Nuria Viuda
Sábado, 17 de Febrero de 2024

Pájaros de blanco plumaje

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Revisando una fotografía de la semana pasada en un conocido diario de tirada nacional, me reconozco perpleja, asustada, no salgo de un asombro que  me convulsiona hasta el estremecimiento. Se trata de una imagen de la prisión de El Salvador donde miles de hombres con la cabeza rapada y vestidos de blanco semejan aves suspendidas o encaramadas a una especie de barras-jaula que los contiene, deshumanizados, perdidos, con la mirada amenazantee insegura, peligrosa y dantesca.

 

Leo el artículo y me espanta el contenido. Son hombres que pertenecieron a las ‘maras’, esas asociaciones de pandilleros delincuentes y criminales que siembran el terror en centroamérica. Su presidente Nayib Bukele ha tomado la determinación de encarcelar a todo individuo peligroso. ¿Tantos? ¿Toda la población masculina en edad de cotizar y merecer? Algo falla en la base de las escuelas y centros educativos cuando tantos jóvenes acaban de semejante modo. Se puede ser humilde, pero no asesino, no al menos en esta proporción escalofriante. Lo definen como la mayor tasa de asesinos en las calles del mundo. Algo verdaderamente de ciencia ficción, no todos pueden ejercer de ‘Jack el destripador’ como epidemia destructiva. Sin duda quedan muchos misterios por resolver en este delicado tema.

 

Me llama la atención su vestimenta.Todos han sido  uniformados de blanco impoluto ,con camiseta y pantalón. Un color que representa pureza para seres supuestamente  etiquetados de  impuros, manchados  de sangre y abominación. Quizá la elección del blanco para un uniforme carcelario sea la perfecta, una manera de purificar lo que de nobleza quede en sus almas corruptas de asesinos irrecuperables para la sociedad. Un modo de redimirlos de un destino puramente carcelario: la mayoría morirán entre rejas sin posibilidad de realizar una tarea que los dignifique mínimamente ante la sociedad o sus familias. Sujetos a una tortura diaria de luz eléctrica contínua con el fin de desorientarlos. Es atroz. No saber si es de día o de noche, pulular en el desconocimiento de las horas. Sin jergones ni ropa de abrigo, comiendo arroz diariamente. Una subsistencia animal que acabará con ellos antes de cumplir la edad madura. La muerte más lenta, sin escapatoria posible, que pueda darse porque se ha conseguido fabricar la cárcel perfecta  también para los carceleros y ángeles custodios del horror (esa es otra historia).

 

Me pregunto dónde ha quedado a ojos del presidente Bukele y sus secuaces la mínima ética carcelaria imprescindible por la que tanto luchó  Concepción Arenal: inspectora de prisiones, defensora de la educación penitenciaria, entre tantas  otras causas incómodas para el poder. Sus recomendaciones y desvelos fueron bálsamo para la reeducación de los presos recuperables, que los hay, desde luego, eso no cabe duda entre personas tan jóvenes y llenas de fuerza. Chicos que pueden perfectamente realizar tareas beneficiosas para la sociedad, a pesar de que su vida se haya retorcido como una espiral de un material blandengue o poco consistente: malas compañías, ánimo de lucro, educación fallida, exceso de ambición, márgenes de odio mal delimitados, etc etc. Arenal lo sabía. Fue visionaria y estuvo muy atenta a los sectores marginales de una sociedad corrupta, por eso propuso todo un código de argumentos e ideas que mantengan los  instintos a raya dentro de presidio. La dignificación del encarcelado para lograr que recapacite y se sienta útil de algún modo, aunque su condena sea irremisible. Arenal lo dilucidó y lo propuso. Pensó la prisión como un sistema de reinserción más que de castigo y sentó las bases de nuestro actual  sistema penitenciario.“Puedes ser útil y lo has de ser aunque sea tras los barrotes”. Un lema que Arenal pudo muy bien inventarse, pero que el presidente de El Salvador obvia apostando por denigrar hasta la desaparición a todo aquel que sea capturado en las calles con sospechas de puñal en sus bolsillos.

 

Ese compás de espera embrutecedor que Bukele ha decidido y propuesto hitlerianamente, no lleva más que a la barbarie dentro de la prisión. A un holocausto más del que seremos testigos. Otro tren de la muerte que ya se ha puesto en marcha.

 

El no futuro es blanco roto y repleto de pieles tatuadas que orbitan alrededor del techo como aves invasivas.

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