Democracia cretina
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Valladolid no pudo asomarse por la pequeña pantalla en la Gala de los Goyas sin sumar una nueva metedura de pata del Vicepresidente de Castilla y León. Aprovechó la oportunidad, sin mantener la compostura del anfitrión, para insultar a la gente del cine, a uno y a todos, como hace un buenignorante y faltón, que no anda él para matices.
Le respondió Sigouney Weawer, sin saber nada de tan estúpida criatura, elegida como ganadora del Goya Internacional 2024. Aprovechó sus palabras de agradecimiento, para proclamar la excelencia del cine español, citando títulos y cineastas.Con una magistral autoridad respondió así al enano mental. Por si quedaban dudas Pedro Almodóvar, al final del acto, le dijo en román paladino: Nos ha llamado como insulto señoritos a los cineastas españoles, que devolvemos con creces las subvenciones con nuestros impuestos y con los miles de puestos de trabajo que mantenemos.
Toma regaliz, aunque sea de palo, para tapar el sabor de tu incultura y tu desfachatez inoportuna. El reiterado aprendiz de algo, pudo haber conseguido con su inoportunidad de su nada riguroso pensamiento, que los académicos hubieran renunciado a ir a Valladolid para hacer su gala. Salvó la situación el tiempo, pues el vicepresidente hizo sus deposiciones la víspera del evento. Si hubieran contado con tiempo habrían dejado al ‘Fachadolid’ inveterado compuesto y sin novia.
La verdad es que el extraño sujeto es de sobra conocido en todo el territorio nacional, pues sus bravatas se suman, proporcionado esta mala imagen, que alcanza al presidente Mañueco, que, además de por sus propias actuaciones, buena parte de culpa tiene por haberse servido de este peldaño para subirse al pedestal. El daño que el sufre es del todo justo.
A medida que pasan los meses nadie le va a convencer al chiquilicuatre que ocupa la Vicepresidencia de que está en el cargo para favorecer a Castilla y León y no para perjudicarla. Se creerá que cobra su generoso y desproporcionado sueldo por la eficacia de su trabajo, que en realidad es nulo y con los inconvenientes de los malos resultados de sus desafueros oratorios.
A fin de cuentas, esta es una de las consecuencias de esta perversión de la democracia. Su posición es legítima como resultado de los votos, conseguidos engañando y mintiendo. No por eso no podemos dejar de lamentar la falta de madurez de conocimiento de quienes con sus papeletas colocan en donde no deben a personajes atrabiliarios y destemplados, como Donald Trump, Bolsonaro, Milei o Ayuso y antes a Berlusconi u otros indignos personajes.
Que sean legítimos no quiere decir que sean idóneos. La diferencia entre legitimidad e idoneidad es el error del voto. Coincide en todos ellos que lo que menos les preocupa es el interés y los problemas de sus electores. Por delante están sus propios intereses, que no coinciden con los de ellos y no son para los que le votaron. Así, con esta arrogancia y descaro, hacen de su capa un sayo y se burlan, con cuchufleta, de los que les dieron los votos. Como se merecen. Por cretinos que elevan a los cretinos, sin hacerles sabios. Por mucho que promocionen a esos pájaros, que no saben elevarse al cielo para favorecer a los suyos, porque no es lo que les interesa.
Con un pan selo coman los unos y los otros, pero reconozcamos estas miserias de la democracia, que legitiman, pero no remedian, ni a electores ni a elegidos. La democracia casposa, equivocada y cretina. La de estúpidos y necios, la de los que padecen cretinismo.
Porque votan sin saber, y no dejan de ser tontos, bobos, faltos de talento, imbéciles e idiotas, como les define la RAE, sin escatimar sinónimos. No porque voten a quien quieren, sino porque no saben a quién le dan su voto, que pueden dárselo al contrario de lo que les interesa, pero sin saber lo que hacen. Votantes y votados acusan cretinismo, que se define como enfermedad caracterizada por un peculiar retraso de la inteligencia de los votados y sus votantes. Es lo que lleva avotar en contra de uno mismo.
