Hablando del campo
![[Img #67539]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2024/5351_2-mercedes3-_dsc5032-copia-3.jpg)
Hablando del campo con un agricultor de la zona me comentaba la diferencia tan grande que existe en el trabajo del campo para el trabajador de hace 50 años y para trabajador de ahora, y llega a la conclusión de que antes los agricultores vivían mejor y más felices. Esta una afirmación un tanto sorprendente visto desde fuera puesto que la diferencia de técnicas para el trabajo del campo entre antes y ahora es abismal.
Ahora todos tienen unos tractores impresionantes que laboran la tierra en un pis-pas donde con el sistema de antes tardarían semanas. Eso les permite a la gran mayoría de agricultores tener un trabajo alternativo, con salario, y dejar las labores de la tierra para los fines de semana o para hacerlas por las noches, pues los tractores tienen unos potentes faros que resuelven el problema de la oscuridad. Para la recogida de la cosecha lo mismo, se alquilan unas grandes máquinas que hacen el trabajo de antes de varias semanas de toda una familia en una sola mañana. Y, además, ahora los agricultores tienen las subvenciones de las PAC (Política Agraria Común), que a quien más o a quien menos, le entra un dinero anual a fondo perdido. A mi contertulio agrícola dice que le dan 6.000€ al año, pero se queja de que con eso no se puede vivir. Claro, solo faltaba que te regalaran un dinero para cubrir todos los gastos de tu vida, le digo, es un dinero de ayuda, con eso podrás pagar el gasóleo del tractor, por ejemplo, y alguna cosa más. Luego tienes los beneficios de la cosecha.
Pero el hombre se sigue quejando, de lo que se quejan todos y con razón, de la diferencia de los precios que cobra el agricultor y los precios que llegan a los consumidores. Una diferencia abismal. Por el camino la cadena de distribución se lleva la mejor parte. Es verdad, es una diferencia indigna. Con los precios que les pagan por el producto, dice, no se puede vivir. Y, entonces, me cuenta añorante, recordando con emoción, cómo cuando él era un chaval (años cincuenta), su padre, rentero, que trabajaba unas pocas tierras ajenas a golpe de brazo, un año con la venta de la cosecha de alubias de media hectárea se fue, dinero en mano, directamente al concesionario y se compró su primer coche ¡Con la cosecha de alubias de tan sólo media hectárea! Una gran felicidad y satisfacción en toda la familia. Más adelante se pudo comprar un tractor, y así, poco a poco, fue prosperando con los años. Poco a poco antes se podía prosperar, dice, se trabajaba mucho pero sabías que salías adelante, y vivíamos felices. Ahora no nos da para nada.
Esa es la percepción de este agricultor. Ahora tiene propiedades, dos coches, una gran casa en el pueblo (mucho mejor que la de sus padres) y un piso en León, hijos que han estudiado carrera, tractores para trabajar el campo y, además, trabajo asalariado, y… está insatisfecho de la vida. Vive con ansiedades, estresado, quiere más dinero, duerme mal y, claro, con este panorama no se siente feliz.
No es ni el primer agricultor ni la primera persona a la que le oigo añorar su pasado humilde pero feliz de antes. Bien es verdad que la infancia siempre se suele recordar feliz porque las infancias suelen ser felices, pero… algo hay en este actual supuesto ‘estado de bienestar’ que nos han vendido que no va bien.
El filósofo alemán Heidegger dice que lo que da la felicidad es ver crecer la obra de uno mismo día a día, que cuanto más noble es la naturaleza del trabajo es mayor el goce. Esta concepción de felicidad se acerca a la felicidad familiar de la humilde infancia de ‘mi’ agricultor y su esforzado padre.
Muchos otros filósofos llegan a parecido concepto de felicidad que pueden aplicarse a la antigua vida del agricultor, esa vida anterior al empeño de perseguir el ‘estado de bienestar’ por acumulación de patrimonio. Así, el también alemán y filósofo Nietzsche, por ejemplo, opina que la felicidad es el sentimiento de que una resistencia ha sido superada. Esa parece que era la felicidad que sentía el padre de mi interlocutor al ir prosperando poco a poco con su trabajo en el campo.
Y en esa misma línea opina el filósofo griego Epicteto. Dice que la felicidad radica en la aceptación incondicional de los factores externos que uno no puede controlar. Importante distinguir las cosas que dependen de nosotros y las que no. Tener en cuenta esto es muy importante para no dejar que aparezca la ansiedad, esa emoción que nos enferma.
