Max Alonso
Viernes, 08 de Marzo de 2024

El tren de Astorga, 1 y 2 de 8

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1. SANTIAGO ALONSO GARROTE

 

A propósito de lo del tren de la Ruta de la Plata escribí como los leoneses de León ultrajaron la efigie de Pio Gullón en la Plaza de San Marcelo, porque había conseguido que el nuevo trazado no acabara en su ciudad, sino en donde le correspondía, Astorga, como ciudad término. No son cosas mías, ni mucho menos, sino que Don Santiago Alonso Garrote, en sus ¡Astorganerías’, que se publicaron en libro en 1924, lo dejó bien escrito.

 

Una de ellas se titula Por Astorga, en la que replica una propuesta del Diario de León que lamenta la disparidad de afectos entre León y Astorga, comparados con los cariñosos lazos que unen otras capitales españolas con los pueblos grandes de sus provincias. Ese divorcio, en la nuestra, es dolorosamente cierto y también lo es que ningún medio astorgano ha hecho nada para merecerlo, ni la prensa leonesa realizó algo cálido y fraternal con la astorgana, que actuara como disolvente enérgico del témpano glacial puesto entre ambas, por culpa de un malentendido prurito de superioridad.

 

La cita ha de ser forzosamente larga, porque Santiago Alonso Garrote, en su texto, que alcanza ahora justito los cien años, continúa diciendo lo que se podría decir hoy: “En León hay desconocimiento e incomprensión de ciertos valores astorganos, lo mismo en el campo social, que en la esfera de la vida de relación. Esas ignorancias traen como secuela fatal un enfrentamiento efectivo que aquí lamentamos, pero no podemos impedir por la esencia misma que le informa, y es el comportamiento”.

 

“El de León para con Astorga está exigiendo la continua subordinación incondicional, sometimiento y vasallaje. Aceptándole en su desnudez, implicaría en nosotros una renunciación bochornosa de la personalidad propia.Sería un signo de inferioridad ética, que estamos lejos de merecernos y de sentir del modo absoluto que se nos quiere imponer. En Astorga no conocemos esa tristeza del bien ajeno que se llama envidia”.

 

Precisa don Santiago que los astorganos no tenemos animadversión a León, ni odio, ni prevención contra la capital, ni siquiera recelo de sus procederes. Si se hace un memorial de agravios… no sería Astorga la que tuviera la primacía en iniciarlos… Al contrario, brillaría nuestra ejemplar mansedumbre para sufrir todo linaje de reproches despectivos, sin devolución ni protesta ostensible. Remata el argumento don Santiago con rotundidad escribiendo: “Guardando en los repliegues del alma astorgana el sedimento amargo que dejan las calumnias inmerecidas.

 

Se refiere a continuación a la sumisión que se pretende que debe estar sometida Astorga respecto de León, por su capitalidad, y precisa que los actuales tiempos no son los del medievo, ni ahora se entienden las jerarquías a la manera estilada en el siglo XIV. “No somos altaneros, pero tampoco siervos. No cultivamos la exaltación morbosa de lo nuestro, pero aborrecemos la docilidad lanar.” Categórico concluye: “Procuramos practicar el sabio in medio virtus y no es esto lo que León quiere de nosotros. Lo sentimos.”

 

Don Santiago prosigue afirmando que por determinadas personalidades leonesas se nos echa en cara el usufructo de privilegios, que nadie ha visto, ni gozado en Astorga. Con lo que se pretende ocultar los suyos, que a continuación enumera y anima que el que quiera conocerlos ahí los tiene catalogados.

 

2. EL LEONÉS ESPURIO

 

Santiago Alonso Garrote se adentra a continuación en la relación de los mal llamados privilegios astorganos con el principal: el empalme de la línea del Oeste y recuerda que el proyecto de esa vía, desde que en 1862 se empezaron los primeros estudios, se la llamó Línea Malpartida a Astorga. En los mismos se varió el origen que se llevó a Plasencia, pero la llegada permaneció siempre en el mismo punto, que fue Astorga, a pesar de todas las vicisitudes que sufrió el proyecto.

 

La lucha más encarnizada la provocó León, queriendo imponer que la línea terminase en la capital de la provincia, y escribe: “Queriendo así ejercer un acto de absorción centralizadora, con daño para Astorga y La Bañeza y con menosprecio de la Ley concesionaria del ferrocarril”. Fue contra este atropello contra lo que protestó Astorga y seguirá protestando siempre que se intente mantenerlo, podemos añadir. Afirma don Santiago que el diputado a Cortes por Astorga, el ilustre astorgano don Pío Gullón, de venerada memoria, recabó de los Poderes Públicos el respeto a la Ley de Concesión y obtuvo, por el firme camino de la razón y de la justa fuerza de la demanda, que Astorga siguiera siendo la Estación Término, como estaba previsto y ordenado.

 

Este fue el delito cometido por Pío Gullón por su defensa del derecho ineludible, que León no se lo ha perdonado. La contrariedad que sufrió la capital respondió con violentas expansiones de toda virulencia. Don Santiago escribe: “Baste recordar, aunque con pena, el apedreamiento y los silbidos con los que fue recibido en la capital el tren en el que viajaba el señor Gullón, y por si fuera endeble semejante nota de incultura, se remachó con una manifestación tumultuosa, en la que no faltó quien desde un balcón del Consistorio llamase leonés espurio al astorgano insigne, que puso sus talentos y su entusiasmo al servicio de su querido pueblo natal.”

 

Hemos de llamar la atención sobre el calificativo empleado de leonés espurio. Una aberración que entraña el verdadero sentido de los leoneses de la capital, de llamar a la parte por el todo, ante lo que ha de sucumbir la provincia toda. Como desgraciadamente ha venido haciendo a lo largo de la historia y actitud en la que no ha cesado en el siglo XXI.

 

Pio Gullón perdonó el ultraje con olvido generoso y Astorga también. Don Santiago añade: “Estamos persuadido de que aquel orador populachero, después gobernador civil y diputado en Cortes, que aún vive… sentirá sonrojo en su alma al recordar la gratuita injuria que escupieron sus labios”.

 

Su artículo lo remata don Santiago aludiendo a la propuesta del articulista del Diario de León, reconociendo que así la capital leonesa se diferencia de sus pueblos “renunciando a la soberanía espiritual que sobre ellos debiera ejercer y siendo un obstáculo más, en vez de una valla menos, para hacer desaparecer la barrera de indiferencias que nos separa. Por eso se pregunta, cuando el diario quiere que Astorga ejecute un acto de afirmación leonesista tendiendo la mano a León, si esta mano puede quedar en el aire y nos expondríamos al ridículo, que es peor. La iniciativa no debe partir de Astorga. Sin valorar que su propuesta es más de lo mismo. Ellos son los ofensores y los ofendidos hemos de emprender el camino. De León, añadimos, lo seguimos esperado.

 

Para terminar Don Santiago añade que Astorga, con todos sus defectos y cualidades, mantiene un anima parens y que la defensa de sus hijos es ardiente y apasionada, equitativa y justa, como habrán de admitir cuantos aman y practiquen rectamente, un sano espíritu de ciudadanía.

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