Valladolid no pudo asomarse por la pequeña pantalla en la Gala de los Goyas sin sumar una nueva metedura de pata del Vicepresidente de Castilla y León. Aprovechó la oportunidad, sin mantener la compostura del anfitrión, para insultar a la gente del cine, a uno y a todos, como hace un buenignorante y faltón, que no anda él para matices.
Le respondió Sigouney Weawer, sin saber nada de tan estúpida criatura, elegida como ganadora del Goya Internacional 2024. Aprovechó sus palabras de agradecimiento, para proclamar la excelencia del cine español, citando títulos y cineastas.Con una magistral autoridad respondió así al enano mental. Por si quedaban dudas Pedro Almodóvar, al final del acto, le dijo en román paladino: Nos ha llamado como insulto señoritos a los cineastas españoles, que devolvemos con creces las subvenciones con nuestros impuestos y con los miles de puestos de trabajo que mantenemos.
Toma regaliz, aunque sea de palo, para tapar el sabor de tu incultura y tu desfachatez inoportuna. El reiterado aprendiz de algo, pudo haber conseguido con su inoportunidad de su nada riguroso pensamiento, que los académicos hubieran renunciado a ir a Valladolid para hacer su gala. Salvó la situación el tiempo, pues el vicepresidente hizo sus deposiciones la víspera del evento. Si hubieran contado con tiempo habrían dejado al ‘Fachadolid’ inveterado compuesto y sin novia.
La verdad es que el extraño sujeto es de sobra conocido en todo el territorio nacional, pues sus bravatas se suman, proporcionado esta mala imagen, que alcanza al presidente Mañueco, que, además de por sus propias actuaciones, buena parte de culpa tiene por haberse servido de este peldaño para subirse al pedestal. El daño que el sufre es del todo justo.
A medida que pasan los meses nadie le va a convencer al chiquilicuatre que ocupa la Vicepresidencia de que está en el cargo para favorecer a Castilla y León y no para perjudicarla. Se creerá que cobra su generoso y desproporcionado sueldo por la eficacia de su trabajo, que en realidad es nulo y con los inconvenientes de los malos resultados de sus desafueros oratorios.
A fin de cuentas, esta es una de las consecuencias de esta perversión de la democracia. Su posición es legítima como resultado de los votos, conseguidos engañando y mintiendo. No por eso no podemos dejar de lamentar la falta de madurez de conocimiento de quienes con sus papeletas colocan en donde no deben a personajes atrabiliarios y destemplados, como Donald Trump, Bolsonaro, Milei o Ayuso y antes a Berlusconi u otros indignos personajes.
Que sean legítimos no quiere decir que sean idóneos. La diferencia entre legitimidad e idoneidad es el error del voto. Coincide en todos ellos que lo que menos les preocupa es el interés y los problemas de sus electores. Por delante están sus propios intereses, que no coinciden con los de ellos y no son para los que le votaron. Así, con esta arrogancia y descaro, hacen de su capa un sayo y se burlan, con cuchufleta, de los que les dieron los votos. Como se merecen. Por cretinos que elevan a los cretinos, sin hacerles sabios. Por mucho que promocionen a esos pájaros, que no saben elevarse al cielo para favorecer a los suyos, porque no es lo que les interesa.
Con un pan selo coman los unos y los otros, pero reconozcamos estas miserias de la democracia, que legitiman, pero no remedian, ni a electores ni a elegidos. La democracia casposa, equivocada y cretina. La de estúpidos y necios, la de los que padecen cretinismo.
Porque votan sin saber, y no dejan de ser tontos, bobos, faltos de talento, imbéciles e idiotas, como les define la RAE, sin escatimar sinónimos. No porque voten a quien quieren, sino porque no saben a quién le dan su voto, que pueden dárselo al contrario de lo que les interesa, pero sin saber lo que hacen. Votantes y votados acusan cretinismo, que se define como enfermedad caracterizada por un peculiar retraso de la inteligencia de los votados y sus votantes. Es lo que lleva avotar en contra de uno mismo.