“Quien conoce qué es el bien de ninguna manera actuaría para lograr el mal”, Sócrates asocia la felicidad a la virtud como sinónimo de saber, la virtud para él es conocimiento y la verdadera felicidad consiste en hacer el bien. Para su discípulo Platón, son felices los que poseen la virtud de la bondad (bastante en desuso hoy en día) y la cualidad de la belleza del alma (también en desuso). Y Aristóteles, discípulo de Platón, piensa que la finalidad del hombre consiste en ser feliz (no en tener poder), y para que seamos felices deberíamos poseer tres especies de bienes: los externos, los del cuerpo y los del alma. Esa es una combinación perfecta, pero me parece la más difícil de conseguir. Y siguiendo con los filósofos griegos para Epicuro la felicidad es placer y serenidad, nada que ver con el ritmo de vida al que estamos sometidos.
En fin, los filósofos nos muestran vías para llegar a la felicidad pero con este modelo de civilización que tenemos no parece muy fácil alcanzarla. Esto debería ser motivo de reflexión como sociedad pero creo que la reflexión es algo que de no practicarla hemos olvidado qué significa y cómo se hace. Se vive sin tiempo para reflexionar sólo para actuar, y actuar sin reflexionar lleva a esta locura de vida en la que se mata por nada, se ambiciona todo y siempre se quiere más sin necesidad de más. Pienso en la terrible masacre de palestinos y ucranianos por y para ambición de unos locos, y el terrible espectáculo sigue sin tregua sin que los que tienen que reflexionar reflexionen y actúen.
Decía Platón en boca de Sócrates que la mejor forma de conocer en profundidad las cosas es utilizando, en el mayor grado posible, únicamente el pensamiento, “sin recurrir, en el acto de pensar, ni a la vista ni a ningún otro sentido, sin arrastrar nada tras de sí que no sea el razonamiento”.
Se ha perdido la sabiduría del razonar y del saber vivir disfrutando de uno mismo en la capacidad de amar, amar la vida, amar la naturaleza, amar la comprensión, la contemplación, amar la reflexión, amar al otro... Está visto que la acumulación material innecesaria (que suele ser una gran parte de lo que tenemos y para lo que vivimos) no nos hace felices sino todo lo contrario, nos produce desasosiego, estrés, enfermedades y una vida sin sentido.
Schopenhauer nos recuerda la importancia de la salud y relaciona la felicidad con la salud y dice que “nueve décimos de nuestra felicidad se basan únicamente en la salud”. Una buena salud corporal motiva una buena salud mental, mens sana in corpore sano, decían los latinos.
Acabamos la conversación el agricultor y yo. Él se va con prisa porque tiene hora con el médico, y luego tiene que pasar por la notaria porque va a comprar más tierras. Y yo tengo que ir al taller a comprar coche nuevo.
Si los gobernantes no son filósofos es necesario que los filósofos sean gobernantes. (Platón)
O tempora o mores
Hablando del campo con un agricultor de la zona me comentaba la diferencia tan grande que existe en el trabajo del campo para el trabajador de hace 50 años y para trabajador de ahora, y llega a la conclusión de que antes los agricultores vivían mejor y más felices. Esta una afirmación un tanto sorprendente visto desde fuera puesto que la diferencia de técnicas para el trabajo del campo entre antes y ahora es abismal.
Ahora todos tienen unos tractores impresionantes que laboran la tierra en un pis-pas donde con el sistema de antes tardarían semanas. Eso les permite a la gran mayoría de agricultores tener un trabajo alternativo, con salario, y dejar las labores de la tierra para los fines de semana o para hacerlas por las noches, pues los tractores tienen unos potentes faros que resuelven el problema de la oscuridad. Para la recogida de la cosecha lo mismo, se alquilan unas grandes máquinas que hacen el trabajo de antes de varias semanas de toda una familia en una sola mañana. Y, además, ahora los agricultores tienen las subvenciones de las PAC (Política Agraria Común), que a quien más o a quien menos, le entra un dinero anual a fondo perdido. A mi contertulio agrícola dice que le dan 6.000€ al año, pero se queja de que con eso no se puede vivir. Claro, solo faltaba que te regalaran un dinero para cubrir todos los gastos de tu vida, le digo, es un dinero de ayuda, con eso podrás pagar el gasóleo del tractor, por ejemplo, y alguna cosa más. Luego tienes los beneficios de la cosecha.
Pero el hombre se sigue quejando, de lo que se quejan todos y con razón, de la diferencia de los precios que cobra el agricultor y los precios que llegan a los consumidores. Una diferencia abismal. Por el camino la cadena de distribución se lleva la mejor parte. Es verdad, es una diferencia indigna. Con los precios que les pagan por el producto, dice, no se puede vivir. Y, entonces, me cuenta añorante, recordando con emoción, cómo cuando él era un chaval (años cincuenta), su padre, rentero, que trabajaba unas pocas tierras ajenas a golpe de brazo, un año con la venta de la cosecha de alubias de media hectárea se fue, dinero en mano, directamente al concesionario y se compró su primer coche ¡Con la cosecha de alubias de tan sólo media hectárea! Una gran felicidad y satisfacción en toda la familia. Más adelante se pudo comprar un tractor, y así, poco a poco, fue prosperando con los años. Poco a poco antes se podía prosperar, dice, se trabajaba mucho pero sabías que salías adelante, y vivíamos felices. Ahora no nos da para nada.
