como a ti. Lo que me pasa es que me pienso hacía adentro y rucu rucu, rucu rucu,  pero, a lo mejor, con unas pautas exteriores llegas antes a resolver. Seguramente con el  rucu rucu, rucu rucu  te dura más el problema pero la actitud tuya, como la mía, es coger y tratar de resolverlo para adentro, no “ah, esto me supera, voy a hacer muchas cosas más para no pensar” que es lo que está haciendo mi amigo. Nooo. Estoy  jubilado y mi mujer me deja plantado, voy a llenar mi vida de trabajos para no pensar. ¿¡Pero qué me estás contando!? Lo que tienes que hacer es que todo esto te sirva para analizarte porque llevas toda tu vida trabajando infinidad de horas, que también han sido como una manera de escape. Ahora tienes que pensar un poco hacia dentro, porque mucho camino de Santiago, mucho tal, pero si ahora te pasa esto aprovecha para crecer un poquito y no decir ‘huy qué horror, voy a ponerme a trabajar para no pensar’. Es lo que hace la mayoría de la gente, yo trabajo y trabajo y así no pienso. Qué bien. Maquina, maquina, máquina, y así evito afrontar todo lo que me va viniendo. Así lo que te pasa no te sirve para nada, experiencias en balde. Si esto te pasa, paras, piensas, analizas y enmiendas.

 

L – O consultas con alguien para que te de una opinión o unas guías. A mí me ha servido eso. No he podido tomar terapias, por lo que sea, porque no he tenido esas posibilidades, pero no puedo decir que no me sirvió algunos puntos de vista de mis amigos.

 

Y – Claro, eso te sirve muchísimo, los puntos de vista de tus amigos, si son amigos de verdad y dicen lo que piensan y no lo  que tú quieras oír. Yo siempre he pensado que ojalá en mis distintos momentos conflictivos hubiera tenido algún amigo como yo soy para  mis amigos. Un amigo que haga de espejo y me enfrente con la realidad y no con el acompañamiento victimario, para eso me valgo yo misma. Como yo no he tenido ese espejo me gusta ofrecerlo. Ojalá yo hubiera tenido a alguien que me hiciera de espejo.

 

L - Sí, sí, en esas cosas, de verdad, lo que más te puede ayudar es alguien desde fuera.

 

Y - sobre todo que en ese momento estás tú en un plano totalmente emocional, compungidísimo emocionalmente, y la razón se te bloquea. Entonces es bueno que alguien te razone porque tu parte emocional está bloqueada, y luego tú con esa ayuda exterior y con tu parte emocional lo puedes ir manejando.

 

L - Sí, sí, sí, es cierto, pero no es fácil encontrar a la persona que te escuche bien.

 

Y - Por eso me dice “gracias por escucharme”. Bueno, nada si quieres bienes al molino y seguimos charlando.

 

L- Bien nuestro postre es bastante escaso. Hay esta fruta, y después hay un té de esos que te gustan de esa flor china

Y - Ah que bueno, de jazmín, qué rico.

 

L - Voy a poner agua mientras tanto para el té. Ahora me acuerdo que tengo aquí unos dulces que nos vienen bien para el té.

 

Y – Perfecto. Y luego me voy porque estoy muy cansada del viaje y quiero acostarme pronto.

 

O tempora o mores

 

 

 

 

 

 

 

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