Esa es la percepción de este agricultor. Ahora tiene propiedades, dos coches, una gran casa en el pueblo (mucho mejor que la de sus padres) y un piso en León, hijos que han estudiado carrera, tractores para trabajar el campo y, además, trabajo asalariado, y… está insatisfecho de la vida. Vive con ansiedades, estresado, quiere más dinero, duerme mal y, claro, con este panorama no se siente feliz.
No es ni el primer agricultor ni la primera persona a la que le oigo añorar su pasado humilde pero feliz de antes. Bien es verdad que la infancia siempre se suele recordar feliz porque las infancias suelen ser felices, pero… algo hay en este actual supuesto ‘estado de bienestar’ que nos han vendido que no va bien.
El filósofo alemán Heidegger dice que lo que da la felicidad es ver crecer la obra de uno mismo día a día, que cuanto más noble es la naturaleza del trabajo es mayor el goce. Esta concepción de felicidad se acerca a la felicidad familiar de la humilde infancia de ‘mi’ agricultor y su esforzado padre.
Muchos otros filósofos llegan a parecido concepto de felicidad que pueden aplicarse a la antigua vida del agricultor, esa vida anterior al empeño de perseguir el ‘estado de bienestar’ por acumulación de patrimonio. Así, el también alemán y filósofo Nietzsche, por ejemplo, opina que la felicidad es el sentimiento de que una resistencia ha sido superada. Esa parece que era la felicidad que sentía el padre de mi interlocutor al ir prosperando poco a poco con su trabajo en el campo.
Y en esa misma línea opina el filósofo griego Epicteto. Dice que la felicidad radica en la aceptación incondicional de los factores externos que uno no puede controlar. Importante distinguir las cosas que dependen de nosotros y las que no. Tener en cuenta esto es muy importante para no dejar que aparezca la ansiedad, esa emoción que nos enferma.
“Quien conoce qué es el bien de ninguna manera actuaría para lograr el mal”, Sócrates asocia la felicidad a la virtud como sinónimo de saber, la virtud para él es conocimiento y la verdadera felicidad consiste en hacer el bien. Para su discípulo Platón, son felices los que poseen la virtud de la bondad (bastante en desuso hoy en día) y la cualidad de la belleza del alma (también en desuso). Y Aristóteles, discípulo de Platón, piensa que la finalidad del hombre consiste en ser feliz (no en tener poder), y para que seamos felices deberíamos poseer tres especies de bienes: los externos, los del cuerpo y los del alma. Esa es una combinación perfecta, pero me parece la más difícil de conseguir. Y siguiendo con los filósofos griegos para Epicuro la felicidad es placer y serenidad, nada que ver con el ritmo de vida al que estamos sometidos.
En fin, los filósofos nos muestran vías para llegar a la felicidad pero con este modelo de civilización que tenemos no parece muy fácil alcanzarla. Esto debería ser motivo de reflexión como sociedad pero creo que la reflexión es algo que de no practicarla hemos olvidado qué significa y cómo se hace. Se vive sin tiempo para reflexionar sólo para actuar, y actuar sin reflexionar lleva a esta locura de vida en la que se mata por nada, se ambiciona todo y siempre se quiere más sin necesidad de más. Pienso en la terrible masacre de palestinos y ucranianos por y para ambición de unos locos, y el terrible espectáculo sigue sin tregua sin que los que tienen que reflexionar reflexionen y actúen.
Decía Platón en boca de Sócrates que la mejor forma de conocer en profundidad las cosas es utilizando, en el mayor grado posible, únicamente el pensamiento, “sin recurrir, en el acto de pensar, ni a la vista ni a ningún otro sentido, sin arrastrar nada tras de sí que no sea el razonamiento”.
Se ha perdido la sabiduría del razonar y del saber vivir disfrutando de uno mismo en la capacidad de amar, amar la vida, amar la naturaleza, amar la comprensión, la contemplación, amar la reflexión, amar al otro... Está visto que la acumulación material innecesaria (que suele ser una gran parte de lo que tenemos y para lo que vivimos) no nos hace felices sino todo lo contrario, nos produce desasosiego, estrés, enfermedades y una vida sin sentido.
Schopenhauer nos recuerda la importancia de la salud y relaciona la felicidad con la salud y dice que “nueve décimos de nuestra felicidad se basan únicamente en la salud”. Una buena salud corporal motiva una buena salud mental, mens sana in corpore sano, decían los latinos.
Acabamos la conversación el agricultor y yo. Él se va con prisa porque tiene hora con el médico, y luego tiene que pasar por la notaria porque va a comprar más tierras. Y yo tengo que ir al taller a comprar coche nuevo.
Si los gobernantes no son filósofos es necesario que los filósofos sean gobernantes. (Platón)
O tempora o mores